domingo, 27 de octubre de 2019



La primera plaza pública

Por los meses de octubre o noviembre de 1535, apenas realizada la mudanza a orillas del río de Guayaquil, del pequeño caserío que más tarde sería la ínclita ciudad de Santiago de Guayaquil, lo primero que se levantó, para que los hombres puedan elevar sus preces al cielo, y muchos calmar su “mala leche”, fue una iglesia que forzosamente, como era el concepto urbanístico de entonces, la pusieron a presidir el poblado desde la primera plaza pública. Con esta misma modalidad, a lo largo de una trashumancia de 13 años, en cada nuevo asentamiento que se vio obligada a ocupar se mantuvo una “plaza” como el centro de la vida citadina. 
Finalmente con solamente 45 vecinos, y una población total que no pasaría de 150 personas, parece que por coincidencia, el 25 de julio de 1547 se asentó Guayaquil sobre el Cerrito Verde (Santa Ana) edificada en terreno alto con figura de silla estradiota (la iglesia mayor en el cerro Santa Ana en 1571 continuaba siendo la única iglesia de la ciudad), “por lo cual no es de cuadras ni tiene plaza, sino muy pequeña no cuadrada. Está poblada en un cerro, porque todo los demás de la tierra se aniega” (acta del Cabildo). En 1590, dice Fray Reginaldo de Lizárraga que “toda la vecindad estaba poblada en la Plaza de arriba donde estaban las Casas del Cabildo y la Iglesia Mayor”.
Finalmente la ciudad, una vez asegurados y convencidos sus vecinos que nunca más sería atacada por los chonos, comenzó a edificarse en la planicie al pie del cerro, y el Convento Hospital Real de Santa Catalina Virgen y Mártir fue fundado en 1564 bajo la administración de los frailes dominicos. Modesto Chávez Franco, en sus Crónicas de Guayaquil Antiguo”, al referirse a las celebraciones de la fiesta de Santiago, Patrono de la ciudad, dice: ¿Por qué están al vuelo las campanas de la Iglesia Mayor, de Santo Domingo, de San Agustín, de San Francisco del Arrabal y hasta los esquiloncitos de la capilla del Hospital de Santa Catalina (…) Por qué van los negros por las calles escoba en mano? ¿Por qué los alguacilillos espantan los perros, chucean los cerdos y llevan de cabestros los burros y las vacas que andaban pastando tranquilamente (…) Por qué se alza esa tarima como para palco a toros en la plaza de Santo Domingo, y se nota en el ambiente y en las casas animación de fiesta?”
Una vez instalada en la planicie, la ciudad tuvo su Plaza Mayor, situada en lo que actualmente es la Plaza Colón, espacio que en 1870, una vez terminada la  construcción de la Iglesia de la Concepción (que desapareció en el gran incendio de octubre  de 1896), fue inaugurada junto al cuartel llamado también de la plaza de la Concepción (actual plaza Colón). 
En 1693, la ciudad se divide en Ciudad Nueva y Ciudad Vieja y la Iglesia Mayor con su correspondiente Plaza de Armas, es levantada en el espacio que hoy ocupan la catedral y el parque Seminario. 
El parque Seminario fue entregado a la Municipalidad a las cuatro de la tarde del miércoles 18 de septiembre de 1895. La ceremonia fue relevada por las autoridades de la provincia: Jefe Civil y Militar de la plaza, Jefe Civil del Cantón, el Jefe del Cuerpo de Bomberos y la oficialidad. Todas las casas vecinas que lo circundaban habían sido engalanadas con cortinas y banderas, tanto el teatro “Oasis” como la refresquería del señor García Antiche, exhibían banderas azul y blanco, arcos hechos de palmas, y desde las primeras horas de la noche, los edificios del vecindario se iluminaron profusamente. 
Como lo esperaban las autoridades municipales, la inauguración de este pulmón de la ciudad y centro de esparcimiento, fue concurridísima. Desde tempranas horas de la mañana, señoras de la sociedad, grupos de jóvenes y señoritas, departían en las calles laterales del parque en espera de su apertura, aumentando así el esplendor de la fiesta. 
Momentos antes de la hora señalada para el acceso del público invitado, la orquesta de la Sociedad Filantrópica del Guayas bajo la dirección del señor Claudino Rosas, ejecutaba hermosas piezas musicales, igual cosa hicieron durante la ceremonia de inauguración. La llegada de la noche sorprendió a la juventud entusiasmada, pero no por esto se interrumpió la fiesta, por el contrario, continuaron los paseantes con la diversión. 
La iluminación de la plaza presentaba un fantástico paisaje, animando la concurrencia las bien ejecutadas piezas de la orquesta, hasta muy avanzada la noche. La verja que rodea la estatua del Libertador ostentaba una vistosa combinación de luces. En el kiosko, la orquesta de la Filantrópica bajo la hábil dirección del profesor señor Claudino Rosas, ejecutó las piezas de música anunciadas en el programa de la fiesta.
En la calle, desde las cuatro de la tarde, las cosas no se daban en menor grado, las bandas de los distintos batallones acantonados en la ciudad, dedicaban tres piezas musicales frente a la casa en que habitaba cada uno de sus jefes. Empezaban por el de mayor graduación, y terminaban la serenata con el oficial de guardia dentro del cuartel. 
Una vez finalizado este acto de cortesía militar, hacían lo propio con el jefe político, el presidente del Concejo, jefe del Cuerpo de Bomberos y del intendente de Policía, terminado lo cual, ya en la nochecita, pasaban a la plaza de San Francisco, donde todas las bandas militares, por turnos, ofrecían una retreta al principal invitado que era el gobernador con su familia, quien disfrutaba el concierto juntamente con el numeroso público que desde tempranas horas, se arremolinaba en espera del espectáculo. 
A principios de siglo, la Comandancia de Armas, mediante una Orden General estableció que las bandas del Ejército celebrarían estos espectáculos musicales, los domingos en el parque Seminario; los martes y sábados en la avenida Olmedo, junto al monumento y los jueves en la plaza Rocafuerte. A partir de su creación, el parque Seminario fue centro de celebración de quermeses, paseos de los colegios, y tantas actividades sociales y de beneficencia que se celebraban en nuestra ciudad, a las que la juventud de principios del siglo XX, asistía luciendo trajes frescos y aparentes. 
En torno a su glorieta adornada con arabescos vegetales de hierro forjado, que todavía admiramos, que realzan su plácida apariencia y son motivo de atracción turística, se instalaban los mayores a charlar y vigilar a las jovencitas. También, el público reunido en torno a ella, disfrutaba de las diferentes bandas de músicos que, durante tales eventos se esforzaban por darles el toque de alegría, con piezas musicales escogidas entre clásicas y propias de nuestra región.
Desde sus primeros años, el parque Seminario exhibía sus árboles mozos, que hoy, como viejos ancestrales dan un marco de frescor a la hermosa estatua ecuestre del Libertador, inaugurada el 24 de julio de 1889. Y en conjunto, a lo largo del tiempo, han sido testigos de las mutaciones de la Catedral de Guayaquil: desde el viejo edificio de madera, achaparrado y feo, que a fin de mejorar su apariencia lo pintaban simulando mármol, hasta el actual templo gótico refaccionado que enorgullece a la ciudad. 
En la actualidad, algunos con mucha imaginación y poca información creen y hacen creer a la juventud que la caribeña “guayabera”, que hizo su aparición en nuestra ciudad por la década de 1950, es la camisa tradicional guayaquileña y montubia, presentando como típico su uso con corbata de “pajarita” y tostada. “La cotona”, es una camisa de manga larga, sin cuello, confeccionada en tela de algodón que diariamente usaban los montubios para su trabajo en el campo, los mayordomos la vestían de mejor calidad y cuello de casaca militar y los patronos, elaboradas en hilo, las usaban inclusive en la ciudad. La historia oral y tradiciones hay que respetarlas, instruir a los estudiantes de turismo para que no desparezcan de la memoria ciudadana.

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