viernes, 18 de octubre de 2019


La base agraria en el desarrollo económico de Guayaquil

En las ricas tierras aluviales bañadas por un intrincado tejido de ríos, esteros, canales, etc., crecía el cacao esparcido por los monos. Su almendra cocinada en miel silvestre, constituía una agradable bebida indígena. La cual, introducida en España desde México, y generalizada en Europa occidental, se transformó en producto vital para la economía colonial, especialmente la de Guayaquil. La encomienda y otros privilegios establecidos por la corona, permitieron la apropiación de la tierra, la creación de huertas, y, con estas, el establecimiento del comercio del cacao, como elemento principal en su relación con Lima, Panamá, México y España. Esta actividad, sometida al monopolio de los comerciante piuranos y limeños, representa la lucha secular que sostuvo Guayaquil por sobrevivir, pese a las cargas y trabas coloniales. Fue un producto vital para su comercio internacional y semilla indiscutible de su independencia.

La agricultura y el campesino, eran fundamentalmente indígenas, aunque sumamente afectados por la cada vez mayor presencia de cultivos, animales domésticos y hombres provenientes de España. Productos como el maíz, ají, fríjol, papa, calabaza, agave, camote, tomate, mandioca (yuca), aguacate, zapote y muchos otros más, eran plantas alimenticias cultivadas por los americanos del callejón andino y la sabana costera del hoy, nuestro país. De estos, el cacao, paulatinamente comenzó a destacarse como elemento agrícola determinante de la economía colonial de la Costa. La aparición de la ganadería también provocó transformaciones sorprendentes. Vacunos, cerdos, ovejas, cabras y caballos se reprodujeron en forma rápida y pronto transformaron la vida y la economía del campo

“La propia ciudad de Guayaquil conoce un enorme crecimiento urbanístico que, a pesar de los estragos causados por los continuos incendios, se refleja en la multiplicación de barrios, en la ampliación de servicios públicos y en la notable mejora de las condiciones higiénicas. Incluso en la red vial regional se llegan a plantear innovaciones, como los diversos proyectos para mejorar las comunicaciones entre Costa y Sierra, proyectos que resultaron fallidos por diversas razones, entre ellas el desinterés de los propios guayaquileños, que ya habían comprobado que era en el mar y no en la Sierra donde se encontraban sus posibilidades de desarrollo.” (María Luisa Laviana, Guayaquil en el siglo XVIII, recursos naturales y desarrollo económico, 1987)

Hasta 1576, la actividad comercial de la ciudad y provincia de Guayaquil se reducía a hacer negocios movilizando productos entre los puertos del norte, centro y sur de América. Sedas chinas, añil, brea, jarcia, etc., procedentes de México y Centroamérica a Guayaquil y Lima; y del Callao hacia el norte, vinos y paños del Perú. Los negocios de Guayaquil, presentaban una balanza desequilibrada, pues no tenían, aparte de la madera y la caña guadua, un producto exportable que diera por resultado un balance nivelado entre las importaciones y las exportaciones. 

En un tiempo relativamente corto ese producto sería el cacao, producto muy apreciado en el mundo azteca pero reservado al consumo de los nobles. Con la conquista se popularizó, y entre sus adictos no se contaron solo los naturales, sino las mujeres españolas, quienes inventaron nuevos modos de prepararlo. Como la producción de la Nueva España no alcanzaba a satisfacer la demanda, se fomentó el cultivo en Guatemala. Mas, pese al incremento, mantuvo un nivel de precios favorable. Uno de los puertos frecuentados por los barcos guayaquileños era Acajutla, lo cual indujo a sus autoridades a aficionarse de nuestro mercado. Los comerciantes mexicanos empezaron a venir a Guayaquil, y se desarrolló un tráfico de productos a entrega futura, que en tejos de oro y barras de plata se pagaba la carga de cacao a 15-18 pesos. Esta relación creciente, a partir de 1593, llevó a los comerciantes guayaquileños a iniciar en sus propios barcos la exportación en gran escala.  

Elevada la provincia de Guayaquil a gobernación militar (1761), se produjeron grandes cambios en las leyes. Y la migración interna permitió alcanzar el suficiente poder poblacional y económico para lograr por sí sola su independencia de la corona española. Los braceros serranos se daban cuenta de que solo Guayaquil les ofrecía oportunidades para prosperar, no únicamente por su creciente expansión económica, sino por la propia estructura social costeña, más flexible y abierta y por consiguiente dotada de un mayor grado de movilidad y aceptación hacia los afuereños. Comienza entonces la provincia a recibir una masiva migración desde la Sierra, que no solo contribuyó al espectacular auge poblacional de la provincia, sino que le proporcionaron la fuerza laboral necesaria para explotar su potencial agrícola. 

 “La acumulación de la mayoría de estas transformaciones, si no todas ellas, en el último tercio del siglo XVIII confieren a esas pocas décadas una categoría especial en la evolución de Guayaquil, que tras un pausado y lento desarrollo en los dos siglos y medio anteriores, parece tener de pronto prisa por convertirse en una gran urbe, y lo conseguirá en muy poco tiempo, en perfecta simbiosis con su provincia, cuyos productos encuentran en el puerto su mejor vía de salida” (Laviana). Estos son los elementos sobre los cuales se construyó la fuerza económica del Guayaquil de hoy.

“La estrecha conexión entre geografía y desarrollo económico se hace especialmente evidente en Guayaquil, quizá más que en otro lugares, tanto en lo que se refiere a la producción agrícola como a la actividad industrial y comercial, pudiéndose afirmar que la historia económica de Guayaquil durante el periodo colonial viene definida, al menos parcialmente, por sus características geográficas” (María Luisa Laviana).
¿Qué se quiere decir con esto? Sencillamente que el acierto y la oportunidad con que los fundadores y primeros pobladores supieron elegir el último asentamiento en 1547, fue determinante para su vida futura. Situada a la orilla del Guayas, en el punto en que convergen las dos fuentes fluviales del Daule y Babahoyo, pronto se convierte en centro vital que controla toda la producción de la gran cuenca del Guayas y su extensa red fluvial. Y, por añadidura, en el único centro de abastecimiento, paso obligado del comercio con la Sierra centro-norte y todas las poblaciones ribereñas y de toda actividad económica y administrativa de la Real Audiencia.

Además, desde su fundación adquiere una gran importancia para el comercio internacional, pues, estaba situada en el centro de la vía que enlazaba por la vía marítima, al Perú, Tierra Firme (Panamá) y Nueva España (México). Con el paso del tiempo, su condición de forzosa escala entre los virreinatos de Nueva España y Nueva Castilla. Dio paso al ingreso de todo tipo de productos europeos que se distribuyeron en todo el país, recibió a las compañías teatrales, ópera y culturales en general, mucho antes que otras regiones de la Audiencia.

Laviana Cuetos dice que: el presidente de la Audiencia de Quito, José García de León y Pizarro, informa en 1779 al virrey limeño que “es constante que Guayaquil puede ser una de las ciudades de mayor comercio y riqueza de América, y que no tiene todo el de que es susceptible si se atiende a su situación y admirable proporciones de naturaleza”. Y un año más tarde, insiste que es “un hecho incontestable que Guayaquil y su provincia es uno de los territorios de las mejores proporciones de esta América Meridional para dar extensión a los dos importantísimos ramos de comercio y agricultura porque sus feracísimos campos son capaces de producir muchos frutos, y su admirable río facilita la exportación e importación de ellos y demás efectos con una facilidad y comodidad que logran pocas provincias del mundo”, y por tanto es necesario “averiguar las verdaderas causas que impiden su efectuación y los remedios que puedan promoverse para su logro”. Este extraordinario florecimiento económico que transformó a la ciudad, tiene lugar al comienzo del tercer tercio del siglo XVIII y se debió principalmente al incremento de la producción y exportación cacaotera.




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