La toma de Guayaquil I
Sin embargo, Bolívar, en el fondo
de su mente debió sentirse inseguro de la respuesta o de la resistencia que
pondría la ciudad a su determinación de anexarla a Colombia a como diera lugar.
Pues, desde Guaranda escribió a La Mar: “Escribo como ofrecí a Vd, al gobierno
de Guayaquil, por medio del edecán Indaburo, y creo que convendría que Vd. le
asegurase a la junta cuáles son mis sentimientos (…) Vd. que debe haberme
conocido por la franqueza con que tuve el placer de conversar ayer con Vd.,
podría asegurarle sin aventurar que nada amo tanto como la libertad de
Guayaquil, su felicidad y su reposo, todos pendientes de la suerte de Colombia.
Su edecán de Vd., y su sobrino mismo (general Rafael Elizalde LaMar), si Vd. lo
permite, querría que fuesen a Guayaquil para que nos preparasen en parte los
auxilios y en parte la opinión”.[1]
Olmedo sabía que ”Una provincia
como la de Guayaquil no podía enfrentarse a Colombia de igual a igual; era
débil, en efecto, comparada con Colombia. Y, sin embargo, en gesto admirable,
no vaciló en mantener la vigencia del Reglamento Provisorio constitucional en
cuanto a dejar en manos de la Junta Electoral la decisión final sobre el futuro
de la Provincia“.[2]
Finalmente, gracias a la batalla
de Pichincha ocurrida el 24 de Mayo de 1822, Bolívar, que se hallaba entrampado
por las alturas inexpugnables que dominaba el coronel español Basilio García,
pudo entrar a territorio quiteño. El 16 de junio entró a Quito, y tan pronto
llegó se dedicó a escribir, para expresar en todos los tonos posibles su
satisfacción por haber concluido la independencia de Colombia: a San Martín:
”Tengo la mayor satisfacción de anunciar a V.E. que la guerra de Colombia está
terminada“. A los generales marqués del Toro y Fernando Toro: ”Este hermoso
país, tan colombiano y tan patriota (...) formará el más grande departamento de
Colombia”. Al general Juan de Escalona: ”Ya estamos en Quito libre y
colombiano. Todo está por nosotros en este vasto país, sin que nos falte más
que Guayaquil para donde parto a llevar la ley de Colombia“. A Santander: ”solamente Guayaquil me da
cuidado, pero Guayaquil por su cuidado puede envolvernos también en una de dos
luchas: con el Perú, si la forzamos a reconocer a Colombia o con el sur de
Colombia si la dejamos independiente, triunfante e incendiaria con sus principios de egoísmo patrio“.[3]
Como podemos leer, la forma de
referirse a Guayaquil y su provincia, implica una predisposición que le impedía
cualquier comprensión hacia el proyecto de esta, a su historia, a lo que sus
hombres se proponían y a sus sentimientos patrióticos.
Mientras permaneció en Quito se
centró en designar y organizar al gobierno del departamento, ”es una capital
recién tomada, a la cual se deben dar leyes de Colombia (...) no tengo tiempo
para nada, no me faltan ratos para escribir, pero me sobran meditaciones sobre
lo que debo hacer con un grande y bello país“. Finalmente, para movilizarse a
someter a Guayaquil, decide que ”el general Sucre, su libertador, lo mandará
con el mayor aplauso de sus pueblos“. Durante su estadía en la capital no solo
envió, sino que también recibió muchas cartas,[4] de los mismos guayaquileños que a la llegada
de Sucre, en 1821, le llenaron la cabeza con opiniones interesadas, Bolívar, de
igual manera prefirió escuchar a quienes lo adulaban y se decían
colombianistas, antes que a los miembros de una ”Junta que ya había demostrado
una total independencia de criterio“.[5]
La actividad política que desplegó
en Quito fue intensa, la cual se conserva en su correspondencia: ”No me faltan
ratos para escribir, pero me sobran meditaciones sobre lo que debo hacer con un
grande y bello país, para conservarlo en su adhesión a nosotros, para ganar
Guayaquil, para conservar la armonía con el Perú, para no perder el tiempo, y
para no chocar con la división del general Santa Cruz. Estos son los días de
darle gusto a todo el mundo“.[6] Para neutralizar a Santa Cruz, que no intente
oponerse a la anexión de Guayaquil, promete enviar tropas al Perú tan pronto la
provincia se someta. ”Yo he lisonjeado a la división auxiliar de Santa Cruz y
felizmente este jefe es muy bello sujeto. He prometido mandar tropas al Perú,
siempre que Guayaquil se someta, y no nos dé más cuidados“.[7] Con esto halaga los sentimientos patrióticos
de oficial peruano, y elimina la posibilidad de que respalde las pretensiones
de San Martín sobre Guayaquil.
Bolívar,
acosado por “el miedo a que San Martín pudiera llegar antes a Ecuador y lo
reclamara para el Perú“,[8]
no acepta las posiciones, concepciones y propuestas autónomas registradas en el
Acta del 9 de Octubre y en el Reglamento Provisorio de Gobierno, promulgados
por los guayaquileños. El leyó los hechos en forma arbitraria, subjetiva y
desde arriba, y no vacila en estigmatizarlos con su propia frase, de que ”una
ciudad y un río no hacen un país“. Definitivamente, su obsesión por anexar
Guayaquil era tal, que pocos días más tarde, sale de Quito al frente de 3.000
veteranos de la Guardia, e inicia su ejercicio castrense contra Guayaquil. El 9
de junio de 1822 escribe a Santander: “Sucre quedará al mando en Quito y yo
pasaré al Sur con las tropas, con el objeto de pacificar aquello y de tener una
entrevista con San Martín. Supongo que en esta marcha militar no perderé nada,
al contrario, redondearé a Colombia, según son mis deseos y deben ser las
probabilidades; porque Vd, sabe que Guayaquil no es Cartagena, que se defiende
con sus murallas, y porque además yo empleo más la política que la fuerza en
las empresas de esta naturaleza“.[9]
La verdad es que acosar con un ejército experimentado en la lucha
a un reducto sin murallas que cobijaba a 20.000 habitantes, de los cuales,
probablemente serían 6.000 los civiles en edad, aunque no en capacidad, de
sostener un enfrentamiento armado, no es precisamente una gestión diplomática.
Fue un alarde más de magnanimidad ante Santander, a sabiendas que ”una provincia como la de Guayaquil no podía enfrentarse a
Colombia de igual a igual; era débil, en efecto, comparada con Colombia. Y, sin
embargo, en gesto admirable, no vaciló en mantener la vigencia del Reglamento
Provisorio constitucional en cuanto a dejar en manos de la Junta Electoral la
decisión final sobre el futuro de la Provincia“.[10]
[1]
Bolívar, Op. Cit., Págs. 650-651.
[3] Simón Bolívar, Op. Cit., Vol. I, cartas a San Martín, al Marqués
del Toro, a Juan de Escalona, a Santander y a San Martín, fechadas en Quito
desde el 17 al 22 de junio de 1822, pp. 643-650.
[4] De Guayaquil le llegarían diatribas y acusaciones cada una de
ellas más injusta contra Olmedo, Roca y Ximena, los grandes conductores del
proyecto libertario de Guayaquil. Los aduladores que pronto aparecen como
moscas alrededor de cualquier pastel se apretujaban en torno a Bolívar. La
anexión implicaba la proliferación de cargos públicos que muchos anhelaban
ocupar. A otros seguramente los movía la venganza. Estos fueron estímulos a
Bolívar, que era un gran conocedor de la sicología social, de las debilidades
humanas y de cuanto son capaces de hacer los aduladores por figurar. El
libertador prestó oídos a estas ruindades, que las inscribía y utilizaba para
viabilizar su proyecto geopolítico y someter a los guayaquileños a este.
[5] Julio Estrada Ycaza, La
lucha de Guayaquil por el Estado de Quito, Vol. II, Guayaquil, AHG, 1984,
p. 371.
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