domingo, 3 de febrero de 2019




Guayaquil antes de los españoles y los navegantes veleros prehispánicos

Nuestra historia litoralense ecuatoriana no comienza con la conquista hispana, aunque así se ha querido que la veamos. Lo nuestro, el espíritu autonomista que nos identifica empieza mucho antes.

En nuestro extenso y fértil territorio costero y cálido había culturas, religiones, señoríos, cacicazgos, organización política, acciones guerreras. Estas organizaciones sociales tenían activo y extenso intercambio y comercio en la gran red fluvial del Guayas.

Incluso estos pueblos prehispánicos autóctonos habían conformado una sociedad indígena estructurada que habitaba en una población llamada Guayaquile. Esta organización social ya existía a orillas del río de Guayaquil, como veremos más adelante, cuando al finalizar 1535 Benalcázar cumple el traslado de la ciudad de Santiago al litoral.

También los manteño-huancavilcas, únicos navegantes veleros de América, en su intensa práctica de comercio dinámico realizaban un recorrido activo y extenso en balsas hasta el Perú por el sur y hacia el norte hasta Acapulco (México) navegando grandes distancias en mar abierto por la ruta de Galápagos.[1]

Señalan las crónicas que el célebre navegante y piloto de la conquista del Perú, Bartolomé Ruiz, en su segundo viaje, recibió de Pizarro la orden de explorar las costas en busca de alimentos y agua. Mientras navegaba frente a la bahía de San Mateo avistó una vela en el horizonte.

Sorprendido, pues sabía que ninguna otra expedición se había hecho a la mar antes que la suya, enrumbó hacia esta su embarcación con el ánimo de abordarla.

Cual su sorpresa, Bartolomé Ruiz no se encontró con una embarcación cualquiera, sino con una balsa velera que fluidamente realizaba viajes oceánicos. Era los puneño-manteño-huancavilcas que navegaban rumbo al norte. Ruiz, en su bitácora, registra extensa y con detalle su encuentro con la embarcación, sus tripulantes y lo que en ella se transportaba:

Traían muchas piezas de plata y oro para el adorno de sus personas, para hacer trueque con ellas con quien iban a contratar, que intervenían coronas y diademas y cintos y pañetes y armaduras, coraza de piernas y petos y tenacelas y cascabeles (...) tazas y otras vasijas para beber (...) traían muchas mantas de lana y de algodón y camisas y aljujas y alcaceres y aleremes y otras muchas ropas todo lo más bello muy labrado de labores muy ricas, de colores de grana y carmesí y azul y amarillo.

También la crónica hace referencia a determinadas costumbres indígenas respecto a la organización religiosa y administrativa de cuatro pueblos que conformaban el señorío de Salangome, situado en el actual puerto de Salango y la isla del mismo nombre. En esta crónica, el conquistador se refiere a un adoratorio:

Hay una isla en el mar junto a los pueblos donde tienen una casa de oración hecha a manera de tienda de campo, toldada de muy ricas mantas labradas a do tienen una imagen de una mujer con un niño en los brazos (...) tienen muchas herramientas de cobre e otros metales con que labran sus heredades y sacan oro (...) tienen los pueblos muy bien trazados de sus calles, tienen muchos géneros de hortalizas y tienen mucha orden y justicia.

Con lo que el piloto Ruiz se dio de manos a boca, no fue solo una balsa cargada de piezas de oro, tejidos, vasijas, etc. Ni con un señorío indígena costeño, con religión, organización política, organización urbana y trabajo colectivo. El navegante español con lo que se encontró fue con una ordenación de hábiles navegantes, que realizaban un diligente sistema de comercio autónomo que nos ha marcado desde tiempos remotos.

Nada, o poco, se han ocupado nuestros historiadores y cronistas del famoso piloto Bartolomé Ruiz de Estrada, a quien un concienzudo autor, califica justamente, de alma del descubrimiento pues, que sin su audacia y pericia, habría fracasado por entonces la revelación del 'Imperio de los Hijos del Sol'. Y es tanto más punible este descuido, cuanto que Ruiz fue el primer europeo que reconoció y visitó tierras ecuatorianas, trató con sus naturales y llevó a Pizarro el relato de la importancia de su descubrimiento; de la hermosura y riqueza del suelo en que pusiera pie. 
Esta actividad comercial de los naturales de esta zona había comenzado mucho antes de la llegada de los españoles. Además, fue una actividad que sirvió para integrar un territorio político y cultural afín, formado desde el litoral colombiano sur y norte peruano. Y por supuesto, de esta nació la confederación de mercaderes costeños formada por manteños, huancavilcas, punáes, chonos y tumbesinos.

Acciones y actitudes frente a la vida que permitieron la dispersión de información y tecnología entre los antiguos americanos de la costa del Pacífico. Redes de comercio originadas en el litoral ecuatorial por aquellos que constituyen nuestro ancestro. Actividad centrada en la costa ecuatoriana que acarreó un desarrollo socioeconómico distinto de otros pueblos que se asentaban en las serranías andinas. En otras palabras, Ruiz encontró una estructura social a plenitud.

El arqueólogo guayaquileño, doctor Jorge Marcos Pino, en una de sus importantes investigaciones sostiene que el comercio funcionaba a base de un elemento de cobre clasificado como “hachas monedas”. Estas, “acumuladas como hachas ceremoniales se las transformaba en valor de uso y con el tiempo y la introducción del cobre, se mantuvo la forma de hacha para representar un valor de cambio o moneda”.

Los traficantes de abalorios, tejidos, etc., que hemos descrito, comerciaban también con la concha de origen marino de un molusco llamado mullo (Spondylus), que entonces crecía en torno a la Isla de la Plata, frente a la costa de Manabí, entre los 20 y 60 metros de profundidad. La cual fue difundida y utilizada como pieza de intercambio simple.

El spondylus no era un producto cualquiera sino que era un bien que tenía que ver con los rituales religiosos de diferentes pueblos. Sociedades aborígenes le atribuían propiedades sobrenaturales y religiosas, y reputada como valores y símbolos divinos, la utilizaban en ceremonias para clamar por lluvias, cosechas, aliviar males, etc. Con tales atributos circuló abundantemente desde el norte chileno hasta las costas de México, penetrando a la región andina por Cajamarca donde establecieron, de sur a norte, un corredor de intenso comercio.

Mullo (quichua) una concha espinosa del Pacífico Tropical Spondylus Princeps Broderip. De esta concha se hicieron también cuentas y chaquiras, y por lo tanto la palabra mullo en nuestros días, en la Sierra del Ecuador principalmente se la usa como equivalente de cuentecillas o chaquiras. [3]

A partir de entonces la demanda fue tan grande, que el molusco se agotó en los depósitos de la Isla de la Plata y debieron ampliar su zona de pesca a otras latitudes. Centroamérica y México, resultaron ser los nuevos yacimientos que empezaron a explotar. Hecho confirmado por investigaciones arqueológicas que permitieron hallar en esas costas, anclas marinas que solo nuestros navegantes primitivos utilizaban para sus faenas de buceo.

Uno de aquellos asentamientos, utilizado como cabeza de playa para las operaciones prehispánicas de buceo del spondylus; en la actualidad es un pueblo de indígenas pescadores mexicanos, cuyo dialecto es totalmente diferente a los dominantes en ese país. Entre los cuales, la tradición oral sostiene que su raza “vino del mar de la tierra siempre verde”.[4]
Condición de bosque tropical que identifica plenamente a nuestras costas.
Además, las anclas y los restos de aparejos de pesca encontrados en ese lugar por el arqueólogo mexicano José Beltrán, son exactamente los mismos que los descubiertos en las excavaciones realizadas en Manta.

Las diferentes sociedades aborígenes que habitaban en nuestro litoral, con este tráfico comercial de larga distancia, no solo ampliaron su riqueza y soporte económico, que los llevó a un proceso de unificación y expansión, sino que los condujo a una polarización mercantil.

Fueron formaciones sociales costeñas que se definieron por una forma de producción que puso de relieve una vocación de espacios abiertos, la cual en términos modernos podríamos encasillarla como una actividad y red de comercio mercantil precolombino.

Ante este encauzamiento, las sociedades interandinas se orientaron hacia formas productivas vinculadas directamente con los hombres del mar. Por eso decimos que la conquista española no fue la génesis de nuestro mundo costeño. Su aborigen, ya era navegante, mercader, emprendedor, con vinculaciones río-mar, y mentalidad abierta como su horizonte.



[1] Jorge Marcos, Arqueología de la Costa Ecuatoriana, Guayaquil, Espol, p. 163, 1986.
[2] Gabriel Pino Roca, “Leyendas, tradiciones y páginas de la historia de Guayaquil”, tomo II. 4o edición. Poligráfica, Guayaquil, 1977, pp. 65-66.
[3] Jorge Marcos, Op. Cit. p. 163.
[4] Robert C. West, “Aboriginal sea navigation between midle and So. America”. American Antropologist, Vol. 63, 1961, pp. 133-135.

1 comentario:

  1. Estimado señor Gómez: reciba mis saludos y mis felicitaciones por poner su enorme obra al alcance de las nuevas generaciones. Estoy interesada en adquirir la colección completa acerca del Bicentenario de mi ciudad. ¿Dónde puedo adquirirla? Muchas gracias, de antemano.

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