miércoles, 1 de enero de 2020


La Junta de Beneficencia de Guayaquil

La cultura de solidaridad es una práctica profundamente arraigada en todos los estratos de la sociedad guayaquileña, son el más claro antecedente, y se sintetizan en la creación de muchas instituciones de servicio a la comunidad, en particular la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Sentimientos humanitarios inmanentes a una manera de ser, particular manantial de generosidad, que en el curso de la historia surgieron en todo momento plenos de emoción cívica. En el proceso de desarrollo republicano, pese a diversas y adversas circunstancias que afligieron a la ciudadanía se mantuvo esa característica.  Pero, no solamente como una conducta social, sino en forma increíble, como resultado del centralismo excluyente, impuesto por una burocracia insensible a todo lo que no satisfaga sus intereses mezquinos o visiones de antipatria. 
Dineros que perteneciendo al conglomerado humano que supone ser nuestra nacionalidad única, que debieron trascender a todo el país para su desarrollo general y equitativo, han sido históricamente escamoteados con el solo fin de financiar una vida dispendiosa e improductiva de un estado insaciable y obeso, desde la Colonia hasta nuestros días. Resulta inaudito, que la autodefensa asumida por Guayaquil ante su avance hacia la modernidad, haya sido razón principal de su progreso en vialidad, salud, educación, etc. Fenómeno sufrido especialmente por las provincias del litoral, las más productivas, que habiendo sostenido al país por 140 años, se vieron obligadas a crear sus propios servicios a costa de aportes locales. 
La voluntad ciudadana de la beneficencia en Guayaquil, ha sido tan marcada, que incluso fue asumido por sus más destacados hombres públicos, como Vicente Rocafuerte que gracias a la solidaridad y al aporte generoso de los guayaquileños fundó la primera sociedad de beneficencia en 1842. Veinte años después, en 1862, el Concejo Cantonal de Guayaquil, presidido por don Pedro Carbo, estableció una segunda Junta de Beneficencia en esta ciudad: 

EL CONCEJO CANTONAL DE GUAYAQUIL

CONSIDERANDO:
Que esta ciudad y los demás pueblos del cantón carecen todavía de los suficientes establecimientos de beneficencia; y que conviene ir adoptado medidas para crearlos y fomentarlos, como lo aconsejan los respetos de la religión y de la moral.

ORDENA:
Art. 1o.- Habrá una Junta de Beneficencia en esta ciudad, compuesta de ocho miembros nombrados por el Concejo Cantonal.
Art. 2o.- La Junta nombrará su Presidente y Vicepresidente.
Art. 3o.- También nombrará un Secretario y un Tesorero, de dentro o fuera de su seno.
Art. 4o.- Tanto el encargo de miembros de la Junta, como los de Secretarios y Tesoreros, serán servidos gratuitamente.
Art. 5o.- La Junta se dará un reglamento para la dirección de sus trabajos.
Art. 6o.- El objeto de la Junta, es el alivio de la humanidad doliente, del desvalido y del huérfano.
Art. 7o.- La Junta hará todo lo posible para procurarse los fondos necesarios para el establecimiento y conservación de hospicios y casas, en que puedan ser recogidos y socorridos los pobres y huérfanos, tanto de la ciudad, como de los demás pueblos del Cantón, sin perjuicio de las cantidades pues el Concejo Cantonal pueda apropiar anualmente para esos mismos objetos.
Art. 8o.- Entre tanto se puedan establecer los hospicios y casas de caridad, de que trata el artículo anterior, la junta queda encargada de la recolección y dirección de los socorros públicos, a fin de suministrar siquiera alimentos a aquellos infelices, que no pudiendo trabajar absolutamente, necesiten vivir de la caridad pública. La Junta podrá en consecuencia solicitar de los vecinos, que se suscriban con lo que puedan contribuir para esos socorros.
Art. 9o.- Cuando los fondos lo permitan, se harán también suministros a los pobres, en vestidos o dinero.
Art. 10o.- La Junta tendrá un local destinado para el depósito de los alimentos y demás objetos que se distribuyan a los pobres.
Art. 11o.- La distribución se hará por un empleado asalariado, que elegirá la junta, con el nombre de “proveedor de socorros públicos”, el cual socorrerá a las personas que le presenten una papeleta firmada por el Presidente y Secretario de la Junta, en que conste que el portador es realmente desvalido.
Art. 12o.- Desde que la Junta pueda socorrer a todos los pobres de la ciudad quedará prohibido pedir limosnas en  las calles y casas.
Art. 13o.- La Junta se reunirá en un local de la casa Municipal el lunes de cada semana, y el 1 de cada mes, para oír los informes y las  cuentas del Tesorero y del proveedor de socorros públicos, y para adoptar cuantas medidas crea convenientes sobre el ramo que le está confiado.
Art. 14o.- Los alimentos y demás artículos que se necesiten para los objetos de que habla esta ordenanza, se comprarán por contratas al mejor postor.
Art. 15o.- El 1 de cada año la Junta de Beneficencia presentará al Concejo Cantonal un informe de los fondos que haya colectado e invertido de la estadística de los pobres del Cantón, y de cuanto crea conducente al establecimiento, mejor arreglo y progreso de las obras de beneficencia de que trata esta ordenanza.

Guayaquil a 19 de mayo de 1862.
El Presidente del Concejo.- Pedro Carbo 
Secretario Amadeo Espinoza.
Jefatura Política del Cantón-Guayaquil, mayo 26 de 1862.

Ejecútese -José Vicente Maldonado, Francisco Antonio Arboleda. 
(Diario La Unión Colombiana ,04/06/1862).

El 22 de febrero de 1881, el presidente del Concejo José María Urbina Jado, designó una comisión presidida por Pedro Pablo Gómez Tama, para redactar el estatuto de un ente benéfico. El Concejo de Guayaquil, acorde a la ley del 13 de agosto de 1887, promulgó, el 17 de diciembre de ese año la ordenanza que creaba la Junta de Beneficencia Municipal de Guayaquil. El 29 de enero de 1888, con el objeto de instalarla, se reunieron los miembros designados por el Concejo Cantonal. Esta primera asamblea, estuvo dirigida por su presidente doctor Francisco Campos Coello, y constituida por los siguientes caballeros: Joaquín Febres Cordero, Federico Mateus, Francisco Fernández Madrid, Eduardo M. Arosemena, Francisco X. Aguirre, Jorge Chambers, Alcides Destruge, Pedro Pablo Gómez Tama, Clímaco Gómez Valdez, Adolfo Hidalgo, Isidro M. Icaza, Martín Reimberg, Francisco J. Riofrío, José P. Quevedo. Rodrigo Arrarte, Gustavo M. Rodríguez, y Carlos Stagg.
No ha faltado alguien con un profundo complejo de frustración aristocrática, que ha dicho, que la Junta de Beneficencia, desde su fundación ha sido compuesta por un “único círculo que narcisamente (sic) se contempla en el espejo del patricio, de la unidad, de la solidaridad, de la exclusividad, de la diferencia privilegiada, excluyendo y condenando a otros grupos que lidian en las fronteras de la institución”.
Se ignora que es la misma solidaridad y calidad humana de un voluntariado, nacido de una incipiente clase media que a partir de 1878, fundó la Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso. Desde entonces, una tras otra surgieron la Sociedad de Beneficencia Garibaldi; la Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso, la Sociedad Protectora de la Infancia, el Hospital de Niños León Becerra, la Casa Cuna, Liga Ecuatoriana Antituberculosa, SOLCA, etc. Todas ellas nacidas como reacción de la ciudadanía ante el abandono gubernamental.
La ciudad, carente de agua potable, alcantarillado y otros servicios básicos, a la cual el censo de 1890 le atribuía la cifra de 44.772 habitantes, tenía muy graves problemas de salubridad, educación, etc. La mortalidad infantil, causada por el tétano umbilical, paludismo, tifoidea, viruela, sarampión, amebiasis, alcanzaba cifras espeluznantes. En los adultos, además, se hacían presentes la bubónica, tuberculosis, tétanos, enfermedades venéreas, especialmente sífilis, etc. En los partos abundaba la sepsis puerperal y la inexistencia de la ginecología causaba numeroso fallecimientos en las madres; las cirugías se limitaban a afecciones externas, por cuanto las internas, casi siempre mortales, se evitaban por falta de técnicas y equipos adecuados.
Este es un pálido reflejo de la realidad, que nos muestra el grado de abandono en que se debatía la ciudad. Ante esta situación y la desatención crónica de los gobiernos y una burocracia resentida y envidiosa, cargada de ánimos contrarios a Guayaquil, se hizo urgente la presencia de un ente protector, humanitario. Y fue la elite guayaquileña, donde estaba el poder económico, o los “notables”, como sarcásticamente se refieren con el mismo resentimiento al que me he referido. Estrato social que, teniendo los recursos asumió un voluntariado para fijar los objetivos y finalidad de la JBG. No podía ser de otra forma, pues en las clases menos favorecidas no habían medios para crear una entidad de esa envergadura ni acceso a los altos círculos y firmas comerciales donde se podía hallar la predisposición a la filantropía. El esfuerzo de esa elite fue canalizado a la asistencia de la población menos favorecida, la cual, víctima de enfermedades y padecimientos espirituales, no tenía ninguna posibilidad de recibir auxilios por parte de los poderes públicos.
La Junta, como la llamamos, que por ser única sabemos que se trata de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, es resultado de la intervención y participación de la sociedad y empresariado guayaquileños, que pudo afrontar los requerimientos y cumplir con el propósito inicial de asistir a los enfermos privados de recursos, en un centro médico y hospitalario, administrado en forma ad honorem por un grupo de ciudadanos escogidos. Con donaciones, pequeños y millonarios legados, más un manejo honesto de sus bienes, la Junta, adquirió muchas propiedades valiosas, estableció la Lotería de Guayaquil, con las cuales incrementó sus activos. Dedicación ejemplar, con la cual hasta hoy, la Institución sostiene servicios de maternidad, educacionales, hospitalarios (general, ginecológico y psiquiátrico), asilos de ancianos, de huérfanos, cementerio, etc., al servicio de todos los ecuatorianos, lo cual es una muestra palpable de la solidaridad guayaquileña hacia el país. 
Por su tradicional y característico desprendimiento de todas las clases sociales, no elude cualquier campo propicio para ampliar sus servicios, lo cual, siempre ha concitado admiración y envidia a la vez. Sentimientos humanitarios expresados a través de ella, con los cuales siempre contó Guayaquil para servir a los más necesitados. De esta manera, la beneficencia, como acción, entrega y unión, creció como elemento inseparable del espíritu de los estratos sociales guayaquileños. 

Artículo dedicado a Guayaquil y a su Junta de Beneficencia por los 125 años de su creación. 


                                                                            Guayaquil, 29 de enero de 2013

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