martes, 10 de julio de 2018


Guayaquil a finales del siglo XIX, principios del XX.

“En 1892, se instalaron en Guayaquil dos fábricas de fideo que vinieron a reemplazar a las importaciones chilenas. Fue un primer paso que tomaron los hombres de empresa para comenzar a sustituir las importaciones. Las fábricas para hacer soga de la cabuya continuaron mejorando la técnica de producción. En ese año, se dificultó la firma del acuerdo de reciprocidad comercial con los Estados Unidos, por cuanto los derechos de aduanas se encontraban comprometidos para la amortización de la deuda inglesa y una disminución de aquellos hubiera significado una nueva moratoria de pago a los acreedores británicos. Por esos años, Inglaterra se había convertido en el principal proveedor de mercadería para el Ecuador. 
Un año más tarde, el comercio exterior se encontraba en manos de cuatro navieras europeas: Compañie Genreral Trasatlantic que contaba con el 35 % de la carga, Royal Mail Steam Co., con el 33 %, Hamburg-Amerika Steam Packet Co. con el 30 % y la Compañía Trasatlántica de Barcelona con el 2 % (…) Durante el primer tercio del siglo XX, el inicio del proceso industrialización en Guayaquil y la incursión de la empresa privada en la banca, compañías de seguro y otras empresas de servicios, hicieron perder en algo la importancia de la agricultura dentro del producto interno bruto”.[1]
Entre 1902 y 1904, el doctor Hans Meyer, luego de su visita a Guayaquil escribe lo siguiente: “Guayaquil es el único puerto bueno del Ecuador (…) Todos los demás están situados en radas abiertas sin protección o en las desembocaduras rellenas de lodo de los ríos (…) la meseta entera recibe el grueso de sus mercaderías solo por Guayaquil (…) su florecimiento ha aumentado notablemente (…) aun para el norte del Perú el rico Guayaquil es el depositario de productos, tales como los de la tierra, que no prosperan en el suelo seco y estéril del norte del Perú (…) En 1903 el 80% de la exportación salió por Guayaquil y en 1904 el 98.5%”.
“Como única y gran ciudad comercial de toda la Costa colombiana, ecuatoriana y peruana del norte, Guayaquil es no solamente el centro económico de esta enorme faja, sino la principal ciudad intelectual del Ecuador, al contrario de la capital, Quito que, en todos los aspectos, se queda atrás, por estar situada en el interior lejos del gran intercambio mundial. De Guayaquil brotan todas las ideas reformistas, pero también todos los movimientos revolucionarios. La población de la ciudad es una mescolanza internacional, pronta para el pensamiento y la acción, mientras que en las ciudades de la altiplanicie impera una flema contemplativa y un espíritu conservador.”[2]
La cita transcrita de Hans Meyer nos muestra claramente lo que a los ojos de un extranjero era el Guayaquil de entonces: una colmena de trabajo que junto al río Guayas y su red fluvial como columna vertebral y vía de comunicación y comercio de la nación entera, se había convertido en el centro más importante y dinámico de la actividad económica del país. Todo esto gracias a una elite de ideas progresistas que, pese a los numerosos avatares sufridos por la ciudad, jamás dejo de reconstruirla e impulsarla hacia las conquistas sociales que, dentro de su modernización, requería una población multiétnica y pluricultural siempre creciente, que llegara a ella con esperanzas de alcanzar el progreso económico y bienestar que su condición de eje de desarrollo y modernidad le ofrecía.
El viajero alemán Alexander Mann que la visitó en 1907, en su estudio titulado “Navegando en el Pacífico”, dice que “Guayaquil tiene una población de 65.000 habitantes y tiene modernas instituciones comerciales y educacionales (…) Hay dos bancos de emisión y descuento, uno de los cuales tiene un departamento de hipoteca, dos bancos hipotecarios y tres de ahorros, de los que todos tienen un negocio rentable (…) Hay un tendido de más de 20 millas en líneas de tranvía, dos compañías de teléfonos, una gran fábrica de gas, una estación generadora de energía eléctrica, tres hospitales bien habilitados, varios orfanatos e instituciones afines, una universidad para el estudios de leyes y medicina, una gran institución para educación secundaria y numerosas escuelas públicas.” 
Esta visión nos demuestra que desde siempre el conglomerado social guayaquileño creó instituciones que marcaron el ritmo de la actividad comercial y agrupaciones cívicas que ordenaron e impulsaron su modernización luego de una década de vigencia de la revolución liberal. Que hubo un centro de educación secundaria, el Colegio Nacional Vicente Rocafuerte, que garantizaba a la Universidad de Guayaquil un semillero formado en valores cívicos y morales, que constituyó los cuerpos médicos y jurídicos que campearon en ella. Hoy, pese a que nuestra juventud recibe una educación adversa, de padres que no forman porque también fueron víctimas de la mala educación recibida, los guayaquileños tenemos que recuperar estas características que este extranjero observador, agudo y objetivo detectó en Guayaquil.

La aviación ecuatoriana nace en Guayaquil
Era el tiempo en que la aviación empezaba a inquietar al mundo, y consecuentemente a Guayaquil, ciudad emblemática en la introducción del progreso al país. En 1912 el Club Guayas de Tiro y Aviación envió a Italia al ítalo-guayaquileño Cosme Renella para seguir un curso de aviación. El 10 de enero de 1913 Renella volvió acompañado de los dos primeros mecánicos de aviación: Guillermo Maldonado y Fernando Cueva. Poco más tarde fue enviado a Francia para comprar un avión para el Club Guayas. El 29 de setiembre, a bordo del vapor Ecuador llegó el aparato: un monoplano tipo 2 Dalmistro, con motor de 50 HP, y el 8 de octubre siguiente fue bautizado con el nombre de “Patria I”.
En 1920, Renella escoge nuestra ciudad para realizar el vuelo inicial de su avión, que llamó “Guayaquil” y lo hace por su condición de ciudad progresista, de empuje económico y que estaba vinculada a los aspectos fundamentales del progreso y del dinamismo comercial que en esa época se generalizaba en el mundo.
Aquel año llegaron el piloto italiano Elia Liut y el mecánico Fedelli, contratados por don José Abel Castillo, propietario y director del diario El Telégrafo, para traer un avión que había adquirido. El 8 de agosto de ese año, “El Telégrafo I” que así fue bautizada la máquina, desde el acondicionado campo del Jockey Club realizó su primer vuelo sobre la ciudad. El 29 Liut, luego de un recorrido de 113 kilómetros en 2 horas 11 minutos, sobrevoló la ciudad de Cuenca, cumpliendo así la primicia de cruzar los Andes ecuatorianos.  En 1922 Campagnoli y Lodi ejecutaron la primera fotografía aérea de Guayaquil. 
Estos primeros pasos, acreditan al Club Guayas de Tiro y Aviación de Guayaquil y sus socios como los precursores de la aviación nacional, mérito que el país debe reconocer y difundir; sin embargo, han sido “olvidados” tanto por la infidelidad histórica característica de muchos historiadores que hacen expreso silencio sobre los grandes aportes que en beneficio del país han salido de esta ciudad y el litoral, como de las elites gobernantes que no han sabido recuperar esta historia de progreso, empuje y dinamismo. La acelerada modernización que los guayaquileños alcanzaron en la década de 1920, correspondió a la acción desplegada por una elite progresista, ilustrada y abierta al mundo. Es verdad que fueron grandes cacao como los complejos sociales los motejado, pero eran emprendedores, ilustrados, preocupados por las letras, las ciencias y no simples mercachifles. 




[1]Arosemena, Op. Cit. Págs. 163-165.
[2]Hans Meyer, “En los Altos Andes del Ecuador”, Quito, Abya-Yala, Págs. 62-75, 1993.

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