viernes, 8 de mayo de 2020


Guayaquil y el río

La historia del Ecuador está estrechamente ligada a Guayaquil y a la gran cuenca del Guayas, de ella ha dependido y aún depende para asegurar su economía y los ingresos del país. Pues históricamente es este el medio de su prosperidad y columna vertebral de su desarrollo que, además, determina y estructura el carácter social de los guayaquileños. Por otra parte, este sistema arterial de la Provincia de Guayaquil fue la razón de existir de la ciudad, y en su malecón estuvo el corazón de su vida económica, circunstancia por la cual, nada de su historia, avatares, sufrimientos, crecimiento, progreso, etc., fueron ajenos a este ambiente de frenética actividad comercial. 
A través de los siglos, este aferrarse de los guayaquileños a las riberas de su gran río fue el soporte de su supervivencia, y pese a asaltos de piratas, incendios y pestes, jamás abandonaron su estratégica posición. El gran Guayas fue una bendición para la vida, vía de progreso de la patria toda, apertura, camino expedito y fácil entre la ciudad-puerto y el mundo. 
Su gran cauce, en su camino al mar abrió el horizonte al florecimiento económico. Desde su hermoso y estratégico golfo lo remontaron los hombres, nuevas ideas y la libertad. Desde su enorme cuenca fluyó la riqueza, la vida, y siendo el yunque en que se forjó el hombre ribereño, es el soporte de su identidad y forma de ser.
Esta conjunción coyuntural hombre-ciudad-río fue una trilogía motora para el progreso inicial y su incontenible desarrollo. El hombre transformó el entorno ribereño y partiendo de la ciudad, en una especie de diáspora, el guayaquileño dominó la red fluvial y en sus vegas y bancos plantó lo que la convertiría en emporio de riqueza, el cacao. La movilidad, el comercio y la rica naturaleza respondieron al esfuerzo y pronto la ciudad y el río fueron el eje de la actividad productiva de toda la región. 
“Guayaquil y el río” implica un mensaje de relación de siglos entre nuestra ciudad, su provincia y la gran cuenca que, inmanente a su historia desde los primeros tiempos y en el silencio majestuoso de su caudal, la ha visto luchar, esforzarse, sufrir, crecer, impulsada por hombres y mujeres de elevado espíritu. Por eso, Guayaquil es la suma de un conglomerado de migrantes internos por excelencia, pues desde sus primeros años, su población se ha nutrido de hombres y mujeres litoralenses e interioranos que atraídos a su seno –desde lo más recóndito de nuestra nación- abandonaron el terruño natal y su asfixiante presente para afrontar un riesgo e incierto provenir. Este movimiento humano provocó las primeras invasiones urbanas, a partir de 1696.
La ciudad-puerto de Guayaquil a través del tiempo, especialmente en el siglo XVIII, ha recibido desde todos los rincones de la patria una masiva migración. Hombres y mujeres de toda procedencia y etnia se trasladaron y se afianzaron en ella, en la búsqueda de mejores oportunidades para el bienestar de sus familias, instalados la mayoría de las veces en la forma más elemental y primitiva, pero siempre movidos por ese admirable sentido de superación del ser humano. Por eso no es errado afirmar que Guayaquil es un crisol de la nacionalidad ecuatoriana.
La dependencia del río fue siempre muy marcada, todo estaba vinculado al comercio en sus orillas; todo tipo de embarcaciones rústicas primero, y con el paso del tiempo llegó la transformación hacia mejores condiciones náuticas y aceleración del transporte y actividad comercial. Vicente Rocafuerte, al introducir el motor a vapor fue el gran modernizador de la navegación por el Guayas, del comercio fluvial y de cabotaje.

Su economía
A partir del segundo tercio del siglo XVIII, se produce el primer boom cacaotero y se inicia la bonanza económica a la que tantas referencias han hecho María Luisa Laviana Cuetos en su obra “Guayaquil en el siglo XVIII, recursos naturales y desarrollo económico”, y Michael T. Hamerly, en su “Historia social y económica de la antigua provincia de Guayaquil. 1763 – 1842”. 
Originalmente la exportación de maderas preciosas e incorruptibles y la caña guadua para la construcción fueron los bienes que impulsaron las primeras exportaciones salidas de Guayaquil hacia los mercados de Perú y norte de Chile, cuya marcada desertificación no permitía el desarrollo de árboles maderables, requeridos para la cada vez mayor demanda de construcciones. 
Estas preferencias comerciales se mantuvieron hasta finales del siglo XVII, en que el cacao y el tabaco empiezan a figurar en el movimiento fluvial y marítimo. Desde la toma de posesión de la cuenca del Guayas y su gran red fluvial, a partir de 1547 en vegas y bancos, la siembra del cacao y el tabaco alcanzaron niveles muy representativos. 
Más de dos siglos de dura lucha con la naturaleza feraz e invasora de la cuenca del Guayas, le tomó a Guayaquil para convertirse en eje comercial del litoral y de la Audiencia e importante punto de desarrollo de la América meridional. La prosperidad económica alcanzada por la provincia de Guayaquil a partir del segundo tercio del siglo XVIII, y luego de establecer nuevas políticas en beneficio del comercio, permitió su desarrollo con ventajas respecto de otras regiones y ciudades de la Real Audiencia de Quito. Paulatinamente se abrieron los mercados, inicialmente con el Perú y Centroamérica, y más tarde Nueva España, como destinos de esta actividad exportadora que describiremos someramente para explicar la importancia de la economía guayaquileña.
“La estrecha conexión entre geografía y desarrollo económico se hace especialmente evidente en Guayaquil, quizá más que en otros lugares, tanto en lo que se refiere a la producción agrícola como a la actividad industrial y comercial, pudiéndose afirmar que la historia económica de Guayaquil durante el período colonial viene definida, al menos parcialmente, por sus características geográficas. Así, una simple ojeada al mapa muestra cómo la localización de la ciudad-puerto de Guayaquil (a medio camino entre el Perú y Nueva España o Panamá, y además centro de todo un complejo portuario marítimo fluvial) le hará adquirir desde su fundación una importancia comercial de primera magnitud, no sólo como escala en el tráfico entre ambos virreinatos sino, muy especialmente, como puerto de entrada de los artículos europeos y americanos al territorio de la Audiencia de Quito, y como principal vía de salida de los productos serranos” (María Luisa Laviana Cuetos, 1987).
Para introducirnos en una superficial descripción de la economía guayaquileña antes del 9 de Octubre de 1820, haremos nuestras las palabras de Gaspar Mollien, quien en su “Viaje por la República de Colombia” (1823), se refiere a las ciudades colombianas en los siguientes términos: “La ciudad más importante de Colombia es Panamá; la mejor fortificada, Cartagena; la más agradable, Santafé; la mejor edificada, Popayán; la más rica, Guayaquil”. 
Es desde esa época en que el cacao se convirtió en factor dinámico comercial fundamental de la economía colonial guayaquileña, manteniéndose así por tres siglos. A menudo, la pepa de oro se comerciaba con las apreciadas mercaderías chinas. A través de una suerte de trueque mercantil, se adquirían sedas, porcelanas, especias, etc., que anualmente arribaban a Acapulco en el galeón de Manila. 
La feria de Portobelo (Panamá), permitía también negociarlas junto al oro y la plata extraídos de las minas americanas. Sin embargo, este comercio de minerales preciosos constantemente era protegido por cédulas reales que obligaban a ceder los espacios navieros. Esto creaba serias dificultades a la movilización del cacao que por largos años, no tuvo sino disposiciones ambiguas que coartaban su desarrollo y fomentaban el contrabando. 
La introducción del cacao guayaquileño en el comercio intercolonial no fue cosa fácil. Debía competir con el venezolano que, además de la fama de ser superior en calidad, tenía la protección de cortesanos enquistados en torno al monarca que tenían intereses personales y consecuentemente alcanzaba mayores precios. Sin embargo, esta diferencia resultó ser una ventaja para los productores y comerciantes guayaquileños, pues, los sectores populares por su menor precio lo adquirían fácilmente y el volumen de ventas era mayor. El bajo costo de producción del cacao de Guayaquil se debía a que los jornales fluctuaban entre 4 y 8 reales diarios, frente a los 3 pesos que se pagaban en Caracas.
La luminosidad y perpendicularidad de la luz solar ecuatorial, la fertilidad del suelo y la abundancia de agua eran factores determinantes para el alto rendimiento de los árboles que se reflejaba en excelentes cosechas de un producto de gran calidad. Trabajo y manipuleo realizado por los montubios, formación étnica y social que se constituye en el largo siglo XVIII. Por 1780, la producción guayaquileña llegaba a 18 fanegas por cada mil árboles, en tanto el venezolano rendía 15 por el mismo número de matas. Además, el valor del transporte en balsas por el Guayas era muy barato, comparado con el flete 3 veces superior en Venezuela, desventajas que sumadas al bajo costo del cultivo del cacao guayaquileño y su gran calidad, nos hacen concluir que no era esta la condición del cacao venezolano que incidía en su demanda y precio, sino que además de ser expresamente protegido no podía venderse por menos. 

4 comentarios:

  1. Estimado Don José Antonio

    Buenos días, es una suerte poder contar con sus aportes a la construcción de la memoria histórica de Guayaquil.
    Actualmente estoy retomando una tesis de maestría relacionada con la transformación del espacio público y su aporte en la memoria histórica de la ciudad, haciendo énfasis en El Paseo de las Colonias.
    Sería de gran ayuda poder realizarle algunas consultas a través de medios electrónicos, si fuese posible escribirle a una dirección de correo electrónico le estaría eternamente agradecido.

    Atentamente

    Jean Carlos Maldonado Luzuriaga
    E mail: jnmaldonado24@gmail.com
    Estudiante de Facultad de Arquitectura UCSG
    Directora de Tesis: Arq. Claudia Peralta


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  2. Estimado Maestro
    Muchas gracias por sus palabras son gratificantes.
    Viva Guayaquil.
    Saludos.
    Esperaremos su nuevo escrito.
    Julio Vásquez

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  3. Ciudad del rio grande y el estero!!... pronto recobraremos el brillo e importancia de nuestra Perla del Pacifico

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  4. Paz en la tumba del Señor Gómez. Una pena que vivió en una ciudad con aparente desprecio por su río y de una miopía que impidió que la ciudad lo aproveche más allá de un malecón que sólo cumple una función ornamental.

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