lunes, 16 de octubre de 2017


Los Partes Militares de Pichincha
Alcanzado el triunfo de Pichincha el 24 de Mayo de 1822, es Olmedo como Jefe del Gobierno, a través del Comandante General de la Provincia de Guayaquil y General en Jefe de la División del Norte, Gran Mariscal José de La Mar.
“El Gobierno Superior, penetrado del patriotismo y mérito militar del General de División Dn. José de La-Mar, ha venido en nombrarlo de Comandante general de las armas de ésta Provincia, con el pleno de las facultades de éste destino. Igualmente ha decretado quede segundo jefe militar de ella el Teniente coronel D. Rafael Ximena, que desempeñaba las funciones de la Comandancia General”. (El Patriota de Guayaquil, 5 de enero de 1822).
Y no ningún otro, quien recibe del coronel Andrés de Santa Cruz, uno de los vencedores de la batalla del Pichincha, el parte correspondiente a su desarrollo y culminación.

BATALLA DE PICHINCHA

“Parte del Comandante Gral. de la División del Norte del Perú al Illmo. Sr. Comandante Gral. de esta Provincia General en Jefe de dicha División.

Ejército del Perú. – División del Norte. – Cuartel general en Quito á 28 de Mayo de 1822.

La ocupación de la Capital de Quito es debida á la Victoria de Pichincha, conseguida el 21 por el Ejercito unido, cuyas circunstancias detallaré á V.S.I. expresándole que es decidida la campaña en que ha cooperado el Perú con mucho honor de sus armas, y terminada la guerra en esta parte.
Ocupando  el enemigo á Machache como instruí á V.S.I. en mi última comunicación desde Tacunga, fue conveniente hacer un movimiento general por su derecha, cambiarles las fuertes posiciones del Jalupana que pretendía sostener: con este objeto, marchó el Ejercito unido el 13 por el camino de Limpio-pouya; y logrando ocultar sus movimientos á la sombra de una mañana nebulosa, y á la que el 2. escuadrón de Cazadores adelantado, cubría un punto visible, pudo llegar el 15. al valle de Chillo á tres leguas de la capital sobre su flanco derecho, sin oposición alguna, y obligar al enemigo á una retirada sobre la ciudad, sino nos quisiese buscar en batalla.  El primer partido le fue preferido, y eligió de nuevo otras posiciones, en el Calzado y lomas que separan aquel valle de éste, con el objeto conocido de conservarse á la defensiva, mientras le llegaban nuevas tropas de Pasto, cuyo correo interpretado nos confirmó la verdad, y por lo mismo pareció conveniente a parar la batalla, pasando el 20. el ejido de Turubamba.  La proporción que toma el enemigo de defender las lomas del campo exigía un movimiento rápido para tomarlas, y encargado de hacerlo con la División peruana, logré facilitar la subida al resto del Ejercito, que bajo el 21. sobre el llano de Turubamba á la vista del campo del enemigo: éste remó el combate que le presentamos bajo sus fuegos de cañón: algún tiroteo de esta arma y de las guerrillas distrajeron el día, y visto que el enemigo solo quería sostener sus posiciones, pasamos á situarnos á veinte cuadras del campo en el pueblo de Chillogallo, desde donde el 23. por la noche emprendió el Ejercito un movimiento general por la izquierda, subiendo la falda de la cordillera de Pichincha á salir al ejido de Iñaquito por el Norte, y con el doble interés de su llanura para nuestra caballería, y de interponernos á los refuerzos de Pasto.  La noche lluviosa, y el mal camino, apenas me permitieron llegar á las lomas de Pichincha que dominan á Quito, á las ocho de la mañana el 24 con la vanguardia, compuesta de los dos Batallones del Perú y el Magdalena, y me fue preciso permanecer en ellas, mientras salían de la quebrada los demás cuerpos: á las dos horas de mi detención, ya había llegado el Sor Gral. Sucre con otro batallón, y fuimos avisados por un espía, que la parte de Quito subía una partida que creímos sorprender con dos compañías de cazadores de Paya, y batallón 2; y como éstas dilatasen la operación por lo montuoso y algo largo de su dirección, propone seguirles cautelosamente con el batallón 2. del Perú: no fue inútil esta medida de precaución, por que sobre la mancha advertí que no solo subía una partida sino toda la fuerza enemiga: consiguientemente rompieron el fuego las dos compañías de cazadoras adelantadas, con cuyo reconocimiento redoblé el paso á reforzarlas, avisando al señor general Sucre que era la hora de decidir el combate para que marchase con los demás cuerpos: el afán del enemigo por tomar la altura era grande, y era preciso contenerle á toda costa: el Batallón 2, que empeñé á las inmediatas órdenes de su bizarro comandante D. Félix Olazabal, le opuse una barrera impenetrable con sus fuegos y bayonetas, y mantuvo solo por más de media hora todo el ataque, mientras llegó el señor general Sucre con los batallones Yaguache y Piura; entonces dispuso dicho Sr. general aportar el ataque, y reforzándolo con el 1, y sucesivamente con el batallón Paya, que llegó; el combate duró obstinadísimo y vivo por mas de dos horas; y ya se sentía la falta de municiones, por que quedado atrasadas: en tales circunstancias pretendió el enemigo tomarnos la retaguardia por la izquierda, destacando bajo del bosque espeso dos compañías de infantería, que felizmente chocaron con las del batallón Albión, que subían escoltando el parque: la bizarría con que la recibió Albión, al mismo tiempo que un impulso general que se dio á la lucha con el batallón Magdalena de refresco, obligaron al enemigo á ceder el campo, después de tres horas de empeño, perdiendo la esperanza de sostenerlo mas tiempo contra los cuerpos del Ejercito Unido, que aumentaban su coraje, á proporción de los peligros, y se disputaban los laureles que han partido.
El terreno del combate era tan montuoso y quebrado, que no pudimos aprovechar mucho de su dispersión, sostenida á la vez, por los fuegos del fuerte del Panecillo.  La caballería muestra, que por la mala localidad se hallaba fuera del combate, emprendió su bajada al ejido por la izquierda, y su presencia precipitó la retirada á los escuadrones enemigos, que abandonaron la reunión de la infantería, que habían proyectado, para hacerla general hacia Pasto, no dejándole otro asilo que el del fuerte del Panecillo, donde se cercaron todos los restos.
El campo de batalla quedó cubierto de cadáveres: no es fácil calcular la pérdida del enemigo, por que el bosque ocultaba su número, que probablemente excede de quinientos: la nuestra llega á trescientos, incluyéndose noventa y un muertos, que ha perdido la División del Perú, con el capitán D. José Duran de Castro, y el alférez D. Domingo Mendoza, y heridos sesenta y siete, comprendiéndose el capitán D. Juan Eligio Alzuru, y los que constan de la lista adjunta.
Entre el empeño y bizarría, con que pelearon todos los individuos del Ejercito, se distinguieron muy particularmente en la División del Perú el bravo comandante del 2. D. Félix Olazabal, los capitanes D. Pedro Izquierdo, de Cazadores, D. Mariano Gómez de la Torre, D. Pedro Alcina, D. Juan Eligio Alzuru, herido, D. Antonio Elizalde; tenientes D. Narciso Bonifaz, D. Francisco Vargas Machuca , D. Juan Espinosa, D. Francisco Gálvez Paz, D. Domingo Pozo, D. José Concha, y subteniente D. Sebastián Fernández, y los individuos de clases inferiores que constan de la razón adjunta, todos correspondientes al Número 2.  El Batallón de Piura, que se conservó en reserva, hizo su deber, y su comandante D. Francisco Villa, y sargento mayor D. José Jaramillo, conservaron el orden que era necesario: mas ayudantes de campo tenientes D. Calisto Giraldes, y D. José María Frías, desempeñaron exactamente las comisiones y órdenes que les encargué.  Todos éstos son muy dignos de la consideración de S.E. y de las gracias que quiera dispensarles, como á las demás clases subalternas, indicadas en las razones de distinguidos y heridos.
Después de la Victoria de los Altos de Pichincha, descendió el Ejército hacia la capital, habiendo intimado su entrega el Sor. General Sucre al Jefe que la mandaba, y que aunque la sostenía con alguna artillería é infantería, que no pudo retirarse, cortada de nuestra caballería, se sometió á la entrega por una capitulación.  Esta fue preparada por mí en la noche del 24, y siendo acompañado el 25 por el Sr. Coronel Antonio Morales, jefe del E.M. de la División de Colombia, quedó terminada á las 12 de dicho día, en que por ella entró el Ejército unido en la ciudad, y ocupó el fuerte del Panecillo, donde se rindieron cerca de 700 infantes, que con los del campo de batalla, pasan de 1000 de tropa; como 180 oficiales, inclusos los jefes principales, y entre ellos el general Aymerich; cerca de 1830 fusiles: 14 piezas de batalla; muchas cajas de guerra; y demás relativo á su argumento: de modo que nada, nada, ha salvado de su infantería, y es de creer que su caballería, sino cae en nuestras manos, se dispersa toda.
Por la capitulación, que incluiré en otra ocasión, permito el pase á Europa á toda la oficialidad y tropa europea con los honores de la guerra, y es extensiva á todo el Departamento, incluso la provincia de los Pastos: conforme á ella se ha rendido ya el batallón Cataluña, que hoy ha entrado en esta ciudad con toda oficialidad, y esperamos el mismo resultado en lo demás, para cuyo efecto han salido comisionados con las respectivas órdenes.  Así ha concluido la guerra del Norte; y repito que en su término han brillado las armas del Perú, y que son muy dignos de la consideración de S.E. los que han tenido la ocasión de ofrecer este servicio particular á la causa general de América, uniendo un trofeo mas á las glorias del Estado.
He remplazado triplicadamente la pérdida de la División con los prisioneros americanos; y con ella bien reforzada y descansada marcharé muy pronto á acudir á las demás necesidades de la Patria, donde se crea conveniente.

Dios guarde á V.I. muchos años.  – Sor General – Andrés Santa-Cruz. – Illmo. Sor. Gran Mariscal, Comandante General de la Provincia de Guayaquil, D. José de La–Mar, General en Jefe de la División Norte.

VIVA LA PATRIA”

Sucre, por su parte, jerárquicamente dependiente de Bolívar, pese a reconocer a La Mar como oficial de mayor rango que él, convencido que Guayaquil era colombiano no informa a él el resultado de la batalla, pero sí lo hace directamente al Superior Gobierno de la Provincia.

 

VICTORIA DE PICHINCHA


Comunicación del Sr. Gral. Sucre al Superior Gobierno de esta Provincia.

Republica de Colombia. – Departamento de Quito. – Quito á 25 de Mayo de 1822.       12.º

Eximo. Sr. – La victoria esperó ayer á la división libertadora con los laureles del triunfo sobre las faldas del Pichincha.
El ejército español, que oprimía estas provincias, ha sido completamente destruido en un combate encarnizado, sostenido por tres horas. En consecuencia, esta capital, y sus fuerzas están en nuestras manos, después de una capitulación que tuvimos la generosidad de conceder á los vencidos.  Por ella debe sernos entregada como prisionera la guarnición de Pasto, y cuantas tropas españolas existan en el territorio de la Republica, que conservan aun en el departamento.
A la vista del primer pueblo de Colombia que proclamó su libertad, ha terminado la guerra de Colombia por una batalla célebre que ha dado á la República el tercer día de Boyacá.
Esta gloriosa jornada, marcada con la sangre de quinientos cadáveres enemigos, y con trescientos de nuestros ilustres soldados, ha producido sobre el campo, mil cien prisioneros de tropa, ciento sesenta oficiales y jefes, catorce piezas de artillería, mil setecientos fusiles, fornituras, cornetas, cajas de guerra, banderas, y cuantos elementos poseía el ejercito español.
Luego tendré el honor de participar á V.E. los pormenores del combate; y en tanto, me apresuro á comunicarle tan fausto suceso que ha decido la suerte de estos países, incorporándolos á la gran familia colombiana.

Dios guarde á V.E. muchos años, Antonio J. De Sucre – Exmo. Sr. Presidente y Vocales de la Junta de Gobierno de Guayaquil”
¿Por qué enviaron a Olmedo los partes militares de la batalla? Simplemente, porque era el presidente del Gobierno de Guayaquil que organizó y financió la campaña. Igualmente a La Mar, oficial de carrera y el más alto jefe de la provincia que representaba al Gobierno en lo militar, consecuentemente el inmediato superior de los comandantes mencionados.
El triunfo de Sucre y Santa Cruz en Pichincha, que es una consecuencia de la revolución del 9 de Octubre de 1820, permitió amenazar Pasto desde el sur y poner al general Basilio García entre dos fuegos, lo cual fue el motivo para que depusiera las armas.
En el ínterin, Bolívar entrampado por dos meses ante las posiciones inexpugnables que ocupaba el coronel español García en Bomoboná, cercanas a Pasto, gracias al triunfo de Pichincha pudo salir de la trampa que lo inmovilizaba y entrar triunfante a Quito e 16 de juni. Así se cumplió lo previsto por Febres Cordero la noche del 8 de octubre de 1820: “...de aquí (desde Guayaquil) le abriremos las puertas de Pasto, que a él (Bolívar) le será muy difícil abrir atacando desde el norte ...”, y fue exactamente lo que ocurrió.
Esto no hay que olvidarlo, es lo que nos deja el mensaje de que Guayaquil abre caminos de libertad. Pues son hechos incontrovertibles que todos los historiadores ecuatorianos deben tener la sencillez de reconocer, para que figuren en la Historia del Ecuador tal como sucedieron. Valorar y reconocer la medida en que la independencia de Guayaquil fue factor determinante para concretar la derrota de los últimos reductos del dominio español en nuestro continente, de esa forma terminará una enseñanza falseada a través del tiempo, eliminando las reseñas cimentadas en el barro, interpretadas y escritas con sesgos chovinistas interesados.

Los acontecimientos descritos que se sucedieron en torno y a continuación del gran evento histórico de la independencia de la Provincia de Guayaquil, el 9 de Octubre de 1820, dejan en claro que sin esta semilla de libertad no habría sido posible la pacífica entrada de Mires y de Sucre al territorio guayaquileño y la consecuencia que tuvo para alcanzar la independencia nacional. De lo contrario ¿cómo se puede explicar el por qué Babahoyo, Baba, Jipijapa, Portoviejo, Naranjal, Cuenca, Guaranda, Machachi, Latacunga, Riobamba, Ambato, Alausí, Loja, Tulcán y Zaruma, celebraron en 2007 junto con Guayaquil, 187 años de independencia? Y con mayor razón lo harán en el Bicentenario, el 9 de Octubre de 2020.


La marcha hacia Pichincha
“El Patriota de Guayaquil” es el medio oficial mediante el cual, la Junta mantenía informada a la ciudadanía, tanto en el campo administrativo como del proceso de la guerra. En el semanario quedó registrado que el 25 de enero de 1822, el coronel Andrés de Santa Cruz Jefe de Estado Mayor, en operación militar coordinada con el comando de Sucre salió de Ica, Perú, hacia el norte, al mando de una tropa de 1.200 hombres que agrupaba argentinos, chilenos y peruanos. En el camino debió acantonar en Piura, posición en la que recibió la orden de San Martín de iniciar la marcha y conforme a sus preferencias decidió penetrar por Macará.
Y Sucre al ser informado por San Martín de la marcha de Santa Cruz, “se resolvió a moverse de Guayaquil con su División, constante de 1.700 plazas”, para alcanzarlo en Cuenca. Todos estos desplazamientos, por la cortesía que se estilaba entonces, fueron previamente notificados al general español Tolrá, pues, correspondían al rompimiento de hostilidades y término de una tregua, que “ni Aymerich, primero, ni Mourgeón, después, habían querido ratificar tal armisticio” (Camilo Destruge, 1982).
El encuentro de ambos ejércitos se produjo el 9 de febrero de 1822 en la población de Saraguro. A partir de entonces los movimientos del comando de Santa Cruz, responden a las órdenes de Sucre. El 9 de marzo, “El Patriota” anunció que el 21 de febrero Sucre había ocupado Cuenca, donde permaneció más de un mes “esperando que avanzara por el Norte el ejército libertador” (vana espera, pues conocemos que Bolívar no pudo pasar de Pasto). Entretanto aumentó sus fuerzas con quinientos reclutas (cuencanos) sacados del país (J.M. Restrepo, 1969). El 2 de febrero, Santa Cruz había hecho lo propio con Loja: “el bravo comandante Santa Cruz, que manda la vanguardia. Dos provincias libres han sido el principio de esta campaña a costa solo de las fatigas de la marcha” (El Patriota 09/03/1822).
En el mes de marzo se produce una situación adversa para los planes de la liberación de Quito. El día 2 Santa Cruz recibió la orden de San Martín de abandonar la campaña sobre Quito, ponerse a las órdenes de La Mar y dar contramarcha hacia Lima, lo cual comunica a Sucre el 29. “Tengo el sentimiento de comunicar a V.S. que se hace necesaria e inevitable la separación de la División de mi mando que por ordenes expresas de mi gobierno debe retrogradar sobre la capital de Lima que, amenazada por las tropas de los generales La Serna y Ramírez, corre el mayor peligro” (Jorge Paredes, Hist. Perú).
El 31 desde Cuenca Sucre lo conmina a no olvidar lo que significa para el ejército de Colombia su anunciada retirada. “Al leer la nota de V.S. de anoche, he visto que V.S. poseyéndose de un absoluto espíritu de obediencia a la orden que ha recibido para la retirada de su división por el peligro que pueda amenazar a Lima, se ha olvidado del peligro que en el acto amenaza con esta retirada al más brillante ejército de Colombia, y con él a la república, y aun diré al Perú” (Sucre, De mi propia mano). Esto es la confirmación de que el triunfo de Pichincha no fue solo de las fuerzas mandadas por Sucre, sino del ejército continental que participó en la campaña.
Según lo registra el historiador peruano Jorge G. Paredes, estas órdenes “a Santa Cruz de retrogradar desde cualquier posición que se encontrase y se pusiese a órdenes de La Mar”, fueron trasmitidas a La Mar por San Martín, en respuesta a un acuerdo entre este y la Junta de Gobierno de Guayaquil a fin de evitar que la Provincia de Guayaquil fuese anexada a Colombia por la fuerza.
Al respecto, el 3 de marzo, Monteagudo (hombre de confianza de San Martín) ofició a La Mar en el sentido que en el caso que Guayaquil “solicitase sinceramente la protección de las armas del Perú, por ser su voluntad conservar la independencia de Colombia, en tal caso emplee V.S. todas las fuerzas que están puestas a sus órdenes en apoyo de la espontánea liberación del pueblo.
Esto demuestra que San Martín era partidario de dejar a los guayaquileños la decisión sobre su destino, sin someterlo a la fuerza. Actitud diametralmente opuesta al pensamiento de Bolívar: “Yo no pienso como V.E. que el voto de una provincia debe ser consultado para consultar la soberanía nacional, porque no son las partes sino todo el pueblo el que delibera en las asambleas generales reunidas libre y legalmente”. Fragmento de carta de Bolívar a San Martín, “Simón Bolívar, Obras Completas”, Págs. 649-650.
Pero, si por el contrario, el gobierno de Guayaquil y la generalidad de los habitantes de la provincia, pronunciasen su opinión a favor de las miras de Colombia, sin demora vendrá V.S. al departamento de Trujillo a tomar el mando de la costa norte, reunir la división del coronel Santa Cruz en Piura, aumentarla hasta donde alcancen los recursos del territorio, y obrar según lo exija la seguridad del departamento de Trujillo...” (Jorge Paredes).
Finalmente, Santa Cruz, según su conciencia de militar pundonoroso, asumió su responsabilidad y contraviniendo órdenes expresas del gobierno del Perú decidió permanecer al lado de Sucre. De esta forma las tropas unidas reanudaron la marcha sobre Quito y el 23 de abril de 1822, según el parte que eleva Sucre a La Mar tomaron posesión de Riobamba (El Patriota de Guayaquil, 05/11/n1822). Una vez en ella, Sucre arenga a los soldados, citando la composición de su ejército: “¡Peruanos, argentinos, colombianos!  La victoria os espera sobre el ecuador (la línea equinoccial): allí vais a escribir vuestros nombres gloriosos, para recordar con orgullo las más remotas generaciones. Soldados, vuestras privaciones van a concluirse. Los trabajos de la campaña serán recompensados debidamente por el reconocimiento de la república” Sucre, Op. Cit. Págs. 6061).
En vista que el avance militar era sostenido, y buena parte del país había sido liberada, la Junta de Gobierno de Guayaquil decidió reabrir el comercio con la Sierra, que había cerrado al inicio de la campaña: “Hallándose ya libres muchas provincias de la Sierra por los progresos que han hecho las armas de la División unida que marcha sobre Quito (…) quedaban suspendidas las disposiciones que eliminaban el comercio con los pueblos del interior y la abolición del impuesto a que los sometía el Gobierno colonial. Y para aquellos que debían viajar hacia el interior o desde éste a Guayaquil, se les extendería el correspondiente pasaporte del Gobierno” (El Patriota de Guayaquil, 05/18/1822).
El 3 de mayo, desde el cuartel general de Latacunga, Sucre se dirige a María Ontaneda Larraín, dama influyente quiteña, pidiéndole ejerza su persuasión y ascendiente sobre las autoridades españolas en Quito para evitar la confrontación armada: “Esta es la ocasión más oportuna para que Vd., en virtud de la notoria decisión por la causa de la independencia con que se ha distinguido en esa capital, repita sus esfuerzos (…) a fin de evitar que las armas sean las que decidan la suerte de esta hermosa parte del territorio de Colombia” (Sucre, De mi propia mano).
El 17, desde el cuartel general en Chillo, en las goteras de Quito, con el ánimo de proteger a un informante anónimo, le escribe sin nombrarlo: “me ha manifestado que Vd. desea venirse; pero esto no nos es útil. Continúe Vd. allá (…) para darme diarios avisos de las operaciones del enemigo, de su fuerza, de sus disposiciones, de sus medidas de defensa, o si resuelven en su desesperación atacarnos”. En la necesidad de obtener información fehaciente, le propone corromper a soldados y oficiales: “puede asegurar a cada soldado de Infantería que se me presente, que tendrá diez y seis pesos de gratificación (…) a los de caballería se le darán veinte o veinticinco (…) a los oficiales se les remunerará cualquier servicio que hagan” (Sucre, Op. Cit. Págs. 62-53).
Con la batalla de Pichincha ocurrida el 24 de Mayo de 1822, se consolida la independencia de los territorios de la Audiencia de Quito, alcanzada por una guerra que iniciaron, participaron y sustentaron, con grandes sacrificios personales y colectivos, los habitantes de la Provincia de Guayaquil, es decir: parte del sur de Esmeraldas, Manabí, oeste de Prov. de Bolívar, Los Ríos, Guayas y El Oro. Y el gran actor y componente del ejército formado por colombianos, ciudadanos y provincianos guayaquileños, valientes litoralenses que fueron reclutados por Sucre en la provincia libre y ciudad de Guayaquil, fue el montuvio.
El hombre de nuestro litoral, que no es una etnia sino una cultura muy importante pero postergada, que sirvió a la patria, enriqueciéndola con el esfuerzo de su brazo (que mantuvo la economía del país hasta 1970), como soldado de la independencia, como soldado de la revolución autonomista, antibolivariana desconocida y ocultada del 16 de abril de 1827 (por publicarse), del 6 de Marzo de 1845, nuestra segunda independencia. De la Revolución Liberal y triunfos desde Manabí hasta culminar en Guayaquil el 5 de Junio de 1895.