La Toma de
Guayaquil VI
Los triunviros, ante la manifiesta intención de
hacerlos víctimas de un Juicio de Residencia amañado,[1] el
mismo día 30 se embarcaron hacia el Perú. Y Olmedo, el más ilustre prócer
ecuatoriano, se dirige a Bolívar con una extensa carta fechada en julio 29 de
1822, que muestra la integridad y superioridad de un hombre ultrajado y
calumniado: “Más sería precisa toda la filosofía de un estoico o la impudencia
de un cínico para ver el abuso que se ha hecho del candor de estos pueblos,
obligándolos a decir que han sufrido bajo de nosotros un yugo más insoportable
que el español, y para ver esta impostura autorizada con el nombre de Ud. en
los papeles públicos, difundidos por todas partes; y sin embargo, permanecer en
este país, o en cualquier otro de América, donde el conocimiento de nuestra
honradez y de nuestros puros sentimientos por la Patria y por la Libertad no
desmientan altamente aquella atrocísima calumnia”.
“¿Qué dirán los Gobiernos libres con quienes hemos tenido
relaciones, y a quienes llegó nuestro nombre con honor? ¡Vaya, que ha sido
hermoso el premio de tantos desvelos porque fuese este pueblo tan feliz como el
primero, y más libre que ninguno! No crea Ud. que hablo irónicamente, una
aclamación popular me sería menos grata. Ud. sabe por la historia de todos los
siglos, cuál ha sido la suerte de los hombres de bien en las revoluciones; y es
dulce participar de una desgracia más honrosa que un triunfo”.
“Yo me separo, pues, atravesado de pesar, de una familia honrada
que amo con la mayor ternura, y que quizás queda expuesta al odio y a la
persecución por mi causa. Pero así lo exige mi honor. Además, para vivir,
necesito de reposo más que del aire: mi Patria no me necesita; yo no hago más
que abandonarme a mi destino”. [2]
El 31 de julio, la Asamblea de Representantes continuó las
sesiones, que habían sido interrumpidas desde el 26 por la llegada de San
Martín a la ciudad, y considerando que por el voto “libre y espontáneo”, el
pueblo había declarado su voluntad por la incorporación a Colombia, “en su
virtud, la Asamblea declaró por aclamación, que desde aquel momento quedaba
para siempre restituida a la República de Colombia dejando a discreción de su
Gobierno el arreglo de sus destinos por el conocimiento íntimo que asiste al
Colegio Electoral de la benignas intenciones de S.E. para con el pueblo su
comitente”.[3]
En el colmo del éxtasis por el triunfo obtenido, J. Gabriel Pérez,
a nombre de Bolívar se dirige a los Secretarios del Colegio Electoral: “Con el
mayor gozo ha recibido S.E. el Libertador la aclamación generosa con que el
pueblo de Guayaquil por medio de sus dignos Representantes, ha fijado para
siempre su alto destino, entrando espontáneamente a formar el todo de la
gloriosa República de Colombia. Guayaquil, por este acto inimitable e
incondicional, ha contraído con el Gobierno de Colombia un derecho eterno de
protección y de gratitud. Pida Guayaquil cuanto haga su felicidad y gloria
compatible con la Soberanía nacional, que el Libertador se hará un grato deber
de rogar a los Representantes del pueblo en Congreso para que Guayaquil sea, si
es posible, la Provincia más favorecida de Colombia”.[4]
Sin embargo,
de esta maravillosa farsa, como no podía ser de otra forma, el 13 de agosto, al
mes de haber sido sumados por la fuerza, Bolívar se refería a los
guayaquileños, diciendo “que aun están por decirlo así, haciéndose los
melindrosos porque Colombia los ha incorporado por su propio bien”. Y más
adelante agrega: “las tropas de la Guardia en Quito han amenazado hacer una
insurrección (…) En Cuenca un batallón nuestro ha querido matar a sus jefes y
oficiales por la misma causa (…) Aquí el gobierno (la Junta de Gobierno) pagaba
a todo el mundo sus sueldos y pagaba una parte de la deuda mensualmente, y yo
no he podido hacer otra cosa para no desacreditar la administración de
Colombia”.[5]
Quiere decir que exageró al decir: “Las cosas de Guayaquil exigen mi persona
con la Guardia; aquel es un caos de ingratitud y mala fe”.[6]
No podía
ser de otra forma, El Republicano de Sur, al conocimiento de una carta de
Bolívar en que afirmaba que era vital tomar Guayaquil para asegurar el puerto,
editorializa en los siguientes términos: “Es candidez o audacia hacer alarde de
que Colombia protege a Guayaquil, cuando es Guayaquil, el que ha protegido a
Colombia dándole un puerto seguro en el Pacífico”.
Y en otro
editorial agrega: “Bolívar no supo de nuestra libertad sino meses después de
haberla proclamado, y lo supo porque le enviamos un mensajero a comunicárselo.
Nuestra libertad fue un sacrificio nuestro, no dádiva de Bolívar o Sucre. Esta
nación (refiriéndose a Guayaquil) y estos libertadores de otros pueblos carecen
de derecho para exigirnos en retribución a sus servicios el incorporarnos a
Colombia”.
Al poco
tiempo, Santander reiteradamente le pidió volver a Bogotá para resolver asuntos
vitales. Sin embargo, se sentía impedido de hacerlo: “lo que también me retiene
en el Sur, pues sería muy peligroso que yo me retirase a Bogotá en unos momentos
de conflicto, con unos pueblos de cuya fe no se puede tener la mayor confianza.
Ud. crea amigo que esto (Guayaquil) está
sumiso porque yo estoy con 2000 hombres de la Guardia”.[7]
Entonces,
no había tal que “el negocio de Guayaquil se ha decidido por aclamación y con
el mayor orden posible”. “En Quito no se pagan estas tropas ni tampoco a nadie
porque no hay con qué. Por esta causa y otras que yo no sé, nuestras tropas de
caballería están cometiendo infinitos desórdenes. Con este motivo he mandado que
Guayaquil mande dieciséis mil pesos mensuales al general Sucre, y con esto se
acabó la esperanza de pagar a nadie (…) Quito no puede mantener 1.000 hombres
de guarnición. Guayaquil dará seiscientos mil pesos de renta al año”.[8]
“Últimamente
se ha descubierto que el departamento de Quito no da nada, y que Guayaquil lo
ha de dar todo. Entienda Ud. que Guayaquil, para mantenerse muy mal tenía
establecidos empréstitos forzosos (se refiere a lo establecido por la Junta de
Gobierno); y añada Ud. que el clamor de Guayaquil es por que le paguen
seiscientos mil duros que le deben (…) Por supuesto, que para mantener las
tropas no se puede pagar a nadie (…) Ud. Dice que las cosas del Sur deben
marchar divinamente con Salom y su asesor (…) Yo añado que aunque no suceda, este país requiere de un tino
admirable para gobernarlo y toda la fuerza que tenemos en él. Ahora bien, la
fuerza que tenemos no se puede mantener sino a fuerza de sacrificios
dolorosos”.[9]
[1]
“Después que España hubo organizado administrativa y políticamente los vastos
dominios americanos, tuvo que idear un sistema de control eficaz. Era evidente
la distancia entre la metrópolis y sus dominios de ultramar, exigían un sistema
de vigilancia más o menos adecuado a sus finalidades de alta política (…) el
Juicio de Residencia no significaba de modo alguno lesivo de la autoridad, ni
de la persona del funcionario, sino que funcionaba como un acto
jurídico-político de responsabilidad de función”. Enciclopedia Jurídica Omeba,
Tomo XVII, Buenos Aires, Bibliográfica Omeba, 1969, Pág. 351. Sin embargo, este
instrumento en manos de enemigos era demoledor, por eso Olmedo en su carta a
Bolívar habla de: “esta impostura autorizada con el nombre de Ud. en los
papeles públicos, difundidos por todas partes; y sin embargo, permanecer en
este país, o en cualquier otro de América, donde el conocimiento de nuestra
honradez y de nuestros puros sentimientos por la Patria y por la Libertad no
desmientan altamente aquella atrocísima calumnia”.
[2]
Olmedo, Epistolario, Págs. 497-499.
[3]
O’Leary, Memorias, Págs. 352-353.
[4]
Ibídem, Págs. 354-355.
[5]
Bolívar, Op. Cit., Págs. 667-669.
[6]
Con esta expresión, deja en claro su predisposición contra una provincia y su
gobierno, de los cuales era imposible que tuviese otra información que la
procedente de los pro anexión a Colombia, y naturalmente de Sucre.
[7]
Bolívar, Op. Cit., Págs. 667-669.
[8]
Bolívar, Op. Cit., Págs. 680-682.
[9]
Bolívar, Op. Cit., Págs. 685-687.
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