Situación económica a finales de la colonia
“El crecimiento económico de las Indias
durante los siglos XVI, XVII y XVIII explica el desarrollo urbano,
arquitectónico, cultural y científico y el perfeccionamiento de la organización
político-administrativa, cuyos más altos grados se alcanzaron en los últimos años
del reinado de Carlos IV”.[1]
Los ingresos de la corona en el periodo de este monarca tuvieron un crecimiento
espectacular, lo cual supuestamente aumentaba su poder. Mas, la realidad fue
otra, los gastos burocráticos crecieron con mayor rapidez y proporción que los
ingresos, mermando los “beneficios netos” del monarca. Cada vez percibía más
ingresos, pero se diluían en la burocracia, nuevas obligaciones e inversiones
en recursos bélicos.
Al producirse
las reformas borbónicas del siglo XVIII se modificó el funcionamiento de la
economía colonial y en las elites criollas se produjo una especie de prisa por
alcanzar la independencia total. Circunstancia a la que se “une un cada vez
mejor dibujado concepto de patria. El patriciado local había echado raíces hondas
en sus respectivos territorios americanos, y veía relajarse los lazos de unión
con la metrópoli”.[2]
Conjunto de circunstancias dadas a lo largo del tiempo, que se concentran en
cada vez más marcados deseos de alcanzar la libertad.
Por esta
razón “Cuando la Corona decidió a comienzos del siglo XIX bombear recursos en
forma masiva a la Metrópoli para sufragar gastos bélicos, los notables indianos
dejaron de seguir creyendo en el pacto establecido entre ellos, la Iglesia y la
Corona a comienzos del siglo XVI. La independencia comenzó a ser vista como una
salvación”.[3]
La creación
de nuevos virreinatos como el de Nueva Granada en 1736 y el del Río de la Plata
en 1776, sobre todo el último, al eliminar al Alto Perú del territorio del
virreinato peruano, limitó una de las principales fuentes de riqueza minera y
redujo casi a cero un articulado circuito comercial ligado a Potosí. Fue así
como la alta dependencia de la economía peruana a la extracción de plata tuvo
un efecto negativo al agudizar el atraso industrial y agropecuario, y con ello
la diversificación económica del virreinato.
Todas las
actividades sociales, especialmente las económicas, fueron afectadas por la
propuesta y las acciones de las Reformas Borbónicas. Las relaciones comerciales
se vieron favorecidas. El comercio marítimo
también sufrió diversos cambios desde la aplicación de las Reformas y por el
creciente apogeo de Buenos Aires, la Metrópoli se vio en la necesidad de
flexibilizar aun más el trato con las colonias. A la muerte de Carlos III (14 de
diciembre de 1788) el potencial marítimo español había caído a un bajísimo
nivel.
Su sucesor, Carlos IV, en 1796 concedió libertad a los
comerciantes de ultramar para utilizar sus propios buques en sus tratos con la
Península, mas, la debilidad naval española era tal, que de los 171 navíos que
aquel año salieron de puertos americanos tan solo 9 llegaron a Cádiz en 1797.
Las consecuencias acarreadas por estas pérdidas y la poca frecuencia de los
contactos con la Península influyeron en el ámbito político, pues en los reinos
ultramarinos empezó a crecer una sensación de lejanía y abandono cada vez
mayor.
Sin embargo, hay cifras manejadas por estudiosos que demuestran
que la libertad de comercio vigorizó el tráfico marítimo con buques más
veloces, como exigencia de la rapidez, la que también demandaba la aceleración
del comercio y esta a su vez por el incuestionable crecimiento demográfico.
“Entre 1765 y 1795, el número de barcos que cruzaron el Atlántico procedentes
de todos los puertos coloniales se multiplicó por nueve, en el quinquenio de
1760-1765, surcaron sus aguas 185 barcos, mientras que en el de 1790-1795 lo
hicieron 1.643”.[4]
Era de
esperarse que en medio de las luchas entre las grandes potencias imperiales de
la época, España terminara por perder el control marítimo. También era evidente
que quien asumiría el vacío comercial dejado por España en el Pacífico serían primero
Inglaterra y más tarde los Estados Unidos, ambas naciones desarrollaron un
comercio más ágil y dinámico. Entre 1788 y 1809 unos 257 barcos norteamericanos
desembarcaron en Chile y Perú,[5]
dejando mercaderías por valor de un millón de libras esterlinas
aproximadamente. Esta importación de productos provenientes tanto del comercio
legal como del ilegal acarreó una saturación del mercado provocando una
vertiginosa caída de los precios que afectó, principalmente, a las elites
comerciantes limeñas y consecuentemente a las guayaquileñas.
De esta
forma, la influencia de ambas naciones en el Pacífico se hizo permanente
configurando las relaciones comerciales que luego funcionarían en la nueva
República. “Para América mejorar las perspectivas tras el total eclipse
napoleónico. La presión de los industriales y mercaderes británicos, descartado
el peligro bonapartista, impone modificaciones a la política de su potente
imperio. Ahora interesa más la perspectiva americana para la expansión del
comercio, que las buenas relaciones con la disminuida España. A mayor
abundamiento, Inglaterra tiene a la sazón armamento sobrante y viejo que pudo
colocarse lucrativamente en estos países. Los productos de aquí, cacao, café,
frutas, cueros y mulas, muy apreciados allá. Para los patriotas mejoran
progresivamente las posibilidades de obtener armas” (José Luis Salcedo-Bastardo, 1977, 111).
Para 1790, el
80% de los tradicionales yacimientos mineros que habían provisto de grandes
cantidades de oro y plata no funcionaban o tenían un rendimiento mínimo. El
cierre definitivo de la mina de Huancavelica en 1808, el principal abastecedor
de mercurio o azogue para las minas de plata, acrecentó el problema de la
minería. Pero el principal problema que afrontó la actividad minera y por lo
cual quedó prácticamente destruida a fines de la colonia, no fue la falta de
mitayos o de azogue, sino la falta de capitales para su renovación.
En 1812, la
minas de plata de Cerro de Pasco, Huarochirí y Potosí sufrieron una grave
crisis. Aun así, la plata siguió monopolizando prácticamente el espectro de
minerales extraídos en las minas, que por el contrario sí se habían
diversificado en una serie de yacimientos menores, que no articulaban la
economía provincial de la manera que lo hicieron los grandes yacimientos en los
siglos anteriores.
Estas
tensiones convocaron a criollos notables como: Olmedo, Rocafuerte, Vivero,
Roca, Marcos, etc., el limeño Vicente Morales Suárez, los argentinos Francisco
López Lisguer, Manuel Rodrigo y Luis Velasco. Los centroamericanos José Miguel
Ramos Arizpe, José Miguel Guridi y Alcocer y José María Coutó,[6] a
propender a la búsqueda de la independencia liderando los movimientos que
surgían en cada uno de sus países.
No era su
meta recuperar los viejos privilegios sino continuar la expansión de sus
negocios y consolidar su autonomía económica y política. Con mayor razón “tras
comprobar que la Monarquía no ofrecía las suficientes vías de crecimiento
esperadas y que el naciente liberalismo peninsular se mostraba claramente
colonialista con respecto a las regiones indianas”.[7]
[1]
Boletín de la Real Academia de la Historia, Gonzalo Anes y Álvarez de
Castrillón, “La América virreinal y los procesos de independencia”, Madrid,
Tomo CCIII – Cuaderno III, Pág. (6) 214,
septiembre-diciembre, 2006.
[2] Mariano Fazio, Op. Cit., Pág. 14.
[3]
Pedro Pérez Herrero, Patria y libertad de comercio, Revista La Aventura de la
Historia, Nº 60, Madrid, Arlanza Ediciones SA., Pág. 72.
[4]
Pedro Pérez Herrero, Op. Cit. Pág. 71.
[5]
Entre 1800 y 1820, fondearon en Guayaquil por varias oportunidades los
bergantines “Arrow” y “Albión”, las fragatas “Júpiter”, “Beaver”, “Bárbara”,
“Alcides”, “Victoria”, “Ballón”. Información que consta en los documentos
AHG-EPJ-1354, EPJ-1185, EPJ- 1518, EPJ-1252 (39 (33) (70), EPJ-1232, EPJ-1235,
EPJ-1504.
[6]
Jaime E. Rodríguez O., El nacimiento de Hispanoamérica, Vicente Rocafuerte y el
hispanoamericanismo, 1808-1832, México, Fondo de Cultura Económica, Págs.31-32,
1980.
[7] Pedro Pérez, Op. Cit. Pág. 75.
Estudios serios y documentados como este, nos ayudarán a formarnos un mejor criterio sobre las causas y consecuencias de episodios trascendentes como nuestros procesos independentistas.
ResponderEliminarGracias Dr. Gómez Iturralde por compartir sus conocimientos.
Espero segur leyendo sus artículos