domingo, 13 de enero de 2019






La Toma d Guayaquil VII
A Fernando Peñalver, escribe: “La libertad del Sur nos ha dado cuatro hermosas provincias: la de Quito es grande, bella y poblada, y Guayaquil es incomparable y preferible a todas, aunque menos poblada; en lo sucesivo dará un millón de pesos anuales”.[1] “Por supuesto todas extorsiones se culparán a Colombia que se haría más odiosa que España, porque, en efecto, ésta no le ha hecho al Sur la mitad del daño que le espera (…) Guayaquil es una ciudad que está toda metalizada; no ha sido guerrera y el gobierno que ha tenido (la Junta) la ha contemplado como la niña de sus ojos (…) Yo sé que en todas partes cuesta tomar hombres, pero aquí es mucho más (…) El amor a la patria no se conoce y por lo mismo tampoco los sacrificios heroicos”.[2]
¿Amor a qué patria?: a una sociedad desconocida, desvinculada a su historia y ajena a su cultura e identidad. A una Colombia, a la que Guayaquil perteneció cuando esta fue virreinato,[3] sin embargo nunca hubo contacto oficial o de comercio con ella. Desamor hacia una patria tan lejana, que la única noticia vinculante es una referencia de 1719, que describe el viaje desde la isla Puná a Guayaquil y hasta Babahoyo, de quien fue el primer virrey de Nueva Granada, el Conde de la Cueva, para desde allí continuar a lomo de mula hasta Santa Fe. ¿Patriotismo y sacrificios heroicos a cambio de qué? ¿Acaso por la felicidad de ser reconocidos como colombianos agradecidos por el sometimiento arbitrario, y la permanente exacción de sus dineros para gastos militares?
El 30 de enero escribe desde Quito a Santander: “En Guayaquil hubo una conspiración de asesinos para matar y saquear (…) La conspiración que se tramó en Guayaquil (…) era un proyecto miserable pero atroz de algunos canallas. Pienso castigarlos ejemplarmente y lo mismo haré con todo lo que ocurra en este país, que está tranquilo y no debemos dejarlo alborotar (…) Ahora mismo sigo a Guayaquil donde tenemos un mundo de tropa y otro mundo de deudas, pero haré frente a todo, porque no faltan recursos (en Guayaquil) para algunos años, aunque estos recursos serán bañados de lágrimas y sangre, porque esta gente es muy dura para dar, y no han padecido todavía las grandes crueldades españolas”.[4]
Cuando en 1823 se inició la campaña para la liberación del Perú, las cosas en nuestro país, especialmente en Guayaquil, se tornaron insoportables. La ciudad fue convertida en centro de reclutamiento, de embarque de tropas y vituallas. Por su condición de ciudad-puerto y provincia de gran productividad, fue transformada en centro de acopio de víveres para alimentar a los miles de hombres acantonados en ella, en espera de ser embarcados. Consecuentemente alcanzó un nivel inflacionario intolerable para sus habitantes de todas las clases sociales y condiciones económicas; la pobreza en el pueblo llegó a niveles de miseria nunca antes experimentados.
Desde un Guayaquil esquilmado y forzado a entregar jóvenes para enviar al Perú, las ganaderías saqueadas y sus semovientes requisados, donde no había mano de obra para movilizar las cosechas, pero sí quien demandaba un patriotismo imposible de sentir para participar en una guerra en tierra extraña a 300 leguas de distancia de sus casas y familias: “Voy a hacer un esfuerzo extraordinario, escribía, para meter en Lima 3000 hombres nuestros a las órdenes del general Valdés (…) Ya hemos gastado cien mil pesos y estamos empezando la empresa (…) Esta ciudad ya no puede quedar sin una guarnición de tropas de Colombia, porque cada día nos estamos haciendo más odiosos con los sacrificios que exigimos a este pueblo, que todo, todo, es comerciante y avaro. Felizmente da con que mantener una fuerte guarnición”.[5]
“Todo ha sido violencia sobre violencia. Los campos, las ciudades han quedado desiertas para tomar 3000 hombres y para sacar doscientos mil pesos. En Quito y Guayaquil se han tomado los hombres todos, en los templos y en las calles, para hacer la saca de reclutas. El dinero se ha sacado a fuerza de bayoneta”. “Guayaquil es el punto más importante del Sur y para su defensa necesita 3 o 4000 hombres buenos”. “¿Creerá Ud. que a fines del mes pasado habíamos gastado ya en Guayaquil cuatrocientos treinta y un mil pesos en tres meses? Sin haber acabado los gastos de la expedición, y sin contar con los gastos que hemos hecho en el departamento de Quito: de suerte que habremos desembolsado medio millón de pesos en auxilio del Perú”.[6]
El 26 de abril llegaron a Guayaquil los oficiales peruanos coronel Francisco Mendoza y marqués de Villafuerte, comisionados del presidente Riva Agüero, para solicitar al Libertador que se trasladara al Perú. El 7 de agosto de 1823, escribe desde Guayaquil al general Bartolomé Salom: “En este momento me embarco y sólo le escribo estas cuatro letras para encargarle de nuevo todas las órdenes que le he comunicado. Tengo la mayor confianza, o por mejor decir, la plena seguridad que quedando Ud. aquí, yo no hago falta en estos dos departamentos (Guayaquil y Quito). Ud. tendrá tanto celo y vigilancia como acostumbra”.[7]
Hasta el 9 de diciembre de 1824, en que luego de la “escaramuza” de Junín donde bastaron dos cornetazos y cuatro redobles de tambor para que los realistas abandonasen el campo y se produjera la llamada batalla de Ayacucho,[8] duró la recluta de hombres y las exacciones forzadas de dinero. Sin embargo, Guayaquil como sociedad productiva, exhausta, aunque esquilmada, aun clamaba por su autonomía.
Los comentarios sobre la verdad de la anexión manu militari dejaban traslucir una sensación de culpa en aquellos que apoyaron a Bolívar. Cubitt publica la “prueba de esta afirmación en la forma de declaraciones hechas sólo dos años después del golpe bolivariano, y provenientes de algunos de los pro-colombianos más dignos de confianza. Así, tanto Manuel Marcos como Francisco Bernal se referían a <el odio de muchos individuos de este País contra la República…>. José Ignacio Gorrichátegui hablaba de <el odio que profesaban a los adictos a Colombia…>. Juan Illingworth daba cuenta que Vicente Ramón Roca, un entusiasta partidario de Colombia, salió a acoger a Bolívar <en medio de las maldiciones de sus paisanos…> León Febres Cordero puso hincapié en <Esta opinión [a favor de la independencia absoluta] que llegó a generalizarse…> y agregaba que Vicente Roca era <uno de los pocos que anhelaban por la agregación [a Colombia]…> José María Peña recordaba <la época de 822 a 823 en que Guayaquil fluctuaba entre división de opiniones, con preponderancia las contrarias a la agregación…> Finalmente, el general Morales anotaba <el odio suscitado en este país contra la República…>”.[9]



[1] Bolívar, Op. Cit., Págs. 688-689.
[2] Bolívar, Op. Cit., Págs. 698-700.
[3] “Hasta 1804 el distrito de Guayaquil formaba parte de la Presidencia de Quito y entre 1717-1720 y 1739-1804 fue parte del Virreinato de Nueva Granada. La cédula del 7 de Julio de 1803, (la cual no entró en vigencia hasta el año siguiente), desprende la Gobernación de Guayaquil de Quito y Bogotá y la anexa al Virreinato del Perú para efectos de administración, justicia, guerra y hacienda. Se dio como razón, para la transferencia de jurisdicción, la de que había necesidad de incrementar las defensas del puerto de Guayaquil, y que era más fácil que viniese ayuda por mar desde Lima que por tierra desde Bogotá”. Michael E. Hamerly, “Historia Social y Económica de la Provincia de Guayaquil, 1763-1842”, Guayaquil, BCE. 1987, Pág. 36.
[4] Bolívar, Op. Cit., Págs. 719-721.
[5] Carta a Santander, Guayaquil 12 de marzo de 1823, Op. Cit., Págs. 724-727.
[6] Cartas a Santander, Guayaquil, 15 y 19 de abril, y 14 de mayo de 1823, Op. Cit., Págs. 736, 738 y 746.
[7] Bolívar, Op. Cit., Pág. 795.
[8] Carta de Sucre a Bolívar del 9 de diciembre de 1824 en que comunica el triunfo de Ayacucho y el fin de la guerra de independencia. Sucre, “De mi propia mano”, Págs. 185-186.
[9] Archivo Histórico del Guayas, ms 2497. Vicente Ramón Roca pide certificación de sus servicios patrióticos, 1824. En Cubitt, “Economía y Política en Guayaquil Independiente: El Amigo del País de Francisco Roca, 1822” Guayaquil, Revista del Archivo Histórico del Guayas Nº 19, junio 1981, Págs. 17-18.

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