Guayaquil antes de los españoles y los navegantes veleros
prehispánicos
Nuestra
historia litoralense ecuatoriana no comienza con la conquista hispana, aunque
así se ha querido que la veamos. Lo nuestro, el espíritu autonomista que nos
identifica empieza mucho antes.
En
nuestro extenso y fértil territorio costero y cálido había culturas,
religiones, señoríos, cacicazgos, organización política, acciones
guerreras. Estas organizaciones sociales tenían activo y extenso intercambio y
comercio en la gran red fluvial del Guayas.
Incluso
estos pueblos prehispánicos autóctonos habían conformado una sociedad
indígena estructurada que habitaba en una población llamada Guayaquile. Esta
organización social ya existía a orillas del río de Guayaquil, como veremos
más adelante, cuando al finalizar 1535 Benalcázar cumple el traslado de la
ciudad de Santiago al litoral.
También
los manteño-huancavilcas, únicos navegantes veleros de América, en su
intensa práctica de comercio dinámico realizaban un recorrido activo y
extenso en balsas hasta el Perú por el sur y hacia el norte hasta Acapulco
(México) navegando grandes distancias en mar abierto por la ruta de
Galápagos.[1]
Señalan
las crónicas que el célebre navegante y piloto de la conquista del Perú,
Bartolomé Ruiz, en su segundo viaje, recibió de Pizarro la orden de explorar
las costas en busca de alimentos y agua. Mientras navegaba frente a la bahía
de San Mateo avistó una vela en el horizonte.
Sorprendido,
pues sabía que ninguna otra expedición se había hecho a la mar antes que la
suya, enrumbó hacia esta su embarcación con el ánimo de abordarla.
Cual
su sorpresa, Bartolomé Ruiz no se encontró con una embarcación cualquiera,
sino con una balsa velera que fluidamente realizaba viajes oceánicos. Era los
puneño-manteño-huancavilcas que navegaban rumbo al norte. Ruiz, en su
bitácora, registra extensa y con detalle su encuentro con la embarcación, sus
tripulantes y lo que en ella se transportaba:
Traían
muchas piezas de plata y oro para el adorno de sus personas, para hacer trueque
con ellas con quien iban a contratar, que intervenían coronas y diademas y
cintos y pañetes y armaduras, coraza de piernas y petos y tenacelas y
cascabeles (...) tazas y otras vasijas para beber (...) traían muchas mantas
de lana y de algodón y camisas y aljujas y alcaceres y aleremes y otras muchas
ropas todo lo más bello muy labrado de labores muy ricas, de colores de grana
y carmesí y azul y amarillo.
También
la crónica hace referencia a determinadas costumbres indígenas respecto a la
organización religiosa y administrativa de cuatro pueblos que conformaban el señorío
de Salangome, situado en el actual puerto de Salango y la isla del mismo
nombre. En esta crónica, el conquistador se refiere a un adoratorio:
Hay
una isla en el mar junto a los pueblos donde tienen una casa de oración hecha
a manera de tienda de campo, toldada de muy ricas mantas labradas a do tienen
una imagen de una mujer con un niño en los brazos (...) tienen muchas
herramientas de cobre e otros metales con que labran sus heredades y sacan oro
(...) tienen los pueblos muy bien trazados de sus calles, tienen muchos
géneros de hortalizas y tienen mucha orden y justicia.
Con
lo que el piloto Ruiz se dio de manos a boca, no fue solo una balsa cargada de
piezas de oro, tejidos, vasijas, etc. Ni con un señorío indígena costeño,
con religión, organización política, organización urbana y trabajo
colectivo. El navegante español con lo que se encontró fue con una
ordenación de hábiles navegantes, que realizaban un diligente sistema de
comercio autónomo que nos ha marcado desde tiempos remotos.
Nada,
o poco, se han ocupado nuestros historiadores y cronistas del famoso piloto
Bartolomé Ruiz de Estrada, a quien un concienzudo autor, califica justamente,
de alma del descubrimiento pues, que sin su audacia y pericia, habría
fracasado por entonces la revelación del 'Imperio de los Hijos del Sol'. Y es
tanto más punible este descuido, cuanto que Ruiz fue el primer europeo que
reconoció y visitó tierras ecuatorianas, trató con sus naturales y llevó a
Pizarro el relato de la importancia de su descubrimiento; de la hermosura y
riqueza del suelo en que pusiera pie.
Esta
actividad comercial de los naturales de esta zona había comenzado mucho antes
de la llegada de los españoles. Además, fue una actividad que sirvió para
integrar un territorio político y cultural afín, formado desde el litoral
colombiano sur y norte peruano. Y por supuesto, de esta nació la
confederación de mercaderes costeños formada por manteños, huancavilcas,
punáes, chonos y tumbesinos.
Acciones
y actitudes frente a la vida que permitieron la dispersión de información y
tecnología entre los antiguos americanos de la costa del Pacífico. Redes de
comercio originadas en el litoral ecuatorial por aquellos que constituyen
nuestro ancestro. Actividad centrada en la costa
ecuatoriana que acarreó un desarrollo socioeconómico distinto de otros
pueblos que se asentaban en las serranías andinas. En otras palabras, Ruiz
encontró una estructura social a plenitud.
El
arqueólogo guayaquileño, doctor Jorge Marcos Pino, en una de sus importantes
investigaciones sostiene que el comercio funcionaba a base de un elemento de
cobre clasificado como “hachas monedas”. Estas, “acumuladas como hachas
ceremoniales se las transformaba en valor de uso y con el tiempo y la
introducción del cobre, se mantuvo la forma de hacha para representar un valor
de cambio o moneda”.
Los
traficantes de abalorios, tejidos, etc., que hemos descrito, comerciaban
también con la concha de origen marino de un molusco llamado mullo (Spondylus), que entonces
crecía en torno a la Isla de la Plata, frente a la costa de Manabí, entre los
20 y 60 metros de profundidad. La cual fue difundida y utilizada como pieza de
intercambio simple.
El
spondylus no era un producto cualquiera sino que era un bien que tenía
que ver con los rituales religiosos de diferentes pueblos. Sociedades
aborígenes le atribuían propiedades sobrenaturales y religiosas, y reputada
como valores y símbolos divinos, la utilizaban en ceremonias para clamar por
lluvias, cosechas, aliviar males, etc. Con tales atributos circuló
abundantemente desde el norte chileno hasta las costas de México, penetrando a
la región andina por Cajamarca donde establecieron, de sur a norte, un
corredor de intenso comercio.
Mullo
(quichua) una concha espinosa del Pacífico Tropical Spondylus Princeps
Broderip. De esta concha se hicieron también cuentas y chaquiras, y por lo
tanto la palabra mullo en nuestros días, en la Sierra del Ecuador
principalmente se la usa como equivalente de cuentecillas o chaquiras. [3]
A
partir de entonces la demanda fue tan grande, que el molusco se agotó en los
depósitos de la Isla de la Plata y debieron ampliar su zona de pesca a otras
latitudes. Centroamérica y México, resultaron ser los nuevos yacimientos que
empezaron a explotar. Hecho confirmado por investigaciones arqueológicas que
permitieron hallar en esas costas, anclas marinas que solo nuestros navegantes
primitivos utilizaban para sus faenas de buceo.
Uno
de aquellos asentamientos, utilizado como cabeza de playa para las operaciones
prehispánicas de buceo del spondylus; en la actualidad es un pueblo de
indígenas pescadores mexicanos, cuyo dialecto es totalmente diferente a los
dominantes en ese país. Entre los cuales, la tradición oral sostiene que su
raza “vino del mar de la tierra siempre verde”.[4]
Condición
de bosque tropical que identifica plenamente a nuestras costas.
Además,
las anclas y los restos de aparejos de pesca encontrados en ese lugar por el
arqueólogo mexicano José Beltrán, son exactamente los mismos que los
descubiertos en las excavaciones realizadas en Manta.
Las
diferentes sociedades aborígenes que habitaban en nuestro litoral, con este
tráfico comercial de larga distancia, no solo ampliaron su riqueza y soporte
económico, que los llevó a un proceso de unificación y expansión, sino que
los condujo a una polarización mercantil.
Fueron
formaciones sociales costeñas que se definieron por una forma de producción
que puso de relieve una vocación de espacios abiertos, la cual en términos
modernos podríamos encasillarla como una actividad y red de comercio mercantil
precolombino.
Ante
este encauzamiento, las sociedades interandinas se orientaron hacia formas
productivas vinculadas directamente con los hombres del mar. Por eso decimos
que la conquista española no fue la génesis de nuestro mundo costeño. Su
aborigen, ya era navegante, mercader, emprendedor, con vinculaciones río-mar,
y mentalidad abierta como su horizonte.
[1] Jorge
Marcos, Arqueología de la Costa Ecuatoriana, Guayaquil, Espol, p. 163, 1986.
[2] Gabriel
Pino Roca, “Leyendas, tradiciones y páginas de la historia de Guayaquil”, tomo
II. 4o edición. Poligráfica, Guayaquil, 1977, pp. 65-66.
[3] Jorge
Marcos, Op. Cit. p. 163.
[4] Robert C. West, “Aboriginal
sea navigation between midle and So. America”. American
Antropologist, Vol. 63, 1961, pp. 133-135.
Estimado señor Gómez: reciba mis saludos y mis felicitaciones por poner su enorme obra al alcance de las nuevas generaciones. Estoy interesada en adquirir la colección completa acerca del Bicentenario de mi ciudad. ¿Dónde puedo adquirirla? Muchas gracias, de antemano.
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