sábado, 27 de octubre de 2018



El asedio de los libertadores III
El 9 de enero de 1821 se conoció en Guayaquil lo desastroso de la acción militar, por lo cual, la Junta Superior de Gobierno convocó urgentemente a todos los padres de familia de los pueblos principales de los distintos partidos, a fin de reunirlos en la Casa Consistorial, para que “se abriese acta a efecto de que se comprometieran defender los sagrados días de la patria”.[1] 
Pese a las circunstancias adversas y a la debilidad militar que los exponía a una reconquista, los guayaquileños no se acobardaron, reorganizaron al ejército y la ciudadanía de la provincia acudió a ofrecer sus servicios y entregar el dinero que podía. Luzuriaga fracasado y Guido, una vez firmado el convenio, desaparecieron del escenario guayaquileño. Sin embargo, tan pronto San Martín conoció de la derrota de las armas patriotas en el campo de Huachi, en la goleta Olmedo envió armas y pertrechos, cuya relación, bajo el título de “Auxilios que ha prestado el Excmo. Sor. Protector del Perú a la Provincia de Guayaquil”, fue publicada por la “Gaceta Extraordinaria de Santiago”.[2]
En febrero de 1821, con las vegas y bancos del Guayas inundados por la temporada de lluvias, y en la seguridad que Aymerich no se atrevería a acercarse a Guayaquil, Olmedo escribe más tranquilo a San Martín:  “Disipamos todo nuestro cuidado por esta parte, y llenos de esperanza por la otra, en que V.E. marcha casi sin obstáculo a Lima, que es el último reducto de la tiranía. El aspecto de esta provincia es tan diferente del que tenía a principios de este año, que, lejos de recelar algún peligro, todo nos promete seguridad y la consolidación de nuestra Independencia (…) No por eso el Gobierno se ha descuidado en prepararse para cualquier acontecimiento…”[3]
Tal cual lo solicitado por los patriotas, en diciembre de 1820 Bolívar envió al general José Mires, con un considerable número de fusiles para organizar un cuerpo de ejército, además, lo más importante para él, lograr la sumisión incondicional de Guayaquil. Poco o nada pudo hacer Mires, pues la Junta de Gobierno, con mucha cautela, pero con toda decisión evitó cualquier forma de compromiso.
En febrero de 1821, Olmedo, a nombre del Gobierno le respondió in extenso en una carta llena de vaguedades, que en nada comprometía la autonomía tan deseada de la Provincia.[4] Así, el 12 de abril de 1821, la Junta de Gobierno firmó con Mires un convenio.[5] Pero este triunfo sería muy efímero, como veremos más adelante, con la llegada de Sucre y la plena representación que ostentaba del Libertador, quedaría nulo y sin efecto alguno.
Bolívar, había instalado su cuartel general en Cali, desde allí escribió a Olmedo para exigirle el reconocimiento del Gobierno de la integración de Guayaquil a la República de Colombia, “Hablo de las comunicaciones que dirijo tanto al Gobierno como al general Sucre.[6] Por ellas verá Vd. que exijo el inmediato reconocimiento de la República de Colombia, porque es una Galimatías la situación de Guayaquil. Mi entrada en ella en tal estado sería un ultraje para mí y una lesión a los derechos de Colombia”.[7]
Cali era una buena posición pues le permitía la opción de tomar uno u otro camino para penetrar a Quito: salir al mar por Buenaventura, que desechó al enterarse de la presencia de la flota española que ponía en riesgo a sus tropas, o avanzar hacia Pasto por la vía de Popayán.[8] En esta ciudad del valle permaneció dos semanas, y de allí pasó a Popayán, en la sierra, donde confirmó la información que lo alertaba sobre el camino a Pasto: un terreno difícil y escarpado, cuyo clima inclemente se caracterizaba por ser muy soleado y cálido durante el día y gélido por las noches.
Además, la recluta de hombres no era cosa sencilla, las enfermedades y las muertes causadas por la insalubridad predominante en la ruta, las deserciones estaban a la orden del día, y lo que es peor, los pastusos eran mayoritariamente realistas y las noticias llegadas de Guayaquil muy desfavorables. “Así es que, a pesar de mi desesperación y del desaire que voy a padecer quedándome aquí indecentemente, tengo que quedarme, sin embargo, para no padecer otro desaire mayor, que será ir hasta el Juanambú y volverme a venir como los demás que han hecho esta marcha”.[9]
Las malas noticias de Guayaquil, se refieren a la situación de riesgo en que se encontraba la Provincia de Guayaquil por la derrota del 3 de enero.[10] El 11 encargó a Sucre el mando del cuerpo de ejército acantonado en Popayán para que asuma la campaña del sur. Y el 21 le ordenó marchar hacia Guayaquil. Sucre se encaminó hacia Pasto y constató que, por lo agreste y malsano del territorio, y las posiciones inexpugnables que ocupaban las tropas del coronel Basilio García, era imposible el paso a Quito por tal camino. Como las circunstancias urgían su presencia, decidió trasladar sus tropas por la vía marítima: “Yo estoy como V.E. persuadido que la libertad de Quito se adquiere por Guayaquil, infinitamente más fácil que por Pasto…”.[11] Y así lo hizo.
Bolívar, no obstante, esta experiencia de Sucre, optó por tomar ese escabroso camino en la creencia que esto le permitiría atacar a Quito por dos flancos, él por el norte y Sucre por el sur. Pero, hombre experimentado y astuto, a fin de evitar el combate en condiciones tan desfavorables, increpaba y amenazaba al coronel García: “Yo estoy cansado de las burlas de V.S., y desearía mucho que cesaren nuestras comunicaciones (…) Es por la última vez que dirijo a V.S. palabras de paz. Muchos pasos he dado para evitar a V.S., a esa guarnición y al desgraciado pueblo de Pasto, todos los horrores de la guerra”.[12]
También recurrió a todo tipo de argucias para engañar y convencer al coronel español Basilio García de entregarse sin luchar; en contubernio con Santander fraguaron artículos periodísticos falsos que anunciaban “que la madre patria había reconocido finalmente la libertad de Colombia”,[13] no obstante, éste no cayó en el embuste. Finalmente, tras un mes de espera y después de pedir a Santander “Mande Vd. a Guayaquil cuantas tropas se puedan embarcar en San Buenaventura en uno o muchos viajes, ordenando a los generales Torres y Sucre, que guarden una rigurosa defensiva, sin comprometer ni remotamente la suerte de sus tropas”,[14] no le quedó otra opción ir en busca del enemigo.
Ante un paisaje imponente, de quebradas, profundos barrancos y elevados picos cubiertos de nieve, cruzó el río Juanambú y el Domingo de Pascua se encontró con las tropas españolas atrincheradas en Bomboná al mando del bravo coronel García. Al rayar el alba, dio la orden de ataque, y al caer la noche ambos cuerpos continuaban la encarnizada lucha. Y sin vencidos ni vencedores, el coronel español ordenó el repliegue, al tiempo que Bolívar en retirada, cruzaba nuevamente el Juanambú, para concentrarse a Trapiche, abrumado por los varios cientos de muertos y casi mil heridos que había sufrido en el combate.
Pero Bolívar no cejó en sus amenazas y alardes frente a la enconada resistencia de las tropas mandadas por García, hasta que “En esas instancias llegaron noticias desde el sur que informaban que el general Sucre había vencido a los realistas en Pichincha y había entrado triunfante en Quito. Ante ello, el comandante español envió dos parlamentarios a manifestarle a Bolívar que aceptaba la capitulación”.[15]


[1]  AHMCD/1567 - 0000015
[2] Descripción que aparece publicada en el primer número extraordinario de “El Patriota de Guayaquil”, publicado el martes 16 de octubre de 1821: “2 piezas de montaña con su montaje correspondiente, 1.500 fusiles, 100 balas de 24, 100 cartuchos vacíos de 24, 100 balas de 18, 100 cartuchos vacíos de 18, 100 balas de 16, 100 cartuchos vacíos de 16, cien balas de 12, 100 cartuchos vacíos de 12, 200 balas de 8, 200 cartuchos vacíos de 8, 145 tiros a bala de a 4 de montaña, 150 tiros de metralla de 4 de montaña, 40.000 tiros de fusil a bala, 10.000 piedras de chispa, 50 quintales de pólvora”.
[3] Olmedo, Epistolario (Fragmento de carta), Pág. 358.
[4] Olmedo, Epistolario, Pág. 359-362.                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                  
[5] Vernaza, Recopilación, Págs. 218-220.
[6] Vernaza,  Recopilación, carta a Sucre, Págs. 223-224.
[7] Bolívar, Op. Cit., Págs. 612-613.
[8] Popayán estaba en manos de las tropas de Bolívar antes del armisticio celebrado en noviembre donde constaba que “La División del Sur conservará el territorio que haya dejado a su espalda en su marcha a Quito, y conservará las posiciones que ocupe el acto de la notificación del tratado”. Carta de Sucre al vicepresidente de Cundinamarca, de octubre 31 de 1820. Archivo de Sucre, Tomo I, Pág. 190.
[9] Bolívar, Op. Cit., Págs. 632-634.
[10]  Abel Romeo Castillo, El Patriota de Guayaquil, sábado 9 de junio de 1821.
[11] Carta de Sucre a Santander, 02/04/1821, De la Rosa, A. E. Págs. 202 – 203, en Jorge G. Paredes M., Op. Cit., Pág. 13.              
[12] Bolívar, Op. Cit., Págs. 636-637.
[13] Gerhard Masur, Op. Cit., Págs. 394-395.
[14] Bolívar, Op. Cit., Págs. 580-582.
[15] García Hamilton, Op. Cit., Pág. 217.

martes, 23 de octubre de 2018



El asedio de los libertadores II
Sin embargo, en ese mismo día, una terrible derrota daría al traste con estas ilusiones: la División guayaquileña compuesta por 1800 soldados bisoños y medianamente armados enfrentó en Huachi a 1000 hombres disciplinados del ejército español, veteranos de la guerra contra Napoleón, comandados, además,  por un experimentado militar, el teniente coronel Francisco González.
A estas grandes diferencias debemos agregar que el “cacique” Álvarez y su tropa de cuzqueños huyeron del combate, de tal manera, que los patriotas no pudieron soportar el embate del jefe español. “La primera batalla de Huachi es un momento clave en la historia republicana de Guayaquil. Desde ese momento en que los patriotas mostraron que no podían mantener por sí solos la independencia, tenían que depender cada vez más de otros poderes y su posición frente a ellos tenía que debilitarse poco a poco”.[1]
 “Urdaneta, Febres Cordero y Letamendi fueron acusados del fracaso y aunque no hubo una condena legal contra ninguno de ellos, abandonaron Guayaquil resentidos por el procedimiento”.[2] Por ese tiempo no existía un periódico en la ciudad, previamente a su partida y en defensa de su participación en tal acción de armas, Febres Cordero, a la antigua usanza, mandó fijar carteles relativos a la derrota sufrida en las esquinas más importantes de la ciudad.[3] Al respecto se ha dicho que esta acusación fue producto de intrigas difundidas por los coroneles Guido y Luzuriaga.
Estas circunstancias, no solo dejaron sin mando militar a la provincia, sino que Guido las aprovechó y se las arregló para presionar a la Junta de Gobierno y finalmente lograr que el 30 de diciembre de 1820 se firmase el convenio buscado. El cual, pese a garantizar “la independencia de Guayaquil hasta que Perú o Colombia queden libres de realistas (…) en cuyo caso queda en entera libertad para agregarse al Estado que más le conviniese”, realmente ponía a la Provincia bajo el dominio del ejército de San Martín.[4]
Y en vista de la ausencia de mando militar, el 26 de diciembre el Gobierno reunió a la junta de guerra, integrada por Juan de Dios Araujo, Hermenegildo Campusano, José González y Nicolás López,[5]  y por unanimidad se designó al coronel mayor Toribio Luzuriaga comandante del la División Protectora de Quito y a reconocer al propio San Martín como su General en Jefe.                 
Por entonces, Bolívar tenía serias dudas sobre lo que harían los guayaquileños. Ya hemos leído parte del contenido de la carta que el 21 de diciembre de 1820 escribió a Santander: “No sabemos si Guayaquil reconoce o no el gobierno de Colombia y si es parte de nuestro territorio (...) Mientras dura el armisticio pienso ir y volver de Quito, si se ha sublevado, como lo espero, o lo han tomado los de Guayaquil“.[6]
Además, como no las tenía todas consigo, apela a Rocafuerte y le recuerda su vieja amistad: ”¿Se acordará Vd. que soy su antiguo amigo?“, pero le oculta sus intenciones de sumar la Provincia de Guayaquil a como diera lugar: ”Estoy en marcha para Quito y Guayaquil. El general Valdés me precede con la vanguardia del ejército del Sur, y el general Sucre lo seguirá de cerca. Mando al general Mires a Guayaquil con auxilios a esa patriótica provincia (...) Recomiendo a Vd. mucho que lo atienda personalmente y haga que ese gobierno le dé un cuerpo de tropa a mandarlas, para que concurra a las operaciones de Colombia“.[7]
Pero los enviados de San Martín se habían adelantado y tan pronto Luzuriaga asumió el mando de las tropas, organizó grupos guerrilleros destinados al constante acosamiento a las fuerzas españolas posesionadas del interior del país. Pero a fines de año, ansioso por afirmar la posesión de todo el territorio quiteño, cometió el error de enviar hacia Guaranda al coronel José García, al mando de una reducida tropa. El 3 de enero de 1821, en Tanizahua, sufrieron otro descalabro de proporciones alarmantes. Cuatrocientos hombres, entre muertos y heridos, se perdieron y ciento veintinueve cayeron prisioneros. El Coronel García hubo de rendirse, fue fusilado en el acto, cortada su cabeza y llevada en triunfo a Quito, donde Aymerich mandó colocarla en una jaula de hierro que se colgó en el puente del Machángara.[8]
La Junta de Gobierno, luego de esta nueva derrota se centró en obtener el apoyo militar de los dos libertadores. Sin embargo, nunca dejó de demandar recursos a la ciudadanía y esta de responder con patriotismo. “Todo ciudadano que en las presentes circunstancias nos priva de los recursos que nos sostienen y defienden, comete un crimen imperdonable y vende su patria. Inútil es la severa economía y la exacta distribución de los fondos públicos, si los egoístas defraudan o contribuyen a defraudar la sustancia sin la cual no puede mantenerse el Estado”.[9]

En esta situación, se hizo ostensible la gran bonanza económica de la Provincia de Guayaquil, cuyas fortunas, tanto en manos de extranjeros como en las de propios posibilitaron su financiamiento urgente. Como es fácil comprender, no hay forma de cumplir acción militar alguna sin el suficiente soporte financiero. A lo largo de la lucha independentista hay numerosos ejemplos, mediante los cuales se levantaron los fondos para llevar la guerra hacia el interior del país y posteriormente a la independencia peruana:
“El S.D.D. Cayetano Ramírez, Cura de Monte-Cristi, 500 (pesos); el Cabildo de Monte-Cristi, 1050; el Cabildo de Charapotó, 750; D. Francisco Berduga, ha cedido una obligación de 580 pesos, de fácil cobro”.
“El Gobierno, reconociendo el generoso esfuerzo de los Pueblos de Monte-Cristi y Charapotó, en medio de la notoria decadencia en que se hallan, quiere hacer público este rasgo singular de patriotismo”.
Del mismo cura Ramírez: “he procurado auxiliar a las tropas que en tres trozos y en el número de 230 han llegado a Charapotó y a éste pueblo. De mi parte les he dado 16 reses para su manutención y he influenciado en las gentes la buena voluntad con que se han prestado para el mismo fin. Los 104 que han parado en éste diez y nueve días, estaban casi desnudos (…) conseguí 200 varas de lienzo blanco para camisas, que he mandado a hacer y 12 cobijones de jerga, por que no ha habido más”. [10]
Grave revés militar, que de no ser por la cercanía de los ejércitos de Bolívar en la frontera norte que anunciaba “Estoy en marcha para Quito y Guayaquil. El general Valdés me precede con la vanguardia del ejército del Sur, y el general Sucre lo seguirá de cerca. Mando al general Mires a Guayaquil con auxilios a esa patriótica provincia”,[11] y de la decisión de Aymerich de no perseguir a los guayaquileños vencidos, más las torrenciales lluvias desatadas, se habría producido un ataque de tropas españolas vencedoras y frescas poniendo en peligro la supervivencia de la Provincia de Guayaquil.


[1] Cubitt, Guerra y Diplomacia, Pág. 399.
[2]  Wilfrido Loor Moreira, La provincia de Guayaquil en lucha, Portoviejo, Editorial San Gregorio de Portoviejo, Pág. 3, 1974.
[3] Carpeta Nº 85, Museo Municipal de Guayaquil. Sección Histórica. Carteles fijados en la ciudad de Guayaquil por el Coronel León de Febres Cordero relativo a la acusación por la derrota en Huachi, 4 de diciembre de 1820 y 22 de enero de 1821.

[4] Recopilación de Documentos Oficiales, Págs. 208-221. 
[5] Vicente Bolívar. “La entrevista de Guayaquil: restablecimiento de la verdad histórica”, cuarta edición, tomo II, documento Nº 7. Caracas, 1962.
[6] Bolívar, Op. Cit., Pág. 522.
[7] Bolívar, Op. Cit., Pág. 523.
[8]  Alfredo Pareja Diez Canseco, Historia del Ecuador, Vol. I, Quito, Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Pág. 381, 1958.
[9] Abel Romeo Castillo, El Patriota de Guayaquil y otros impresos, semanario que se publicó el sábado 2 de junio de 1821, AHG, Pág. 10, 1981.
[10] Ibídem, Pág. 11.
[11] Bolívar, Op. Cit., Pág. 523.