domingo, 9 de diciembre de 2018




La toma de Guayaquil I

Sin embargo, Bolívar, en el fondo de su mente debió sentirse inseguro de la respuesta o de la resistencia que pondría la ciudad a su determinación de anexarla a Colombia a como diera lugar. Pues, desde Guaranda escribió a La Mar: “Escribo como ofrecí a Vd, al gobierno de Guayaquil, por medio del edecán Indaburo, y creo que convendría que Vd. le asegurase a la junta cuáles son mis sentimientos (…) Vd. que debe haberme conocido por la franqueza con que tuve el placer de conversar ayer con Vd., podría asegurarle sin aventurar que nada amo tanto como la libertad de Guayaquil, su felicidad y su reposo, todos pendientes de la suerte de Colombia. Su edecán de Vd., y su sobrino mismo (general Rafael Elizalde LaMar), si Vd. lo permite, querría que fuesen a Guayaquil para que nos preparasen en parte los auxilios y en parte la opinión”.[1]
Olmedo sabía que ”Una provincia como la de Guayaquil no podía enfrentarse a Colombia de igual a igual; era débil, en efecto, comparada con Colombia. Y, sin embargo, en gesto admirable, no vaciló en mantener la vigencia del Reglamento Provisorio constitucional en cuanto a dejar en manos de la Junta Electoral la decisión final sobre el futuro de la Provincia“.[2]         
Finalmente, gracias a la batalla de Pichincha ocurrida el 24 de Mayo de 1822, Bolívar, que se hallaba entrampado por las alturas inexpugnables que dominaba el coronel español Basilio García, pudo entrar a territorio quiteño. El 16 de junio entró a Quito, y tan pronto llegó se dedicó a escribir, para expresar en todos los tonos posibles su satisfacción por haber concluido la independencia de Colombia: a San Martín: ”Tengo la mayor satisfacción de anunciar a V.E. que la guerra de Colombia está terminada“. A los generales marqués del Toro y Fernando Toro: ”Este hermoso país, tan colombiano y tan patriota (...) formará el más grande departamento de Colombia”. Al general Juan de Escalona: ”Ya estamos en Quito libre y colombiano. Todo está por nosotros en este vasto país, sin que nos falte más que Guayaquil para donde parto a llevar la ley de Colombia“.  A Santander: ”solamente Guayaquil me da cuidado, pero Guayaquil por su cuidado puede envolvernos también en una de dos luchas: con el Perú, si la forzamos a reconocer a Colombia o con el sur de Colombia si la dejamos independiente, triunfante e incendiaria con sus principios de egoísmo patrio“.[3]
Como podemos leer, la forma de referirse a Guayaquil y su provincia, implica una predisposición que le impedía cualquier comprensión hacia el proyecto de esta, a su historia, a lo que sus hombres se proponían y a sus sentimientos patrióticos.
Mientras permaneció en Quito se centró en designar y organizar al gobierno del departamento, ”es una capital recién tomada, a la cual se deben dar leyes de Colombia (...) no tengo tiempo para nada, no me faltan ratos para escribir, pero me sobran meditaciones sobre lo que debo hacer con un grande y bello país“. Finalmente, para movilizarse a someter a Guayaquil, decide que ”el general Sucre, su libertador, lo mandará con el mayor aplauso de sus pueblos“. Durante su estadía en la capital no solo envió, sino que también recibió muchas cartas,[4] de los mismos guayaquileños que a la llegada de Sucre, en 1821, le llenaron la cabeza con opiniones interesadas, Bolívar, de igual manera prefirió escuchar a quienes lo adulaban y se decían colombianistas, antes que a los miembros de una ”Junta que ya había demostrado una total independencia de criterio“.[5]
La actividad política que desplegó en Quito fue intensa, la cual se conserva en su correspondencia: ”No me faltan ratos para escribir, pero me sobran meditaciones sobre lo que debo hacer con un grande y bello país, para conservarlo en su adhesión a nosotros, para ganar Guayaquil, para conservar la armonía con el Perú, para no perder el tiempo, y para no chocar con la división del general Santa Cruz. Estos son los días de darle gusto a todo el mundo“.[6] Para neutralizar a Santa Cruz, que no intente oponerse a la anexión de Guayaquil, promete enviar tropas al Perú tan pronto la provincia se someta. ”Yo he lisonjeado a la división auxiliar de Santa Cruz y felizmente este jefe es muy bello sujeto. He prometido mandar tropas al Perú, siempre que Guayaquil se someta, y no nos dé más cuidados“.[7] Con esto halaga los sentimientos patrióticos de oficial peruano, y elimina la posibilidad de que respalde las pretensiones de San Martín sobre Guayaquil.
Bolívar, acosado por “el miedo a que San Martín pudiera llegar antes a Ecuador y lo reclamara para el Perú“,[8] no acepta las posiciones, concepciones y propuestas autónomas registradas en el Acta del 9 de Octubre y en el Reglamento Provisorio de Gobierno, promulgados por los guayaquileños. El leyó los hechos en forma arbitraria, subjetiva y desde arriba, y no vacila en estigmatizarlos con su propia frase, de que ”una ciudad y un río no hacen un país“. Definitivamente, su obsesión por anexar Guayaquil era tal, que pocos días más tarde, sale de Quito al frente de 3.000 veteranos de la Guardia, e inicia su ejercicio castrense contra Guayaquil. El 9 de junio de 1822 escribe a Santander: “Sucre quedará al mando en Quito y yo pasaré al Sur con las tropas, con el objeto de pacificar aquello y de tener una entrevista con San Martín. Supongo que en esta marcha militar no perderé nada, al contrario, redondearé a Colombia, según son mis deseos y deben ser las probabilidades; porque Vd, sabe que Guayaquil no es Cartagena, que se defiende con sus murallas, y porque además yo empleo más la política que la fuerza en las empresas de esta naturaleza“.[9]
La verdad es que acosar con un ejército experimentado en la lucha a un reducto sin murallas que cobijaba a 20.000 habitantes, de los cuales, probablemente serían 6.000 los civiles en edad, aunque no en capacidad, de sostener un enfrentamiento armado, no es precisamente una gestión diplomática. Fue un alarde más de magnanimidad ante Santander, a sabiendas que ”una provincia como la de Guayaquil no podía enfrentarse a Colombia de igual a igual; era débil, en efecto, comparada con Colombia. Y, sin embargo, en gesto admirable, no vaciló en mantener la vigencia del Reglamento Provisorio constitucional en cuanto a dejar en manos de la Junta Electoral la decisión final sobre el futuro de la Provincia“.[10]



[1] Bolívar, Op. Cit., Págs. 650-651.
[2] Julio Estrada, Op. Cit., Vol. II, Pág. 371
[3] Simón Bolívar, Op. Cit., Vol. I, cartas a San Martín, al Marqués del Toro, a Juan de Escalona, a Santander y a San Martín, fechadas en Quito desde el 17 al 22 de junio de 1822, pp. 643-650.
[4] De Guayaquil le llegarían diatribas y acusaciones cada una de ellas más injusta contra Olmedo, Roca y Ximena, los grandes conductores del proyecto libertario de Guayaquil. Los aduladores que pronto aparecen como moscas alrededor de cualquier pastel se apretujaban en torno a Bolívar. La anexión implicaba la proliferación de cargos públicos que muchos anhelaban ocupar. A otros seguramente los movía la venganza. Estos fueron estímulos a Bolívar, que era un gran conocedor de la sicología social, de las debilidades humanas y de cuanto son capaces de hacer los aduladores por figurar. El libertador prestó oídos a estas ruindades, que las inscribía y utilizaba para viabilizar su proyecto geopolítico y someter a los guayaquileños a este.
[5] Julio Estrada Ycaza, La lucha de Guayaquil por el Estado de Quito, Vol. II, Guayaquil, AHG, 1984, p. 371.
[6] Simón Bolívar, Op. Cit., Vol. I, pp. 646-648
[7] Ibidem, Vol. I, pp. 646-648
[8] Lynch, Op. Cit. Pág. 276
[9] Ibidem, pp. 638-640
[10] Julio Estrada, Op. Cit., Vol. II, p. 371

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