A
manera de introducción de algunos artículos sobre Guayaquil: Pionera de la
Aviación Nacional, a continuación cito la opinión de dos importantes estudiosos
extranjeros de nuestras circunstancias hitóricas e identificatorias.
¿Qué
es Guayaquil?
Cronistas e historiadores, cuentistas y
novelistas, cartógrafos y pintores, todos han ido legando a la posteridad su
imagen e idea de la ciudad-puerto de Santiago de Guayaquil. La huella que se
discierne en esas imágenes y escritos va de lo económico a lo histórico, de lo puramente
descriptivo a la crisis de identidad; de los encuentros y desencuentros entre
sujeto ilustrado y objeto espacial en constante proceso; de una ciudad-puerto
en continua transición hacia una definición iconográfica y humana que en la
actualidad pretende el sondeo profundo de la voz unánime que lo configura y
determina; que va, en fin, tras el rastreo, la ampliación, la recuperación y el
entendimiento de su mitología y realidad.
A lo largo de su recorrido histórico,
Guayaquil se enarbola, primero, desde una perspectiva colonial europea para
luego pasar a ser cronotopo histórico durante las lides de la emancipación y
después cimiento de disputas ideológicas nacionales y regionales hasta
convertirse en el transcurso del presente siglo en escenario de luchas de
clase, de tradiciones y cambios, de presencias extranjeras y de aceleración de
migraciones locales que ubican a Guayaquil entre lo regional y lo nacional,
entre la identidad propia y la globalización, entre los valores de una sociedad
de consumo y las voces urbanas colectivas que se desorientan en la ambivalencia
y ambigüedad de tener que dar un salto de lo regional a lo moderno y lo
"posmoderno."
En ese transcurso de siglos, el Guayaquil
de la letra y el poder se retrae para dar paso al de la oralidad de sus
habitantes. La voz oligárquico-burguesa cede el espacio, al menos en la esfera
pública, a la de la clase media y a la de las grandes mayorías (Angel Rama, en La
ciudad letrada, Hanover, N.H., 1984, ha trazado, desde la perspectiva de la
letra, las crisis por las que han transitado las relaciones entre intelectuales
y ciudades latinoamericanas).
Una reflexión sobre nuestra identidad.
De tal manera que en
la reflexión sobre la identidad de los “guayaquileños” la diversidad cultural,
la participación activa de los múltiples actores sociales que la conforman
deberían ser incluidas. Todos los protagonistas de la historia, los invisibles,
los marginados de las crónicas escritas, los que continúan resistiendo el
modelo monocultural del mestizaje deberían ser también tomados en cuenta,
recuperados del aislamiento para compartir en igualdad de condiciones un
colectivo amplio y heterogéneo en posiciones, ideales e intereses.
La construcción de la
identidad implica un proceso de toma de conciencia de los dispares y
heterogéneos componentes que intervienen desde el pasado a la actualidad en la
dinámica de la integración regional y nacional. Sin una clara vocación política
que estimule programas de educación y culturas reflexivos sobre el proceso de
integración cultural seguiremos especulando sobre quiénes fuimos, quiénes
somos, y en qué nos diferenciamos y qué nos une como ciudadanos y ciudadanas,
como nación o como pueblos. Buscar la participación de lo diverso no significa
descomponer el país sino democratizarlo, flexibilizarlo, aprovechar la
diversidad para sobrevivir en la globalización (Lo Cholo y lo Indígena en la
identidad guayaquileña, Dra. Silvia Álvarez).
Empecemos por decir que Guayaquil es
El Pionero de la Aviación Ecuatoriana
Es sabido que por la condición de
ciudad-puerto la modernización del país siempre entró por Guayaquil y como
consecuencia de esto, mediante el cable submarino instalado por la
International Tejegraph Company llegó a Salinas, en la Penísula de Santa Elena,
y entró en servicio en 1882. Por éste modernísimo sistema de comunicación
internacional, llegaron las noticias de los primeros experimentos de los
hermanos Wilbur (1867-1912) y Orville Wright (1871-1948) al probar su primer
planeador biplano (1899) de cinco metros de envergadura en el que “volaron”. En
1901 construyeron un tunel donde probaban y diseñaban las alas que iban
adaptando a sus bicicletas. Más adelante probaron su segundo planeador que
tenía 6.7 Mts., de longitud y lanzándose desde una colina, y luego de más de
1000 intentos lograron planear por unos 190 Mts. El 17 de diciembre de 1903,
luego de coplar un motor a su planeador realizaron su vuelo en el Flyer III,
que pasó a la historia como el gigante salto a la aviación mundial.
Esta vista del gran avance que fue el
inicio de la aviación mundial, en 1911 en Guayaquil se organizó el “Club Guayas
de Tiro”, cuyo objetivo era adiestrar a la juventud para la defensa nacional;
pues el problema fronterizo con el Perú de 1910, no había sido olvidado.
Además, los progresos descritos de lo que sería la aviación mundial, indujo a
sus miembros a interesarse en ella, por lo que agregaron a su razón social, “y
Aviación” de esa manera podemos decir que aquellos guayaquileños fueron quienes
determinaron que Guayaquil sea la precursora de la Aviación Nacional.
El Club Guayas de tiro y aviación, envió a
Italia al ítalo-ecuatoriano Cosme Renella, a fin de seguir un curso en una
academia de aviación. Y como el Club Guayas tenía el propósito de adquirir un
avión, desarrollaron una campaña para levantar fondos, para lo cual se organizó
un Comité Pro-aviación, comité que sobrevivió hasta poco antes de 1941. En
noviembre de 1912, llegó a Guayaquil con un avión de su propiedad, el piloto
chileno Eduardo Molina. Se propuso hacer unas exhibiciones aéreas en la ciudad,
para lo cual se designó como campo de aterrizaje los terrenos del hipódromo
Guayaquil Jockey Club. Tres vuelos hizo,
dos de ellos llevando un pasajero, el primero fue el mayor Julio Jáuregui, y el
segundo el señor Leonardo Sotomayor Luna. En la segunda oportunidad despegaron
con bastante mala suerte; pues al comenzar el decolaje el tren de aterrizaje
rozó con el tendido telefónico, y se precipitó al suelo: afortunadamente ni el
piloto ni el pasajero sufrieron lesiones.
Cosme
Renella
Una vez en Italia Renella, en plena
Primera Guerra Mundial (1914-1918), se incorporó a la aviación de ese país en
donde tuvo una sobresaliente actuación por su habilidad y valentía. En 1915
ingresó a la Escuela Militar de Aeronáutica de Chile y en 1920 voló por primera
vez su avión que llevaba el nombre de “Guayaquil”. En pleno vuelo, al efectuar
un viraje, súbitamente el motor se detuvo y el aeroplano se estrelló
destruyéndose por completo, Renella fue rescatado gravemente golpeado y herido.
Una vez recuperado de sus lesiones, dispuso que los valores recaudados de esta
exhibición fallida fueran donados, para la creación de “La Escuela Cóndor de
Aviación” en esta ciudad. El 27 de diciembre de 1914, el piloto italiano Atilio
Canzini, realizó el primer vuelo directo Guayaquil-Quito. Y el 2 de mayo del
año siguiente, zarparon hacia Italia cuatro de los graduados, acompañados de
tres alférez navales para asistir a una escuela de aviación en ese país.
Una vez finalizado el conflicto mundial en
1918, los fondos donados por Renella se habían incrementado, al punto que, el 5
de junio de 1921 se concretó en esta ciudad la formación de la primera Escuela
de Aviación en el Ecuador, cuyo primer director fue el marino capitán de
corbeta Juan Francisco Anda. El 12 de ese mes y año se inauguró en Durán del
Campo de Aviación El Cóndor. A partir del 15 de julio de 1822, los aspirantes a
pilotos iniciaron los cursos teóricos y prácticos, y en 1924 se graduaron los
primeros ocho aviadores ecuatorianos.
En 1920 llegaron a Guayaquil el piloto
italiano Elia Liut y el mecánico Fedelli, quienes trajeron un biplano que había
sido adquirido por don José Abel Castillo, propietario y director de diario El
Telégrafo. El 8 de agosto de ese año, en el avión que había sido bautizado como
“El Telégrafo I”, realizó el primer vuelo sobre la ciudad, para lo cual utilizó
como pista de aterrizaje el campo del Jockey Club. El 29 de ese mes, Liut
efectuó un vuelo de reconocimiento de Guayaquil a Cuenca. Hizo un recorrido de
113 kilómetros en 2 horas 13 minutos, con lo cual piloto y avión, fueron los
primeros en cruzar Los Andes Ecuatorianos. El Telégrafo I intervino en los
actos conmemorativos al Primer Centenario del 9 de octubre de 1820, e hizo
algunas exhibiciones acrobáticas sobre el espacio guayaquileño para finalmente
aterrizar sin novedad.
Con la proximidad de las fiestas de
Cuenca, Elia Liut organizó un equipo para acondicionar El Telégrafo primero
para realizar un vuelo a esa ciudad, mientras Liut y el mecánico Fedelli
reparaban el avión, Guicciardi, el tercero del equipo, viajó a Cuenca para
preparar un espacio para el aterrizaje. El 3 de noviembre de 1920 se elevaron
llevando una valija de correo pero el mal tiempo no les permitió continuar el
vuelo y debieron regresar a la ciudad. En la mañana del día siguiente Liut y El
Telégrafo Primero se elevaron sin dificultades a las 11 de la mañana llegaron a
su destino y, las autoridades y el pueblo cuencano lo recibieron llamándolo
como “El Cóndor de los Andes”.
Hidroaviones El Primer Campo de Aviación de Guayaquil
Todas las operaciones aéreas que hemos
visto se cumplieron, improvisando un campo de aterrizaje en los terrenos
circundados o encerrados por la pista que utilizaba el Guayaquil Jockey Club
para realizar las carreras dominicales. Pero la actividad avanzaba rápidamente
y fue necesario buscar un lugar más acorde con éste desarrollo. Cada vez la
ciudad tenía más presencia con el arribo de pilotos internacionales, por lo que
se procedió desde el campo de aviación El Cóndor, situado en Durán, al cual
solamente se podía acceder cruzando el río en lanchas.
Estos primeros pasos de la aviación
ecuatoriana fueron dados en Guayaquil y el diario El Telégrafo, decano de la
prensa nacional, que entonces fue uno de los autores de este paso modernizador.
Muchas veces por la memoria “frágil e infiel” se olvida el papel preponderante
que en el desarrollo en general y en particular de la aviación nacional tuvimos
los guayaquileños y nuestra ciudad. Por esta razón todos mis artículos que
solamente tratan sobre la historia de nuestra ciudad tendente a rescatar esa época del Telégrafo I
para resaltar los hechos con la verdad.
No cabe duda alguna que nuestra ciudad siempre
tuvo un sello enteramente distinto al de las tranquilas y monacales ciudades
del altiplano: en el día, como un animado mercado oriental y durante la noche
cálida o fresca, que resultaba corta para todo lo que había que hacer y que se
expresaba la vivacidad y el ritmo del hombre del trópico en su relación con las
mariposillas nocturnas.
En 1929, el Gobierno asignó la cantidad de
150.000 sucres para la construcción de un campo de aviación en Guayaquil, y
poco más adelante se fundó la primera escuela de aviación, llamada “El Cóndor”,
cuyo primer director fue el capitán Guillermo Freire Cruz. En septiembre 26 de
ese año se publicaron las bases para la construcción del campo de aviación
internacional La Atarazana.
Cómo quisiera tener vivos a tantos viejos
amigos y aun mayores que ellos, para llenar páginas enteras de recuerdos
guayaquileños, recoger una historia oral que se han llevado a la tumba,
memorias gratas de un tiempo ido indispensables para rescatar a la juventud de
hoy tan ajena a su identidad.
En 1927, Guayaquil recibió la visita de
una flotilla de cuatro hidroaviones que se dirigían al sur y en enero de 1928
arribaron los pilotos franceses Costes y Le Brix, pero, en vista que para
trasladarse a Durán se requería de un viaje en lancha, las autoridades
empezaron a pensar en la necesidad de proveer a Guayaquil de un aeropuerto. El
17 de septiembre de 1929, en el buque Nosa Queen, arribaron al puerto dos
aviones Travelers de dos plazas adquiridos por el Gobierno. Aparatos destinados
a la Aviación Nacional, que fueron armados por el mecánico Bruno Ceccoville e
hicieron su primer vuelo el 13 de diciembre de ese año.
Primer
Campo Aéreo Internacional
A mediados de ese año se iniciaron las
conversaciones con la Junta de Beneficencia para la adquisición de un terreno
de 15 hectáreas en la hacienda Atarazana de su propiedad y el 26 de septiembre
se publicaron las bases de la licitación para la construcción del “Campo de
Aviación Internacional La Atarazana”. El 8 de noviembre de 1930 se otorgó la
escritura de compraventa de los terrenos requeridos para la construcción del
aeropuerto. Desde esa fecha hasta 1974, mediante ventas, permutas,
expropiaciones, la Junta de Beneficencia de Guayaquil transfirió parte de su
patrimonio al Estado.
Y según acta transaccional celebrada ese
año, la Junta debió recibir de la Municipalidad de Guayaquil un saldo de dieciocho
millones de sucres. Pero, fue necesario el transcurso de 18 años, en que ni el
Municipio pagó ni el Gobierno respondió por su aval. Finalmente, a finales de
agosto de 1992, gracias al presidente Arq. Sixto Durán Ballén, el Gobierno
Nacional canceló la suma de cien millones de sucres por el capital adeudado y
sus intereses.
En la década de 1930, cuando Alemania
inició su recuperación después de la Primera Guerra Mundial empezó a operar en
esta ciudad la compañía SEDTA. Por otra
parte, la industria de la aviación de los Estados Unidos, a fin de llegar a los
territorios que carecían de pistas de aterrizaje, se había preocupado por
desarrollar aviones anfibios. Con este tipo de aviones, la compañía naviera
Grace Line, que movilizaba el mayor porcentaje de nuestra carga, formó la
Panamerican Grace Airways Company, Inc. (PAGAI) y estableció en Guayaquil un
servicio internacional regular con el Perú y Panamá. Posteriormente este nombre
fue cambiado a PANAGRA con el cual prevaleció hasta la década de los 60.
En febrero de 1936, una vez terminadas las
maniobras navales en Galápagos, acordadas con el Gobierno Nacional, volaron
sobre Guayaquil como una visita de cortesía más de 35 hidroaviones de los
Estados Unidos. El 8 de junio de 1936, Panagra inició el primer servicio
regular de transportación internacional de pasajeros y correo hacia el norte.
Para lo cual utilizó hidroaviones tipo “Baby Clipper Sikorsky S 43”, entre
Cristóbal (Panamá) y Guayaquil, posteriormente viajarían al Perú. Los
ingenieros contratistas de la pavimentación y asfaltado de las calles,
utilizando éste recorrido viajaban a Talara a negociar la compra de asfalto
para cumplir sus contratos.
Estos aparatos acuatizaban en el río
Guayas, sobre la ribera oeste de la isla Santay, y los pasajeros eran
transportados a tierra en lanchas fleteras que se encontraban en el Muelle
Fiscal. De esto se desprende que el primer terminal aéreo de la ciudad-puerto
fue la oficina del Resguardo de Aduana, situada en dicho muelle (actual
atracadero de la fragata Guayas), donde se halla actualmente el Yacht Club
Naval de la Armada Nacional.
Un accidente ocurrido por esa época en
Playas con uno de estos hidroplanos fue presenciado por el joven guayaquileño
Emilio Ginatta Hidalgo, quien sin citar el año del suceso, por omisión
involuntaria, me lo describió así: “Aparentemente un Clipper de Panagra que
venía de Panamá presentó una falla durante el vuelo hacia Guayaquil, y el
piloto se vio obligado a amarizar muy cerca de la playa en que me encontraba
bañándome. Se posó muy bien en el agua, se aproximó a tierra y tan pronto las
olas le dieron oportunidad las ruedas del aparato se deslizaron sobre la arena.
Luego de desembarcar los pasajeros, el avión al cuidado permaneció de sus
tripulantes, mientras llegaba un mecánico desde esta ciudad. Luego de algunos
días lo pusieron en marcha, y el piloto se dispuso a decolar”.
“Rápidamente corrió por la playa y hasta
ese momento estuve todos los días junto al Sikorsky S43, dijo Ginatta, pero
parece que el piloto no contó con la inclinación de la playa ni con el agua que
la bañaba luego de cada ola. De pronto, metió la rueda derecha en el agua, el
avión dio un violento giro y dio una vuelta de campana. Felizmente todos
salieron ilesos”.
El 19 de
agosto de 1936, los aviones de Panagra San Martín y Santa María, por
orden del Departamento de Comercio del Gobierno de los Estados Unidos,
realizaron por primera vez un vuelo de estudios nocturno durante dos horas. El
año 1936, trajo una inusitada y sorpresiva actividad en los cielos guayaquileños:
15 de febrero, treinta hidroaviones de la Marina de Guerra de los Estados
Unidos realizaron un imponente vuelo de cortesía sobre nuestra ciudad. Cumplido
lo cual, volvieron a su base de operaciones donde la flota del Pacífico ese
país realizaba maniobras en aguas ecuatorianas con la anuencia del Gobierno
Nacional.
El 2 de marzo una escuadrilla de seis
aviones Curtiss-Trainer, decoló de Guayaquil con dirección a Quito. El 13 de
mayo, un avión de la Armada Nacional piloteado por el capitán López Valdivieso
intervino por primera vez, en la cobertura de una emergencia, al rescatar desde
Salinas al cadete de la Escuela Naval Colón Zapatier Enríquez.
Para el 5 de junio de ese año, se había
planificado celebrar en el teatro Edén de esta ciudad, un acto conmemorativo al
día del Liberalismo. Durante la mañana una escuadrilla aérea arrojó volantes
convocando a la ciudadanía a sumarse a tal evento. El 19, el capitán Nicolás
López Valdiviezo hace unas pruebas de bombardeo aéreo con una bombas diseñadas
por el ingeniero de la Armada Nacional Antonio Capovilla.
El 28, la aviadora ambateña señora
Hermelinda de Briones, realiza un vuelo directo New York-Montreal cubriendo la
distancia de 332 millas. El fuselaje y alas de su avión “ßird” ostentaban los
colores de nuestro emblema nacional. El 30 del mismo año de 1936, fue creada la
Sección de Aviación adscrita a la Subsecretaría de Defensa y se nombra Jefe de
la misma al mayor Cosme Renella. El 17 de julio de ese año, Elia Liut fue
nombrado director de la Escuela de Aviación Civil, y realiza los primeros
vuelos de prueba sobre la ciudad de Guayaquil, piloteando la avioneta “Kleem”.
Según Julio Estrada, en el segundo tomo de
su Guía Histórica de Guayaquil, El 21 de agosto de 1937, la aviadora Hermelinda
Briones y su esposo, bautizaron con el nombre de Ecuador al avión adquirido en
los Estados Unidos. Durante el homenaje que la academia Militar de West Point,
rindió al embajador del Ecuador Colón Eloy Alfaro, graduado en ella en 1904. Al
momento de la ceremonia, nuestra compatriota realizó vuelos acrobáticos sobre
los terrenos de la academia.
Por los primeros años de nuestra aviación,
los recursos económicos eran muy escasos y como consecuencia el aspecto técnico
no podía tener un alto nivel, deficiencia por la cual se produjeron accidentes
aviatorios con más frecuencia de la que en otras condiciones habrían podido
suceder. El martes 9 de mayo de 1939, ocurrió en el centro de la ciudad el más
grave ocurrido hasta entonces. El capitán Cristóbal Sandoval, piloto del avión
“Diablo Rojo” (era pintado de ese color), en una trayectoria desde el río hacia
la parte céntrica tratando de aterrizar en el solar vacío donde había estado el
edificio del colegio Vicente Rocafuerte (actual edificio del Correo), rozó los
techos de las casas del doctor Juan Tanca Marengo y de la familia Martínez
Macías.
De pronto se precipitó a tierra y fue a
estrellarse contra el edificio de cuatro pisos, de José Rodríguez Bonín situado
en la esquina sureste de las calles Chile y Clemente Ballén. Estalló en llamas
justo a la puerta de entrada a los varios pisos que ocupaban algunas familias.
Dramático accidente en el que murieron calcinados el piloto y varios miembros
de una familia libanesa muy respetada en la ciudad.
La compañía Panagra, desde el inicio de
sus actividades en Guayaquil aportó ingentes sumas en la construcción del
primer campo de aterrizaje, por lo tanto fue la que se encargó del manejo y
mantenimiento de su aeropuerto. Por esa razón, con una inversión de tres
millones de sucres, inauguró en 1944 la ampliación del aeropuerto. Este
privilegio por el cual, Panagra se mantenía como principal responsable del
mantenimiento de la pista y del personal de aduana y extranjería cesó por
disposición del gobierno militar el 12 de julio de 1963.
El día 11 de ese año, la centralista
dictadura militar había derrocado al gobierno de C.J. Arosemena y militarizó la
Aviación Civil, y con ello todos los servicios de aeropuertos, control aéreo,
etc. Por decreto 1537 de octubre de 1971, otra dictadura militar centralista,
designó la Escuela Militar de Aviación con el nombre del pionero de la
aviación, Cosme Renella Barbatto, actualmente en el balneario de Salinas.
Durante esa dictadura, el centralismo
militar, mediante maniobras hecha a través de la Dirección de Aviación “Civil”
(léase “Militar), con estadísticas amañadas y presiones a las aerolíneas casi
borró del mapa al aeropuerto de Guayaquil. Esto último es parte de la historia
del centralismo sectario y excluyente que ha destruido y destruye la unidad
nacional.
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