viernes, 27 de diciembre de 2019



Las condiciones que consideró Guayaquil
Guayaquil buscaba inscribir su proyecto de libertad y alcanzar su independencia en el momento en que Hispanoamérica estuviese madura para intentar la ruptura total con el coloniaje, no antes. Esta actitud ha sido interpretada con ligereza por algunos historiadores, que han esgrimido la falacia que la negativa de los guayaquileños de apoyar a los quiteños en el movimiento del 10 de Agosto de 1809, se debió a sentimientos regionales adversos. Esto es totalmente alejado de la verdad. Estos no se comprometieron, porque tal movimiento no buscaba la ruptura colonial y porque su situación económica estaba en óptimas condiciones, y en ascenso, que no quisieron arriesgarla para embarcarse en una aventura contra la Corona y porque juzgaron que el poder militar colonial estaba intacto. 
Tan cierta era esta limitación en 1809, que Bolívar y los hombres agrupados en torno a él, aprendían apenas el arte de la rebelión en el cónclave secreto de su propiedad de El Palmito a orillas de río La Guayra[1].  Y San Martín, ni siquiera había llegado a Buenos Aires desde Europa[2].  
Es decir que las guerras de independencia como procesos bélicos –única forma de desalojar a los españoles– estaban recién en gestación. Consecuentemente, sumarse a un movimiento carente de estrategia, de profundidad, de ejército, y huérfano de sustentación continental, que en cualquier momento resultaría aplastado, habría sido un sueño de opio, equivalente a lanzarse a un despeñadero. Eso es lo que el coronel Jacinto Bejarano quiso decir con: ”Estamos listos, pero no están listas las condiciones externas“.
El escenario adecuado no existía aun: Podríamos decir que los guayaquileños con algo de visión y astucia mercantil lo percibieron así. Todavía estaban empeñados en clarificar su situación económica, negociar sus impuestos, gravámenes a sus transacciones,  etc. Olmedo, pese a que su pensamiento no se aparta de alcanzar la independencia, y la autonomía para su patria, va a las Cortes en plan de defensor del indígena, como negociador de facilidades para las colonias, es decir, como un diputado en pos de una legislación adecuada para progresar social y económicamente. 
Era necesario esperar el momento oportuno para evitar el fracaso, y este empezó a llegar cuando toda América se empeñó en romper el yugo que la humillaba. Eso, precisamente, pusieron en práctica, pues la experiencia quiteña les enseñó que solo sería viable la independencia si la concebían dentro de una visión macro y la incorporaban a un proceso continental. Y, así lo hicieron.
Cuando el imperio español estuvo agotado y debilitado militarmente por los sucesivos enfrentamientos con las potencias extranjeras, la monarquía, asediada interna y externamente, y su ejército fragmentado en muchos frentes de insurgencia, fue la hora decisiva. Entonces tomaron la resolución de alcanzar su emancipación. Con estas condiciones externas a favor, aunaron recursos propios, suficientes, y adoptaron una estructura militar que garantizaba el éxito. 
Factor favorable, fue también la llegada de San Martín a las costas peruanas: ”Apenas habían llegado á Guayaquil las primeras noticias de haber desembarcado la expedición libertadora en el Perú, cuando el espíritu de independencia comenzó a mover los ánimos de los moradores“[3]. Sin estos elementos asegurados, no habría sido fácil que acometiesen la empresa. 
Recordemos, además, las vacilaciones tenidas pocas horas antes del día de octubre señalado para la revolución. Las cuales fueron superadas cuando el grupo de oficiales venezolanos disidentes, les garantizaron la insubordinación de los cuarteles. Sin estos tres elementos, corrían hacia una aventura a la que no estaban dispuestos, pues tenían mucho que perder. Desde una bonanza económica, a la que no renunciarían por nada, ni por los bloqueos que haría el régimen colonial. 
Los líderes de Guayaquil calcularon y meditaron, planificaron y midieron sus pasos. Respondían más a una lógica de pensar bien, para no fracasar. Recordemos que el eje político de la independencia de Hispanoamérica, que buscaba involucrar su lucha a un movimiento único continental, estaba dado por las sociedades secretas, especialmente la masonería, en la cual militaban los liberales de Guayaquil. Los masones eran una línea de acción venida de Inglaterra, Francia, e Hispanoamérica. Triángulo que era el camino conductor al éxito[4].
”A partir de la emancipación de Guayaquil, cambió sustancialmente el curso de la guerra en Sudamérica. Privados de los ingresos tributarios causados por el cacao, del apoyo logístico del astillero de Guayaquil y de la formidable posición estratégica de nuestro puerto, los ejércitos realistas quedaron cercados en la sierra peruana“[5]
El triunfo regional y la división nacional
Con el desarrollo social, político y económico, de la Audiencia de Quito tomaron forma, hasta casi institucionalizarse tres espacios regionales: el centro-norte serrano, con Quito como eje; el austro, liderado por Cuenca; y la Costa toda, representada por Guayaquil. Estas realidades, han subsistido en la república desde la colonia, mas no podemos decir que de ellas surgieron tres planes distintos de independencia. Realmente no fueron si no dos, esto es, el monárquico fidelista de Quito, del 10 de Agosto de 1809, con el que tradicionalmente se identificaron las elites serranas (Roberto Andrade y Manuel María Borrero, ampliamente han tratado el tema), y el de Guayaquil y la Costa, cuyos líderes ilustrados alcanzan la ruptura total con el régimen monárquico el 9 de Octubre de 1820. El cual, no tiene ninguna semejanza ni es consecuencia del anterior. Esto no quiere decir, que hay que borrar de la memoria los antecedentes locales y foráneos que, como acciones precursoras tuvieron la importancia que ya hemos señalado en páginas anteriores.
Luego de los efectos políticos y militares que dejó el 10 de Agosto, cualquier tarea e intento de independencia tenía que comenzar por establecer y garantizar un espacio amplio de acción que, además de la voluntad y deseos de libertad tuviere también los recursos necesarios. Este solo podía ser asegurado desde la Costa, por que era la zona donde menos poder y control tenía España, y también porque en el mar y la región costera del Pacífico sur, su flota había sido seriamente debilitada. 
En estos hechos intervinieron diversos factores externos e internos. Entre los cuales podemos señalar a los efectos del tratado de Utrecht[6], y la presencia de barcos y marinos tanto ingleses como argentinos, chilenos, etc. La implantación de las reformas borbónicas, produjo un efecto no esperado, pues llevó a los españoles a imaginar que era tal el beneficio que traerían a las colonias, que llevaría a los criollos a plegar en una actitud de ”buen servicio“ hacia la corona, pero no fue así, ya que fueron expedidas demasiado tarde.
De otro lado, el espacio costero era la región que, tanto para independientes como para la corona podíaproporcionar un mejor control. Pero España lo había perdido casi en su totalidad, ya que se hallaba seriamente debilitada en el mar. Por ello, cualquier intento de retomar la Costa y el golfo de Guayaquil, era impracticable, pues ya no tenían pertrechos, la fuerza naval, el abrigo natural de la ría, ni los astilleros para mantenerla. 
Es decir, Guayaquil y su emancipación otorgaron no solo independencia regional a toda la costa americana, sino que, además, tornaron impracticable toda posibilidad de reconquista. Se abrió entonces, un gran espacio regional interno (de la antigua provincia de Guayaquil) independiente que permitió a las fuerzas de Bolívar (en el norte) y a las de San Martín (al sur) asegurar su libre acceso hacia los Andes.
Pero, además, hay otro aspecto que es importante destacar en la visión de los guayaquileños, en cuanto estrategia militar. Estos, a lo largo de casi dos años salen a enfrentar la contraofensiva española, pero en otro terreno: en la Sierra. Es decir no dejan que estos tomen o ganen espacio en su región, al no tener los españoles las condiciones para poderla tomar por mar, le otorga una relativa estabilidad al objetivo de Guayaquil, le da una garantía regional,  le permite una proyección interregional y convertirse en soporte para lo  nacional.
El triunfo  regional  de  Guayaquil, que  busca  expandirse a otros territorios está garantizado, un poco, por el desgaste al que fueron  sometidos el ejército y la marina española, la cual como sabemos,  fue casi anulada desde el tratado de Utrecht. Además, el  financiamiento inglés a expediciones corsarias, prácticamente liquidó a la ”Armada Invencible Española“, al punto que dejó de constituir un peligro para la campaña. 
De este modo el triunfo regional quedó garantizado por la posición de los guayaquileños, los cuales, inteligentemente perciben, que el estar en la Costa, y cerca al mar, obviamente los pone a buen recaudo, pues los enemigos tendrían que venir desde la Sierra y esto de por sí  encerraba una gran dificultad. 

El objetivo de la división protectora de Quito

Esta pregunta siempre fluye en los ambientes académicos de la historiografía ecuatoriana. Ya es conocido y ”reconocido“ que Guayaquil buscaba irradiar al interior del país su planteamiento independentista.  Para ello, qué mejor que empeñarse en acciones de coordinación externa y de resistencia interna. Los documentos de octubre ya nos permiten señalar qué era lo que buscaban los guayaquileños.
La mejor respuesta la encontramos en el número 6 del semanario El Patriota de Guayaquil, publicado el 15 de junio de 1822. Ese día, tan inmediato a la batalla de Pichincha, en el segundo, tercero y quinto párrafos de la proclama, la Junta de Gobierno expresa a la ciudadanía el júbilo por la liberación de Quito, diciendo: ”Esas aguas han hecho reflorecer el árbol de la Libertad, regando el 24 de Mayo á la hermosa Quito, y confirmando que la AURORA DEL 9 DE OCTUBRE, que rayó en nuestro horizonte, fue la aurora del brillante día en que la Libertad, con aire majestuoso, debía pasearse sobre la orgullosa cima de los Andes. 
(...) GUAYAQUILEÑOS: Cuando nos propusimos ser libres no podíamos dejar gemir en la opresión á los pueblos que nos rodeaban: la empresa era grande, y los tiranos miraron con desdén nuestro noble arrojo.¡Crueles! Ellos creyeron que vuestra sangre, que tres veces corrió en Guachi y Tanisagua, debilitaría y extinguiría la llama de vuestro amor patrio: pero se hizo más viva; y mientras vuestros hijos, hermanos y amigos corrieron á las armas, doblamos los esfuerzos, y todos nuestros recursos fueron empleados para conducir en nuestro auxilio á los hijos de la inmortal Colombia“. 
“GUAYAQUILEÑOS: Quito ya es libre: vuestros votos están cumplidos; la Providencia os lleva por la mano al Templo de la Paz, á recoger los frutos de vuestra constancia y de vuestros sacrificios[7].  
Este documento y su contenido, que es un verdadero canto guayaquileño a  la liberación de Quito, deja en claro, que la libertad de esta es consecuencia directa del 9 de Octubre, y no una afirmación de hoy. Es la jubilosa expresión de quienes participaron en ella con todas sus posibilidades, pronunciada apenas tres semanas después de la batalla del Pichincha, cuando los hechos habían sido confirmados, 



[1] Gerhard Masur, Op. Cit., p.89.
[2] San Martín, regresó a su patria, Argentina, en 1812 con el grado de teniente coronel y la medalla de oro de Bailén por su bizarro comportamiento en la batalla de ese nombre. San Martín, Enciclopedia Espasa.
[3] Juan Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de Colombia, t. III, Medellín, Editorial Bedout, 1969, p. 90.
[4] “Miranda se dedicó a organizar en Londres una Junta Central Directiva en la cual lograron estar representadas no solo las colonias españolas del Nuevo Mundo, sino también las portuguesas del Brasil. Ya para entonces existía en el suelo de la Península juntas particulares de carácter secreto, como lo requería su peligroso programa, las cuales fueron transformándose lentamente, bajo la dirección de la de Londres , en otras tantas Logias Masónicas, siendo las más famosas las que en la primera década del siglo XIX llevaron el nombre de “Lautaro”, que San Martín, Alvear, Tapiola y los Carreras trasplantaron a sus respectivos países. Monteagudo, iniciado en los secretos las llevó al Perú, desde donde ascendieron hasta Quito...... Teniendo en cuenta las reuniones y conciliábulos que los suramericanos tenían en París y Londres, sus trabajos en las postrimerías del siglo XVIII y principios del XIX, y los más oscuros y reservados que fraguaban en la misma España, surge la idea de que se trataba de una vasta conspiración en toda América, que desde Buenos Aires hasta Méjico solo esperaba la ocasión para lanzar el grito de Independencia, ocasión o motivo que podía no ser lo mismo en cada uno de los países compro-metidos en la revuelta”. Jorge Pacheco Quintero, Influencia de la Masonería en la emancipación de América, Bogotá, Editorial La Gran Colombia, 1943, pp.50-51.
[5] Jorge Núñez, Guayaquil, una unidad colonial del trópico, Guayaquil, AHG, Colección Guayaquil y el río, 1997, p. 114.
[6] En la guerra de sucesión al trono español, los Habsburgo fueron apoyados por Inglaterra, Holanda y Portugal; en tanto que, los borbones franceses promovieron alianza con los españoles para enfrentar la presencia inglesa en España y América (Después de trece años de guerra, España firmó el tratado de Utrecht 1713), por el cual Felipe V, primer monarca Borbón es reconocido rey de España y de las colonias americanas. Gómez Navarro, et al. 1998. Historia Universal. Addison Wesley Longman Ed. México.
[7] Abel Romeo Castillo, El Patriota de Guayaquil y otros impresos, Volumen II, 1822, Guayaquil, AHG, 1987, p. 119

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