miércoles, 14 de noviembre de 2018




Asedio de Sucre II
 Además de esta imposición, Sucre tuvo la astucia de reclutar malos guayaquileños (que hasta hoy los hay) como agentes aliados para ayudar someterla. “Desde el momento en que nuestro deber y nuestro ardiente deseo de dar libertad a nuestros hermanos de Quito y Cuenca nos hicieron franquear a las tropas de Colombia el paso por esta provincia y nuestros recursos, la ambición se ha formado agentes que, reuniendo alrededor de sí las pasiones de los mal contentos, que es imposible dejen de existir, han tocado y favorecido todos los medios de trastornar el orden, ya desacreditando al Gobierno y desconociendo los esfuerzos y sacrificios públicos, ya protegiendo abiertamente a los díscolos y mal intencionados, ya persiguiendo y desconceptuando a los que no entraban en sus miras, aunque fuesen los más honrados y ardientes patriotas, y ya autorizando en la oscuridad un partido que hiciese vacilar la autoridad pública”.[1]
Sucre, que se encontraba acantonado en Babahoyo, se basó en el Tratado con Guayaquil para dictar la proclama del 11 de agosto de 1821, en que invita a los guayaquileños a decidir su destino. “Recibiendo el mando de las tropas que deben salvaros, dice Sucre, he jurado a mis compatriotas, que el suelo en que visteis la luz no será profanado por los tiranos. (...) ¡Guayaquileños! Colombiano como vosotros, es mi deber verter mi sangre por vuestra gloria; pero amante de vuestra felicidad, yo os invito al paso que decida vuestros destinos. (...) vais a incorporaros a la sociedad colombiana: al convidaros a vuestra decisión os recomiendo la uniformidad, la unión más estrecha, y la resolución más firme de morir o de ser libres”.[2]
A los pocos días, mediante una carta dirigida a Olmedo, Sucre, visiblemente disgustado con la ciudad por su apego a la libertad y a su autonomía, y por la esquiva decisión de convocar al Colegio Electoral, amenaza con utilizar la fuerza para vencer su obstinada y permanente negativa:
“Cuando la junta de guerra de Babahoyo solicitó a V.E. la reunión de la Junta Electoral creyó este reclamo en sus atribuciones (...) Una negativa tan obstinada no manifiesta la menor mira generosa por parte del Gobierno, y los males de la provincia exigían ya, ó salvar nuestra complicidad de estas miras, ó impeler al Gobierno a satisfacer los votos públicos (...) la división está mal distraída y peor situada; teniendo que atender los negocios de Guayaquil al tiempo que se halla en campaña (...) un voto tan latamente esperado, un anhelo tan conocido en el pueblo por esta incorporación no necesita tantos preparativos insignificantes, tal vez viciosos para declararlo (...) Si V.E. la concede ó la convoca, podemos juzgar ese desprendimiento mal justificado en cuatro meses; si V.E. la niega, yo repito que las armas de Colombia no se prostituyen a consideraciones particulares, y que ellos deben salvar su honor, los deberes de Colombia y los verdaderos intereses de la provincia”.[3]
Estas circunstancias hacían imposible a la Junta de Gobierno continuar negándose a convocar a la Junta Electoral. De manera que el 31 de agosto, el Cabildo tomó una resolución condicionada a la ratificación del Colegio Electoral (Anexo 5).[4] Ante la determinación del Gobierno de cumplir con sus leyes, Sucre, que se hallaba en su cuartel general de Babahoyo, marchó a Guayaquil y presionó a una convocatoria al Cabildo.
Este se reunió el 4 de septiembre, y con Sucre como “invitado”, con que ratificaba sus amenazas, concurrió a la Sala Capitular del Cabildo “en la que manifestó libremente la conveniencia de esta medida de que dependía la seguridad y libertad de esta Provincia, se acordó que la determinación del Gobierno era justa, política, conveniente y necesaria, y que se debían remover todos los obstáculos que se presentasen, para que tuviese el más pronto efecto”.[5]
Como por entonces la mayoría de los capitulares era colombianista o partidaria de la agregación a Colombia, pudo Sucre lograr una declaratoria en pro de la anexión. Es que los patriotas liderados por Olmedo sabían que no podían mantenerse sin la ayuda de Bolívar. Se aferraron a la mano extendida de Colombia con la vana esperanza de poder soltarla una vez pasada la tormenta, pero Bolívar estaba resuelto a sofocar sus ansias autonomistas con un abrazo de muerte.
Luego de cumplir el mandato de Bolívar, y seguro de haber logrado la sumisión guayaquileña, Sucre abandonó la ciudad para reunirse con su ejército en Babahoyo y atacar a Aymerich.[6] Sin embargo, el 12 de septiembre fue derrotado en Huachi y obligado a escapar a Guayaquil[7] con apenas cien hombres. Se hizo fuerte en la ciudad para evitar que caiga en poder del enemigo. Bolívar, percatado de este fracaso militar, que posiblemente le cerraría su marcha al sur, por primera vez ve a Guayaquil en su verdadera dimensión estratégica y escribe a San Martín pidiendo ayuda para que intervenga y permita retenerla para el éxito de la guerra:
“El último desagradable acontecimiento de Guayaquil en que los enemigos han obtenido algunas ventajas, exige un remedio pronto y eficaz (...) El gobierno de Colombia activa los medios de poner en perfecta seguridad aquella provincia, y de liberar el resto de las del Sur, que aun están subyugadas (...) Si mientras yo marcho, pudiera V.E. destinar sobre Guayaquil el batallón del mando del señor coronel Heres,[8] V.E. llenaría a la vez los deseos de aquellos colombianos, y haría a esta República un servicio tan útil como importante. Mas si este batallón ha marchado al Alto Perú, me atrevo a hacer a V.E. igual súplica con respecto a cualquier otro cuerpo que pueda ser destinado a Guayaquil, de los del ejército del mando de V.E.”.[9] Sin embargo, San Martín, asume una actitud difícil de entender, pues, pese a que desesperadamente necesitaba de las tropas de Colombia para la campaña del Perú, no dio mayor importancia a estas urgencias.
Por otra parte, Sucre, tras su derrota y conocedor de la debilidad militar y del peligro que esto significaba para la supervivencia de Guayaquil, no vaciló en firmar en Babahoyo, el 16 de noviembre de 1821, una tregua provisional que le permitía ganar el tiempo indispensable para rehacer sus destrozadas fuerzas. El convenio fue firmado por generales Sucre y Carlos Tolrá el 22 de noviembre de ese año y corroborado días más tarde por Aymerich.[10] Sin embargo, Bolívar lo desaprobó y dispuso que no sea observado ni cumplido, por lo cual, ordenó la movilización de 500 hombres del Cauca para reforzar las defensas de Guayaquil.[11]
En estas circunstancias, el Gobierno de la Provincia, en desesperado intento de crear una reserva militar para defender la ciudad de un posible ataque, hizo un llamado público que mostró a la ciudadanía el problema de cuerpo entero: “Conciudadanos, los enemigos han avanzado sobre nuestras fronteras, y para precaver a esta ciudad de una invasión de que puede ser amenazada, se ha preparado la defensa que debe hacerse en tales circunstancias. Ella exige ciertos trabajos que no pueden verificarse sin el concurso de los brazos de todos los vecinos y habitantes que en este momento deben dar la mejor prueba de su honor y patriotismo. Con este objeto el gobierno ha resuelto que todos concurran mañana desde las seis del día a la garganta del cerro Santa Ana, llevando cada uno consigo los instrumentos que hubiese como son hachas, barretas que son precisos para los trabajos que allí se preparan”.[12]
Esta tregua lograda por Sucre, que seguramente implicaría nuevas contribuciones y requisas, causó incomodidad tanto al Gobierno como a la ciudadanía, pues, seguros como estaban del triunfo de Sucre, creían haber quedado libres de nuevos aportes para la guerra.


[1] Olmedo Epistolario Págs. 485-88.
[2] Sucre, Op. Cit., Págs. 42-43.
[3]  Extracto de carta de Sucre dirigida a Olmedo el 30 de agosto de 1821.  Archivo de Sucre, Págs. 408-411.
[4] ACCG. Versión de Gabriel Pino Roca, revisada por Rafael E. Silva. AHG.
[5] ACCG. 4 de septiembre de 1821.
[6] El proceso de la guerra queda registrado en el semanario El Patriota de Guayaquil, semana a semana: el 16 de junio, publica la noticia que se había recibido de Aymerich, presidente de la Audiencia de Quito, la respuesta a la intimidación que Sucre le había hecho a poco de llegado. Anuncia la conveniencia de reiniciar las acciones el día 21 por Guaranda, aunque por la debilidad de estas posiciones de los realistas, les hace pensar que aguardan el ataque por otros rumbos: “pero son tan pocas las municiones que hay en Guaranda que parece que nos esperan por otra parte. (...) Continuamente están llegando a la Punta de Santa Elena y acantonándose en el Morro las tropas de Colombia. Últimamente arribaron los bergantines Venturoso y Carmen conduciendo cerca de 500 hombres; también llegaron por tierra los que saltaron en la costa: hasta el 8. había en el Morro según los estados 938. hombres; faltan aun tres buques de los que se remitieron de transporte, entre ellos la fragata Fagby (Fanny) que debe conducir el batallón de Albión”. Abel Romeo Castillo, El Patriota de Guayaquil, sábado 16 de junio de 1821.

[7]  “Después de la brillante victoria de Yaguachi, parecía que la campaña de Quito por esta parte iba a ser la más feliz; pero ha sido todo lo contrario. El día 12 se ha perdido completamente el cuerpo principal de la división que constaba de mil hombres en las llanuras de Ambato. Apenas se han salvado cien hombres”. Antonio José de Sucre, Op. Cit. Carta a Santander, septiembre 18 de 1821, fragmento, Págs. 43-49.
[8]  Fuerzas colombianas que se hallaban prestando auxilios militares a San Martín en el Perú
[9] Bolívar, Op. Cit., Págs. 606-607.
[10] Castillo, Extraordinarios de “El Patriota de Guayaquil”, de 19 y 28 de noviembre de 1821.
[11] Bolívar, Op. Cit., Págs. 611-612
[12]  AHMCD/1567 - 0000025

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