El desarrollo de Guayaquil y los primeros piratas
A partir de 1547, en que se dio su última mudanza, Guayaquil comenzó su desarrollo. Ajenos sus vecinos a los ataques de indígenas, se dedicaron a afianzar su emplazamiento. En torno a los pequeños cerros iniciaron los cultivos propios del sector, que les proporcionaba los medios más elementales para la subsistencia. La ciudad, ya sedentaria, comenzó a crecer y sus pobladores españoles, buscaron la expansión de sus actividades a base de las encomiendas y otras prebendas reales. A partir de entonces, las probanzas de méritos se convierten en moneda corriente, como elemento principal en la búsqueda de ventajas. En una especie de diáspora, forzaron al destino y su prometedor futuro tomándose las fértiles vegas de la gran cuenca del Guayas. Creció como ciudad-puerto, rica y vía estratégica para controlar geopolíticamente y organizar el espacio colonial. Molesta dependencia de la cual a lo largo de muchos años procuraron zafarse los textileros quiteños.
Antonio de Morga, presidente de la Audiencia de Quito, en 1616 intentó abrir caminos por Esmeraldas y por Manabí para eliminar la ruta por Guayaquil. Sueños que nunca pudieron competir con la facilidad y seguridad que ofrecía el transporte de personas, animales y mercaderías por los ríos de la gran red fluvial. Esta privilegiada condición dio a la ciudad la gran ventaja de recibir y asimilar la más avanzada información de esos tiempos, el solo contacto con hombres de mar españoles y portugueses ofrecía un flujo de experiencias y expectativas.
Las primeras descripciones referentes al desarrollo e importancia creciente de Santiago de Guayaquil fueron hechas por religiosos españoles: el licenciado Salazar de Villasante, que siendo gobernador de Quito visitó la ciudad entre 1562 y 1563; y el fraile dominico Reginaldo de Lizarraga, aseguraba en 1590 que la ciudad aun permanecía en la cumbre de los cerros Santa Ana y del Carmen, “toda la vecindad estaba poblada en la plaza de arriba”donde se hallaban la casa del Cabildo y la Iglesia Mayor. En los siglos XVII y XVIII Guayaquil recibió numerosos visitantes extranjeros, muchos de ellos sin siquiera desembarcar ya eran noticia y oportunidad para indagar sobre otros mundos.
Visitantes que publicaron numerosas y ricas descripciones de la ciudad y su provincia, lectura amena por la que se obtiene una imagen muy clara de la calidad y calidez de sus habitantes, costumbres, etc., y naturalmente sobre el progreso que año tras año alcanzaban. Viajeros, europeos especialmente, que nos dejaron como legado el detalle preciso de sus barrios, calles, templos, religiosidad; comercio fluvial y marítimo, construcciones y arquitectura tropical; sobre el clima, insectos, e incendios, etc. Posteriormente la marinería, oficiales navales, procedentes de otras nacionalidades, no obstante las restricciones, lograban difundir ideas quecon el decurso de los años concretaron el camino a la libertad y la independencia del país.
Pero Guayaquil no alcanzó su desarrollo solo por la influencia externa, hecho muy importante pero posterior. La expansión de la ciudad-puerto es una consecuencia de dos factores que en el momento preciso se complementaron eficientemente, y decidieron al conquistador español a aferrarla a las riberas de los variados ríos de la provincia. Condición históricamente mantenida, y que pese a la inclemencia del clima, ataques armados, incendios y pestes, sus habitantes nunca la abandonaron como rectora de un comercio profundamente ligado al río Guayas.
Es así como el génesis de su riqueza e importancia lo constituyen tanto su hermoso y estratégico golfo; la riquísima y vasta cuenca del Guayas, cuanto la madera de balsa nativa de la zona ecuatorial húmeda de la cuenca del Guayas. Madera en extremo liviana y de gran flotabilidad que no solo fue un medio de transporte y comercio; de relación intercultural y forma de abrirse al mundo, sino que al servirse de ella el hombre del litoral accedió a experiencias culturales que lo hicieron abierto y cosmopolita. Pudo ver más allá de la localidad, del pueblo, de la comarca o la región. Podemos afirmar que la balsa en el momento del despegue económico, es la más importante coyuntura que permitió la fácil movilidad del comercio. Es decir, que los ríos y las embarcaciones fluviales fueron la vía y el vehículo de su desarrollo inicial hasta la construcción de carreteras y del puerto marítimo en el siglo XX.
En 1600 la ciudad había empezado a descender del cerro, sus viviendas se diseminaron por las tierras llanas. Al final del siglo XVII la Plaza de Armas ya se encontraba en la planicie y la población había crecido considerablemente. Es cuando configura su personalidad y ha de vérsela como ciudad-puerto y no simplemente como urbe tropical colonial. Es cuando los guayaquileños empiezan a sentirse encerrados entre el cerro y los esteros e inician un permanente y silencioso enfrentamiento con las constantes inundaciones de la ciudad, que les aguzó el ingenio para ganar el espacio físico requerido. A mitad de este siglo, por su fama de ciudad rica fue asolada repetidas veces por los piratas, que vagaban por los mares del mundo desde el siglo anterior. Jacobo L’Hermite la asaltó en 1624. Pero también es en este período que el comercio empieza a descollar como su principal actividad que marcaría el carácter de la ciudad.
A partir de entonces se produjeron cinco ataques más, pero el más grave fue en 1867; tomada por sorpresa, saqueada y quemada hasta sus cimientos por corsarios ingleses al mando de George Hewit y los franceses dirigidos por los capitanes Picard y Groignet. Después de este ataque, en vista del desastre, la sorpresa y el incendio, se sintieron atemorizados por la inseguridad que los rodeaba. Las autoridades con el apoyo mayoritario de los vecinos, a fin de evitar ser sorprendidos en el futuro, decidieron trasladar la ciudad a un sitio más propicio para su defensa. En 1693, por la estrechez del espacio, falta de posiciones defensivas contra los filibusteros y caminos para la fuga, parte del vecindario decidió mudarla más al sur, el resto de pobladores se negó a hacerlo por lo cual la urbe quedó dividida en Ciudad Nueva y Ciudad Vieja. A partir de entonces, la provincia y la ciudad-puerto se enriquecen con la explotación de sus grandes bosques y la exportación de madera, las construcciones navales y poco más adelante con la producción y exportación cacaotera que la convertiría en la más importante de la costa septentrional americana.
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