lunes, 10 de diciembre de 2018





La Toma de Guayaquil II
“En primer lugar diré a Vd. que la junta de este gobierno, por su parte, y el pueblo por la suya, me comprometieron hasta el punto de no tener otro partido que tomar, que el que se adoptó el día 13. No fue absolutamente violento, y no se empleó la fuerza, mas se dirá que fué al respeto de la fuerza que cedieron estos señores“.[1]
Estos y otros aspectos configuran un conjunto de hechos que Bolívar no podía aceptar. Este rechazo a lo que eran y harían los guayaquileños, nos dicen que él ni pudo ni quiso comprender y respetar a los guayaquileños. Lo único que le interesaba era sumarlos a su proyecto y disponer de sus        recursos.
Bolívar dejó en Babahoyo una retaguardia compuesta de 1.700 soldados y se dirigió a Guayaquil con la fuerza restante. Luego de una intensa propaganda y un hábil manejo político cargado de astucia y maniobra, finalmente llegó a culminar su propósito de sumar a la Provincia de Guayaquil. A lo largo de su correspondencia se percibe cómo sistemáticamente presiona e intenta minar la resistencia de los autonomistas.
El jueves 11 de julio, a las cinco de la tarde, desembarcó en el malecón al mando de una fuerza de 1.300 bayonetas caladas, asegurando que estaba destinada a la campaña peruana. Entró a Guayaquil ante una muchedumbre novelera que se apresuró a ver a tan famoso huésped. Y entre vivas de la multitud, alcanzó la casa en que se hospedaría: “S.E., entró cerca de las 6 a su Palacio, acompañado de la Junta de Gobierno, de todas las Corporaciones y de los vecinos de ella” (El Patriota de Guayaquil).
“Le complació ver que algunos barcos izaban la bandera de Colombia, pero el rostro se le congeló al advertir que, en respuesta, muchas de las personas que celebraban su arribo empezaron a corear <Viva Guayaquil independiente>. Luego de esto, alojado en la Casa de la Aduana, su humor mejoró al recibir una delegación de vecinos de partidarios de la anexión a Colombia, quienes le manifestaron que habían solicitado esta medida a la Junta de Gobierno, pero que ésta dilataba su decisión (...) Pues señores, dijo, he resuelto asumir el mando político y militar de la provincia y le comunicaré a la Junta esta decisión”.[2]
El entusiasmo de un público encandilado por su aplastante carisma fue tal, que pese a no haber una mayoría colombianista y a la intención de la Junta de efectuar las muestras de bienvenida al día siguiente, desbordó tal intención. De esta conducta popular novelera como todas, se aprovecharon sus partidarios para presentarla como opinión mayoritaria en pro de la anexión.
Además, por la fuerza de las armas se había convertido a “El Patriota de Guayaquil” en vocero oficial del Libertador, cuyas publicaciones se centraron en destacar la especie, que la manifestación se debía a “un pueblo que buscaba el momento favorable de manifestar sus votos, por la prosperidad y engrandecimiento, que habrá de resultarle con su restitución a la república de Colombia”.[3]
El historiador David J. Cubitt, escribe: “Nos es lícito suponer que, además, habían agentes colombianos en la muchedumbre tratando de excitar los ánimos lo más posible”.[4] Sin embargo, esta presencia de agentes infiltrados exasperó aun más el odio de aquellos guayaquileños que no tenían el poder de las armas y que rechazaban la forma como Bolívar tomaba y sumaba la provincia a su proyecto colombiano. La audacia de una minoría pro colombiana, bien aleccionada por Sucre en cuanto al manejo político, desarmó a una mayoría confiada en que Bolívar otorgaría la protección de Colombia a una provincia autónoma, cuya esperanza se halla intrínseca en el texto de la declaración siguiente:
“Desde el momento en que esta provincia proclamó su independencia reconoció que debía agregarse a una mayor asociación, y consiguió este voto en la misma acta constitucional. El grado de la ilustración pública, la débil noticia de los principios de la ciencia legislativa, el atraso de la agricultura y de las artes, y la escasa población del país, efectos necesarios del maquiavelismo español, todo indica la necesidad de incorporarnos a un Estado que con sus luces nos esclarezca, que con sus armas nos defienda, y que con sus leyes afirme y consolide el orden social; que ponga en movimiento nuestra industria, dé nuevas alas a nuestro comercio, y eleve esta provincia al punto de prosperidad a que está llamada por la naturaleza“.[5]
Estas fueron las ilusiones de quienes bastante habían sufrido ya la opresión secular centralista de la elite de comerciantes piuranos y limeños, a quienes se odiaba más que a los españoles, que influían ante el virrey para ejercer su monopolio. No deseaban someterse sin condiciones a un centralismo limitante, ejercido desde una Bogotá desconocida situada a una enorme distancia.
Lejanía que, a la postre, hizo imposible la asistencia de los diputados guayaquileños al Congreso de Colombia para hacer escuchar la voz de su representada. Pues, para una sociedad de comerciantes, un viaje de tres meses que significaba asistir al Parlamento colombiano, implicaba alejarse de sus negocios durante ese lapso, lo cual, para ellos era impracticable. De allí que los diputados elegidos para representar a Guayaquil ante la asamblea, nunca asistieron y la provincia se vio ahogada por un centralismo extremo.
Los guayaquileños, que habían saboreado el valor de su propio desarrollo en forma autónoma, ante estas restricciones impuestas desde Bogotá, decidieron establecer lo que, a lo largo del tiempo, hasta el día de hoy, ha sido una actitud en contra el centralismo. Crear hitos de autodefensa, y así, rememorando los aciertos de Carlos III, en 1823 instituyeron en Guayaquil la Sociedad Económica de Amigos del País, que permaneció activa hasta 1828. Pese a que muchas veces se vinculó con el gobierno colombiano, su función era básicamente local. Se encargaba de presentar a los empresarios proyectos y realizar estudios principalmente económicos.



[1] Simón Bolívar, Op. Cit., Vol. I, p. 652.
[2] José Ignacio García Hamilton, Op. Cit., Pág. 223.
[3] Castillo, “El Patriota de Guayaquil”, Sábado 13 de julio de 1822, Págs. 143-144.
[4] Cubitt, “La Anexión de la Provincia de Guayaquil, 1822: Estudio del Estilo Político Bolivariano”, Guayaquil, Revista N. 13 del Archivo Histórico del Guayas, Pág. 13, 1978.
[5]AHMCD/1567 – 0000026.


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