viernes, 7 de junio de 2019




Visitas, viajeros y hoteles en Guayaquil-II


En las primeras décadas del siglo XX la capacidad hotelera de Guayaquil era considerable. En 1917 llegó la célebre figura del ballet mundial Ana Pavlowa y su compañía de danzas formada por 52 balletistas. En mayo de 1928, hizo su arribo la afamada “Reina de la Opereta” Esperanza Iris, y su numeroso rol de artistas. En 1929 el célebre actor norteamericano John Barrymore y su esposa Dolores Costello, pasaron su luna de miel a bordo de su yate en Galápagos, arribando a Guayaquil el 10 de febrero de ese año y el 19 se presentó en el teatro Olmedo su película “El Hermoso Brummel”. En 1946 y 1958, llegaron a Guayaquil y se hospedaron en el Hotel Metropolitano, el cotizado actor de Hollywood, Tyrone Power y Leonard Bernstain, director de la Orquesta Sinfónica de Nueva York. Al iniciarse la década de 1950, Mario Moreno, “Cantinflas” se alojó en el Hotel Majestic de Francisco Bruzzone.
En las postrimerías del siglo XX y principios de siglo XXI, la creciente demanda de hospedaje en Guayaquil es un estimulante para nuevas inversiones: el Hotel Rizzo administrado por Agustín Lamas de Asla es remodelado. En 1939, el inmigrante italiano Francesco Bruzzone Bava, levantó en la calle Sucre y Boyacá el Hotel del Pacífico. Al finalizar 1940 se constituyó la primera cadena hotelera con los hoteles Humboldt, habilitados con todos los recursos de la hotelería moderna, promovida por el banquero guayaquileño Víctor Emilio Estrada.
En 1952 se inauguró el Hotel Continental de Francisco Bruzone Baba, en la esquina suroeste de la calle Aguirre, intersección Chile; donde en la actualidad funciona transformado en Hotel Risso. En 1958, Vittorio Miraglia Papa, asociado con su hermano Giovanni, fundó el Hotel Palace en la esquina noroeste de las calles Chile y Luque. En la década de 1960, el empresario Fernando Lebed construyó el Hotel Atahualpa de muy corta vida.
El auge hotelero en esta ciudad se inicia en 1974 con la construcción del nuevo Hotel Continental, situado en la esquina noroeste de la calle Chille intersección Clemente Ballén y en 1978 el Gran Hotel Guayaquil. A partir de entonces se levantaron los más modernos: como el Boulevard, posteriormente transformado en Hampton Inn Guayaquil; el Oro Verde, Ramada, Unihotel, Grand Hotel Guayaquil, Hilton Colón, Sheraton, Howard Jhonson, Del Rey, Alexander, Doral, entre un centenar de lugares de alojamiento con menor prestancia.

Trayectoria hotelera
El intenso tráfico comercial y administrativo colonial desarrolló en Guayaquil el negocio para el alojamiento de viajantes, por esto se comprende que teniendo la ciudad un total de 61 casas, cuatro eran posadas que marcaban la partida hacia el Desembarcadero (Bodegas o Babahoyo), desde donde, por la cordillera de Angas y vía Guaranda se llegaba a la Sierra centro norte. También navegaban al sur, al puerto de La Bola a orillas del río Naranjal llevando el comercio hacia Cuenca y al norte del Perú. Ambos caminos vencidos los riscos, se juntaban en los páramos serranos donde se hallaban tambos y fondas para descanso y alimentación de los viajeros.
Tanto en Bodegas como en La Bola se daba un escenario pintoresco que vale la pena describir brevemente: Mientras se descansaba en alguna casa posada, los arrieros preparaban las cabalgaduras, y enjaezaban las acémilas para transportar la carga. Luego, la partida de la recua era siempre un evento lleno de colorido, con sabor de despedida y llegada a su vez. Matizado de adioses o bienvenidas, el trotecito de las bestias, relinchos, horreos, coces, ladridos de perros, llenaban el ámbito de polvo y vaho de olor animal.
Las voces del baquiano de la tropa, con toda laya de imprecaciones y calificativos, dejaban oír el ánimo que infundía tanto a los recueros que servían la caravana como a las bestias que la formaban. Era la imagen viva de la influencia en ese entorno de un Guayaquil pujante y activo comerciante, que en poco más de tres siglos se transformaría en la más rica e importante urbe de la América meridional.
El comercio fluvial, de cabotaje e internacional movía a numerosos marchantes, agentes y representantes. Y como paso obligado entre Panamá y Santiago, ingresó la expresión cultural. Primero bajo la dirección de auroridades se escenificaban ataques y defensas entre indios y conquistadores. También entre moros y cristianos: la Toma de Granada, escenas del Cid, etc.
El Quijote, de reciente actualidad, cuya primera edición, según dice el cronista Luis Augusto Cuervo, “pasó casi en su totalidad a América y en menos de un año circulación”, libros de caballería o encantamientos, como Las Sergas de Esplandián: el Caballero de la Serpiente, Leonorina y la reina Calafia, y otras de Garci-Ordóñez de Montalvo, autor de la edición española del Amadis de Gaula (1508).
Las compañías de artistas escénicos iniciaron la demanda de alojamiento en nuestra ciudad. Comedias, sainetes, presentación de danzas como la seguidilla Sevillana, la jota aragonesa, etc., o a la interpretación de zarzuelas, operetas, óperas, etc., arribaban a Guayaquil como paso obligado, según viniesen por Panamá o Magallanes, antes o después de presentarse en Santiago y Lima, que era la plaza más importante de la costa del Pacífico sur americano.
En 1851 un viajero polaco que llegó a Guayaquil, afirmaba que: “Sin la hospitalidad que distingue a los negociantes de Guayaquil me habría sido imposible residir allí, ya que no hay un solo hotel. Felizmente para mí, vine en el vapor con el señor J.M. Gutiérrez, hombre de raros méritos, con quien trabé amistad en el Perú y en Chile (…) Viví así un mes, albergado por mis anfitriones, que sabían combatir y subyugar los escrúpulos de mi delicadeza” (Alexandre Holinski, “Ecuador, Escenas de la Vida Sudamericana – 1851).
Según la Guía Histórica de Guayaquil se afirma que en 1853 se estableció el Hotel Francés, el cual aun existía en la ciudad diez años más tarde, y en este se hospedó el peruano Aníbal Pereira, hábil falsificador de billetes que tenía una causa penal en Paita. A poco de poner en circulación algunos billetes fue descubierto, “pero se fue sin ser visto ni oído (…) se mantiene escondido, o se habrá regresado; pero lo cierto es que él estuvo viviendo en el Hotel Francés cuando el primer descubrimiento” (Semanario La Unión Colombiana del 16 de marzo de 1863).
En 1854, Ida Pfeiffer una trotamundos de nacionalidad alemana al tocar Guayaquil, dice: “En éste, el más importante puerto del Ecuador, no existe una hostería” (Ida Pfeiffer, “Mi segundo viaje a través del mundo – 1854”). Seguramente tenía razón, pues hosterías u hostales baratas, que seguramente era lo que buscaba, eran una rareza. No así los hoteles que, aunque con capacidad limitada, ya se habían establecido algunos.
En 1855 se construyó el ferrocarril que atravesaba el istmo de Panamá acelerando el viaje y facilitando la presencia cultural en nuestra rica ciudad. Los empresarios artísticos caleteaban en ella, hacían sus presentaciones por las que no solo hallaban una gran acogida a sus actos sino también mucho dinero. En 1916 fue abierto el Canal de Panamá y en 1919, el último caso de fiebre amarilla en Guayaquil.   
En 1862, se inicia el Hotel de Europa, situado en la plaza de San Francisco bajo la casa del señor Federico Pérez, y se lo promovía en los periódicos: “las personas que se sirvan asistir a él no encontrarán nada que desear, pues estando montado a la europea, se hallará siempre un buen surtido de licores finos y las mejores viandas que pueden apetecerse. El servicio será esmerado” (Semanario La Unión Colombiana del 17 de julio de 1862). Este hotel aun sobrevivía en 1882 y ofrecía a sus huéspedes la excelencia de sus servicios en la calle del Correo (Aguirre) Nº 56, Destruido en el Incendio Grande (1896), con Roberto Carozzi como administrador fue reconstruido en 1900, donde se alojó la célebre actriz francesa Sarah Bernhardt en su visita a la urbe. El Hotel Europa que se hallaba en 9 de Octubre y Boyacá, fue adquirido en la década de 1920 por los inmigrantes italianos Andre Gentile y Pascuale Ditto, y con el nombre de Hotel Ritz fue trasladado a 9 de Octubre y García Avilés.

Visitas, viajeros y hoteles en Guayaquil-II


En las primeras décadas del siglo XX la capacidad hotelera de Guayaquil era considerable. En 1917 llegó la célebre figura del ballet mundial Ana Pavlowa y su compañía de danzas formada por 52 balletistas. En mayo de 1928, hizo su arribo la afamada “Reina de la Opereta” Esperanza Iris, y su numeroso rol de artistas. En 1929 el célebre actor norteamericano John Barrymore y su esposa Dolores Costello, pasaron su luna de miel a bordo de su yate en Galápagos, arribando a Guayaquil el 10 de febrero de ese año y el 19 se presentó en el teatro Olmedo su película “El Hermoso Brummel”. En 1946 y 1958, llegaron a Guayaquil y se hospedaron en el Hotel Metropolitano, el cotizado actor de Hollywood, Tyrone Power y Leonard Bernstain, director de la Orquesta Sinfónica de Nueva York. Al iniciarse la década de 1950, Mario Moreno, “Cantinflas” se alojó en el Hotel Majestic de Francisco Bruzzone.
En las postrimerías del siglo XX y principios de siglo XXI, la creciente demanda de hospedaje en Guayaquil es un estimulante para nuevas inversiones: el Hotel Rizzo administrado por Agustín Lamas de Asla es remodelado. En 1939, el inmigrante italiano Francesco Bruzzone Bava, levantó en la calle Sucre y Boyacá el Hotel del Pacífico. Al finalizar 1940 se constituyó la primera cadena hotelera con los hoteles Humboldt, habilitados con todos los recursos de la hotelería moderna, promovida por el banquero guayaquileño Víctor Emilio Estrada.
En 1952 se inauguró el Hotel Continental de Francisco Bruzone Baba, en la esquina suroeste de la calle Aguirre, intersección Chile; donde en la actualidad funciona transformado en Hotel Risso. En 1958, Vittorio Miraglia Papa, asociado con su hermano Giovanni, fundó el Hotel Palace en la esquina noroeste de las calles Chile y Luque. En la década de 1960, el empresario Fernando Lebed construyó el Hotel Atahualpa de muy corta vida.
El auge hotelero en esta ciudad se inicia en 1974 con la construcción del nuevo Hotel Continental, situado en la esquina noroeste de la calle Chille intersección Clemente Ballén y en 1978 el Gran Hotel Guayaquil. A partir de entonces se levantaron los más modernos: como el Boulevard, posteriormente transformado en Hampton Inn Guayaquil; el Oro Verde, Ramada, Unihotel, Grand Hotel Guayaquil, Hilton Colón, Sheraton, Howard Jhonson, Del Rey, Alexander, Doral, entre un centenar de lugares de alojamiento con menor prestancia.

Trayectoria hotelera
El intenso tráfico comercial y administrativo colonial desarrolló en Guayaquil el negocio para el alojamiento de viajantes, por esto se comprende que teniendo la ciudad un total de 61 casas, cuatro eran posadas que marcaban la partida hacia el Desembarcadero (Bodegas o Babahoyo), desde donde, por la cordillera de Angas y vía Guaranda se llegaba a la Sierra centro norte. También navegaban al sur, al puerto de La Bola a orillas del río Naranjal llevando el comercio hacia Cuenca y al norte del Perú. Ambos caminos vencidos los riscos, se juntaban en los páramos serranos donde se hallaban tambos y fondas para descanso y alimentación de los viajeros.
Tanto en Bodegas como en La Bola se daba un escenario pintoresco que vale la pena describir brevemente: Mientras se descansaba en alguna casa posada, los arrieros preparaban las cabalgaduras, y enjaezaban las acémilas para transportar la carga. Luego, la partida de la recua era siempre un evento lleno de colorido, con sabor de despedida y llegada a su vez. Matizado de adioses o bienvenidas, el trotecito de las bestias, relinchos, horreos, coces, ladridos de perros, llenaban el ámbito de polvo y vaho de olor animal.
Las voces del baquiano de la tropa, con toda laya de imprecaciones y calificativos, dejaban oír el ánimo que infundía tanto a los recueros que servían la caravana como a las bestias que la formaban. Era la imagen viva de la influencia en ese entorno de un Guayaquil pujante y activo comerciante, que en poco más de tres siglos se transformaría en la más rica e importante urbe de la América meridional.
El comercio fluvial, de cabotaje e internacional movía a numerosos marchantes, agentes y representantes. Y como paso obligado entre Panamá y Santiago, ingresó la expresión cultural. Primero bajo la dirección de auroridades se escenificaban ataques y defensas entre indios y conquistadores. También entre moros y cristianos: la Toma de Granada, escenas del Cid, etc.
El Quijote, de reciente actualidad, cuya primera edición, según dice el cronista Luis Augusto Cuervo, “pasó casi en su totalidad a América y en menos de un año circulación”, libros de caballería o encantamientos, como Las Sergas de Esplandián: el Caballero de la Serpiente, Leonorina y la reina Calafia, y otras de Garci-Ordóñez de Montalvo, autor de la edición española del Amadis de Gaula (1508).
Las compañías de artistas escénicos iniciaron la demanda de alojamiento en nuestra ciudad. Comedias, sainetes, presentación de danzas como la seguidilla Sevillana, la jota aragonesa, etc., o a la interpretación de zarzuelas, operetas, óperas, etc., arribaban a Guayaquil como paso obligado, según viniesen por Panamá o Magallanes, antes o después de presentarse en Santiago y Lima, que era la plaza más importante de la costa del Pacífico sur americano.
En 1851 un viajero polaco que llegó a Guayaquil, afirmaba que: “Sin la hospitalidad que distingue a los negociantes de Guayaquil me habría sido imposible residir allí, ya que no hay un solo hotel. Felizmente para mí, vine en el vapor con el señor J.M. Gutiérrez, hombre de raros méritos, con quien trabé amistad en el Perú y en Chile (…) Viví así un mes, albergado por mis anfitriones, que sabían combatir y subyugar los escrúpulos de mi delicadeza” (Alexandre Holinski, “Ecuador, Escenas de la Vida Sudamericana – 1851).
Según la Guía Histórica de Guayaquil se afirma que en 1853 se estableció el Hotel Francés, el cual aun existía en la ciudad diez años más tarde, y en este se hospedó el peruano Aníbal Pereira, hábil falsificador de billetes que tenía una causa penal en Paita. A poco de poner en circulación algunos billetes fue descubierto, “pero se fue sin ser visto ni oído (…) se mantiene escondido, o se habrá regresado; pero lo cierto es que él estuvo viviendo en el Hotel Francés cuando el primer descubrimiento” (Semanario La Unión Colombiana del 16 de marzo de 1863).
En 1854, Ida Pfeiffer una trotamundos de nacionalidad alemana al tocar Guayaquil, dice: “En éste, el más importante puerto del Ecuador, no existe una hostería” (Ida Pfeiffer, “Mi segundo viaje a través del mundo – 1854”). Seguramente tenía razón, pues hosterías u hostales baratas, que seguramente era lo que buscaba, eran una rareza. No así los hoteles que, aunque con capacidad limitada, ya se habían establecido algunos.
En 1855 se construyó el ferrocarril que atravesaba el istmo de Panamá acelerando el viaje y facilitando la presencia cultural en nuestra rica ciudad. Los empresarios artísticos caleteaban en ella, hacían sus presentaciones por las que no solo hallaban una gran acogida a sus actos sino también mucho dinero. En 1916 fue abierto el Canal de Panamá y en 1919, el último caso de fiebre amarilla en Guayaquil.   
En 1862, se inicia el Hotel de Europa, situado en la plaza de San Francisco bajo la casa del señor Federico Pérez, y se lo promovía en los periódicos: “las personas que se sirvan asistir a él no encontrarán nada que desear, pues estando montado a la europea, se hallará siempre un buen surtido de licores finos y las mejores viandas que pueden apetecerse. El servicio será esmerado” (Semanario La Unión Colombiana del 17 de julio de 1862). Este hotel aun sobrevivía en 1882 y ofrecía a sus huéspedes la excelencia de sus servicios en la calle del Correo (Aguirre) Nº 56, Destruido en el Incendio Grande (1896), con Roberto Carozzi como administrador fue reconstruido en 1900, donde se alojó la célebre actriz francesa Sarah Bernhardt en su visita a la urbe. El Hotel Europa que se hallaba en 9 de Octubre y Boyacá, fue adquirido en la década de 1920 por los inmigrantes italianos Andre Gentile y Pascuale Ditto, y con el nombre de Hotel Ritz fue trasladado a 9 de Octubre y García Avilés.


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