Las clases dirigentes guayaquileñas
Una vez alcanzada la
independencia, la elite de la ciudad, canalizando la opinión del vecindario, se
dividió en tres tendencias:
a).- Aquellos que por
intereses comerciales y vínculos familiares mantenidos por siglos con Lima, pugnaban
por sumarse al ejército de San Martín, pues, muchas de las grandes fortunas
radicadas en Guayaquil provenían de esa relación. Fueron el puro interés
económico y la presencia de oficiales argentinos enviados por el Protector
quienes motivaron a un grupo de ciudadanos destacados a orientar sus
preferencias hacia esa tendencia.
b).- Los que creían llenar sus
aspiraciones con la anexión a Colombia eran una minoría bastante escasa, pero
ultra exaltada, que inspirada en el carisma de Bolívar y su heroica
trayectoria, llevada como bandera su agregación a Colombia a todo trance, sin
condiciones y sin pensar que este era un país lejano, totalmente desconocido y
desvinculado a la socio economía guayaquileña. Sin embargo, “contaba a su favor
con el prestigio del Libertador, el suficiente poder militar y la posesión de
la totalidad del territorio hoy ecuatoriano. Esto les infundió la audacia
necesaria para calumniar a Olmedo e imponer su tendencia”. [1]
Estas dos facciones se
enfrentaron violentamente y la ciudad se vio inmersa en una lucha nunca antes
vista ni sufrida. Los unos por hacer prevalecer el juego de sus intereses netamente
comerciales y sociales y los otros, obnubilados por el carisma y la
personalidad del Libertador.
c).- Los más numerosos,
encabezados por Olmedo, frente al gobierno de la Provincia de Guayaquil y del
Cabildo de la ciudad, pero sin fuerza militar, se aferraban a una asociación
autónoma con Colombia, sujeta a la decisión del Colegio Electoral, el cual ya
había demostrado el acierto de su participación, para que democráticamente
decidiese de cual de los libertadores buscarían su amparo. Posición que consta
en la carta que Olmedo dirige al general Mires, que fue el primer portador de
la clara intención de someter a Guayaquil a la voluntad omnímoda de Bolívar.[2]
Amenaza que poco más tarde
empieza a tomar cuerpo a través de Sucre,[3] quien
era en realidad, pese a que representaba una actitud ecuánime, el que
estimulaba tales enfrentamientos y escándalos callejeros, que le daban asidero
a Bolívar para difamar al Gobierno. “pero, al fin, no pudiendo ya tolerar el
espíritu de facción, que ha retardado el éxito de la guerra y que amenaza
inundar en desorden todo el Sur de Colombia, he tomado definitivamente la
resolución de no permitir más tiempo la existencia anticonstitucional de una
Junta, que es el azote del pueblo de Guayaquil, y no el órgano de su voluntad”.[4]
También creemos que no está
de más enfatizar, con estos antecedentes señalados, que en diciembre de 1820 la
Junta de Gobierno de Guayaquil nunca decidió entregarse al Perú, pues, en aquel
momento para ese país, la libertad e independencia era tan sólo una dulce
esperanza. Lo que en realidad se hizo fue lo mismo que con Bolívar: solicitar
protección y auxilio al ejército libertador del sur, cuyo jefe era San Martín.
Buena candidez, habrían
cometido los miembros de la Junta de Gobierno, el Colegio Electoral y el
Cabildo, al someter la provincia al dominio de un ejército extranjero después
de haberse liberado del poder español (cosa que sí ocurrió con la toma de
Guayaquil por Bolívar, que mantuvo al Ecuador sometido al militarismo
colombo-venezolano desde 1830 hasta el 6 de Marzo de 1845).
Ni San Martín ni el ejército
libertador del sur formaban país alguno; el Perú continuaba siendo un
virreinato, por lo tanto, un imposible de realizar. “Esta provincia no está
agregada al Perú, y es tan ridículo persuadirse a que la agregación ya está
hecha por la sola razón de haber admitido comisionados del General San Martín y
los auxilios que la ha prestado, como sería degradante para ella someterse a un
ejército en lugar de unirse a uno de los grandes estados con quienes linda“.[5]
Igual expresión tajante tuvo
Olmedo en el artículo 2°, suscrito entre Guido y la Junta guayaquileña,
artículo al cual ya hemos hecho referencia, que textualmente dice: “La
provincia de Guayaquil se declara, durante
la guerra (el remarcado es nuestro) bajo la protección del Excmo. Señor
Capitán General del Ejército Libertador”.[6]
[1]
Julio Estrada Ycaza, La Lucha de
Guayaquil por el Estado de Quito, Guayaquil, AHG, Pág. 479, 1984.
[2]
La ligera indicación que hace US. en su nota sobre la agregación de esta
provincia a la heroica República de Colombia, merece una contestación tan detenida
y extensa que más bien debe ser motivo de varias conferencias. Por ahora me
contento con decir a US que, después de proclamada la Independencia de la
provincia, nuestros únicos votos han sido sostenerla y cooperar a la causa de
América y al engrandecimiento de la República. Desde los principios hemos
conocido que esta provincia por su pequeña extensión, por su corta población,
por la escasez de luces, y por el atraso lamentable de la agricultura y de las
artes, no puede ni debe ser un Estado independiente y aislado, y necesita apoyo
de un Estado más fuerte y poderoso para progresar en la carrera de su
prosperidad y marchar con firmeza en la de su libertad. (...) de manera que,
aunque el Gobierno estuviese autorizado para hacer una declaración sobre este asunto,
no sería oportuna ni ventajosa. (...) En lo que debe fijarse toda la
consideración por ahora es en los medios de consolidar la independencia de la
provincia, no en afirmar su reunión a un Estado con quien ya está tan unida por
tantos lazos y tantas relaciones. En efecto, dispuesta como está a cooperar
activamente a la libertad de las provincias comarcanas, preparada a prestar al
ejército libertador cuantos auxilios estén en su poder, y segura de recibir los
que necesite, se le puede considerar de hecho agregada a cualquier Estado con
quien tenga tales relaciones. Aurelio Espinosa Pólit, J. J. Olmedo, Epistolario, Quito, Corp. de Estudios y
Publicaciones, 1989, carta de Olmedo al general Mires, febrero 27 de 1821,
Págs. 359-362.
[3]
Cuando la junta de guerra de Babahoyo solicitó a V.E. la reunión de la Junta
Electoral creyó este reclamo en sus atribuciones (...) Una negativa tan
obstinada no manifiesta la menor mira generosa por parte del Gobierno, y los
males de la provincia exigían ya, ó salvar nuestra complicidad de estas miras,
ó impeler al Gobierno a satisfacer los votos públicos (...) la división está
mal distraída y peor situada; teniendo que atender los negocios de Guayaquil al
tiempo que se halla en campaña (...) un voto tan latamente esperado, un anhelo
tan conocido en el pueblo por esta incorporación no necesita tantos
preparativos insignificantes, tal vez viciosos para declararlo (...) Si V.E. la
concede ó la convoca, podemos juzgar ese desprendimiento mal justificado en
cuatro meses; si V.E. la niega, yo repito que las armas de Colombia no se
prostituyen a consideraciones particulares, y que ellos deben salvar su honor,
los deberes de Colombia y los verdaderos intereses de la provincia. Antonio
José de Sucre, De mi propia mano,
México, Fondo de Cultura Económica, 1995, Fragmento de una carta de Sucre a
Olmedo, Pág. 37.
[4]
Bolívar a San Martín, “Obras completas”, Págs. 649-650.
[5]
José Joaquín de Olmedo, Epistolario, Segunda parte,
recopilación de Aurelio Espinosa Pólit, Quito, Corporación de Estudios y
Publicaciones, Pág. 364, 1989.
[6]
Jorge G. Paredes M. “San Martín y Bolívar en Guayaquil”, Lima, Perú, Pág. 11,
2003.
La parte anecdótica y triste es que hasta hace poco, la figura de Olmedo fue mancillada por algunos "historiadores" contemporáneos, llamandolo "peruanófilo".
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