Pichincha:
24 de Mayo de 1822
La actividad política y administrativa orientadas a la lucha por
la independencia de todo el territorio de la antigua Audiencia de Quito,
demuestra que en Guayaquil había un Gobierno constituido y un mando militar que
regían y normaban toda la actividad inherente a las responsabilidades tanto
civiles y políticas como militares.
La estrategia militar desarrollada por los revolucionarios
guayaquileños evidencia que su proyecto nunca fue pensado como un simple hecho
insurreccional local, sino como la búsqueda de la independencia total del
territorio de la Audiencia de Quito, lo cual no es una decisión oportunista o
tomada de la noche a la mañana, sino una parte fundamental del proceso de
independencia, cuya primera etapa se cumplió el 9 de Octubre de 1820.
La organización inmediata de un núcleo militar como la “División
Protectora de Quito”, puesta en marcha al día siguiente de haber alcanzado la
independencia, es la más clara manifestación que su revolución, siendo local,
tuvo como objetivo cristalizarse en una dimensión interregional. En la consigna
de “Guayaquil por la Patria” se halla intrínseca esa intención, concretada en
el triunfo de Pichincha, el 24 de mayo de 1822.
Esta verdad, que encierra la propuesta de
reunir bajo la independencia un territorio históricamente integrado, ”es mirada
con suspicacia y tergiversada por los admiradores de Bolívar, para atacar a un
gobierno empeñado tan solo en buscar la consolidación de la libertad. Y que no
mezquinó gastos ni escatimó sacrificios cuando se trató de la defensa o de la
liberación del territorio quiteño“.[1]
Cuando Sucre, en enero de 1822, reinició la
campaña contra las fuerzas españolas acantonadas en Quito, en Guayaquil se
publicó lo siguiente: “Los sacrificios de la
Provincia han sido generales y, sin embargo, no se han hecho duros al
considerar el noble fin que tienen de vengar a nuestros compatriotas vilmente
asesinados por los perversos realistas. Quito será libertada, el sistema
general será organizado y Guayaquil tendrá la gloria de haber hecho por su
parte todos los esfuerzos que tuvieron a su alcance para el completo de esta
grande obra”.[2]
Ese mismo espíritu consta en las palabras de Olmedo publicadas en
el semanario “El Patriota de Guayaquil”, luego de conocer el triunfo de un
ejército patriótico, multiétnico y multinacional, en las faldas del Pichincha.
En ellas quedó claramente establecida la gestión guayaquileña de luchar por la
independencia del territorio de la Audiencia de Quito para formar un estado
unitario:
“Guayaquileños: Cuando nos propusimos ser libres no podíamos dejar
gemir en la opresión á los pueblos que nos rodeaban: la empresa era grande, y
los tiranos miraron con desdén nuestro noble arrojo. ¡Crueles! Ellos creyeron
que vuestra sangre, que tres veces corrió en Guachi y Tanisagua, debilitaría y
extinguiría la llama de vuestro amor patrio: pero se hizo más viva; y mientras
vuestros hijos, hermanos y amigos corrieron á las armas, doblamos los
esfuerzos, y todos nuestros recursos fueron empleados para conducir en nuestro
auxilio á los hijos de la inmortal Colombia”.
“Guayaquileños: Quito ya es libre: vuestros votos están cumplidos;
la Providencia os lleva por la mano al Templo de la Paz, á recoger los frutos
de vuestra constancia y de vuestros sacrificios”.[3]
Olmedo, como cabeza del Gobierno de la Provincia de Guayaquil, es
el eje de la organización de un ejército bajo el mando de Sucre, constituido
por guayaquileños, cuencanos, colombianos, venezolanos e ingleses, al que se
suma el coronel Andrés de Santa Cruz, enviado por San Martín, al mando de
argentinos, chilenos y peruanos.
Sin embargo, desconfiando de las intenciones de Sucre, que
respondían a las órdenes de Bolívar. Designó al gran mariscal José de La Mar, quien
luego de rendir a San Martín la fortaleza de El Callao se hallaba en Guayaquil
en el seno de su familia: “El Gobierno Superior, penetrado del patriotismo y
mérito militar del general de división don José de La Mar, ha venido en
nombrarlo comandante general de armas de esta provincia, con el pleno de las
facultades de este destino”.[4] Y
fue por esta desconfianza hacia Sucre y las tropas colombianas que en el
desempeño de su cargo por disposición de Olmedo, La Mar permaneció en la
retaguardia y no participó en Pichincha.
Es en reconocimiento de esa autoridad que Sucre, por intermedio de
La Mar, pide a la Junta de Gobierno que dé por terminada la tregua firmada con
Aymerich, y es esta la que decide la ruptura de hostilidades con que se inicia
la campaña sobre Quito en enero de 1822. “En esta virtud, la Junta de Gobierno
declara: 1º. Queda desde hoy roto el armisticio celebrado en 20 de noviembre y
abiertas las hostilidades. 2º. Queda cerrado todo comercio y comunicación con las
provincias de la sierra. Imprímase y circúlese – Guayaquil Enero 18 de 1822.
Olmedo–Ximena–Roca”.[5]
La ciudadanía de la Provincia de Guayaquil, como consta en
documentos recopilados para este estudio, concurre con el financiamiento para
su sustento, uniformes, armamento, pertrechos, etc. y con el sacrificio de la
ciudadanía facilita alojamiento para oficiales, cuarteles y campos de maniobras
para la organización y entrenamiento del ejercito que marchó a liberar Quito y
al resto del país.[6]
Es una participación general de persona y dinero, que se hace ostensible entre
los pobladores de los distintos partidos de la provincia.
Participación que se evidencia, además, con el
convenio de cooperación entre Olmedo y San Martín: “Previendo desde lejos estos
inconvenientes hemos clamado repetidas veces a Vuestra Excelencia porque
destacase un Cuerpo de Piura que aunque no tuviese bastante fuerza para
comprometerse en una acción, tuviese al menos la suficiente para inquietar al
enemigo y obligarlo a no desemparar del todo a Cuenca. Todavia no es tarde, si
el Señor Presidente de Truxillo se ha esforzado en preparar esta cooperación
que Vuestra Excelencia aprobó desde el principio”.[7]
En su camino a Cuenca, las tropas libertadoras debieron pasar por
Machala, y los sacrificios voluntarios para la buena causa se manifestaron con
“D. Gaspar Ruiz, ha regalado cuatro quintales de arroz; D Juan Berrezueta,
treinta y tres pesos cuatro reales; D José Romero Noblecillas, diez y seis
reses (…) Todo lo que pongo en noticia de V. S. Así como el gran interés que
tomó D Jacinto Ponce en que estuviera bien servida la espedición (sic) y el
infatigable trabajo de los SS. Alcaldes D Mariano Franco, el de Santa Rosa, y
su benemérito cura que han podido facilitar recursos que no se esperaban en
pueblos tan escasos”. [8]
Mediante “El Patriota de Guayaquil”, resulta muy fácil enterarse
de las circunstancias que rodearon la gesta independentista del Ecuador, de las
rutas elegidas por los comandantes y los combates sostenidos por la fuerza
internacional que finalmente triunfó en Pichincha. En los partes militares
enviados al general La Mar, encontramos la referencia sobre las marchas y
encuentros de armas que sostuvieron, de los desertores propios y de los
realistas que se sumaban al ejército libertador, etc.
En el
semanario podemos ver que tras todo esto hay un Gobierno que negocia acuerdos
internacionales, convoca a elecciones municipales y de funcionarios. Una
autoridad que regula la distribución de vacunas, que legisla sobre la libertad
de prensa, que emite reglamentos policiales, controla la entrada y salida del
puerto, regula la importación y estimula la exportación, que obtiene préstamos
de la ciudadanía para financiar la campaña y establece la forma de pago, etc.
Es decir, una provincia en pleno desarrollo social y económico, regida bajo un
orden legal que, además, sostiene una guerra. No una administración, como la
acusa y acosa Bolívar, de gobernar a espaldas del pueblo y en su perjuicio.
[1]
Julio Estrada Icaza, Op. Cit., Vol. II, Pág. 451.
[2]
“El Patriota de Guayaquil”, 16 de octubre de 1821.
[3]
Abel Romeo Castillo, El Patriota de
Guayaquil y otros impresos, Volumen II, 1822, Guayaquil, AHG, Pág. 119,
1987.
[4]
Semanario El Patriota de Guayaquil, del 5 de enero de 1822.
[5]
Castillo, “Suplemento al Patriota”, sábado 19 de enero de 1822.
[6]
En “El Patriota de Guayaquil” del 2 de febrero de
1822, aparece el “Estado que manifiesta las cantidades acopiadas por esta
Tesorería general del Ejército y Hacienda, desde el 1.º hasta el 31 de enero de
1822”. El movimiento total es de 73.839 pesos, de los cuales, además de 30.099
pesos pagados a los préstamos públicos por financiar los gastos militares,
constan: Gastos de guerra de la división de Colombia, 9.194, por su vestuario:
6.599. Por sostenimiento y vestuario de los cuerpos guayaquileños: 7.588 y
3.468 respectivamente. Y el saldo por gastos en el cuerpo de ingenieros, parque
de Artillería, de la Marina, proveeduría del Ejército, ajustes a oficiales,
inválidos, hospitales, etc. Referencias que no dejan duda alguna del enorme
sacrificio de la Provincia Libre para libertar al resto del país. Que no diga
la historiadora colombiana mencionada que Colombia financió nuestra
independencia. Más adelante demostraremos que tampoco lo hizo con la del Perú.
Además, el semanario publica el 9 de febrero de ese año, el decreto que regula
la deuda para con los contribuyentes y la convierte en privilegiada. Deuda que
jamás pagó nadie, sino los guayaquileños.
[7] Carta de Olmedo a San Martín del 14 de julio de 1821.
Fotograma 217, Rollo de microfilm de Latin American – Ecuador 1809-1832,
Universidad de Indiana USA, Fondo microfilm Fundación Miguel Aspiazu Carbo.
[8]
El Patriota, 23 de febrero de 1822.
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