El asedio de los
libertadores II
Sin embargo, en ese mismo día, una
terrible derrota daría al traste con estas ilusiones: la División guayaquileña
compuesta por 1800 soldados bisoños y medianamente armados enfrentó en Huachi a
1000 hombres disciplinados del ejército español, veteranos de la guerra contra
Napoleón, comandados, además, por un
experimentado militar, el teniente coronel Francisco González.
A estas grandes diferencias
debemos agregar que el “cacique” Álvarez y su tropa de cuzqueños huyeron del
combate, de tal manera, que los patriotas no pudieron soportar el embate del
jefe español. “La primera batalla de Huachi es un momento clave en la historia
republicana de Guayaquil. Desde ese momento en que los patriotas mostraron que
no podían mantener por sí solos la independencia, tenían que depender cada vez
más de otros poderes y su posición frente a ellos tenía que debilitarse poco a
poco”.[1]
“Urdaneta, Febres Cordero y Letamendi fueron
acusados del fracaso y aunque no hubo una condena legal contra ninguno de
ellos, abandonaron Guayaquil resentidos por el procedimiento”.[2] Por ese tiempo no existía un
periódico en la ciudad, previamente a su partida y en defensa de su
participación en tal acción de armas, Febres Cordero, a la antigua usanza,
mandó fijar carteles relativos a la derrota sufrida en las esquinas más
importantes de la ciudad.[3]
Al respecto se ha dicho que esta acusación fue producto de intrigas difundidas
por los coroneles Guido y Luzuriaga.
Estas circunstancias, no solo
dejaron sin mando militar a la provincia, sino que Guido las aprovechó y se las
arregló para presionar a la Junta de Gobierno y finalmente lograr que el 30 de
diciembre de 1820 se firmase el convenio buscado. El cual, pese a garantizar
“la independencia de Guayaquil hasta que Perú o Colombia queden libres de
realistas (…) en cuyo caso queda en entera libertad para agregarse al Estado
que más le conviniese”, realmente ponía a la Provincia bajo el dominio del
ejército de San Martín.[4]
Y en vista de la ausencia de mando
militar, el 26 de diciembre el Gobierno reunió a la junta de guerra,
integrada por Juan de Dios Araujo, Hermenegildo Campusano, José González y
Nicolás López,[5]
y por unanimidad se designó al coronel mayor
Toribio Luzuriaga comandante del la División Protectora de Quito y a reconocer
al propio San Martín como su General en Jefe.
Por entonces, Bolívar tenía serias
dudas sobre lo que harían los guayaquileños. Ya hemos leído parte del contenido
de la carta que el 21 de diciembre de 1820 escribió a Santander: “No sabemos si
Guayaquil reconoce o no el gobierno de Colombia y si es parte de nuestro
territorio (...) Mientras dura el armisticio pienso ir y volver de Quito, si se
ha sublevado, como lo espero, o lo han tomado los de Guayaquil“.[6]
Además, como no las tenía todas
consigo, apela a Rocafuerte y le recuerda su vieja amistad: ”¿Se acordará Vd.
que soy su antiguo amigo?“, pero le oculta sus intenciones de sumar la Provincia
de Guayaquil a como diera lugar: ”Estoy en marcha para Quito y Guayaquil. El
general Valdés me precede con la vanguardia del ejército del Sur, y el general
Sucre lo seguirá de cerca. Mando al general Mires a Guayaquil con auxilios a
esa patriótica provincia (...) Recomiendo a Vd. mucho que lo atienda
personalmente y haga que ese gobierno le dé un cuerpo de tropa a mandarlas,
para que concurra a las operaciones de Colombia“.[7]
Pero los enviados de San Martín se
habían adelantado y tan pronto Luzuriaga asumió el mando de las tropas,
organizó grupos guerrilleros destinados al constante acosamiento a las fuerzas
españolas posesionadas del interior del país. Pero a fines de año, ansioso por
afirmar la posesión de todo el territorio quiteño, cometió el error de enviar hacia
Guaranda al coronel José García, al mando de una reducida tropa. El 3 de enero
de 1821, en Tanizahua, sufrieron otro descalabro de proporciones alarmantes.
Cuatrocientos hombres, entre muertos y heridos, se perdieron y ciento
veintinueve cayeron prisioneros. El Coronel García hubo de rendirse, fue
fusilado en el acto, cortada su cabeza y llevada en triunfo a Quito, donde
Aymerich mandó colocarla en una jaula de hierro que se colgó en el puente del
Machángara.[8]
La Junta de Gobierno, luego de
esta nueva derrota se centró en obtener el apoyo militar de los dos
libertadores. Sin embargo, nunca dejó de demandar recursos a la ciudadanía y
esta de responder con patriotismo. “Todo ciudadano que en las presentes
circunstancias nos priva de los recursos que nos sostienen y defienden, comete
un crimen imperdonable y vende su patria. Inútil es la severa economía y la
exacta distribución de los fondos públicos, si los egoístas defraudan o
contribuyen a defraudar la sustancia sin la cual no puede mantenerse el
Estado”.[9]
En esta situación, se hizo ostensible la gran bonanza económica de
la Provincia de Guayaquil, cuyas fortunas, tanto en manos de extranjeros como
en las de propios posibilitaron su financiamiento urgente. Como es fácil
comprender, no hay forma de cumplir acción militar alguna sin el suficiente
soporte financiero. A lo largo de la lucha independentista hay numerosos
ejemplos, mediante los cuales se levantaron los fondos para llevar la guerra
hacia el interior del país y posteriormente a la independencia peruana:
“El S.D.D. Cayetano Ramírez, Cura de Monte-Cristi, 500 (pesos); el
Cabildo de Monte-Cristi, 1050; el Cabildo de Charapotó, 750; D. Francisco
Berduga, ha cedido una obligación de 580 pesos, de fácil cobro”.
“El Gobierno, reconociendo el generoso esfuerzo de los
Pueblos de Monte-Cristi y Charapotó, en medio de la notoria decadencia en que
se hallan, quiere hacer público este rasgo singular de patriotismo”.
Del mismo cura Ramírez: “he procurado auxiliar a las
tropas que en tres trozos y en el número de 230 han llegado a Charapotó y a
éste pueblo. De mi parte les he dado 16 reses para su manutención y he
influenciado en las gentes la buena voluntad con que se han prestado para el
mismo fin. Los 104 que han parado en éste diez y nueve días, estaban casi
desnudos (…) conseguí 200 varas de lienzo blanco para camisas, que he mandado a
hacer y 12 cobijones de jerga, por que no ha habido más”. [10]
Grave revés militar, que de no ser
por la cercanía de los ejércitos de Bolívar en la frontera norte que anunciaba
“Estoy en marcha para Quito y Guayaquil. El general Valdés me precede con la
vanguardia del ejército del Sur, y el general Sucre lo seguirá de cerca. Mando
al general Mires a Guayaquil con auxilios a esa patriótica provincia”,[11]
y de la decisión de Aymerich de no perseguir a los guayaquileños vencidos, más
las torrenciales lluvias desatadas, se habría producido un ataque de tropas
españolas vencedoras y frescas poniendo en peligro la supervivencia de la Provincia
de Guayaquil.
[1]
Cubitt, Guerra y Diplomacia, Pág. 399.
[2]
Wilfrido Loor
Moreira, La provincia de Guayaquil en
lucha, Portoviejo, Editorial San Gregorio de Portoviejo, Pág. 3, 1974.
[3]
Carpeta Nº 85, Museo Municipal de Guayaquil. Sección Histórica. Carteles
fijados en la ciudad de Guayaquil por el Coronel León de Febres Cordero
relativo a la acusación por la derrota en Huachi, 4 de diciembre de 1820 y 22
de enero de 1821.
[4]
Recopilación de Documentos Oficiales, Págs. 208-221.
[5]
Vicente Bolívar.
“La entrevista de Guayaquil: restablecimiento de la verdad histórica”, cuarta
edición, tomo II, documento Nº 7. Caracas, 1962.
[8]
Alfredo Pareja
Diez Canseco, Historia del Ecuador, Vol.
I, Quito, Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Pág. 381, 1958.
[9]
Abel Romeo Castillo, El Patriota de Guayaquil y otros impresos, semanario que se publicó
el sábado 2 de junio de 1821, AHG, Pág. 10, 1981.
[10]
Ibídem, Pág.
11.
[11]
Bolívar, Op. Cit., Pág. 523.
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