Asedio de Sucre II
Además de esta imposición, Sucre
tuvo la astucia de reclutar malos guayaquileños (que hasta hoy los hay) como
agentes aliados para ayudar someterla. “Desde el momento en que nuestro deber y
nuestro ardiente deseo de dar libertad a nuestros hermanos de Quito y Cuenca
nos hicieron franquear a las tropas de Colombia el paso por esta provincia y
nuestros recursos, la ambición se ha formado agentes que, reuniendo alrededor
de sí las pasiones de los mal contentos, que es imposible dejen de existir, han
tocado y favorecido todos los medios de trastornar el orden, ya desacreditando
al Gobierno y desconociendo los esfuerzos y sacrificios públicos, ya
protegiendo abiertamente a los díscolos y mal intencionados, ya persiguiendo y
desconceptuando a los que no entraban en sus miras, aunque fuesen los más
honrados y ardientes patriotas, y ya autorizando en la oscuridad un partido que
hiciese vacilar la autoridad pública”.[1]
Sucre, que se encontraba acantonado en Babahoyo, se basó en el
Tratado con Guayaquil para dictar la proclama del 11 de agosto de 1821, en que
invita a los guayaquileños a decidir su destino. “Recibiendo el mando de las
tropas que deben salvaros, dice Sucre, he jurado a mis compatriotas, que el
suelo en que visteis la luz no será profanado por los tiranos. (...)
¡Guayaquileños! Colombiano como vosotros, es mi deber verter mi sangre por
vuestra gloria; pero amante de vuestra felicidad, yo os invito al paso que
decida vuestros destinos. (...) vais a incorporaros a la sociedad colombiana:
al convidaros a vuestra decisión os recomiendo la uniformidad, la unión más
estrecha, y la resolución más firme de morir o de ser libres”.[2]
A los pocos días, mediante una carta dirigida a Olmedo, Sucre,
visiblemente disgustado con la ciudad por su apego a la libertad y a su autonomía,
y por la esquiva decisión de convocar al Colegio Electoral, amenaza con
utilizar la fuerza para vencer su obstinada y permanente negativa:
“Cuando la junta de guerra de Babahoyo solicitó a V.E. la reunión
de la Junta Electoral creyó este reclamo en sus atribuciones (...) Una negativa
tan obstinada no manifiesta la menor mira generosa por parte del Gobierno, y
los males de la provincia exigían ya, ó salvar nuestra complicidad de estas
miras, ó impeler al Gobierno a satisfacer los votos públicos (...) la división
está mal distraída y peor situada; teniendo que atender los negocios de
Guayaquil al tiempo que se halla en campaña (...) un voto tan latamente
esperado, un anhelo tan conocido en el pueblo por esta incorporación no
necesita tantos preparativos insignificantes, tal vez viciosos para declararlo
(...) Si V.E. la concede ó la convoca, podemos juzgar ese desprendimiento mal
justificado en cuatro meses; si V.E. la niega, yo repito que las armas de
Colombia no se prostituyen a consideraciones particulares, y que ellos deben
salvar su honor, los deberes de Colombia y los verdaderos intereses de la
provincia”.[3]
Estas circunstancias hacían imposible a la Junta de Gobierno
continuar negándose a convocar a la Junta Electoral. De manera que el 31 de agosto,
el Cabildo tomó una resolución condicionada a la ratificación del Colegio
Electoral (Anexo 5).[4]
Ante la determinación del Gobierno de cumplir con sus leyes, Sucre, que se
hallaba en su cuartel general de Babahoyo, marchó a Guayaquil y presionó a una convocatoria
al Cabildo.
Este se reunió el 4 de septiembre, y con Sucre como “invitado”,
con que ratificaba sus amenazas, concurrió a la Sala Capitular del Cabildo “en
la que manifestó libremente la conveniencia de esta medida de que dependía la
seguridad y libertad de esta Provincia, se acordó que la determinación del
Gobierno era justa, política, conveniente y necesaria, y que se debían remover
todos los obstáculos que se presentasen, para que tuviese el más pronto
efecto”.[5]
Como por entonces la mayoría de los capitulares era colombianista
o partidaria de la agregación a Colombia, pudo Sucre lograr una declaratoria en
pro de la anexión. Es que los patriotas liderados por Olmedo sabían que no
podían mantenerse sin la ayuda de Bolívar. Se aferraron a la mano extendida de
Colombia con la vana esperanza de poder soltarla una vez pasada la tormenta,
pero Bolívar estaba resuelto a sofocar sus ansias autonomistas con un abrazo de
muerte.
Luego de cumplir el mandato de Bolívar, y seguro de
haber logrado la sumisión guayaquileña, Sucre abandonó la ciudad para reunirse
con su ejército en Babahoyo y atacar a Aymerich.[6]
Sin embargo, el 12 de septiembre fue
derrotado en Huachi y obligado a escapar a Guayaquil[7]
con apenas cien hombres. Se hizo fuerte en la ciudad para evitar que caiga en
poder del enemigo. Bolívar, percatado de este
fracaso militar, que posiblemente le cerraría su marcha al sur, por primera vez
ve a Guayaquil en su verdadera dimensión estratégica y escribe a San Martín
pidiendo ayuda para que intervenga y permita retenerla para el éxito de la
guerra:
“El último desagradable acontecimiento de Guayaquil en que los
enemigos han obtenido algunas ventajas, exige un remedio pronto y eficaz (...)
El gobierno de Colombia activa los medios de poner en perfecta seguridad
aquella provincia, y de liberar el resto de las del Sur, que aun están
subyugadas (...) Si mientras yo marcho, pudiera V.E. destinar sobre Guayaquil
el batallón del mando del señor coronel Heres,[8]
V.E. llenaría a la vez los deseos de aquellos colombianos, y haría a esta
República un servicio tan útil como importante. Mas si este batallón ha
marchado al Alto Perú, me atrevo a hacer a V.E. igual súplica con respecto a
cualquier otro cuerpo que pueda ser destinado a Guayaquil, de los del ejército
del mando de V.E.”.[9]
Sin embargo, San Martín, asume una actitud difícil de entender, pues, pese a
que desesperadamente necesitaba de las tropas de Colombia para la campaña del
Perú, no dio mayor importancia a estas urgencias.
Por otra parte, Sucre, tras su derrota y conocedor de la debilidad
militar y del peligro que esto significaba para la supervivencia de Guayaquil,
no vaciló en firmar en Babahoyo, el 16 de noviembre de 1821, una tregua
provisional que le permitía ganar el tiempo indispensable para rehacer sus
destrozadas fuerzas. El convenio fue firmado por generales Sucre y Carlos Tolrá
el 22 de noviembre de ese año y corroborado días más tarde por Aymerich.[10]
Sin embargo, Bolívar lo desaprobó y dispuso que no sea observado ni cumplido,
por lo cual, ordenó la movilización de 500 hombres del Cauca para reforzar las
defensas de Guayaquil.[11]
En estas circunstancias, el Gobierno de la Provincia, en
desesperado intento de crear una reserva militar para defender la ciudad de un
posible ataque, hizo un llamado público que mostró a la ciudadanía el problema
de cuerpo entero: “Conciudadanos, los enemigos han avanzado sobre nuestras
fronteras, y para precaver a esta ciudad de una invasión de que puede ser
amenazada, se ha preparado la defensa que debe hacerse en tales circunstancias.
Ella exige ciertos trabajos que no pueden verificarse sin el concurso de los
brazos de todos los vecinos y habitantes que en este momento deben dar la mejor
prueba de su honor y patriotismo. Con este objeto el gobierno ha resuelto que
todos concurran mañana desde las seis del día a la garganta del cerro Santa
Ana, llevando cada uno consigo los instrumentos que hubiese como son hachas,
barretas que son precisos para los trabajos que allí se preparan”.[12]
Esta tregua lograda por Sucre, que seguramente implicaría nuevas
contribuciones y requisas, causó incomodidad tanto al Gobierno como a la
ciudadanía, pues, seguros como estaban del triunfo de Sucre, creían haber
quedado libres de nuevos aportes para la guerra.
[1]
Olmedo Epistolario Págs. 485-88.
[2]
Sucre, Op. Cit., Págs. 42-43.
[3]
Extracto de
carta de Sucre dirigida a Olmedo el 30 de agosto de 1821. Archivo de Sucre, Págs. 408-411.
[4]
ACCG. Versión de Gabriel Pino Roca, revisada por Rafael E. Silva. AHG.
[5]
ACCG. 4 de septiembre de 1821.
[6]
El proceso de la guerra queda registrado en el semanario El Patriota de Guayaquil, semana a semana: el 16 de junio, publica
la noticia que se había recibido de Aymerich, presidente de la Audiencia de
Quito, la respuesta a la intimidación que Sucre le había hecho a poco de
llegado. Anuncia la conveniencia de reiniciar las acciones el día 21 por
Guaranda, aunque por la debilidad de estas posiciones de los realistas, les
hace pensar que aguardan el ataque por otros rumbos: “pero son tan pocas las
municiones que hay en Guaranda que parece que nos esperan por otra parte. (...)
Continuamente están llegando a la Punta de Santa Elena y acantonándose en el
Morro las tropas de Colombia. Últimamente arribaron los bergantines Venturoso y
Carmen conduciendo cerca de 500 hombres; también llegaron por tierra los que
saltaron en la costa: hasta el 8. había en el Morro según los estados 938.
hombres; faltan aun tres buques de los que se remitieron de transporte, entre
ellos la fragata Fagby (Fanny) que debe conducir el batallón de Albión”. Abel Romeo Castillo, El
Patriota de Guayaquil, sábado 16 de junio de 1821.
[7]
“Después de la
brillante victoria de Yaguachi, parecía que la campaña de Quito por esta parte
iba a ser la más feliz; pero ha sido todo lo contrario. El día 12 se ha perdido
completamente el cuerpo principal de la división que constaba de mil hombres en
las llanuras de Ambato. Apenas se han salvado cien hombres”. Antonio José de
Sucre, Op. Cit. Carta a Santander, septiembre 18 de 1821, fragmento, Págs.
43-49.
[8]
Fuerzas colombianas
que se hallaban prestando auxilios militares a San Martín en el Perú
[9]
Bolívar, Op. Cit., Págs. 606-607.
[10]
Castillo, Extraordinarios de “El Patriota de Guayaquil”, de 19 y 28 de
noviembre de 1821.
[11]
Bolívar, Op. Cit., Págs. 611-612
[12]
AHMCD/1567 -
0000025
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