sábado, 11 de abril de 2020


La pelea de gallos


La adicción a la adrenalina, al riesgo, al azar, tiene mucho que ver con la naturaleza humana. Por eso el juego, con su matiz de diversión unida al dinero, aparece en todo tipo de sociedades: desde las más equilibradas en sus clases a las aun en desarrollo. La apuesta, la tensión, llegan a provocar alteraciones que van desde el escándalo público a la ruina del jugador. La riña de gallos, además, de ser un lance de suerte es conocida también como el deporte de las plumas, que implica cuidados animales, preparación, alimentación, entrenamiento, etc. Esta lid es todo eso, por tanto un gran atractivo para una gran variedad de adeptos al envite. 
Desde muy atrás en el tiempo permanece aun como un entretenimiento muy arraigado entre la población rural y urbana especialmente de nuestro litoral, propia del montubio y su cultura. Originaria de Asia llevada a Europa por turcos y árabes, que una vez arraigada en la Península Ibérica se traslada y difunde en América. El guayaquileño decimonónico, siempre jugador y bullanguero, se reunía en torno a un palenque a cielo abierto o cubierto, formado con caña picada, que se sostenía mediante el pago del espectador. 
En este espacio se medían los emplumados contendores en una pelea a muerte por 12 a 15 minutos, contados desde que se los “aflojaba”. Si en este lapso, alguno huía, demostraba cobardía o quedaba malherido, de hecho era el perdedor. Si ninguno incurría en lo anterior, se declaraba empatado el encuentro. Y naturalmente, a la muerte de uno de ellos, había un vencedor indiscutible.
En las islas de Indonesia, el gallo de pelea aun forma parte de los bienes del campesino. Para arengar a sus soldados, el general ateniense Temístocles lo utilizaba como símbolo de lucha hasta la muerte. Se dice que antes de la batalla de Salamina condujo a sus hombres a presenciar una lidia de gallos, a fin de mostrarles la valentía con que estos luchaban a morir. A partir del siglo XVI, apareció en el oeste europeo, cuya lid fue considerada en Inglaterra como una diversión propia de la nobleza, hasta que el puritano Oliverio Cronwell la prohibió a mediados del siglo XVII.
Por el camino de la seda y las especias se incorporó a las distintas regiones europeas donde adquirió modalidades propias. Desde la Edad Media, el sur de España fue centro de crianza y exportación hacia América del afamado gallo jerezano. Posteriormente, provenientes de Extremadura, Cataluña, Valencia y las Islas Canarias, partieron nuevas variedades a los Reinos de Ultramar. Los marineros y aventureros que se embarcaban en Cádiz, donde había un criadero, cuyo producto lo utilizaban para solventar el sostenimiento de un hospicio, aliviaban el tedio del viaje, levantando un coso en la cubierta de los buques. Con la jerga propia de la pelea de gallos, corrían las apuestas entre tripulantes y pasajeros, mientras los contendores luchaban a morir en una arena improvisada que se balanceaba  sobre las olas.
Siempre hubo dinero de por medio, que circulaba en apuestas entre 300 o 400 asistentes al palenque, para presenciar una seguidilla de 15 a 20 peleas. No era necesario “casar” la apuesta, bastaba anunciarla de viva voz, y esta era un compromiso de honor, cuyo resultado bajo el lema de “Palabra de gallero es palabra de caballero”, se respetaba a rajatabla. En la actualidad rigen la mayoría de las normas, mas, también a este juego ha llegado la corrupción: doping, espuelas que antes eran prohibidas y que hoy, además, se las emponzoña. 
Para tener una idea de la categoría del gallero del siglo XIX, basta saber que por 1818, ejercía la presidencia de la Diversión de Gallos don José Joaquín de Olmedo, como uno de los alcaldes que era del Cabildo guayaquileño. Mediante este cargo se ejercía el control del espectáculo en sí, al igual que lo concerniente a la disciplina y el orden. Con el paso del tiempo, a fin de evitar los desórdenes que como producto del aguardiente se daban en días de gallos, fue paulatinamente reglamentada y controlada por jueces especialmente designados. 
Al iniciarse la república (1830), el evento pasó a estar bajo la jurisdicción de las comisarías municipales de espectáculos. Más tarde su control se trasladó a las Intendencias de policía. En todo caso, ambas fueron a su turno, dependencias de vigilancia las cuales extendían los correspondientes permisos para la construcción de palenques destinados a tal fin.
En el cabildo celebrado el 9 de mayo de 1826, ante la corrupción y la violencia que generaba este juego, se presionó a los jueces para que recurriesen a toda su energía para aplicar los reglamentos y evitar los excesos del público. Al juego rural de gallos, aun asiste el “montuvio” con su puñal de guardamano al cinto, pues, como todo en lo que interviene el dinero, el alcohol, etc., no dejará de ser violento. 
El 11 de septiembre de 1896, pocos días antes del gran incendio, por resolución del Concejo cantonal, se denominó calle de “La Gallera” a una calle muy corta que nacida en 9 de Octubre no se extendía más allá de la actual Víctor Manuel Rendón. Luego del “Incendio Grande”, la Municipalidad aprovechó que la mitad de la ciudad estaba reducida a cenizas para modificarla, y muchas calles se corrigieron y cerraron, ensancharon y extendieron, entre estas está la calle de “La Gallera” que fue nominada calle de General Córdova.
El juego de gallos es herencia colonial arraigada en todo el territorio nacional, particularmente en la Costa. Y para elaborar este artículo referido a la actualidad recibí información de dos cultores de esta afición, como el Ing. Oswaldo Rugel, y el doctor Gonzalo Abad, por ellos conocimos que el gallo de pelea introducido en Hispanoamérica, desciende del espécimen salvaje originario de Indochina, conocido como Banquiva. En el país también hay mezclas con otras razas, por ejemplo del gallo Calcuta (India), o del malayo que es muy jugado en el Japón. 
Los galleros, siempre en busca de un peleador que les dé mejores resultados, han efectuado una serie de cruces con gallinetas caracterizadas por su agresividad y fuerza. Basados en el principio meteleano, que sostiene que de individuos parecidos se producen semejantes, es decir, que mediante la mezcla se rescatan las virtudes predominantes. Actualmente, en la provincia del Guayas hay aproximadamente 150 palenques para la lidia de gallos.
Cada gallera tiene su propio reglamento claramente diferenciado de las demás, el cual una vez aprobado por la autoridad competente entra en vigencia. Por ejemplo, en Bogotá hay una famosa y muy prestigiada gallera llamada San Miguel, en la cual juegan con un reglamento muy diferente a los que rigen en nuestro país. En este lugar durante la pelea se prohíbe expresamente la intervención de los llamados “cariadores” y de los asistentes de los gallos. El juez es el único que puede entrar en el ruedo. En dicho palenque, para incitar a los gallos a la lucha y constatar su agresividad, utilizan un señuelo de trapo al que se conoce como “la moña”. 
Actualmente con la cruza de razas escogidas y el manejo adecuado de la genética, los productos son más fuertes y rápidos, con mayor capacidad para herir al contendor. Por este motivo el límite es de 12 minutos por pelea, antes tomaba 14. Si en ese lapso no hay vencedor el encuentro se declara “tablas” o empate. La edad reglamentaria para que un gallo sea presentado a una primera pelea es alrededor de los 14 meses. Mas hay galleros que esperan la muda para hacerlo, esto es cuando este tiene alrededor de dos años. Hay aficionados que nunca apuestan a los gallos mozos sino a los de 4 o 5 años es decir, que están “jechos”. Cuando han alcanzado esa edad y continúan siendo buenos los retiran del ruedo para dedicarlos a la reproducción. A este respecto hay un dicho popular que califica como “un gallo jugado”, al hombre ducho y de mucha experiencia en cosas de la vida. 
Hay lugares en el mundo donde los palenques tienen instalaciones especiales, en las cuales se evita el contacto humano antes de la pelea, para evitar dopajes, etc. Desde un altillo mediante unas poleas se bajan al coso las jaulas en que se hallan los gallos; se abren las respectivas compuertas y se inicia la lid. Un contendiente puede perder la pelea por decreto del juez, si es que no se ha producido una sola apuesta a su favor. Esta disposición rige en las galleras que manejan sus cosas con pulcritud y respeto entre los participantes. 
Aquello de “Palabra de gallero es palabra de caballero”, nos da una idea de la seriedad con que se manejan las apuestas hechas en “casa” y las de “gabela”, por fuera. Todas ellas con la confianza plena en la palabra empeñada. Pero no deja de haber excepciones: si un gallero tiene la mala ocurrencia de no pagar su apuesta, se lo expulsa del ruedo y no puede entrar más al palenque. Sin embargo, en la actualidad la corrupción hace que estos hechos ocurran cada vez con mayor frecuencia. La decadencia moral, el dinero fácil y el accionar tramposo cada vez conquista más adeptos. 
Esta falta de escrúpulos, en una práctica que hasta hace pocos años la regía el honor, genera muchos peligros que acechan a los gallos antes y durante las lidias. Actualmente hay inescrupulosos que dañan a los gallos con drogas o dopajes prohibidos, utilizados para darle más fortaleza y resistencia al castigo que recibe durante el ardor de la lucha. Otra mala práctica es el uso de espuelas artificiales. Se empezó por afilar sus espuelas naturales, luego se los dotó de unas hechas de carey (caparazón de la tortuga marina), mas tarde se los armó con dientes de la peinilla de la “catanuda” (pez sierra). 
En tiempos recientes, se recurre a ciertos artificios que no existían hace 50 años, como es el uso de un plástico muy duro para reforzar la espuela. Esta novedad fue introducida por los portorriqueños en el último campeonato mundial. Es una espuela más pequeña y conveniente, pues al no causar tanto daño permiten que el perdedor sobreviva al encuentro.


En el ámbito montubio la pelea de gallos siempre ha inspirado al “Amorfino”
El otro gallero
Mi gallito e’ superior
Tiene grandes espolones
Con sus agudos aguijones
En extremo e’ heridor
pa mi e’ er ma’ mejor
E’ un gallazo valiente
Si lo sopla, lo voltea
Con otro gallo lo carea
Come carne, toma alcohol
Y no se rinde en la pelea

Entre galleros
Pa er domingo que viene
Traigo un gallo peleador
Quince peleas tiene
Bien ganadas hasta hoy
Pa’que sea un ganador
Un gallero me lo entrena
Ataca siempre de frente
Y no recula señor
De un espuelazo lo mata
Al gallito peleador












































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