El caballo en la conquista
En la conquista y colonización de América, el caballo aparece como uno de los elementos que hicieron exitosa la campaña de sometimiento de los indígenas. En efecto, debió generar asombro en los aborígenes el ver a los conquistadores montados en esos “animales raros” que ellos desconocían. Mucho se ha especulado sobre la gran ventaja que constituyeron estos animales y las armas de los españoles para el éxito de la conquista.
Sobre el caballo en la conquista hay relatos de México y de lo exitoso de su uso, entre ellas las que relatan el pánico que generó en los indígenas, especialmente durante la captura de Atahualpa. Por lo tanto su introducción de está vinculada no solo al aspecto bélico y militar, que en el principio realmente tuvo, sino que, luego en el desarrollo de la colonización aparece como un elemento fundamental para facilitar el transporte y extender el dominio territorial, cuanto para el control político y militar de las zonas y comunidades sometidos.
Sea entre la realidad y el mito el caballo se introdujo como un elemento que posibilitó el transporte, pero, al mismo tiempo facilitó la conquista y ayudó a la expansión de la colonización. Originalmente la trata o negocio ganadero estaba en manos de la corona, y salía a ultramar desde variados puertos de Andalucía, hasta que en 1503 se fijó a Sevilla como sede de la Casa de Contratación.
Por esto resulta lógico pensar que todos los ganados, caballar, vacuno, etc., enviados al Nuevo Mundo, procediesen de la actividad pecuaria andaluza. Así pasó el caballo a ser uno de los animales más relevantes en la economía y sociedad de finales del siglo XV y XVI. Esto se concluye fácilmente de las cifras que arrojan las exportaciones a América y los ingresos económicos que percibía la región por tales ventas.
Con el relato que Pascual de Andagoya hiciera sobre el rico imperio incásico, fue creada la sociedad destinada a financiar su conquista, Francisco Pizarro zarpó de Panamá el 14 de noviembre de 1524, en una nave al mando de ochenta soldados apoyados con cuatro caballos andaluces.
En los desembarcos exploratorios realizados en nuestras costas, con seguridad participó por lo menos un jinete, basta recordar la superioridad táctica y psicológica que este les daba sobre los indígenas. El 27 de diciembre de 1530, también desde Panamá, Pizarro se hace a la mar en busca de su destino como conquistador del Perú en la cual tuvo el caballo determinante participación.
A principios de 1534, Pedro de Alvarado, en un intento de despojar a Pizarro de los territorios otorgados por la corona, zarpó desde Guatemala con 500 hombres y 40, caballos que desembarcaron en las costas manabitas a fin de alcanzar los Andes. Luego de permanecer perdidos en la selva coronaron la cordillera y convertidos en una pandilla hambrienta llegaron al valle para sufrir la terrible decepción de hallar huellas frescas de caballo que pertenecían a la tropa que Almagro y Benalcázar habían movilizado para interceptarlo.
Este episodio ocurrido en agosto de 1534, constituye la primera referencia de la presencia del caballo en nuestro territorio. Esto evidencia que los “hijosdalgo” que buscaban fortuna en la conquista debían llevar sus propias armas y caballo, aportes que exhibían al momento de solicitar privilegios a la corona.
Igual cosa ocurrió en el traslado y asentamiento de la ciudad de Santiago (de Guayaquil) a orillas del río Babahoyo, en ella tenemos la primera noticia de la llegada del noble equino y su participación en la lucha contra Chonos y Punáes. Hay un documento en que consta que estando cercados por los indígenas, consideraron necesario enviar una partida de jinetes a Puerto Viejo en busca de socorro.
Pero apercibidos los chonos de su salida los emboscaron al cruzar el río Baba, a lo que se refiere Rodrigo de Vargas Guzmán: “e alli y un estero del dicho rio nos mataron siete españoles e siete caballos e yeguas entre las quales me mataron e perdi una yegua castaña mui buena que yo llevava”. Este documento evidencia la presencia del caballo andaluz en Guayaquil.
La posesión de un caballo siempre fue y continúa siendo una cuestión de estatus. Es así como el encabalgamiento fue la representación de la máxima condición social. Los reyes eran representados a caballo en monedas, retratos, esculturas, etc., por tanto lo imitaba la mayor parte de los nobles. En nuestra ciudad, como en otras, las fiestas de tabla o actos oficiales todos marchaban en rigurosa colocación y orden categórico muy estricto.
Ninguno podía osar adelantarse al que una prerrogativa o privilegio de su título le asignaba un lugar más alto. Los alcaldes con sus varas y el escribano de Cabildo siempre a caballo, en los vuelcos izquierdos de sus capas exhibían las cruces de Calatrava, Santiago o de Alcántara.
“Sombreros de tres candiles, los clericales de teja y los de falda tendida, coquetones todos con sus caireles de plata u oro. Majestuosos y esponjados con sus blanqueadas pelucas desfilaban graves, poseídos de su gran misión. Los de a caballo, se formaban conforme a su categoría, tras una banda de clarines, flautines y tambores. El Alférez Real, jineteando un alazán, portaba el estandarte acolitado por dos caballeros, también montados, que sostenían los cordones de la escolta” (Modesto Chávez Franco).
El caballo no solo trajo beneficios para la conquista y el dominio colonial. Favoreció el transporte, y permitió el control y dominio de los espacios conquistados y pueblos sometidos. Una vez concluida la lucha e iniciada la colonización, el uso del caballo andaluz fue destinado a fines pacíficos y su protagonismo fue tan significativo que se encuentra presente en muy extensa documentación.
El negocio caballar entre Andalucía y América creció y con ello surgió una enorme red de intermediarios que una vez llegado a su destino el precio del animal se multiplicaba en ocho y diez veces. De allí que su utilización en las labores agrícolas no haya tenido aplicación, no solo por su escasez sino por los grandes precios que alcanzaban.
También tuvo otro lado el de litigios que se ventilaron en procesos judiciales. Un ejemplo de ello fue el caso de Pedro Cisneros contra francisco de Figueroa por el hurto de un caballo en 1709.
El proceso instaurado por este robo señala que Francisco Figueroa “abra un año que me hurto un caballo vayo sobre rocio deste pueblo que tenia a su cargo Domingo Enaja mulato de doña Ursula de Palma comarao y de noche se lo llevo el suso dicho y se lo a benido rapándole una oreja por que no le conocieran yo ni los que los conocen y ayer…contaron veite y quatro del corriente andando buscando en el paraje de la Loma una yegua mia para cojerla, topé el dicho caballo en dicho paraje y conociéndolo y quiriendolo coxer llego un negro de (buenaventura) llamado Manuel y me lo ayudo a coger en su casa y viniendo en el para mi casa que es casa del capitán don Andrés del Castillo pasando para la casa del dicho Figueroa y me salio diciendo que para que la avia coxido su caballo y diciéndole yo no es señor mio que a mucho tiempo se me perdio y como tenía ambas orejas y ahora esta sin una aunque lo abre visto no lo avere conocido y el dicho Figueroa articabando que hera suyo y yo a que no y luego visto se apretao dijo que se lo avia encargado Juan Guerrero y estando alli un negro de Lisondo llamado Lorenzo le dijo compadre si no es tuyo déjaselo no te metays con el señor y bulbiendo a mi casa para una guerta (que estava) cojiendo en dicha …(roto en el original) …benida malicia y alevosía con un rejon en una alta de quatro brazas tirándome a palos y lanza del que tácitamente a buen librar pude escapar con mi espada haziendomela pedazos baldado de un brazo que no pude usar del ni puedo asta que me aparte por benir a caballo indefenso y atrendiendo al peso de mis obligaciones y ser caso de poderme perder ynquinandome y para que tenga el debido castigo que este caso merece asi para enmienda de este y exemplar a otros y como por le hurto con otros que protesto sacarle a su tiempo se a de servir Vuestra Merced de ponerle pavo para probarle dicho caso de hurto por que el de la levosia de quererme matar fue de mi a el y solo se allo en ambas ocasiones el dicho negro Lorenzo en la postura salio quando yo ya me avia librado de que me matase que me vinia sigiendo y lo atajo el dicho negro lo qual no acavo de excutar en matarme (Sic)” Ya ustedes pueden darse cuenta, estimados lectores, cuan peligroso era hurtar un caballo ayer como hoy.
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