martes, 26 de mayo de 2020


La defensa del istmo de Panamá
La sistemática destrucción de la “Armada Invencible”, fue el momento más propicio para que Francia, Inglatrerra y Holanda inflingiera terribles daños a la economía española y al Imperio de Ultramar. Los ataques corsarios afectaron las Indias, sin embargo se defendieron, y continúa siendo un misterio su capacidad de defensa sin fuerzas navales y escasos recursos. El Pacífico sudamericano era una apreciada golosina para tan poderosos enemigos, las enormes riquezas procedentes del Asia y del Perú, movilizadas por el galeón de Manila y por la Armada del Sur. La debilidad de las ciudades costeras mayormente indefensas invitaban al saqueo, y por la ausencia de control eran campo propicio para el contrabando. A esto debemos agregar una numerosa flota costera que comerciaba sin protección, presentándose como fácil presa de la piratería.
Las autoridades coloniales consideraban que la gran distancia que mediaba entre Europa y el litoral del Pacífico, era el más disuasivo de los elementos con que contaban. Craso error, pues los corsarios Ingleses, holandeses, franceses y filibusteros independientes, si bien no tenían bases de operaciones al alcance de sus necesidades inmediatas y apenas dos rutas para acceder al Pacífico desde el Atlántico, el atractivo de tesoros tan fabulosos era suficiente para acicatear su ambición. De ahí que, navegar por el tormentoso Cabo de Hornos, situado al extremo sur del continente, o atravesar el istmo de Panamá por su parte más estrecha eran del dominio de los marinos a finales del siglo XVII. 
Sin embargo, la ruta del Cabo de Hornos por las terribles tempestades y el encuentro de masas de agua tormentosa de ambos océanos donde enormes montañas de agua despedazaban flotas enteras, desalentaba a los españoles y pese a las nuevas técnicas y progreso en la construcción naval aplicadas en el siglo XVIII, no insistieron en utilizarla como ruta directa entre Callao y España (expedición de Alonso de Camargo, 1541. Inglaterra, tras el famoso viaje de Drake (1578), descartó la navegación por el estrecho de Magallanes como la ambicionada vía para alcanzar al Extremo Oriente. Con Holanda, pese a ser la más antigua y persistente en su utilización para varias expediciones ocurrió lo propio. En 1642, con el desastre sufrido por Hendrik Brouwer igualmente la abandonó. 
No quedaba más como vía posible de penetración a la Mar del Sur que atravesar la zona del istmo de Panamá, posición que se afirmó notablemente con la conquista de Jamaica realizada por Inglaterra en 1660-1665. Conquista que incrementó la actividad bélica, permitiendo a corsos y bucaneros, particularmente ingleses tener una base segura para su sistemática agresión a la zona en busca de adueñarse de las rutas comerciales del Pacífico sur. Fue así como la provincia de Veragua sufrió varios ataques carentes de mayores efectos entre 1680 y1686, que no pasaron de ser sino simples actos de pillaje, pues las condiciones boscosas y de población que facilitaban el control y defensa de la provincia, por lo que las poblaciones afectadas fueron fácilmente reconstruidas y fortificadas. “Pues Panamá, punto neurálgico del comercio indiano y <escudo y defensa de los reinos del Perú> por fuerza había de ser mantenida a toda costa.  El lugar más débil del istmo no eran, pues, ni Veragua ni Panamá, sino la vecina provincia de Darién” (…). 
El Darién, es la parte más estrecha del istmo conacceso a ambos océanos,  situado al noreste de Panamá y el Chocó, y al sureste, se hallaban Popayán y Cartagena, franja desolada de territorio salvaje poblada por indígenas muy primitivos que no habían podido ser sometidos precisamente por las dificultades que ofrecía el terreno y que, además, era muy fácil para los bucaneros obtener su ayuda, como guías y portadores con la simple entrega de abalorios y chucherías llamativas. De esa forma los filibusteros complementaron los caminos que atravesaban el Darién con las rutas del Cabo de Hornos o Magallanes para sembrar el terror y destrucción en las poblaciones y navegación comercial de la Mar del Sur.
Con estas dos vías habilitadas, los ataques piratas alcanzaron por 1670 un gran nivel de actividad en una zona marítima que desde 1642 no había sido surcada por ningún fascineroso. En 1670, Valdivia, la centinela chilena de Magallanes fue atacada por filibusteros. El 1668, Morgan había asestado otro golpe demoledor y exitoso a Portobelo el más grande centro de comercio español, y dos años más tarde conquistó y destruyó la fortificada plaza de Panamá. Dueños del camino del Darién los piratas se sentían como en casa; con ayuda de los nativos construían numerosas piraguas que con marinería enviada desde Jamaica, utilizaban para asaltar buques mercantes españoles. Los capturaban y artillaban para realizar acciones de piratería más audaces. Esta escuela de entrenamiento, facilitada por la lenidad de las autoridades españolas, permitió el éxito de los ataques de Bartolomé Sharp.
Sharp estuvo casi año y medio en el Pacífico y para volver Europa realizó una veloz jornada de navegación entre Paita y el estrecho de Magallanes, imposible de imaginar en aquella época, al llegar al estrecho se encontró un mar endemoniado, con vientos cruzados y aguas embravecidas, por lo que buscó la ruta exterior para salir al Atlántico. Las consecuencias inmediatas al éxito que obtuvo el inglés en sus correrías por el Pacífico americano, fueron dos: una positiva, como fue el empeño de la corona española por impedir que ningún buque mercante zarpase de puerto sin ir artillado y llevando abordo una dotación militar, y una negativa: la proliferación de aventureros dispuestos a tener las mismas oportunidades de enriquecerse que él. 
Sin embargo, las disposiciones del Gobierno español no fue posible aplicacarlas por cuanto a lo largo de la costa del Pacífico no era posible reclutar marinos ni artilleros porque no los había. Tampoco cañones en número suficiente, y si los hubiese habido, los pequeños mercantes no tenían espacio ni condiciones para montar piezas de artillería. En cambio los bucaneros habían desarrollado una audacia que rayaba en lo temerario. A principios de 1684 se avistó en las costas chilenas a tres naves piratas, que al primer encuentro con tres buques mercantes peruanos los capturaron, abandonaron sus tripulaciones en una playa y navegaron al Darién donde embarcaron unos 800 hombres enviados desde la base de Jamaica por pedido previo. Con la fuerza de seis navíos bien tripulados y armados se enfrentaron sin éxito a una considerable flota española en Panamá.
Al no lograr vencerlos ni alcanzar el botín que esperaban capturar se dedicaron al saqueo de poblaciones costeras y por órdenes del virrey peruano se dispuso el cierre de todos los puertos. Medida torpe tomada por debilidad, pues más pronto que volando debió suspenderla ya que al impedir el comercio de cabotaje se presentó una aguda falta de artículos de primera necesidad, particularmente en Panamá, que sin el regular comercio procedente de El Callao, Trujillo, Guayaquil y Nicaragua, no podía sobrevivir. “Los mercantes, indefensos y carentes de fuerzas de escolta, eran presas fáciles que los piratas habÍan obtenido ya en número de treinta y cuatro a comienzos de mayo de 1685; el total de presas se elevaba a sesenta y dos a fines del año siguiente, es decir, casi las dos terceras partes de la flota mercante del Pacífico” (…).
1685 y 1686 fueron muy duros para Tierra Firme, cuyas poblaciones costeras de Chepo, Remedios, Alange, Los Santos y San Lorenzo fueron saqueadas. Igualmente lo fueron León en Nicaragua, el Realejo en Nueva España, y Paita, Huacho, Huaura, Saña en el Perú. También Acapulco y Guayaquil más de una vez se vieron amenazadas. Estas agresiones fueron simultáneas con las realizadas en el Caribe, las costas de Campeche, Santo Domingo y Florida.
Además alarmantes noticias procedentes de Londres, Jamaica, Curaçao y Amsterdam, mantenían en ascuas a las colonias españolas ultramarinas. Piratas ingleses, franceses o de otras nacionalidades recibían el apoyo de Francia e Inglaterra a través de sus colonias antillanas. Disimulada por la piratería, ambas naciones encubrían una guerra no declarada a España, sin otra finalidad que estimular el contrabando inglés y francés en América. A partir de 1687, como efecto de las construcciones defensivas que España había sembrado en ciudades costeras importantes la lucha disminuye su intensidad. 
Diez años más tarde la llegada de alarmantes noticias de que Francia enviaría cuatro fragatas, un navío y dos urcas con destino al Pacífico americano cundió el pánico. Felizmente y gracias a los fuertes temporales desatados en el Cabo de Hornos, la escuadra no pudo entrar a la costa meridional americana, y el tan temido ataque se esfumó. Pero fue la amurallada Cartagena de Indias la que recibió el golpe en 1697,  pues el rey Luis XIV de Francia en guerra declarada contra España, ayudado por unos armadores de los astilleros de Brest con la colaboración de filibusteros franceses armó una expedición con 22 navíos dirigida a conquistarla. Tras una pobre defensa fue tomada, pero no como posesión francesa sino como un acto de piratería más, ya que luego de recoger un excelente botín se retiraron. Por las grandes distancias y lentitud de comunicaciones, la noticia llegó tardíamente al virrey peruano, quien envió una fuerza de 300 hombres, pertrechos y 140.000 pesos para contrarestar la acción de los franceses. Cuyo plan de ataque al imperio ultramarino español, contemplaba el ataque y destrucción de las flotas de Nueva España y Tierra Firme, y el asalto y destrucción de Santo Domingo, Habana y Cartagena, para llevar la guerra al Pacífico con tanb impresionante flota. 


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