domingo, 15 de diciembre de 2019


El Grito del Pueblo

El diario de la mañana El Grito del Pueblo fue un órgano del partido radical, que circuló por primera vez el 22 de enero de 1895. Fue el primer diario que inició en el país el sistema de ilustración artística de los artículos referentes a personajes locales y nacionales, que de alguna manera se identificaban con las ciencias, artes, política, milicia o en cualquiera de las profesiones liberales.
Fue fundado con la finalidad de levantar la opinión y propalar la revolución en contra del gobierno de Cordero, que día a día avanzaba en forma incontenible; “sus artículos eran como un toque de somatén, como las vibrantes notas de un clarín de guerra” (Camilo Destruge). Era redactado por José de Lapierre, hábil periodista, que de su pluma salían artículos candentes o esas sátiras, esas picantes décimas y redondillas que le dieron justa fama. Federico V. Reinel era el director y Luciano Coral su cronista.
Notables periodistas de fuste que se habían formado a lo largo del tiempo eran sus colaboradores: Antonio Alomía, Manuel de J. Andrade, Gustavo Arboleda Restrepo, Julio Arce, César Borja Cordero, Manuel J. Calle, José Antonio Campos, Luis Felipe Carbo, Carlos Defilippe, Pedro Pablo Garaicoa, Nicolás Augusto González, doctor Juan Francisco Guzmán, Manuel F. Horta, Juan Bautista Ycaza Carrillo, Prof. Gustavo Lemos R., Gonzalo Llona, Pedro E. Manzo, Adolfo B. Masdeu, Carlos Matamoros Jara, Joaquín Morales, Ayres H. Nascimento, José Pardo Castro, doctor Vicente Paz, J. Camilo Piedrahita, Rafael Arístides Piedrahita, Juan B. Rolando Coello, José Vicente Ruiz, doctor Manuel Felipe Serrano, Pedro Valdez Mackliff, doctor Serafín Wither, José Antonio Campos, Ezequiel Calle, Juan Varela, Celiano Monge y Carlos R. Tobar.
Con estos distinguidos liberales El Grito del Pueblo se impuso la tarea de defender los intereses de la Nación y de hacer propaganda de las ideas radicales, por lo cual muy pronto adquirió una gran popularidad y llegó a ser un elemento decisivo y orientador de opinión en la lucha abierta que sostenía la oposición contra el gobierno del doctor Luis Cordero. 


Al poco tiempo el periódico se entregó de lleno a profundizar en el punzante asunto del negociado del crucero “Esmeralda” (pasaje vergonzoso de nuestra historia muy poco conocido por la juventud). En tres artículos que ocupaban cinco columnas de la primera edición se trataba del problema, en distintos tonos de gravedad. Esta actitud y frontalidad fue la clave del éxito que obtuvo y de la arrolladora popularidad alcanzada desde su aparición.
En el editorial del número 9 correspondiente a la publicación del 29 de enero de 1895, habla sobre la actitud del gobierno de entonces (cualquier semejanza es pura coincidencia): “La ambición de mando pretendiendo sobreponerse a la voluntad popular. ¡Qué absurdo! Eso es despreciar las enseñanzas que contiene la historia de todos los pueblos. Eso es cegarse, eso es dejarse dominar por el funesto vértigo que producen las alturas del poder.”
“los que se imaginan que situaciones como la presente pueden salvarse con arbitrariedades y tiránicas medidas, sufren un error. Se puede abusar de todo menos de la paciencia de un pueblo que durante diez años ha visto pisotear sus libertades; defraudar sus mejores rentas; comerciar con todos los intereses nacionales; entregar ilegalmente a los acreedores extranjeros una inmensa extensión de territorio (…) que venga el terror, que siempre la gloria será para las víctimas y la infamia para los tiranos.” Todos los días, sin descanso; sin dar tregua al gobierno un solo instante, martillaba el periódico sobre el tema con argumentos cada vez más aplastantes: “La patria ecuatoriana está de duelo” decía en el número 10. “la consigna que nos tiene dictada la majestad de nuestra misión como periodistas, nos llevará hasta el sacrificio antes que enmudecer.”
En el número 99 del 22 de abril apareció un fulgurante artículo editorial, titulado “Los Proscritos”, en que se daba cuenta de las prisiones y destierros efectuadas por el gobierno: “Hoy marchan al destierro los ilustres presos de la semana anterior, víctimas del despotismo del más ilegítimo y criminal de los gobiernos que ha tenido la república. Muchas son las familias que quedan desde hoy en la más triste orfandad, desoladas y sin apoyo, al separarse, quién sabe por cuánto tiempo del padre amoroso, del hijo, del esposo o del hermano que eran el sostén y guarda de los suyos (…) Los más corrompidos en la política; los venales e impenitentes del progresismo se han convertido en verdugos del pueblo y se ensañan con los hombres honrados, con la gente digna, con los escritores independientes.” Y finaliza el editorial, diciendo: “Nacidos para ciudadanos independientes de una república democrática, que no para feudos de canallas usurpadores, fustigaremos sin temor a los tiranos.”
Fueron escritos que exasperaron tanto a la autoridad, que ordenó la clausura de los talleres y el inmediato apresamiento de los señores Lapierre y Coral, que luego fueron deportados a Panamá. 
A los pocos días, sorpresivamente El Grito del Pueblo volvió a circular, editado clandestinamente, en un formato muy pequeño y distribuido cautelosamente. Reapareció como un revolucionario sin tapujos, y sin guardar ningún fuero ni disimulo incitaba a la insurrección. “Reaparecemos: Pequeños como la albahaca; perfumados como ella misma, con el perfume de la convicción, del patriotismo y del honor; pequeños decimos, pero airados, pero altivos, pero dignos, pero resueltos, reaparecemos en la arena de la Prensa, con más bríos aún a desafiar las iras de los chacales de la dictadura y a echarles nuestras últimas maldiciones...”
Hasta 1896, Federico Reinel fue propietario único de la empresa y director del diario. Hombre dinámico y emprendedor le imprimió al diario un desarrollo notable, adaptándolo a las modernas exigencias de la publicidad, hasta ubicarlo en primera línea entre los órganos de comunicación de entonces.
Bajo la inteligente acción del señor Reinel, El Grito del Pueblo prosperó en grado sumo y su popularidad se vio grandemente arraigada en la ciudadanía; en primera página publicó excelentes retratos litografiados de personajes notables, y más tarde lo fueron en fotograbado las ilustraciones de los hechos y hombres destacados. El diario llenaba las exigencias de los lectores, utilizando modernas técnicas de impresión e información. La empresa creció a niveles muy apreciables, se modernizaron sus máquinas y se agregaron los elementos tipográficos acordes con las nuevas técnicas. Siendo la primera empresa editorial de la ciudad en emplear al sistema de linotipo.

El 1 de enero de 1901, de su año IV de publicación, se editaba el número 2.178; y bajo el título de Dos Siglos, aparece en su primera página un notable artículo del doctor Alfredo Baquerizo Moreno, que extractamos en razón del espacio que disponemos, que con su notable elocuencia nos habla de libertades y derechos:
 “La libertad política, la libertad religiosa y el reconocimiento de los derechos naturales del hombre, son conquistas aseguradas en el transcurso del siglo. Nadie las niega o desconoce ya, como tampoco el hecho palmario y evidente que la democracia rige y gobierna el mundo civilizado, cualquiera que por otra parte sea la forma de gobierno de los diversos pueblos o naciones. Si por acaso salta a la vista tal o cual excepción, ésta solo sirve para confirmar la regla. Cierto que esas o parecidas libertades, son de hecho violadas o desconocidas en ocasiones; pero entonces mismo, lejos de desconocerse el derecho violado, se hace por encontrar el modo y forma con que el hecho odioso revista o presente las apariencias del derecho... ¡Existir! ¡Progresar! Dada, pues, esa existencia de la humanidad largos siglos en lo futuro, ¿quién puede medir ni abarcar lo que significará el progreso en la vida de lo porvenir?”
 “En los comienzos de la vida están la barbarie, la independencia brutal y salvaje, la lucha horrible y tenaz del hombre con la naturaleza, con las fieras y con el hombre mismo; la edad de oro, si ha de existir alguna vez, será la más brillante corona de los siglos, puesta a lucir en lo infinito del espacio, por obra de la ciencia, del amor y del trabajo de la grande alma humana.”
Ezequiel Calle, en su columna del domingo 17 de mayo de 1903, consigna datos históricos sobre el periodismo, que vale la pena reproducir: “Todos los gobiernos han tenido sus órganos de publicidad para dar cuenta de sus actos, sujetándolos a la sanción pública, y defenderse de los ataques de la oposición, en términos dignos y elevados, cual cumple a hombres de probidad, honor y dignidad. Jamás la diatriba ni el insulto canallesco tenían cabida en sus columnas.”
“Los que escribían en estos periódicos eran hombres de ciencia y conciencia, y sus producciones instruían deleitando. El primer Flores, tuvo a Antonio José Irisarri, autor de la Historia Crítica del asesinato del Gran Mariscal de Ayacucho y de otras obras de positivo mérito. García Moreno, al poeta Juan León Mera, autor de Cumandá; Veintemilla, al doctor Joaquín Fernández de Córdova, poeta y publicista; Caamaño, al doctor Ramón Borrero, el Larra ecuatoriano.”
“Esos periódicos eran focos de luz en medio de las agitaciones de la política y eran leídos con aplauso general. Vino la transformación política de 1895 y los órganos de palacio se convirtieron en respiraderos del infierno. Cayeron en manos de plumarios sin ilustración y sin talento, salvo honrosas excepciones, especie de garroteros condecorados que no han respetado nada, en su loco afán de fundar el imperio de las tinieblas y corromper el espíritu público, con escándalo de la moral y vilipendio de los tipos de imprenta.”

1 comentario:

  1. Otro buen artículo. Siempre recuerdo esa expresión de mi abuelita: El Grito del Pueblo lo dirá!

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