lunes, 16 de julio de 2018





Una reflexión sobre nuestra identidad.

De tal manera que en la reflexión sobre la identidad de los “guayaquileños” la diversidad cultural, la participación activa de los múltiples actores sociales que la conforman deberían ser incluidas. Todos los protagonistas de la historia, los invisibles, los marginados de las crónicas escritas, los que continúan resistiendo el modelo monocultural del mestizaje deberían ser también tomados en cuenta, recuperados del aislamiento para compartir en igualdad de condiciones un colectivo amplio y heterogéneo en posiciones, ideales e intereses.
La construcción de la identidad implica un proceso de toma de conciencia de los dispares y heterogéneos componentes que intervienen desde el pasado a la actualidad en la dinámica de la integración regional y nacional. Sin una clara vocación política que estimule programas de educación y culturas reflexivos sobre el proceso de integración cultural seguiremos especulando sobre quiénes fuimos, quiénes somos, y en qué nos diferenciamos y qué nos une como ciudadanos y ciudadanas, como nación o como pueblos. Buscar la participación de lo diverso no significa descomponer el país sino democratizarlo, flexibilizarlo, aprovechar la diversidad para sobrevivir en la globalización (Lo Cholo y lo Indígena en la identidad guayaquileña, Dra. Silvia Álvarez).

Empecemos por decir que Guayaquil es
El Pionero de la Aviación Ecuatoriana

Es sabido que por la condición de ciudad-puerto la modernización del país siempre entró por Guayaquil y como consecuencia de esto, mediante el cable submarino instalado por la International Tejegraph Company llegó a Salinas, en la Penísula de Santa Elena, y entró en servicio en 1882. Por éste modernísimo sistema de comunicación internacional, llegaron las noticias de los primeros experimentos de los hermanos Wilbur (1867-1912) y Orville Wright (1871-1948) al probar su primer planeador biplano (1899) de cinco metros de envergadura en el que “volaron”. En 1901 construyeron un tunel donde probaban y diseñaban las alas que iban adaptando a sus bicicletas. Más adelante probaron su segundo planeador que tenía 6.7 Mts., de longitud y lanzándose desde una colina, y luego de más de 1000 intentos lograron planear por unos 190 Mts. El 17 de diciembre de 1903, luego de coplar un motor a su planeador realizaron su vuelo en el Flyer III, que pasó a la historia como el gigante salto a la aviación mundial.
Éste vista del gran avance que fue el inicio de la aviación mundial, en 1911 en Guayaquil se organizó el “Club Guayas de Tiro”, cuyo objetivo era adiestrar a la juventud para la defensa nacional; pues el problema fronterizo con el Perú de 1910, no había sido olvidado. Además, los progresos descritos de lo que sería la aviación mundial, indujo a sus miembros a interesarse en ella, por lo que agregaron a su razón social, “y Aviación” de esa manera podemos decir que aquellos guayaquileños fueron quienes determinaron que Guayaquil sea la precursora de la Aviación Nacional.
El Club Guayas de tiro y aviación, envió a Italia al ítalo-ecuatoriano Cosme Renella, a fin de seguir un curso en una academia de aviación. Y como el Club Guayas tenía el propósito de adquirir un avión, desarrollaron una campaña parra levantar fondos, para lo cual se organizó un Comité Pro-aviación, comité que sobrevivió hasta poco antes de 1941. En noviembre de 1912, llegó a Guayaquil con un avión de su propiedad, el piloto chileno Eduardo Molina. Se propuso hacer unas exhibiciones aéreas en la ciudad, para lo cual se designó como campo de aterrizaje los terrenos del hipódromo Guayaquil Jockey Club.  Tres vuelos hizo, dos de ellos llevando un pasajero, el primero fue el mayor Julio Jáuregui, y el segundo el señor Leonardo Sotomayor Luna. En la segunda oportunidad despegaron con bastante mala suerte; pues al comenzar el decolaje el tren de aterrizaje rozó con el tendido telefónico, y se precipitó al suelo: afortunadamente ni el piloto ni el pasajero sufrieron lesiones.






Cosme Renella
Una vez en Italia Renella, en plena Primera Guerra Mundial (1914-1918), se incorporó a la aviación de ese país en donde tuvo una sobresaliente actuación por su habilidad y valentía. En 1915 ingresó a la Escuela Militar de Aeronáutica de Chile y en 1920 voló por primera vez su avión que llevaba el nombre de “Guayaquil”. En pleno vuelo, al efectuar un viraje, súbitamente el motor se detuvo y el aeroplano se estrelló destruyéndose por completo, Renella fue rescatado gravemente golpeado y herido. Una vez recuperado de sus lesiones, dispuso que los valores recaudados de esta exhibición fallida fueran donados, para la creación de “La Escuela Cóndor de Aviación” en esta ciudad. El 27 de diciembre de 1914, el piloto italiano Atilio Canzini, realizó el primer vuelo directo Guayaquil-Quito. Y el 2 de mayo del año siguiente, zarparon hacia Italia cuatro de los graduados, acompañados de tres alférez navales para asistir a una escuela de aviación en ese país.
Una vez finalizado el conflicto mundial en 1918, los fondos donados popr Renella se habían incrementado, al punto que, el 5 de junio de 1921 se concretó en esta ciudad la formación de la primera Escuela de Aviación en el Ecuador, cuyo primer director fue el marino capitán de corbeta Juan Francisco Anda. El 12 de ese mes y año se inauguró en Durán del Campo de Aviación El Cóndor. A partir del 15 de julio de 1822, los aspirantes a pilotos iniciaron los cursos teóricos y prácticos, y en 1924 se graduaron los primeros ocho aviadores ecuatorianos.
En 1920 llegaron a Guayaquil el piloto italiano Elia Liut y el mecánico Fedelli, quienes trajeron un biplano que había sido adquirido por don José Abel Castillo, propietario y director de diario El Telégrafo. El 8 de agosto de ese año, en el avión que había sido bautizado como “El Telégrafo I”, realizó el primer vuelo sobre la ciudad, para lo cual utilizó como pista de aterrizaje el campo del Jockey Club. El 29 de ese mes, Liut efectuó un vuelo de reconocimiento de Guayaquil a Cuenca. Hizo un recorrido de 113 kilómetros en 2 horas 13 minutos, con lo cual piloto y avión, fueron los primeros en cruzar Los Andes Ecuatorianos. El Telégrafo I intervino en los actos conmemorativos al Primer Centenario del 9 de octubre de 1820, e hizo algunas exhibiciones acrobáticas sobre el espacio guayaquileño para finalmente aterrizar sin novedad.
Con la proximidad de las fiestas de Cuenca, Elia Liut organizó un equipo para acondicionar El Telégrafo primero para realizar un vuelo a esa ciudad, mientras Liut y el mecánico Fedelli reparaban el avión, Guicciardi, el tercero del equipo, viajó a Cuenca para preparar un espacio para el aterrizaje. El 3 de noviembre de 1920 se elevaron llevando una valija de correo pero el mal tiempo no les permitió continuar el vuelo y debieron regresar a la ciudad. En la mañana del día siguiente Liut y El Telégrafo Primero se elevaron sin dificultades a las 11 de la mañana llegaron a su destino y, las autoridades y el pueblo cuencano lo recibieron llamándolo como “El Cóndor de los Andes”.

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