Asedio de Sucre III
Expectativas ilusorias, pues, el Ayuntamiento se vio conminado por
el Gobierno para que: “se concluya el arreglo en la contribución gradual, que
no será gravosa, y pondrá un término al empréstito; y para facilitar la
satisfacción de este gravamen se han decretado nuevamente providencias que
aseguran el crédito público, y la esperanza en los prestamistas. Con cuyas
seguridades se ha decretado continúe por el presente mes de octubre en
empréstito general en los mismos términos que el (anterior), que deberá estar
colectado dentro de cinco días; quedando los ministerios del tesoro
responsables del cumplimiento de esta providencia decretada por las
circunstancias. Guayaquil, octubre 6 de 1821”.[1]
La derrota que los españoles infringieron a Sucre dejó sin piso a
sus exigencias de sumar la Provincia de Guayaquil incondicionalmente a
Colombia. Y los guayaquileños se aprovecharon de la emergencia para no llevar a
cabo la reunión del Colegio Electoral, que debía decidirla y deshacerse del
convenio que éste demandaba.
Sobre los resultados del combate, Sucre, en su informe a Bolívar, dice
lo siguiente: “he pensado que lo más
importante es conservar Guayaquil (...) Con los cuerpos de Cuenca, los restos
derrotados, los convalecientes de hospital, la pequeña guarnición de Guayaquil
y 230 treinta soldados que puedo canjear ahora mismo, reuniremos 1.000 hombres
con que puedo defender, si no la provincia porque el enemigo ataque con el
total de sus fuerzas, al menos la capital que sostendremos a todo trance hasta
que vengan las tropas del Cauca, tantas veces ofrecidas, y que ahora son precisas,
absolutamente necesarias, pues no espero que el general San Martín mande un
soldado para conservar este país”.[2]
Esta situación convirtió a Guayaquil en un centro de frenética
actividad bélica. Se decretó la Ley Marcial, que implicaba el reclutamiento obligatorio,
la organización de las fuerzas y el aprovisionamiento de pertrechos para
defenderla. Las cañoneras que se hallaban de servicio en distintos puntos,
fueron concentradas en las bocas de los ríos Babahoyo y Daule, y canoas
cargadas de hombres hacían la vigilancia.
El número de hombres se incrementaba a diario con los soldados que
librados de caer prisioneros o morir en combate, llegaban huyendo a la ciudad.
Los semovientes requisados inundaban los corrales, las fortificaciones se
reforzaron, y para atraer a aquellos que en el fragor de la lucha habían
desertado, se disminuyó el rigor de las penas.[3]
A fin de asegurar la defensa civil, los hombres mayores fueron agrupados bajo
el mando del comandante Ignacio Alcázar, en un batallón con el nombre de “Voluntarios
de la Patria”. Esta movilización de defensa demandó ingentes sumas de dinero, y
en el acta del Cabildo celebrado el 16 de agosto de 1821, encontramos la prueba
de la participación patriótica del pueblo del litoral para defender su
libertad, e intentar la liberación del resto del país.
“Se recibió un oficio del Superior Gobierno, en que manifiesta
hallarse el enemigo a nuestras fronteras, el Erario sin fondos algunos, y que
para las providencias que se toman para salvar la Patria, es indispensable que
este Ayuntamiento distribuya un empréstito extraordinario de cincuenta mil
pesos, que se debe realizar dentro de quince días. Para este efecto y cumplir
con lo ordenado, se expidió por este Ayuntamiento al mismo Superior Gobierno,
las listas del anterior empréstito, para que sirvan de gobierno en tan delicada
operación y se dispuso que recibidas estas y la satisfacción de la deuda que se
le propuso, que si solo el empréstito se debe arreglar al vecindario de esta
ciudad o si es extensivo a la Provincia, el Ayuntamiento a pluralidad de votos
hagan las insinuaciones correspondientes para llenar el cupo”.[4]
Los ayuntamientos de los partidos de toda la provincia levantaron
censos, cuyos padrones sirvieron a la Junta de Gobierno para exigir y controlar
su participación al sostenimiento de la guerra. Otra forma de obtener dinero
sonante fueron los legados y préstamos. En el acta del Cabildo celebrado el 22
de agosto de 1821, consta que las aportaciones hechas por los ciudadanos
contribuyentes, al préstamo extraordinario concedido a la Junta Superior de
Gobierno, ascendían a treinta y cuatro mil ochocientos veinticinco pesos. Suma
considerable que sólo el patriotismo pudo levantar en apenas una semana:
“I mediante a la urgencia con que se pide por dicho oficio hasta
el completo de cincuenta mil pesos, se pasa oficio al Superior Gobierno, para
que de su orden hagan en los pueblos los Ayuntamientos de ellos, el reparto y
cobro de las asignaciones que les corresponde según el anterior empréstito”.[5]
Con esta información se hace patético el error cometido por la
historiadora colombiana, Gloria Inés Ospina Sánchez, quien, sin ningún
fundamento afirma: “De Colombia salió la financiación (…) de la campaña del
sur, que dará la independencia a Ecuador… y Perú”,[6]
toda la documentación inherente que consta en esta y muchas otras obras sobre
la independencia del Ecuador, especialmente escritas con la verdad por
guayaquileños, la desmienten.
La preocupación surgida en Guayaquil con motivo de la presencia de
la división enemiga que bajaba de Cuenca, en las inmediaciones de las fronteras
provinciales, desaparecería con el sonado triunfo de Sucre en la batalla de
Cone (Yaguachi, 19 de agosto de 1821), cuando reiniciaba la campaña para la
liberación de Quito. El parte de batalla Sucre lo eleva a Olmedo, como
reconocimiento al Gobierno de la Provincia, del cual dependía el reclutamiento,
avituallamiento de la tropa a su mando. A su vez, esta importante victoria la
anuncia Olmedo al general Santander en carta fechada el 1 de septiembre de ese
año.[7]
Más adelante, por el arrojo y valentía con que lucharon los soldados de la
provincia, se impuso el nombre de Yaguachi al batallón de guayaquileños,[8]
que junto a tropas internacionales triunfó en Pichincha el 24 de mayo de 1822.
Con motivo de tal victoria, el Cabildo, considerando “Finalmente,
que habiendo quedado la Provincia de Guayaquil y sin temor de ser invadida,
después de la memorable victoria de Yaguachi, y después de estar ya abierta la
comunicación con los Estados de Colombia y Perú, había creído el Gobierno que
había llegado el tiempo oportuno de reunir dicha representación, como en efecto
estaba ya resuelta, para que se decidiese de una vez cuál era la voluntad
general sobre su agregación, para evitar los males que podrían resultar de la
incertidumbre de su destino y procurarse los bienes que debía producir una
firme y terminante resolución”.[9]
Sin embargo, Cubitt,[10] afirma
que “en el mismo número (El Republicano del Sur) publicó una declaración, del
31 de agosto de 1821, de los miembros disidentes del Ayuntamiento protestando
contra un pronunciamiento del cuerpo a favor de la agregación y alegando que
los miembros habían sido obligados a verificarlos por los generales colombianos
Sucre y Morales que asistieron”.
Desgraciadamente las
fuerzas comandadas por Sucre sufrieron un severo revés en Ambato, por lo cual,
el 15 de septiembre de 1821, Olmedo le escribe lo siguiente: “El
Gobierno está dispuesto a hacer todos los esfuerzos y todos los sacrificios por
salvar la patria. En esta virtud no dude usted un momento de que se allanarán
todos los inconvenientes para reponernos, que estén en nuestro poder”.[11]
Por el mismo motivo, dos días más tarde,
Olmedo se dirige a Santander en los siguientes términos: “La hermosa
perspectiva que presentaba la provincia cuando dirigimos a V.E. las últimas
comunicaciones después de la victoria de Yaguachi, se ha mudado repentinamente
por una de las vicisitudes de la guerra. Acabamos de recibir parte del General
Sucre en que nos anuncia la total derrota de su división el día 12 del presente
en las llanuras de Ambato, de donde el mismo escapó herido”.
“Hemos perdido los primeros elementos de
nuestra defensa…Todas nuestras armas, todo cuanto teníamos para nuestra defensa
se empleó en esta expedición en la cual libramos nuestra salud y libertad; y
todo ha sido sacrificado. A pesar de eso con las cortas reliquias defenderemos
la plaza, que sólo evacuaremos en el último apuro para trasladarnos a la isla
de Puná y fijar allí el centro de las operaciones. Siempre dominaremos la bahía
y todo el río con nuestras fuerzas sutiles”.[12]
Y el 29 de septiembre de 1921, inspirado por
el valor y patriotismo de los guayaquileños, escribe también a Santander:
“Aunque el enemigo que batió nuestra División en Ambato parece quedó reducido a
800 hombres, intenta invadir esta provincia reforzado con 500 de nuestros
prisioneros que ha incorporado en sus filas. El se halla hoy en Riobamba…Con
las reliquias de nuestra fuerza, el esfuerzo que hacemos al aumentarla, y las
ventajas de nuestra localidad nos disponemos a hacer una obstinada
resistencia…”.[13]
[1]
AHMCE/1567 -
0000032
[2]
Antonio José
de Sucre, De mi propia mano, México,
Fondo de Cultura Económica, Pág. 47, 1981.
[3]
AHMCD/1567 -
0000031
[4]
ACCG,
celebrado el 16 de agosto de 1821, AHG.
[5]
ACCG,
celebrado el 22 de agosto de 1821, AHG.
[6]
Gloria Inés Ospina Sánchez, “España y Colombia en el siglo XIX”, Madrid,
Ediciones Cultura Hispánica, Pág. 27, 1988.
[7]
José Joaquín Olmedo, “Epistolario”, Quito, Corp. De Estudios y Publicaciones,
Págs. 428-429, 1989.
[8]
Entiéndase por guayaquileños no solo a los ciudadanos de Guayaquil la urbe,
sino a los de toda la Provincia de Guayaquil que estaba formada por las
actuales provincias de Manabí, Los Ríos, Guayas y El Oro.
[9]
ACCG, celebrado el 31 de agosto de 1821, AHG.
[10]
“La Anexión de la Provincia de Guayaquil, 1822: Estudio del Estilo Político
Bolivariano”, Guayaquil, Revista N. 13 del Archivo Histórico del Guayas, Pág.
12, 1978.
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