jueves, 19 de julio de 2018




El Primer Campo de Aviación en Guayaquil


Todas las operaciones aéreas que hemos visto se cumplieron, improvisando un campo de aterrizaje en los terrenos circundados o encerrados por la pista que utilizaba el Guayaquil Jockey Club para realizar las carreras dominicales. Pero la actividad avanzaba rápidamente y fue necesario buscar un lugar más acorde con éste desarrollo. Cada vez la ciudad tenía más presencia con el arribo de pilotos internacionales, desde entonces se utilizó el campo de aviación El Cóndor, situado en Durán, al cual solamente se podía acceder cruzando el río en lanchas.
Estos primeros pasos de la aviación ecuatoriana fueron dados en Guayaquil y el diario El Telégrafo, decano de la prensa nacional, que entonces fue uno de los autores de este paso modernizador. Muchas veces por la memoria “frágil e infiel” se olvida el papel preponderante que en el desarrollo en general y en particular de la aviación nacional tuvimos los guayaquileños y nuestra ciudad. Por esta razón todos mis artículos que solamente tratan sobre la historia de nuestra ciudad  tendente a rescatar esa época del Telégrafo I para resaltar los hechos con la verdad.
No cabe duda alguna que nuestra ciudad siempre tuvo un sello enteramente distinto al de las tranquilas y monacales ciudades del altiplano: en el día, como un animado mercado oriental y durante la noche cálida o fresca, que resultaba corta para todo lo que había que hacer y que se expresaba la vivacidad y el ritmo del hombre del trópico en su relación con las mariposillas nocturnas.
En 1929, el Gobierno asignó la cantidad de 150.000 sucres para la construcción de un campo de aviación en Guayaquil y pocos años más adelante se fundó la primera escuela de aviación, llamada “El Cóndor”, cuyo primer director fue el capitán de ejército Guillermo Freire Cruz (padre el conocido como el pavo Freire Posso, miembro de la antiguayaquileña junta militar de 1963). En septiembre 26 de ese año se publicaron las bases para la construcción del campo de aviación internacional La Atarazana.
Cómo quisiera tener vivos a tantos viejos amigos y aun mayores que ellos, para llenar páginas enteras de recuerdos guayaquileños, recoger una historia oral que se han llevado a la tumba, memorias gratas de un tiempo ido, indispensables para rescatar a la juventud de hoy tan ajena a su identidad.
En 1927, Guayaquil recibió la visita de una flotilla de cuatro hidroaviones que se dirigían al sur y en enero de 1928 arribaron los pilotos franceses Costes y Le Brix, pero, en vista que para trasladarse a Durán se requería de un viaje en lancha, las autoridades empezaron a pensar en la necesidad de proveer a Guayaquil de un aeropuerto. El 17 de septiembre de 1929, en el buque Nosa Queen, arribaron al puerto dos aviones Travelers de dos plazas adquiridos por el gobierno. Aparatos destinados a la Aviación Nacional, que fueron armados por el mecánico Bruno Ceccoville e hicieron su primer vuelo el 13 de diciembre de ese año.

Primer Campo Aéreo Internacional
A mediados de ese año se iniciaron las conversaciones con la Junta de Beneficencia para la adquisición de un terreno de 15 hectáreas en la hacienda Atarazana de su propiedad, y el 26 de septiembre se publicaron las bases de la licitación para la construcción del “Campo de Aviación Internacional La Atarazana”. El 8 de noviembre de 1930 se otorgó la escritura de compraventa de los terrenos requeridos para la construcción del aeropuerto. Desde esa fecha hasta 1974, mediante ventas, permutas, expropiaciones, la Junta de Beneficencia de Guayaquil transfirió parte de su patrimonio al Estado.
Y según acta transaccional celebrada ese año, la Junta debió recibir de la Municipalidad de Guayaquil un saldo de dieciocho millones de sucres. Pero, fue necesario el transcurso de 18 años, en que ni el Municipio pagó ni el Gobierno respondió por su aval. Finalmente, a finales de agosto de 1992, gracias al presidente Arq. Sixto Durán Ballén, el Gobierno Nacional canceló la suma de cien millones de sucres por el capital adeudado y sus intereses.
En la década de 1930, cuando Alemania inició su recuperación después de la Primera Guerra Mundial empezó a operar en esta ciudad la compañía SEDTA.  Por otra parte, la industria de la aviación de los Estados Unidos, a fin de llegar a los territorios que carecían de pistas de aterrizaje, se había preocupado por desarrollar aviones anfibios. Con este tipo de aviones, la compañía naviera Grace Line, que movilizaba el mayor porcentaje de nuestra carga, formó la Panamerican Grace Airways Company, Inc. (PAGAI) y estableció en Guayaquil un servicio internacional regular con el Perú y Panamá. Posteriormente este nombre fue cambiado a PANAGRA con el cual prevaleció hasta la década de los 60.
En febrero de 1936, una vez terminadas las maniobras navales en Galápagos, acordadas con el Gobierno Nacional, volaron sobre Guayaquil como una visita de cortesía más de 35 hidroaviones de los Estados Unidos. El 8 de junio de 1936, Panagra inició el primer servicio regular de transportación internacional de pasajeros y correo hacia el norte. Para lo cual utilizó hidroaviones tipo “Baby Clipper Sikorsky S 43”, entre Cristóbal (Panamá) y Guayaquil, posteriormente viajarían al Perú. Los ingenieros contratistas de la pavimentación y asfaltado de las calles, utilizando éste recorrido viajaban a Talara a negociar la compra de asfalto para cumplir sus contratos.
Estos aparatos acuatizaban en el río Guayas, sobre la ribera oeste de la isla Santay, y los pasajeros eran transportados a tierra en lanchas fleteras que se encontraban en el Muelle Fiscal. De esto se desprende que el primer terminal aéreo de la ciudad fue la oficina del Resguardo de Aduana, situada en dicho muelle (actual atracadero de la fragata Guayas), donde se halla actualmente el Yacht Club Naval de la Armada Nacional.


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