jueves, 18 de octubre de 2018



Conclusiones sobre la Revolución e Independencia guayaquileña
Nosotros los ecuatorianos debemos situar la revolución del 9 de Octubre de 1820 no solo en su tiempo histórico, en las condiciones que la explican, en el proyecto sociopolítico que la generó; sino también en sus efectos. Por eso, debemos entenderla en la complejidad de su proceso:
a).- La revolución guayaquileña es mucho más que lo que la historiografía tradicional dice y lo que la mayoría ecuatoriana cree que fue. Para quienes estudiamos la historia nacional y la interpretamos sin sesgos, es el inicio de la conquista de la verdadera libertad para el país. Y debemos entenderla como un proceso revolucionario e insurreccional y como un producto sociopolítico en el cual incidieron factores internos y externos, estrategias, actores y autores individuales y colectivos.
También debemos interpretarla y analizarla como una acción política y estrategia militar que busca eliminar bloqueos y obstrucciones que impiden su desarrollo socioeconómico y acceder al mundo moderno abierto y expansivo del siglo XIX. Explicarla como la salida al conjunto de problemas acumulados a inicios del siglo, que el poder colonial y su estructura no querían ni podían resolver.
b).- No percibirla como una eventualidad, sino como un evento histórico provocado por una sociedad organizada que decidió conquistar su libertad mediante la insurrección, asumiendo los costos que esto implicaba. Por eso, es fácil hallar los aspectos que evidencian su planificación y organización, la claridad y definición de los objetivos con que los líderes de la provincia de Guayaquil concibieron su compromiso sociopolítico colectivo. En pocas palabras, una empresa económica, social y política que abarcó todos los frentes.[1]
c).- Tras la gesta octubrina hay un objetivo social y político, proceso y realidad económicas de una ciudad-mercantil en ascenso, afectada, bloqueada y saqueada por el monopolio limeño y español. Que seriamente obstruida en su dinámica y creciente ascenso, Guayaquil se hartó y levantó contra la exagerada carga de derechos aduaneros, consulares e impuestos de alcabala. En la primera década del siglo XIX, pagaban el 11.25% a las importaciones. En la segunda, el 14% sobre las exportaciones y el 15.5% para las importaciones. Y solo la exportación del cacao pagaba derechos aduaneros del 10.5% y consulares del 7.5%.
Los gravámenes que sobre las importaciones y exportaciones imponía la Corona, sumados a los de los monopolistas piuranos y limeños, superaban el 20% en unos casos, y hasta el 23% en otros. Situación agravada por las constantes prohibiciones para producir y comerciar diferentes productos.
De la urgencia por romper esta dependencia y monopolio nace el proceso independentista que acaba liquidando al dominio político colonial español en nuestro país. De ahí que, podemos afirmar que el 9 de Octubre no solo alcanzó la libertad, sino que puso punto final al saqueo colonial y las trabas monopolistas.
Por eso, llamamos a la revolución de octubre una empresa insurreccional, pues, no solo demandó de recursos económicos, hombres, vituallas y sacrificios materiales, sociales y humanos,[2] sino que simboliza la comprensión que la emprendedora elite guayaquileña tenía sobre la conquista de su libertad.
d).- Por estas razones debemos entender que detrás de la revolución hay una estrategia de ruptura colonial, de reconstitución de poder y de apertura a la modernidad. Que los líderes guayaquileños, con Olmedo a la cabeza, asumieron esa tarea y estuvieron dispuestos a pagar los costos que ese proceso implicaba. Que, fue organizada y planificada junto a la oleada revolucionaria continental contra el régimen colonial y sus estructuras caducas,[3] y coincidió con la ofensiva que recibía España desde Europa, Estados Unidos de Norteamérica y otros lugares.
Sintonizados con los tiempos y ritmos revolucionarios, se sumaron a la nueva ofensiva de la burguesía contra los regímenes señoriales mundiales. Hicieron una adecuada lectura de la independencia de los Estados Unidos, de la Revolución Francesa, de la haitiana y de la oportunidad que ofrecían las acciones militares encabezadas desde el norte por Bolívar y del sur por San Martín. Juzgaron oportunamente el momento en que las tropas españolas estaban entretenidas en distintos frentes, y decidieron dar el golpe final para alcanzar una revolución oportuna y victoriosa. Esta estrategia y táctica supone no solo una visión adecuada de la lucha revolucionaria y de la insurrección, sino, además, una correcta evaluación de la correlación de fuerzas internas y continentales.
“Para América mejorar las perspectivas tras el total eclipse napoleónico. La presión de los industriales y mercaderes británicos, descartado el peligro bonapartista, impone modificaciones a la política de su potente imperio. Ahora interesa más la perspectiva americana para la expansión del comercio, que las buenas relaciones con la disminuida España. A mayor abundamiento, Inglaterra tiene a la sazón armamento sobrante y viejo que pude colocarse lucrativamente en estos países. Los productos de aquí, cacao, café, frutas, cueros y mulas, muy apreciados allá. Para los patriotas mejoran progresivamente las posibilidades de obtener armas”.[4]
e).- La Provincia de Guayaquil venció el 9 de octubre de 1820, apoyada en sus propios hombres, recursos y energías llevadas al límite. No le debe nada a fuerzas externas, estas llegaron después que la revolución triunfó. Por eso, tiene razón Francisco Javier Aguirre Abad, al decir en 1858, que:
“El pueblo de Guayaquil, había declarado su independencia sin la intervención de otros pueblos. Libre por sí mismo, por nadie liberado, tenía perfecto derecho de darse un gobierno propio o por escoger la nacionalidad que más le conviniese. Recibió auxilio y armas del Perú y soldados de Colombia para sostener su independencia, pero en cambio agotó sus recursos pecuniarios, y dio su contingente de tropas para liberar las provincias de Quito en cuatro campañas sucesivas. Los colombianos no figuraron solos en la Batalla del Pichincha que terminó la guerra. Atenidos a ellos solos no habrían podido librar esa memorable batalla, a la cual concurrieron dos batallones peruanos, un escuadrón argentino y un batallón de Guayaquileños”.
 f).- La revolución fue victoriosa y contundente porque se realizó en el momento adecuado y cuando las condiciones materiales (económicas, militares, logísticas, políticas y demográficas) podían lograr el mejor resultado. Como sus principales líderes estaban vinculados al comercio de exportación e importación, con esa experiencia de empresarios mercantiles, buscaron obtener el máximo beneficio con el menor costo. Y lo lograron.
g).- Así como la historia oficial ecuatoriana no lee, no registra, ni presenta los elementos fundamentales de la Revolución de Octubre, que son económicos, geopolíticos, ideológicos, doctrinarios, tácticos y estratégicos, tampoco incorpora los que permitirían situar las diferencias respecto a la revolución quiteña, que tenía una visión de corto alcance. Los líderes de la provincia de Guayaquil sabían que, para lograr su libertad, aparte de las condiciones geopolíticas, requerirían de financiamiento, de recursos económicos, humanos, sociales, etc. Lo cual deja claro que ellos como empresarios sí tuvieron una clara comprensión de que una guerra es como una empresa que demanda recursos de distinta índole.[5]
h).- La estrategia aplicada también saca a la luz elementos de mimetismo y simulación sociopolítica. Incluso de algo de astucia que engañó a la Corona, cuyas autoridades creyeron que su ninguna adherencia al cambio de autoridades que en 1809 llevaron adelante los condes y marqueses quiteños, significaba fidelidad a la monarquía. Nada más alejado de la verdad, no pudieron entender que los líderes de la provincia, desde 1812, comenzaron a preparar su revolución, cuyas señales –que no supieron interpretar o comprendieron muy tarde– aparecieron en los discursos y actitudes de Olmedo desde 1812, en las Cortes de Cádiz y durante su permanencia entre los liberales de Madrid, hasta 1816.
i).- Los próceres interpretaron adecuadamente las tensiones internas que la   contradicción entre constitucionalistas y pro monárquicos agobiaban a España. Que la invasión napoleónica había polarizado sus fuerzas políticas y debilitado la expresión externa del poder colonial. Olmedo y Rocafuerte, con su experiencia en las Cortes de Cádiz, temieron que la contrarrevolución monárquica de 1814 pudiera retornar.
Como “la doctrina de los liberales españoles, por otra parte, no involucraba necesariamente dentro de sí el reconocimiento de la independencia americana”,[6] es posible que una carta de Rocafuerte referida al tema, fechada a principios de agosto de 1820, pudiera haber llegado a manos de los guayaquileños permitiéndoles dudar que la revolución liberal estallada en España en enero de 1820, dirigida por los generales Riego, Quiroga y Arco Agüero, pudiera abrir un espacio de liberalización y republicanismo liberal en la colonia.
Comprendieron que esta confluencia de revoluciones en Hispanoamérica y de inestabilidad, contradicciones y luchas internas en la Península, creaban una sobrecarga de crisis, generando inevitablemente un ambiente frágil para el Gobierno español, el debilitamiento de la monarquía y del poder de la corona, especialmente en los reinos ultramarinos.



[1] Tan pronto quedó regularizada la situación política en Guayaquil, y habían entrado en vigencia sus primeras e indispensables leyes, se extendió la movilización general a toda la provincia. Recordemos que, luego del golpe de octubre se hallaron 300.000 pesos en las Cajas Reales. Un arsenal destinado a sostener y defender la estratégica Guayaquil, donde había fusilería, pólvora, balas, etc. Recursos destinados a mantener y armar los 1.500 hombres que, entre soldados y marinos formaban la guarnición de Guayaquil al momento de su independencia.
[2] La independencia era una empresa, un proceso, y como tal exigía un costo material, social, económico, humano; se requería de medios para cubrirlo. En Guayaquil los recursos se juntaron para su propia libertad, la de todo el territorio de la Audiencia y la del Perú. Por otra parte, el reclutamiento y requisas de bienes y animales que imponían los españoles en nuestra serranía, afectaban al estado de ánimo de los pueblos oprimidos, con lo cual se aseguraba su simpatía por la independencia.

[3] He notado en todas estas tropas que van pasando el mejor arreglo y moralidad: en la entrada en mis pueblos no han dado la menor queja, y todos estos vecinos han quedado muy gustosos a pesar que, según sabe Vuestra Excelencia, es pesado el tránsito de tropas por cualquier pueblo. Ya han pasado por Charapotó y éste, 230 hombres y están al llegar por tierra otros más hasta el número de 600, según me lo escribe de Tumaco el comandante Illingwoth (Illingworth) con fecha 19 del próximo pasado. Yo haré cuanto pueda en obsequio de estos beneméritos militares; que solo dan el amor a la patria. Abel Romeo Castillo, El Patriota de Guayaquil, sábado 2 de junio de 1821.
[4] José Luís Salcedo-Bastardo, “Organización de la República Boliviana 1825-1828”, Pág. 111, 1977.
[5]  “El gobierno reconociendo el generoso esfuerzo de los pueblos de Montecristi y Charapotó, en medio de la notoria decadencia en que se hallan, quiere hacer público este rasgo de singular patriotismo. Ya eximiendo a los dos pueblos del empréstito del mes de junio. El mismo benemérito señor cura Ramírez, en oficio del 22 del pasado dice lo siguiente: Del mismo modo he procurado auxiliar a las tropas que en tres trozos y el número de 230 hombres han llegado a Charapotó y a este pueblo. De mi parte les he dado 16 reses para su manutención, y he influido en las gentes de buena voluntad con que se han prestado para el mismo fin. Los 104 que han pasado en este mes y nueve días, estaban casi desnudos, y estos pueblos sin ropas de la tierra por cuya causa me he visto bastante estrechado. Sin embargo conseguí 200 varas de lienzo blanco para camisas que he mandado traer, y 12 cobijones de jerga, porque no ha habido más. El Patriota de Guayaquil, en Los periódicos guayaquileños en la historia, 1821-1997.
[6] Mariano Fazio Fernández, “Ideología de la Emancipación Guayaquileña”, Guayaquil, Banco Central del Ecuador – AHG, Pág. 47, 1987.

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