De
la independencia a la libertad: un gobierno electivo III
Todos son acontecimientos registrados en la
historia de la independencia de Guayaquil, que nos demuestran la existencia de
un plan político-estratégico madurado con mucha anticipación y forjado desde la
ilustración republicana por un grupo de patriotas liderados por Olmedo. Lo cual
no deja duda alguna, que es él quien orienta la revolución guayaquileña y
concibe a Guayaquil, en representación de la Provincia de Guayaquil, como
centro desde el cual se conduciría una guerra. Sin embargo, pese al estado de
guerra, su gobierno civil no cesaba de dictar normas para regir la sociedad.
“Deseando conciliar la seguridad pública con el debido respeto a las
propiedades particulares“.[1]
Para expresar la opinión pública y plantear la
voluntad de asociación libre entre ciudadanos se creó el semanario “El Patriota
de Guayaquil”. En su primera edición aparece un comentario de Olmedo sobre los
límites impuestos por el colonialismo a la ciudad y las trabas para su
desarrollo:
“Si tres siglos de ignorancia, monopolio,
trabas y prohibiciones no hubieran atado nuestras manos; nuestra opulencia
habría llegado al más alto grado, y esta provincia, señora del Pacífico, no
tendría un palmo de tierra sin un habitante, ni un vecino sin fincas y
caudales. Pero estos tiempos aciagos han pasado ya: la Libertad cual astro
benéfico, infundiendo un espíritu de vida a todos los seres, va a colocarnos en
el rango que nos corresponde”.[2]
Por estos días, ocurrió un
episodio del que vale la pena dejar constancia. A su entrada al puerto de
Guayaquil, Lord Cochrane, escoltado por las fragatas de guerra Independencia,
San Fernando y Valdivia, el bergantín Araucano y la goleta Mercedes,[3]
y luego de entrevistarse con las autoridades del Gobierno de la Provincia,
quedó profundamente impresionado por la fuerza del pensamiento liberal y
republicano de Olmedo y los miembros de la Junta. Y tal como lo expresa en su
mensaje al Gobierno de la Provincia es la razón por la cual se negó a prestarse
como cómplice de la anexión de Guayaquil por la fuerza de las armas, tal cual se
queja Bolívar a Santander: “Las cosas de Guayaquil exigen mi persona con la
Guardia: aquel es un caos de ingratitud y mala fe. Lord Cochrane parecía pronto
a servirnos, pero el gobierno de Guayaquil lo ha disuadido”.[4]
La verdad, es que no fue disuadido por los guayaquileños, sino que él, por su
propio juicio y convencimiento valoró el sentido democrático que su Gobierno
había impreso en la conducción de la provincia.
Los guayaquileños, en su afán de alcanzar su
independencia, tuvieron sus altas y bajas, triunfos y derrotas, conquistas y
frustraciones, que fueron la sal de su vida diaria e ingrediente de una
libertad lograda sin el auxilio de ninguna fuerza externa. Sin embargo, para
Bolívar la independencia de Guayaquil implicaba el riesgo de perder los territorios
del sur que consideraba colombianos: “No sabemos si Guayaquil reconoce o no el
gobierno de Colombia y si es parte de nuestro territorio (…) No es prudente ni
conforme de ningún modo a nuestros intereses, ni a los verdaderos deseos de
paz, el que suspendamos nosotros las armas y dejemos al enemigo de Quito en
aptitud de concentrar sus fuerzas todas y oprimir y destruir Guayaquil
aprovechándose del armisticio (…) Mientras dura el armisticio pienso ir y
volver de Quito, si se ha sublevado, como lo espero, o lo han tomado los de
Guayaquil”.[5]
Bolívar sospecha el propósito del Gobierno de
Guayaquil, de constituir un país independiente con la unión de todos los
antiguos territorios de la Audiencia. Estas fueron sus aspiraciones que
sobrevivieron hasta que la ambición y la desvelada utopía de Bolívar, de formar
una Colombia grande, irrumpió contra ellas interrumpiendo un proceso
democrático extraño a sus creencias y las hizo añicos.
El Libertador destruyó sus propios sueños de
una Colombia grande y mientras más grande más utópica. Su visión centralizadora
le impidió comprender el valor que esa autonomía habría tenido para el
desarrollo de la región. Y apoyado en la fuerza violentó procedimientos, violó
la limpieza electoral, impuso el centralismo y esclavizó a veintiún meses de
libertad.
Bolívar somete a Guayaquil y su provincia, por
cuanto su pensamiento vertical de militar le impide aceptar las posiciones,
concepciones y propuestas autónomas registradas en el Reglamento Provisorio de
Gobierno. Propuestas democráticas de libertad, de desarrollo, que él leyó en
forma arbitraria, subjetiva y desde arriba.
Por eso no vacila en estigmatizar a Guayaquil
con la frase de su cuño: “una ciudad y un río no hacen un país”. Con esto no
solo echa sombras a la propuesta de Olmedo, para desacreditarla y justificar la
agresión a que la sometió, sino que falta a la verdad. Pues no se trataba de la
ciudad y un río sino de la intención de formar una nación con muchas ciudades,
ríos y sociedades de la región:
“Por noticia extrajudicial hemos sabido en esta ciudad que la
capital de Guayaquil, pudo sacudir el yugo del gobierno Español, siguiendo las
huellas de aquellos generosos y desventurados ciudadanos que sacrificaron sus
vidas por dar los primeros pasos de la independencia ahora tres años. No es
difícil conocer cual será el gozo de un quiteño oprimido que ha padecido por
todo este espacio de tiempo persecuciones injurias y calumnias de algunos
crueles enemigos y bárbaros habitantes de estas montañas que no han omitido
diligencia alguna a fin de perderle poniéndole por baldón principal al ser
patriota y amparador de los infelices Patriotas que prófugos y perseguidos han
pasado por aquí.[6]
(…) Aquí entre muchos ciudadanos hemos publicado el feliz éxito de la empresa y
hemos prometido defender la patria en unión de esta capital a costa de todo
cuanto pueda encarecerse (…) su servidor y capellán Manuel Ribadeneira”.[7]
“Por la notoriedad de lo que se a practicado en el departamento de
Babahoyo y no obstante de no haber recibido de vuestra señoría he mandado
publicar en este pueblo de mi mando el Bando que adjunto a vuestra señoría con
cuya noticia éste publico a manifestado la más completa complacencia, han
habido muchos tiros, repiques de campanas y por tres noches se pondrán luminarias.
Yo celebrare haber acertado y que sea del agrado de vuestra señoría lo
practicado. Dios guíe a vuestra señoría muchos años Baba octubre 12 de 1820”.[8]
Bolívar sabía que la intención no era
constituirse en un mini estado independiente. Pues Olmedo se lo expresó en más
de una carta y la arenga que pronunció a la ciudadanía después del 9 de Octubre
no puede ser más clara. Es su conducta de triunfador y hombre acostumbrado a
ser obedecido, es tan grande su obsesión por anexar Guayaquil a la Colombia
centralista, que ni su genialidad le impide tamizar las calumnias endilgadas a
Olmedo, todo lo contrario, las magnifica y acepta. Deliberadamente desconoce lo
que todos los documentos del 9 de Octubre, sus elites y su visión de
independencia, decían sobre lo que realmente se proponían.
[1]
AHMCD/1567 -
0000009
[2]
Semanario El Patriota de Guayaquil,
mayo 26 de 1821
[3]
Castillo, “El Patriota de Guayaquil”, del sábado 20 de octubre de 1821.
[4]
Bolívar, Op. Cit., Págs. 613-615.
[5]
Bolívar, Op. Cit., Págs. 521-522.
[6]
El capellán de Portoviejo, el quiteño Manuel Ribadeneira, firmante de la
proclama de su independencia, en realidad fue un protector de innumerables
patriotas que, perseguidos, escapaban de Quito para refugiarlos en las montañas
de Manabí.
[8]
Proclamación de la Independencia de las poblaciones de
Babahoyo y Baba, el día 12 de octubre de 1820. M.M.G. Nº 92
"La libertad,cual astro benéfico, infundiendo un espíritu de vida a todos los seres, va a colocarnos en el rango que nos corresponde”. Olmedo.
ResponderEliminarMe hubiese encantado que nos enseñen nuestra historia en el colegio con su narrativa José Antonio, sin maquillarnos a Bolivar o tratar con pinzas a los abusadores colonizadores.
Entrare mas seguido, un fuerte abrazo.