domingo, 30 de septiembre de 2018




Guayaquil, ciudad estratégica  
Guayaquil, durante siglos, aparte de ser el único puerto desde el cual fluía tanto el comercio interior como el exterior de la Audiencia de Quito, había llegado a ser, si no la primera, una de las más importantes ciudades hispanas del Pacífico sudamericano. Su posición estratégica y financiera, recursos naturales y humanos, eran de suma importancia. De allí que tan pronto la Provincia proclamó su libertad, despertó el interés de Bolívar y de San Martín, quienes urgían de fondos para financiar sus campañas, e iniciarlas cuanto antes.[1]
Pero como se lee en sus numerosas cartas, podemos decir que Bolívar consideraba la campaña de liberación de Quito poco menos que un paseo campestre. “No puede usted imaginarse con que placer me acerco a la patria de Vd., más por conocer a su digno Jefe que por otro motivo alguno”.[2] “Este año doy a Vds. libre toda Colombia, si una burla de la suerte no hace fallar mis empresas. Dos ejércitos tengo ofensivos: el primero, marcha a Quito”.[3]
El 23 de agosto de 1821, informa a Santander que había decidido emprender la acción armada sobre Guayaquil para respaldar a Sucre que ya se encontraba presionando a los guayaquileños por la incorporación incondicional a Colombia: “Los Húsares de Bogotá deben marchar volando para San Buenaventura para que sean los primeros que lleguen a Guayaquil, procurando agarrar todo hombre útil para el arma. Que el comandante los conduzca hasta el puerto y vuelva (…) Mande Vd. a Guayaquil cuantas tropas se puedan embarcar en San Buenaventura en uno o muchos viajes, ordenando a los generales Torres y Sucre, que guarden una rigurosa defensiva, sin comprometer ni remotamente la suerte de sus tropas”.[4]
El 29 de enero de 1822, desde el cuartel general en Popayán, sabe que cuenta con un liberado Panamá: “Sin duda una parte del ejército de Colombia, a las órdenes del señor coronel Carreño, debe haber asegurado ya la suerte de ese precioso emporio de comercio y relaciones del mundo (…) me lisonjeo que V.S. prestara todos los auxilios que estén a su alcance para que dichas tropas puedan inmediatamente salir con todos los elementos necesarios para su marcha y operaciones debiéndose embarcar para la costa de Esmeraldas o Guayaquil (…) en los buques de guerra que se puedan conseguir en los puertos del Istmo”.[5]
Las tropas a que se refiere, son aquellas que serían relevadas del istmo para trasladarlas a cooperar con la libertad de Quito, para lo cual, debía enviarlas por la vía de Esmeraldas o Guayaquil para encontrarse con las fuerzas comandadas por él, con las que suponía superar Pasto, para cerrar una pinza sobre esa capital. A O’Leary, su edecán, con el mismo fin le pide que instruya del plan de operaciones a los coroneles Fábrega y Carreño, para que la campaña “tenga relación con la expedición que debe salir de Panamá para Esmeraldas o Guayaquil”.[6]
Con estos proyectos dispuso la movilización de fuerzas que estaban destinadas a independizar Panamá, abrir la ruta marítima para desembarcar en Esmeraldas, y con el apoyo de Cochrane enviar refuerzos a la ya liberada Guayaquil, para él a la cabeza de su ejército atacar por el norte y en acción conjunta con las fuerzas al mando de Sucre tomar Quito con un movimiento de pinza. Sin embargo, estos planes no fueron sino eso, proyectos y nada más.
Pero la operación sobre Panamá y San Buenaventura debió suspenderse: “la expedición del istmo no se hará tan pronto a menos que el Lord Cochrane no tome las dos fragatas de guerra que están en Panamá”.[7] Pero la ayuda de Cochrane nunca llegó y las naves españolas que permanecían en el istmo, ponían en peligro a las tropas transportadas por mar hacia Guayaquil. Por eso el Libertador asegura a Santander: “Las cosas de Guayaquil exigen mi persona con la Guardia; aquel es un caos de ingratitud y mala fe.[8] Lord Cochrane parecía pronto a servirnos, pero el gobierno de Guayaquil lo ha disuadido de este designio“.
Efectivamente, Cochrane se negó y evitó ser utilizado por Bolívar para someter a la ciudad y la provincia, pues en la visita que hiciera al astillero de Guayaquil para carenar sus naves, quedó favorablemente impresionado por la forma democrática de Gobierno que regía en ella. Pero no fue una disuasión ejercida por los guayaquileños, sino que el almirante inglés tuvo una clara comprensión de qué era lo que buscaban los guayaquileños y aspiraban conseguir con su revolución y campaña libertadora. Ante esta situación Bolívar decidió marchar por Pasto con los resultados anotados.
Mas la llegada a Quito del general Mourgeón y la toma del navío “Alejandro I”[9] lo obligan a variar su estrategia y decide llegar a Quito por Pasto: “es preciso hacerlos marchar, volando, volando, y que un cuerpo de reserva salga para ocupar Pasto, porque la ocasión es favorable y no debemos malograrla de modo alguno. (...) Insto, insto mucho por la expedición del Sur (...) Valdés debe tener entendido que es un axioma militar que por donde pasa una cabra, pasa un ejército (...) por el mapa yo no encuentro nada en él que sea inexpugnable. Sin duda debe ser la culpa del diseño o del ingeniero”. [10]
Es casi dos años más tarde, precisamente, cuando quedó entrampado en las alturas de Bomboná, desde el 7 de abril hasta el 9 de junio de 1822, que se percató que no era la omisión de un ingeniero sino la realidad geográfica que le cerraba el paso. Es al abrírsele, desde el sur, las puertas de Pasto, gracias a la independencia de Guayaquil, que confiesa a Santander cuan equivocado estaba en su ligera apreciación: ”Había pensado no escribir a Vd. sino de Pasto, o del otro mundo (...) Cada posición es un castillo inexpugnable“.[11]
Evidentemente, tenía muy poca información de lo agreste que era el territorio de Pasto, no así de las condiciones climatológicas y lo malsano de la ruta de la marcha. “Yo calculo que sacaré de aquí 3.000 hombres; y calculo que no me vayan al hospital más que 50 hombres diarios, lo que es el mínimo posible. Calculo que en sesenta días que debemos gastar a Quito mandamos no más de 3.000 hombres al hospital. ¿Con qué combatimos?”.[12]
En abril, ya en la ruta hacia Pasto, Como dice Alfonso Rumazo González, “donde se anida lo más tozudo del realismo. Los pastusos son más monarquistas que los propios españoles y se disponen a cerrarle la marcha a la revolución republicana”. El Libertador trepa por “estas engreñadas breñas” toma el campo de Cariaco, rebasa el Juanambú e instala su cuartel general en Trapiche.
Preocupado por las posiciones inexpugnables que dominaban las tropas realistas comandadas por el coronel Basilio García y el costo en vidas que significaría atacar frontalmente, intenta impresionarlo demandando su rendición, “para evitar a V.S., a esa guarnición y al desgraciado pueblo de Pasto, todos los horrores de la guerra; pero la medida de obstinación ha llegado a su colmo, y es necesario, o que V.S., esa guarnición y el pueblo de Pasto entren por una capitulación honrosa, útil y agradable, o que se preparen a vencer o morir”.[13]
Bolívar estaba en un verdadero atolladero. Su plan militar había comenzado y el tenía interés personal en aumentar su gloria, como actor y figura principal de la liberación de Quito. Pero, “estos hombres son los más tenaces, más obstinados, y lo peor es que su país es una cadena de precipicios donde no se puede dar un paso sin derrocarse. Cada posición es un castillo inexpugnable, y la voluntad del pueblo está contra nosotros, que habiéndoles leído públicamente aquí mi terrible intimación, exclamaban que pasarán sobre sus cadáveres”.[14]
Finalmente, emprende la acción militar conocida como batalla de Bomboná, cuyo final no acusa vencedor ni vencido, pero fue tan grande el precio que tuvo que pagar por este magro resultado, que volvió sus pasos sobre el Juanambú a esperar… Bolívar no pudo cumplir su acción militar sobre Quito, porque evidentemente desconocía la región de Pasto, lo agreste de las alturas de Bomboná y no contaba con que la feroz resistencia de los pastusos realistas haría que sus temores sobre una “burla de la suerte” resultaran ciertos. Sin embargo, no podemos desconocer que la presencia de su ejército, pese a su inmovilidad obligada, forzó a las tropas realistas a permanecer parapetadas en sus puestos, impidiendo que Aymerich incrementara las fuerzas para resistir la marcha de Sucre desde Guayaquil. Finalmente, gracias a Guayaquil y su gloriosa gesta del 9 de Octubre, se le abrieron las puertas por el sur.
Es la presencia de las tropas triunfadoras de Pichincha, creadas, enviadas y financiadas desde Guayaquil, para abrirle las puertas de Pasto, la que logra que el coronel García y los pastusos se rindan, permitiéndole salir del entrampamiento en que se hallaba: “A poco de haber recibido en Pasto el Coronel Basilio García la intimación de Bolívar, supo de la desgraciada batalla de Pichincha y la capitulación del general Melchor Aymerich, presidente de la Audiencia de Quito. Viéndose rodeado de enemigos a quienes no podía resistir, contestó al Libertador que se hallaba dispuesto a capitular con arreglo a las bases propuestas”.[15]
Entonces, Bolívar se dirige aliviado a Santander: “Este señor se ha portado muy bien en esta última circunstancia, y le debemos gratitud porque Pasto era un sepulcro nato para todas nuestras tropas. Yo estaba desesperado de triunfar y sólo por honor he vuelto a la campaña. Tenga Vd. entendido que mi intimación fue la que produjo el efecto, pues aquí no se sabía nada de la batalla de Sucre (la de Pichincha), ni se ha sabido hasta el 1º (de junio). Por lo mismo no quiero que atribuyan a Sucre el suceso de mi capitulación: primero por que bastante gloria le queda, y segundo, por que es verdad y muy verdad que estaban resueltos a capitular sin saber nada de Sucre”.[16]
Está pintado el ego del Libertador: se apropió del éxito de la jornada, no reconoció que Pasto le cerraba el paso ni que salió del atolladero gracias a los méritos militares de Sucre el coronel Andrés de Santa Cruz, triunfadores de Pichincha. “El general Sucre, el día de la acción. No sacó más ventajas que yo, y su capitulación (la de Aymerich)  no le ha dado mucha más ventaja que a mí, porque, a decir verdad, nosotros hemos tomado el baluarte del Sur y él se ha cogido la Capua de nuestras conquistas (se refiere al más grande triunfo de Aníbal en su invasión al Imperio Romano). Yo creo que con un poco de delicadeza se le puede hacer mucho honor a la Guardia sin deprimir la división de Sucre”.[17] (el paréntesis es nuestro).
Y por supuesto, jamás admitiría que fue la independencia de Guayaquil la que dio paso a la batalla del Pichincha, que le abrió las puertas a Quito. Finalmente, con el camino expedito, abierto por Sucre, escribe a Santander: “Sucre quedará mandando en Quito, y yo pasaré al Sur con las tropas, con el objeto de pacificar aquello y de tener la entrevista con San Martín. Supongo que en esta marcha militar no perderé nada, al contrario, redondearé Colombia. Según son mis deseos deben ser las probabilidades; porque Vd. sabe que Guayaquil no es Cartagena, que se defiende con sus murallas, y porque además yo empleo más la política que la fuerza en las empresas de esta naturaleza”.[18]
Mediante golpe de mano armada tomó Guayaquil aduciendo que la Junta de Gobierno pretendía entregarla al ejército de San Martín, pues en 1822 el Perú aun no existía como nación, apenas lo logra en 1824. Y lo hizo sabiendo de antemano que el propio Protector ya había sido advertido por él y que no tenía opción alguna. Bolívar requería de la riqueza de la ciudad-puerto y su facilidad para la movilización de tropas al Perú. Estaba seguro que Colombia no sobreviviría si dejaba que en el sur subsistiesen los ejércitos realistas, y para eso necesitaba ser el único líder, requería de la estratégica posición de Guayaquil, de sus recursos monetarios, alimenticios y su contingente humano.



[1] Carta de Olmedo a San Martín, 14 de julio de 1821.
[2] Carta a Olmedo, 2 de enero de 1822, Bolívar Op. Cit., Págs. 612-613.
[3] Bolívar, Op. Cit., Pág. 417.
[4] Bolívar, Op. Cit., Págs. 580-582.
[5] Bolívar, Op. Cit., Págs. 626-627.
[6] Bolívar, Op. Cit., Págs. 629-630.
[7] Bolívar, Op. Cit., Págs. 613-615.
[8] Con esta expresión, deja en claro su predisposición contra una provincia y su gobierno, de los cuales era imposible que tuviese otra información que la procedente de los pro anexión a Colombia, y naturalmente de Sucre. “Solo Olmedo
[9] Los números extraordinarios el semanario “El Patriota de Guayaquil” publicados el 18 de febrero de 1822, difundieron el hecho que la corbeta Alejandro, como capitana de una flotilla de la armada española compuesta por las fragatas Prueba y Venganza, navegaron hacia el sur desde El Chocó y en el área del golfo de Guayaquil y en la seguridad de capturar a Bolívar y San Martín, quienes supuestamente debían reunirse en Guayaquil en ese mes, apresaron tres embarcaciones de comercio americanas.
[10] Bolívar, Op Cit., Págs. 506-508.
[11] Bolívar, Op. Cit., Págs. 638-640.
[12] Bolívar, Op. Cit., Págs. 627-629.
[13] Bolívar, Op. Cit., Págs. 637-638.
[14] Bolívar, Op. Cit., Págs. 638-640.
[15] José Manuel Restrepo, desmiente esta pretensión: “Historia de la Revolución de Colombia”, Tomo IV, Págs. 358-359.
[16] Bolívar, Op. Cit., Págs. 638-640.
[17] Bolívar Op. Cit., Págs. 638-640.
[18] Bolívar, Op. Cit., Pág. 640.

viernes, 28 de septiembre de 2018




Los hechos coyunturales previos al 9 de Octubre de 1820
La asonada del 10 de Agosto de 1809, algunos piensan que debe ser considerada como un punto de partida del proceso independentista de nuestro país. Sin embargo, su situación fue muy distinta a la de Guayaquil, pues pese a la determinación que pudo haber en el pueblo quiteño y sus líderes por alcanzar una transformación, tuvo grandes limitantes que impidieron su éxito. Pues en ese tiempo, tanto Bolívar como San Martín se hallaban en Europa apenas conspirando e ideando una acción libertadora. La invasión de Napoleón a España y la usurpación del gobierno monárquico español, convocó a la formación de juntas patrióticas, que con el mismo objetivo de defender la nación y proclamar la fidelidad al rey, se formaron, con las mismas características y finalidades tanto en España, como en varias capitales americanas, entre ellas Quito, no se puede negar que, en el fondo, todas se trataron de buscar transformaciones que les procuren una gestión autónoma, aunque subordinada a la Península. Pero la falta de apoyo externo e interno y el poder militar español que estaba intacto lo impidieron.
No así para el 9 de Octubre de 1820, en que Guayaquil buscó inscribir su proyecto de libertad y alcanzar su independencia en el momento en que Hispanoamérica estaba madura para intentar la ruptura total con el coloniaje. Además, el numeroso grupo de republicanos ilustrados dueños del poder económico, que también amaba la libertad y la independencia y lideraba la ciudad, tuvo un panorama internacional y militar distinto al de 1809, que garantizaba el éxito mediante las siguientes coyunturas:
a).- En 1810, mientras España luchaba contra el dominio francés (1808-1813), en importantes ciudades de Nueva Granada se levantó la búsqueda de la autonomía. El 19 de abril marcó el inicio de la revolución venezolana. Chile comienza el proceso de búsqueda de su autodeterminación. En Argentina el pueblo inició la revolución de mayo.
b).- Expulsados los franceses del territorio español, Fernando II entró en Madrid (1814) y en su primer decreto dejó sin efecto la constitución liberal promulgada en Cádiz en 1812, restableciendo el sistema absolutista. Para entonces, todas las colonias americanas se desgajaban del tronco patrio, pues, tal medida nunca fue de las mejores para evitar o atenuar una secesión inevitable.
c).- Lord Cochrane bloqueaba El Callao y dominaba el mar desde el sur de Chile hasta Panamá, imposibilitando toda acción naval española. Además, su presencia en el golfo de Guayaquil estimuló a los habitantes del sur de la ciudad, establecidos en las islas de Jambelí y de El Salado, para desarrollar una acción guerrillera.
En dos cartas fechadas 6 y 7 de enero de 1820, consta la presencia de naves enemigas en la “Boca de Balao Grande haciendo agua y leña”. Y la noticia de dos “indios balzeros que apresaron los insurgentes, como también haberse hecho a la vela sus buques que se hallaban en Balao”.[1]
La sorpresiva entrada de la escuadrilla chilena al golfo alarmó al gobernador Mendiburu, quien organizó un cuerpo de voluntarios para la defensa, con lo cual se ganó la felicitación del virrey: “por cuyo zelo y actividad doy a usted las gracias, encargándole verifique lo propio con todos los oficiales e individuos del mismo cuerpo, que con tan buena voluntad se presentaron a este importante servicio”.[2]
Los amagos de Cochrane sembraron temor en el virrey, ordenando este al “Comandante de los Escuadrones de Milicias Disciplinadas Dragones de Guayaquil” que se apersone por el urgente carenaje de la Prueba: “espero que Vuestra Señoría haiga continuado sus faenas con anuencia del Capitán de ese Puerto hasta recorrer sus fondos que es lo esencial y lo exige la seguridad con que debe salir a la mar; procurando Vuestra Señoría en exercicio a su acto por el mejor servicio de Su Majestad la pronta habilitación de dicho buque para su incorporación a las fuerzas nobeles del Puerto del Callao”.[3]
 “He recibido el Oficio de Vuestra Señoría No. 900 en que me da cuenta de hallarse fondeadas entre Punta de Arena y la Boca de Machala dos Fragatas y dos Bergantines insurgentes, y los aviso a Vuestra Señoría para su inteligencia”.[4] “Quedo instruido por el oficio de Vuestra Señoría No. 895 hallarse cruzando en el Muerto el Bergantín enemigo que dexo Cocrhan; y se lo avise en contestación”.[5]
En las cartas registradas a continuación, Cochrane no deja duda de los riesgos que corría su flota, por la carencia de un astillero cercano a las operaciones navales, que lo obligaba a despachar sus naves a Valparaíso para carenarse, etc., debilitando su fuerza naval con riesgo de ser sorprendido por alguna fuerza enemiga. Esta angustia que lo embargaba está claramente reflejada en el entusiasmo con que el lord inglés acoge la independencia de Guayaquil: “la campaña ha principiado bajo los más favorables auspicios; ya tenemos un puerto amigo y un astillero a sotavento”.[6]
Las autoridades de Guayaquil y el virrey tenían conocimiento preciso del movimiento de la escuadra chilena. En carta del 20 de diciembre de 1819 intercambiaron información sobre el zarpe del navío “San Martín”, la fragata “Independencia” y el bergantín “Araucano”, para reparar averías y carenarse. Igualmente, que el 26 de enero de 1820 la fragata “Independencia” zarpó hacia el norte para incorporarse a la flota.
Estas oportunidades fueron aprovechadas para movilizar el único recurso que tenían los españoles, la fragata “Prueba”: “Supongo en consecuencia que lo menos se separasen de las aguas de ese (*) para ir a Balparaíso (sic) los últimos buques enemigos el 15 de diciembre dándoles 35 días para su biage (sic) y que quando no el 30 del propio diciembre muy a los principios de enero entrava (sic) lista la fragata de Su Majestad La Prueva (sic) para dar la vela y venirse al Callao en cumplimiento de lo provenido a su Comandante anteriormente, y por tanto que este próxima a llegar a aprovechando tan buena ocasión y antes que los enemigos vuelvan a bloquear este puerto pero si por desgracia permaneciere aun en ese, dirá Vuestra Señoría a su Comandante que no pierda momento en hacerse a la vela como y de la manera que le advierte el Señor “.[7]
“Con mas motivo hoy reitero a Vuestra Señoría lo conveniente que es, que la fragata de guerra Prueba salga a la mar al momento si ya no lo hubiere verificado a la llegada de las dos fragatas de guerra Venganza y Esmeraldas, y así mismo que la de verificado cuantos auxilios estén a su alcance bajo de la inteligencia de que la Prueba pone acaso en duplicado riesgo esa plaza por el selo (sic) que es para un Marino inglés además de la importancia de este puerto”.[8]
d).- En mayo de 1820 llegó a Guayaquil la noticia que el gran ejército de 10.000 veteranos de las luchas napoleónicas, reclutado desde 1819 y destinado a sofocar la rebelión para retomar las colonias, se había sublevado el 1 de enero de 1820 en Cabezas de San Juan, Cádiz. Liderado por el coronel Rafael de Riego y Núñez, un liberal convencido, quien capturó a su jefe el conde de Calderón y se apoderó del enorme arsenal de la Carraca de Cádiz, que acumulaba el material bélico destinado a la lucha en ultramar.[9]
e).- El 8 de septiembre de 1820, San Martín desembarcó en Paracas y “apenas habían llegado á Guayaquil las primeras noticias de haber desembarcado la expedición libertadora en el Perú, cuando el espíritu de independencia comenzó a mover los ánimos de los moradores“.[10]
f).- Bolívar se aproximaba desde el norte y tenía a Quito en la mira: el 21 de septiembre, antes de la independencia de Guayaquil, se dirige al general español Pablo Morillo: “La continuación de las hostilidades debe producirnos la ocupación del resto de Venezuela y Quito”.[11] Y en el artículo 7º de las bases de la propuesta de armisticio dirigida a Morillo el 26 de octubre, cuando aun no conocía de la independencia de Guayaquil, consta lo siguiente: “La división del Sur conservará el territorio que haya dejado a su espalda en su marcha a Quito, y conservará las posiciones en que se encuentre al acto de la notificación del tratado”.[12]
Es decir, si meditamos lo ocurrido en torno a estos acontecimientos, no cabe ninguna duda que la revolución guayaquileña madurada por largo tiempo, estaba lista y no podía fallar. Tampoco, sobre su oportunidad e importancia: el 9 de Octubre de 1820 despojó a España de la posesión de la cuña geográfica y estratégica que significaban el puerto de Guayaquil, su astillero y arsenal, para la defensa de Quito y del Perú. Finalmente, León Febres Cordero concede mucha importancia a estas circunstancias y destaca su alcance estratégico para la emancipación continental.[13]
g).- Y la última coyuntura que facilitó la independencia de Guayaquil, una sociedad a la cual sobraba decisión, pero carecía de militares de línea, fue la oportuna llegada, en los últimos días del mes de septiembre de 1820, de los tres oficiales del batallón Numancia procedentes de Lima. Los capitanes Miguel Letamendi y Luis Urdaneta, quienes habían pedido voluntariamente su baja, que el virrey de la Pezuela, por la desconfianza que sentía hacia ellos, “se apresuró a conceder a los solicitantes para no dejarles espacio ni posibilidad de un arrepentimiento”.[14]
En cuanto al tercero de ellos, León Febres Cordero, arribó a Guayaquil realmente huyendo de la persecución de las autoridades peruanas por sus actividades independentistas. Su presencia en Guayaquil coincidió con los momentos en que se organizaba la ruptura total con el régimen colonial, por lo que necesitaban someter a los cuarteles, pero no tenían militares para hacerlo. Esto provocó la gran acogida expresada por los principales comprometidos: José Joaquín de Olmedo, Luis Fernando Vivero, José de Antepara, José María Villamil, Rafael Ximena,  Juan Francisco Elizalde, Francisco de Paula Lavayen, Francisco Marcos, Francisco María Claudio Roca, Gregorio Escobedo, entre otros.[15] 


[1] Cartas fechadas en Lima, f.1 y f.2 del 6 y 7 de enero de 1820, cruzadas entre el virrey Joseph de la Pezuela y el gobernador de Guayaquil, brigadier general Mendiburu. Archivo Histórico del Guayas.
[2] Carta f.5 de enero 13, AHG.
[3] Carta f.6 de enero 13, AHG.
[4] Carta f.8 enero 22
[5] f.9 enero 22

[6] Relato de M. J. Fajardo, “La Independencia de Guayaquil”, Guayaquil, BCE, Pág. 62, 1983.
[7] f.12 sin fecha
[8] f.23 17 de febrero
[9] Según Salvador Madariaga, Bolívar había calificado a los sucesos de Cádiz como “un golpe de fortuna loca” porque se pudo evitar el embarque de 10.000 soldados veteranos para enfrentar a las tropas patriotas.
[10] Juan Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de Colombia, t. III, Medellín, Editorial Bedout, Pág. 90. 1969.
[11] Carta de Bolívar a Morillo, “Simón Bolívar, Obras Completas”, Tomo I, Vicente Lecuna, La Habana, Editorial Lex, Págs. 496-497, 1947.
[12] “Simón Bolívar”, Págs. 501-502.
[13] La importancia estratégica de Guayaquil, para el desarrollo de las campañas bélicas libertarias, fue tan obvia que resulta ocioso destacar cualquiera de los factores que así lo demuestran. Basta remitirse a la arenga que el capitán León de Febres Cordero debió pronunciar ante la única manifestación de duda, que se produjo en José María Villamil la noche del 7 de octubre de 1820: “¿Cuál el mérito, dijo, que contraeremos nosotros, con asociarnos a la revolución, después del triunfo de los generales Bolívar y San Martín? Ahora que están comprometidos, o nunca: un rol tan secundario en la independencia es indigno de nosotros. De la revolución de esta importante provincia puede depender el éxito de ambos generales, en razón al efecto moral que producirá, aunque nada más produjera. El ejército de Chile conocerá que no viene a país enemigo y que en caso de algún contraste tiene un puerto a sotavento que podemos convertir en un Gibraltar. El general Bolívar nos mandará soldados acostumbrados a vencer; y de aquí le abriremos las puertas de Pasto que le será muy difícil abrir atacando por el norte. (...) Pasto es inabordable por el Norte, y que más necesario se hace la inmediata revolución de Guayaquil, para abordarlo por el Sud”. José de Villamil, “Reseña de los acontecimientos políticos y militares de la Provincia de Guayaquil”, en “La Independencia de Guayaquil: 9 de Octubre de 1820”, Guayaquil, BCE, Artes Gráficas Senefelder, Pág. 14, 1983.
En esta clara visión de estratega militar, Febres Cordero, manifiesta tres factores decisivos con que aportarían los guayaquileños mediante aquel célebre octubre: a) “conocerá que no viene a país enemigo”, b) “en caso de algún contraste tiene un puerto a sotavento”, y c) “le abriremos la puertas de Pasto (...) Pasto es inabordable por el Norte”.

[14] Paredes, Op. Cit. Pág. 6

[15] A estos estímulos debemos sumar que Esmeraldas se rebeló y declaró independiente el 5 de agosto de 1820, pero en forma muy fugaz, pues inmediatamente fue sofocado el movimiento. Dos meses más tarde logró su libertad junto con Guayaquil, que una vez proclamada y triunfante, condujo a la declaración de independencia de muchas ciudades del interior, como Cuenca y Cañar, el 3 de noviembre; Guaranda, el 10; Ambato, el 12; Loja, el 18; destruyendo los cimientos del gobierno colonial.