Toma de Guayaquil
V
“He tomado definitivamente la resolución de no permitir más
tiempo la existencia anticonstitucional de una Junta que es el azote de
Guayaquil y no el órgano de su voluntad”.[1]
Así avanza el asalto armado con que Bolívar sometió la ciudad y su provincia.
Por eso, Fazio Fernández (1987) tiene razón cuando dice que: “La
presencia carismática de Bolívar y las 1300 bayonetas colombianas hicieron que
la reunión de la Representación Provincial derivase hacia una farsa legal… La
fuerza triunfó sobre la ley en uno de los episodios iniciales de la tragedia
que es la vida republicana de Hispanoamérica”.[2]
En “El Patriota de Guayaquil” del 10 de agosto de 1822 constan las
numerosas adhesiones a la incorporación a Colombia, resueltas por los pueblos
de los diferentes Partidos. Sin embargo, creemos que esta repercusión de los
hechos entre los vecinos de los diferentes Partidos fue también estimulada y
orientada por agitadores colombianos esparcidos por Sucre o colombianistas pro
anexión y la celeridad con que se remitieron a Guayaquil, las hace más
sospechosas aun.
El caso de Jipijapa y los pueblos vecinos son un ejemplo de manipulación:
entre el 16 y el 18 de julio se pronunciaron en pro de la protección de
Colombia, cuando los acontecimientos de Guayaquil apenas se habían producido el
13. Esto nos conduce a preguntarnos, ¿cómo es que pudieron conocer en tan corto
tiempo lo acontecido en Guayaquil, tomar una resolución y remitirla con tanta
premura? si cuando se produjo el 9 de Octubre de 1820 –fecha mucho más
significativa para toda la provincia– la noticia llegó a Jipijapa el 15 de
octubre de 1820; es decir, seis días más tarde y la adhesión a Guayaquil otros
tantos. ¿Cómo lograron tal aceleración, si la distancia y el tranco de las mulas
eran los mismos? Por esta razón, coincidimos con la manifiesta sospecha de
Cubitt.[3]
Además, se tomaron muchas medidas para neutralizar al vecindario de la
ciudad: se concedió licencia a las milicias, amnistía a los desertores, se
convocó a los acreedores de la deuda provincial (para arreglar pagos).[4]
También “se inició una campaña propagandística a través de El Patriota de
Guayaquil, periódico semanal y gaceta oficial, en manos de Bolívar desde su
arribo a la ciudad, para convencer a los guayaquileños de los beneficios y
popularidad del régimen bolivariano. (…) cartas adulatorias de Samborondón,
Yaguachi y Babahoyo, Palenque, Estero de Vinces, Santa Lucía y Daule (…)
Pichota. Montecristi y Charapotó, Portoviejo, Jipijapa, Canoa, Chone y
Chongón”.[5]
Todo había salido a pedir de boca para las intenciones
de Bolívar. Pues, tal como se lo propuso, logró debilitar la influencia y
presencia de los grupos autonomistas y peruanistas. Con su prestigio y carisma,
más 1.300 hombres de la Guardia, que actuaban como si fuese una ciudadela
conquistada, “convenció” a la gran mayoría que era inútil continuar oponiéndose
a su determinación de incorporar la Provincia a Colombia.
Sin embargo, los guayaquileños jamás abandonaron las
esperanzas y muchos de ellos, al poco tiempo de la anexión forzada, todavía
lograban perturbarlo: “El señor Roca (Francisco) y compañía están siempre
inquietando a Guayaquil, lo que hará nuestra suerte más difícil”.[6]
Pero faltaba legalizar el fraude electoral concebido
por Llona; debía reunir al sumiso Colegio Electoral a fin de concretarla con el
apoyo “unánime” de los diputados, teniendo buen cuidado que fuese notoria la
presencia de “tropa en la ciudad y buques en la bahía”, contraviniendo así lo
establecido en la convocatoria del 19 de junio (Cubitt).
El 28 de julio de 1822, en sesión preparatoria, se reunió el Colegio
Electoral. Y como acto inicial fue nombrada una comisión que debía verificar e
“informar sobre la suficiencia o legitimidad de los poderes conferidos por los
pueblos a sus respectivos suplentes”, que debían reemplazar a los titulares que
se habían resistido a las presiones y a otros que por temor a retaliaciones
habían huido de la ciudad.
Pero al momento de instalar la asamblea, curiosamente, a los asambleístas
les asaltó la duda sobre si Olmedo, último “Presidente del Congreso debía
continuar con el mismo destino en la Junta preparatoria que estaba reunida”.[7]
Y para aparentar una institucionalidad inexistente, Olmedo fue convocado y por
decisión unánime presidió la sesión inicial. Con su ejemplar honestidad y
encontrándose en Guayaquil, no había huido a refugiarse en los buques peruanos
surtos en la ría como lo afirman sus detractores, aceptó presidirla hasta su
sustitución inmediata.
Sobre la patraña de la fuga de Olmedo, hay “Una distinta interpretación
del problema puede formularse, planteándose que el relato principal de los
hechos, que es el del periódico <El Patriota>, fue falsificado por
Bolívar. Sin negar que Bolívar manipulaba el periódico para sus propios fines,
no consideramos digno de atención sería la idea que los hechos mismos hayan
sido fabricados por el Libertador”.[8]
¡Piensa mal y acertarás¡ reza un viejo adagio. La determinación del Libertador,
la fuerza de la opinión contraria a la anexión, fácilmente pudo conducir a
publicar tal noticia para sembrar el desconcierto. Ya lo había hecho en Pasto
para lograr que el coronel García se rindiese.
Las comisiones de la Asamblea quedaron formadas por colombianistas, la
mayoría rabiosos, que hacían coro a quienes deseaban hundir a Olmedo,
entablarle juicios y perseguirlo para justificar toda la diatriba con que
llenaron la cabeza de Bolívar. En la sesión del día 30, su más conspicuo
calumniador abrió las intervenciones diciendo: “que la residencia (juicio de
residencia) correspondía abrirla a las autoridades que se estableciesen después
de declarados los destinos de la Provincia: que siendo la presente una reunión
extraordinaria en que por circunstancias imprevistas había cesado la autoridad
de la Junta de Gobierno con los conocimientos populares del 13 de Julio que
dieron lugar a que S.E. el Libertador se en cargase del mando para proteger el
orden”. Y como no podía ser de otra forma, la primera resolución que tomó el
Congreso dictaminó lo siguiente: “que con arreglo al artículo 13 del Estatuto
provisorio se abra juicio de residencia a la Junta de Gobierno que compusieron
los señores José de Olmedo, Rafael Jimena y Francisco Roca”.[9]
[1]
Bolívar, Op. Cit., Págs. 649-650.
[2]
Fazio, Op. Cit., Págs. 109-110.
[3]
“Debemos añadir, primero, que las noticias de lo acaecido en la capital el 11,
12 y 13 de julio pudieron llegar a Jipijapa antes del 16 de julio: segundo, que
el caudillo del partido pro-colombiano, José Leocadio Llona, era oriundo del
lugar. Estos datos nos permiten dudar de la espontaneidad de la revolución a favor
de Bolívar en el distrito. “Anexión”, Pág. 16.
[4]
El Patriota de Guayaquil, de julio 20 y agosto 10 de 1822.
[5]
“Al publicar estas cartas se puso énfasis en su carácter más o menos oficial
como emanadas de los cabildos o de asambleas de notables. Aunque son muy
similares en su composición sería ir demasiado lejos afirmar positivamente que
fueron confeccionadas de antemano o inspiradas directamente por agentes
colombianos”. Cubitt, “Anexión”, Págs. 17-18.
[6]
Bolívar, Op. Cit., Págs. 689-691.
[7]
Memorias del General O’Leary, Tomo XIX, Caracas, imprenta “El Monitor”, 1883,
Págs. 343-344.
[8]
Cubitt, Anexión, Pág. 14
[9]
O’Leary, Memorias, Págs. 350-351.
No hay comentarios:
Publicar un comentario