Una reflexión sobre nuestra identidad.
De tal manera que en
la reflexión sobre la identidad de los “guayaquileños” la diversidad cultural,
la participación activa de los múltiples actores sociales que la conforman
deberían ser incluidas. Todos los protagonistas de la historia, los invisibles,
los marginados de las crónicas escritas, los que continúan resistiendo el
modelo monocultural del mestizaje deberían ser también tomados en cuenta,
recuperados del aislamiento para compartir en igualdad de condiciones un
colectivo amplio y heterogéneo en posiciones, ideales e intereses.
La construcción de la
identidad implica un proceso de toma de conciencia de los dispares y
heterogéneos componentes que intervienen desde el pasado a la actualidad en la
dinámica de la integración regional y nacional. Sin una clara vocación política
que estimule programas de educación y culturas reflexivos sobre el proceso de
integración cultural seguiremos especulando sobre quiénes fuimos, quiénes
somos, y en qué nos diferenciamos y qué nos une como ciudadanos y ciudadanas,
como nación o como pueblos. Buscar la participación de lo diverso no significa
descomponer el país sino democratizarlo, flexibilizarlo, aprovechar la
diversidad para sobrevivir en la globalización (Lo Cholo y lo Indígena en la
identidad guayaquileña, Dra. Silvia Álvarez).
Empecemos por decir que Guayaquil es
El Pionero de la Aviación Ecuatoriana
Es sabido que por la condición de
ciudad-puerto la modernización del país siempre entró por Guayaquil y como
consecuencia de esto, mediante el cable submarino instalado por la
International Tejegraph Company llegó a Salinas, en la Penísula de Santa Elena,
y entró en servicio en 1882. Por éste modernísimo sistema de comunicación
internacional, llegaron las noticias de los primeros experimentos de los
hermanos Wilbur (1867-1912) y Orville Wright (1871-1948) al probar su primer
planeador biplano (1899) de cinco metros de envergadura en el que “volaron”. En
1901 construyeron un tunel donde probaban y diseñaban las alas que iban
adaptando a sus bicicletas. Más adelante probaron su segundo planeador que
tenía 6.7 Mts., de longitud y lanzándose desde una colina, y luego de más de
1000 intentos lograron planear por unos 190 Mts. El 17 de diciembre de 1903,
luego de coplar un motor a su planeador realizaron su vuelo en el Flyer III,
que pasó a la historia como el gigante salto a la aviación mundial.
Éste vista del gran avance que fue el
inicio de la aviación mundial, en 1911 en Guayaquil se organizó el “Club Guayas
de Tiro”, cuyo objetivo era adiestrar a la juventud para la defensa nacional;
pues el problema fronterizo con el Perú de 1910, no había sido olvidado. Además,
los progresos descritos de lo que sería la aviación mundial, indujo a sus
miembros a interesarse en ella, por lo que agregaron a su razón social, “y
Aviación” de esa manera podemos decir que aquellos guayaquileños fueron quienes
determinaron que Guayaquil sea la precursora de la Aviación Nacional.
El Club Guayas de tiro y aviación, envió a
Italia al ítalo-ecuatoriano Cosme Renella, a fin de seguir un curso en una
academia de aviación. Y como el Club Guayas tenía el propósito de adquirir un
avión, desarrollaron una campaña parra levantar fondos, para lo cual se
organizó un Comité Pro-aviación, comité que sobrevivió hasta poco antes de 1941.
En noviembre de 1912, llegó a Guayaquil con un avión de su propiedad, el piloto
chileno Eduardo Molina. Se propuso hacer unas exhibiciones aéreas en la ciudad,
para lo cual se designó como campo de aterrizaje los terrenos del hipódromo
Guayaquil Jockey Club. Tres vuelos hizo,
dos de ellos llevando un pasajero, el primero fue el mayor Julio Jáuregui, y el
segundo el señor Leonardo Sotomayor Luna. En la segunda oportunidad despegaron
con bastante mala suerte; pues al comenzar el decolaje el tren de aterrizaje
rozó con el tendido telefónico, y se precipitó al suelo: afortunadamente ni el piloto
ni el pasajero sufrieron lesiones.
Cosme
Renella
Una vez en Italia Renella, en plena
Primera Guerra Mundial (1914-1918), se incorporó a la aviación de ese país en
donde tuvo una sobresaliente actuación por su habilidad y valentía. En 1915
ingresó a la Escuela Militar de Aeronáutica de Chile y en 1920 voló por primera
vez su avión que llevaba el nombre de “Guayaquil”. En pleno vuelo, al efectuar
un viraje, súbitamente el motor se detuvo y el aeroplano se estrelló
destruyéndose por completo, Renella fue rescatado gravemente golpeado y herido.
Una vez recuperado de sus lesiones, dispuso que los valores recaudados de esta
exhibición fallida fueran donados, para la creación de “La Escuela Cóndor de
Aviación” en esta ciudad. El 27 de diciembre de 1914, el piloto italiano Atilio
Canzini, realizó el primer vuelo directo Guayaquil-Quito. Y el 2 de mayo del
año siguiente, zarparon hacia Italia cuatro de los graduados, acompañados de
tres alférez navales para asistir a una escuela de aviación en ese país.
Una vez finalizado el conflicto mundial en
1918, los fondos donados popr Renella se habían incrementado, al punto que, el
5 de junio de 1921 se concretó en esta ciudad la formación de la primera
Escuela de Aviación en el Ecuador, cuyo primer director fue el marino capitán
de corbeta Juan Francisco Anda. El 12 de ese mes y año se inauguró en Durán del
Campo de Aviación El Cóndor. A partir del 15 de julio de 1822, los aspirantes a
pilotos iniciaron los cursos teóricos y prácticos, y en 1924 se graduaron los
primeros ocho aviadores ecuatorianos.
En 1920 llegaron a Guayaquil el piloto
italiano Elia Liut y el mecánico Fedelli, quienes trajeron un biplano que había
sido adquirido por don José Abel Castillo, propietario y director de diario El
Telégrafo. El 8 de agosto de ese año, en el avión que había sido bautizado como
“El Telégrafo I”, realizó el primer vuelo sobre la ciudad, para lo cual utilizó
como pista de aterrizaje el campo del Jockey Club. El 29 de ese mes, Liut
efectuó un vuelo de reconocimiento de Guayaquil a Cuenca. Hizo un recorrido de
113 kilómetros en 2 horas 13 minutos, con lo cual piloto y avión, fueron los
primeros en cruzar Los Andes Ecuatorianos. El Telégrafo I intervino en los
actos conmemorativos al Primer Centenario del 9 de octubre de 1820, e hizo
algunas exhibiciones acrobáticas sobre el espacio guayaquileño para finalmente
aterrizar sin novedad.
Con la proximidad de las fiestas de
Cuenca, Elia Liut organizó un equipo para acondicionar El Telégrafo primero
para realizar un vuelo a esa ciudad, mientras Liut y el mecánico Fedelli
reparaban el avión, Guicciardi, el tercero del equipo, viajó a Cuenca para
preparar un espacio para el aterrizaje. El 3 de noviembre de 1920 se elevaron
llevando una valija de correo pero el mal tiempo no les permitió continuar el
vuelo y debieron regresar a la ciudad. En la mañana del día siguiente Liut y El
Telégrafo Primero se elevaron sin dificultades a las 11 de la mañana llegaron a
su destino y, las autoridades y el pueblo cuencano lo recibieron llamándolo
como “El Cóndor de los Andes”.
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