La Toma de Guayaquil II
“En primer lugar diré a Vd. que la
junta de este gobierno, por su parte, y el pueblo por la suya, me
comprometieron hasta el punto de no tener otro partido que tomar, que el que se
adoptó el día 13. No fue absolutamente violento, y no se empleó la fuerza, mas
se dirá que fué al respeto de la fuerza que cedieron estos señores“.[1]
Estos y otros aspectos configuran
un conjunto de hechos que Bolívar no podía aceptar. Este rechazo a lo que eran
y harían los guayaquileños, nos dicen que él ni pudo ni quiso comprender y
respetar a los guayaquileños. Lo único que le interesaba era sumarlos a su
proyecto y disponer de sus recursos.
Bolívar dejó en Babahoyo una retaguardia
compuesta de 1.700 soldados y se dirigió a Guayaquil con la fuerza restante. Luego
de una intensa propaganda y un hábil manejo político cargado de astucia y
maniobra, finalmente llegó a culminar su propósito de sumar a la Provincia de
Guayaquil. A lo largo de su correspondencia se percibe cómo sistemáticamente
presiona e intenta minar la resistencia de los autonomistas.
El jueves 11 de julio, a las cinco de la
tarde, desembarcó en el malecón al mando de una fuerza de 1.300 bayonetas
caladas, asegurando que estaba destinada a la campaña peruana. Entró a
Guayaquil ante una muchedumbre novelera que se apresuró a ver a tan famoso
huésped. Y entre vivas de la multitud, alcanzó la casa en que se hospedaría:
“S.E., entró cerca de las 6 a su Palacio, acompañado de la Junta de Gobierno,
de todas las Corporaciones y de los vecinos de ella” (El Patriota de
Guayaquil).
“Le complació ver que algunos barcos izaban la bandera de Colombia,
pero el rostro se le congeló al advertir que, en respuesta, muchas de las
personas que celebraban su arribo empezaron a corear <Viva Guayaquil
independiente>. Luego de esto, alojado en la Casa de la Aduana, su humor
mejoró al recibir una delegación de vecinos de partidarios de la anexión a
Colombia, quienes le manifestaron que habían solicitado esta medida a la Junta
de Gobierno, pero que ésta dilataba su decisión (...) Pues señores, dijo, he
resuelto asumir el mando político y militar de la provincia y le comunicaré a
la Junta esta decisión”.[2]
El entusiasmo de un público encandilado por su
aplastante carisma fue tal, que pese a no haber una mayoría colombianista y a
la intención de la Junta de efectuar las muestras de bienvenida al día
siguiente, desbordó tal intención. De esta conducta popular novelera como
todas, se aprovecharon sus partidarios para presentarla como opinión
mayoritaria en pro de la anexión.
Además, por la fuerza de las armas se había
convertido a “El Patriota de Guayaquil” en vocero oficial del Libertador, cuyas
publicaciones se centraron en destacar la especie, que la manifestación se
debía a “un pueblo que buscaba el momento favorable de manifestar sus votos,
por la prosperidad y engrandecimiento, que habrá de resultarle con su restitución
a la república de Colombia”.[3]
El historiador David J. Cubitt, escribe: “Nos
es lícito suponer que, además, habían agentes colombianos en la muchedumbre
tratando de excitar los ánimos lo más posible”.[4]
Sin embargo, esta presencia de agentes infiltrados
exasperó aun más el odio de aquellos guayaquileños que no tenían el poder de
las armas y que rechazaban la forma como Bolívar tomaba y sumaba la provincia a
su proyecto colombiano. La audacia
de una minoría pro colombiana, bien aleccionada por Sucre en cuanto al manejo
político, desarmó a una mayoría confiada en que Bolívar otorgaría la protección
de Colombia a una provincia autónoma, cuya esperanza se halla intrínseca en el
texto de la declaración siguiente:
“Desde el momento en que esta provincia proclamó
su independencia reconoció que debía agregarse a una mayor asociación, y
consiguió este voto en la misma acta constitucional. El grado de la ilustración
pública, la débil noticia de los principios de la ciencia legislativa, el
atraso de la agricultura y de las artes, y la escasa población del país,
efectos necesarios del maquiavelismo español, todo indica la necesidad de incorporarnos a un Estado que con sus luces nos
esclarezca, que con sus armas nos
defienda, y que con sus leyes afirme y consolide el orden social; que
ponga en movimiento nuestra industria, dé nuevas alas a nuestro comercio, y
eleve esta provincia al punto de prosperidad a que está llamada por la
naturaleza“.[5]
Estas fueron las ilusiones de quienes bastante habían sufrido ya
la opresión secular centralista de la elite de comerciantes piuranos y limeños,
a quienes se odiaba más que a los españoles, que influían ante el virrey para
ejercer su monopolio. No deseaban someterse sin condiciones a un centralismo
limitante, ejercido desde una Bogotá desconocida situada a una enorme
distancia.
Lejanía que, a la postre, hizo imposible la asistencia de los
diputados guayaquileños al Congreso de Colombia para hacer escuchar la voz de
su representada. Pues, para una sociedad de comerciantes, un viaje de tres
meses que significaba asistir al Parlamento colombiano, implicaba alejarse de
sus negocios durante ese lapso, lo cual, para ellos era impracticable. De allí
que los diputados elegidos para representar a Guayaquil ante la asamblea, nunca
asistieron y la provincia se vio ahogada por un centralismo extremo.
Los guayaquileños, que habían saboreado el valor de su propio
desarrollo en forma autónoma, ante estas restricciones impuestas desde Bogotá,
decidieron establecer lo que, a lo largo del tiempo, hasta el día de hoy, ha
sido una actitud en contra el centralismo. Crear hitos de autodefensa, y así,
rememorando los aciertos de Carlos III, en 1823 instituyeron en Guayaquil la
Sociedad Económica de Amigos del País, que permaneció activa hasta 1828. Pese a
que muchas veces se vinculó con el gobierno colombiano, su función era
básicamente local. Se encargaba de presentar a los empresarios proyectos y
realizar estudios principalmente económicos.
[2]
José Ignacio García Hamilton, Op. Cit., Pág. 223.
[3]
Castillo, “El Patriota de Guayaquil”, Sábado 13 de julio de 1822, Págs.
143-144.
[4] Cubitt, “La
Anexión de la Provincia de Guayaquil, 1822: Estudio del Estilo Político
Bolivariano”, Guayaquil, Revista N. 13 del Archivo Histórico del Guayas, Pág.
13, 1978.
[5]AHMCD/1567 – 0000026.
No hay comentarios:
Publicar un comentario