La Torre Morisca
El 22 de septiembre de 1921, en el nacimiento de la calle 10 de Agosto, como parte del programa de embellecimiento del malecón, se fundieron las bases para levantar una torre de estructura metálica destinada la instalación del reloj de la ciudad. Los adjudicatarios del contrato, fueron, los señores Nicolás Banderlini como constructor, y Emilio Soro decorador. La torre se inauguró el 15 de abril de 1922, pero luego de cinco años, por fallas de construcción su estructura no soportó su propio peso y para evitar un serio accidente debió ser demolida en 1927.
El 1 de agosto de 1930, cuando el tramo del nuevo muro del malecón había llegado a la altura de la avenida 10 de Agosto, bajo la dirección de los catalanes Ing. Francisco Ramón y Arq. J. Pérez Nin y Landín, se inició la construcción de la “Torre Morisca” que sería conocida también como “Reloj Público”. Obra que hoy admiramos, como edificación de arquitectura moruna muy bella de la cual toma su nombre, la cual fue inaugurada el 24 de mayo de 1931.
El 19 de junio de 1931, para expresar el reconocimiento público a los extranjeros residentes en la ciudad, y estimular su apoyo económico a la obra del Malecón, el Concejo Cantonal tomo la resolución de homenajear a las colonias radicadas en Guayaquil, acordando que “sería muy grato para esas Colonias que la Corporación Municipal, representante de la ciudad, rinda un homenaje de simpatía a sus respectivos países”.
Fue así como la sección del muro del Malecón cuya construcción finalizó ese año, mediante resolución del Cabildo tomada el 25 de junio de ese año, se dispuso que “desde el punto situado frente a la calle General de Elizalde, hasta el extremo sur del mismo Malecón en el antiguo Conchero, llevará, a partir de la vigencia del presente Acuerdo el nombre de Paseo de las Colonias Extranjeras”.
Dentro del tramo señalado, quedaba incluida la torre morisca del Reloj Público, por lo cual la colonia española, se apresuró a plantear la posibilidad de asumir el costo de parte de la ornamentación en el nuevo Malecón. “Su intervención, será en el adorno del espacio o superficie de terreno de la torre del reloj público, siguiendo la idea de un patio andaluz que guarde armonía con el estilo morisco”. Obra que hoy admiramos, pues tiene una arquitectura moruna muy bella de la cual deriva su nombre. Edificación ornamental del Malecón, que fue inaugurada el 24 de mayo de 1932.
En la década de 1940, por algo más de cinco años, funcionó en la planta baja de la torre un pequeño almacén especializado en linos y ropa para caballeros, llamado “La Violetera”, de propiedad de don Gustavo Gómez Ycaza, cuyo canon de arrendamiento el Municipio reinvertía en su mantenimiento. Esta persona tenía a cargo, dentro de sus obligaciones la conservación de un pequeño jardín que circundaba la torre.
A la altura de la calle Colón, para atender a los hombres de los muelles, y los viajeros que iban o venían en las lanchas fluviales, surgieron las conocidas “carretillas”. Cuando estas hubieron alcanzado una gran aceptación entre la ciudadanía, el Municipio decidió mejorar su apariencia y en la década de 1950, al lado de la Torre Morisca construyó en reemplazo de las verdaderas carretillas, unos locales abiertos y muy bien presentados, donde se servía el más rico y aromático chocolate que se podía encontrar en la ciudad. Adquirieron tal renombre que llegaron a representar el espíritu liberal y tolerante guayaquileño, pues en ellas compartían el gusto del chocolate y el “planchado”, desde lo más granado de la alta sociedad hasta el más humilde trabajador del puerto o sencillo montubio viajero.
Por esa misma época fue convertida por los contrabandistas en hito, muy conocido por la ciudadanía, como punto de expendio de todo el comercio ilícito de licores, cigarrillos, y curiosidades que no se hallaban en la plaza. Todo aquel que planeaba realizar en su casa una fiesta, acudía a los “contrabandistas honrados”, así llamados porque que garantizaban un licor de buena calidad, que no era “torpedo” como aun se conoce al falsificado en el argot popular.
La vida diaria guayaquileña, su historia, su riqueza, que durante 150 años proveyó de divisas para el crecimiento y supervivencia de todo el país, se desarrollaron a orillas del Guayas. La ciudad, terminal de su gran cuenca, creció a lo largo de lo que fue su calle principal, llamada la calle de la Orilla primero, y posteriormente Malecón. Y uno de los hitos, que alguna vez sobresalió en el perfil citadino fue precisamente el monumento de nuestra referencia, cuyo reloj, a lo largo del tiempo marcó el ritmo de trabajo de nuestra laboriosa colmena.
Hoy, sus repiques no se escuchan, pues son ahogados por el rumor y latir de la ciudad. Pero este bello conjunto arquitectónico, totalmente remozado está definitivamente incorporado a la magnífica obra del nuevo Malecón de Guayaquil. Que forma parte importante de la gestión municipal que ha transformado a nuestra ciudad en los últimos diez años, que hoy distingue e identifica a nuestra urbe.
Y el reloj que se encuentra en ella es el mismo sobreviviente que trajo Vicente Rocafuertye en 1842
Estimado Don José Antonio, extiendo un cordial saludo. Hay alguna información más detallada acerca del paseo de las colonias. Estoy realizando una investigación explorativa en retrospectiva del espacio público de la ciudad, desde el último gran incendio hasta 1940 fecha en la que se consolida el malecón de Guayaquil como espacio público, por lo que he tomado como punto de análisis la transformación de esta calle emblemática de la ciudad.
ResponderEliminarCordiales saludos.
Jean Carlos Maldonado Luzuriaga
E mail: jean_m24@hotmail.com
Espectacular reseña un abrazo Sr Iturralde y GRACIAS por ilustrarnos.
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