La campaña se inicia en Guayaquil
Cuando
Sucre, en enero de 1822, reinició la campaña contra las fuerzas españolas
acantonadas en Quito, en Guayaquil se publicó lo siguiente: “Los sacrificios de la
Provincia han sido generales y, sin embargo, no se han
hecho duros al considerar el noble fin que tienen de vengar a nuestros
compatriotas vilmente asesinados por los perversos realistas. Quito será
libertada, el sistema general será organizado y Guayaquil tendrá la gloria de
haber hecho por su parte todos los esfuerzos que tuvieron a su alcance para el
completo de esta grande obra”.
Ese
mismo espíritu consta en las palabras de Olmedo publicadas en el semanario “El
Patriota de Guayaquil”, luego de conocer el triunfo de un ejército patriótico,
multiétnico y multinacional, en las faldas del Pichincha. En ellas quedó
claramente establecida la gestión guayaquileña de luchar por la independencia
del territorio de la Audiencia de Quito para formar un estado unitario:
“Guayaquileños:
Cuando nos propusimos ser libres no podíamos dejar gemir en la opresión á los
pueblos que nos rodeaban: la empresa era grande, y los tiranos miraron con
desdén nuestro noble arrojo. ¡Crueles! Ellos creyeron que vuestra sangre, que
tres veces corrió en Guachi y Tanisagua, debilitaría y extinguiría la llama de
vuestro amor patrio: pero se hizo más viva; y mientras vuestros hijos, hermanos
y amigos corrieron á las armas, doblamos los esfuerzos, y todos nuestros
recursos fueron empleados para conducir en nuestro auxilio á los hijos de la
inmortal Colombia”.
“Guayaquileños:
Quito ya es libre: vuestros votos están cumplidos; la Providencia os lleva por
la mano al Templo de la Paz, á recoger los frutos de vuestra constancia y de
vuestros sacrificios”.
Olmedo,
como cabeza del Gobierno de la Provincia de Guayaquil, es el eje de la
organización de un ejército bajo el mando de Sucre, constituido por
guayaquileños, cuencanos, colombianos, venezolanos e ingleses, al que se suma
el coronel Andrés de Santa Cruz, enviado por San Martín, al mando de
argentinos, chilenos y peruanos.
Sin
embargo, desconfiando de las intenciones de Sucre, que respondían a las órdenes
de Bolívar. Designó al gran mariscal José de La Mar, quien luego de rendir a
San Martín la fortaleza de El Callao se hallaba en Guayaquil en el seno de su
familia: “El Gobierno Superior, penetrado del patriotismo y mérito militar del
general de división don José de La Mar, ha venido en nombrarlo comandante
general de armas de esta provincia, con el pleno de las facultades de este
destino”. Y fue por esta desconfianza hacia Sucre
y las tropas colombianas que en el desempeño de su cargo por disposición de
Olmedo, La Mar permaneció en la retaguardia y no participó en Pichincha.
Es
en reconocimiento de esa autoridad que Sucre, por intermedio de La Mar, pide a
la Junta de Gobierno que dé por terminada la tregua firmada con Aymerich, y es
esta la que decide la ruptura de hostilidades con que se inicia la campaña
sobre Quito en enero de 1822. “En esta virtud, la Junta de Gobierno declara:
1º. Queda desde hoy roto el armisticio celebrado en 20 de noviembre y abiertas
las hostilidades. 2º. Queda cerrado todo comercio y comunicación con las
provincias de la sierra. Imprímase y circúlese – Guayaquil Enero 18 de 1822.
Olmedo–Ximena–Roca”.
Olmedo, presidente del
Gobierno de Guayaquil
Alcanzado
el triunfo de Pichincha el 24 de Mayo de 1822, es Olmedo como Jefe del
Gobierno, a través del Comandante General de la Provincia de Guayaquil y
General en Jefe de la División del Norte, Gran Mariscal José de La Mar, y no ningún otro, quien
recibe del coronel Andrés de Santa Cruz, uno de los vencedores de la batalla
del Pichincha, el parte correspondiente a su desarrollo y culminación. Sucre,
por su parte, jerárquicamente dependiente de Bolívar, pese a reconocer a La Mar
como oficial de mayor rango que él, no informa a él el resultado de la batalla,
pero sí lo hace directamente al Superior Gobierno de la Provincia. En la misma
fecha, como es natural, cursa al Ministro de la Guerra de Colombia, Pedro
Briceño Méndez, una amplia información sobre el triunfo de Pichincha.
BATALLA DE PICHINCHA
Parte
del Comandante Gral. de la División del Norte del Perú al Illmo. Sr. Comandante
Gral. de esta Provincia General en Jefe de dicha División.
Ejército
del Perú. – División del Norte. – Cuartel general en Quito á 28 de Mayo de
1822.
La
ocupación de la Capital de Quito es debida á la Victoria de Pichincha,
conseguida el 21 por el Ejercito unido, cuyas circunstancias detallaré á V.S.I.
expresándole que es decidida la campaña en que ha cooperado el Perú con mucho
honor de sus armas, y terminada la guerra en esta parte.
Ocupando
el enemigo á Machachi como instruí á V.S.I. en
mi última comunicación desde Tucunga, fue conveniente hacer un
movimiento general por su derecha, cambiarles las fuertes posiciones del
Jalupana que pretendía sostener: con este objeto, marchó el Ejercito unido el
13 por el camino de Limpio-pouya; y logrando ocultar sus movimientos á la
sombra de una mañana nebulosa, y á la que el 2. escuadrón de Cazadores
adelantado, cubría un punto visible, pudo llegar el 15. al valle de Chillo á
tres leguas de la capital sobre su flanco derecho, sin oposición alguna, y
obligar al enemigo á una retirada sobre la ciudad, sino nos quisiese buscar en
batalla. El primer partido le fue preferido, y eligió de nuevo otras
posiciones, en el Calzado y lomas que separan aquel valle de éste, con el
objeto conocido de conservarse á la defensiva, mientras le llegaban nuevas
tropas de Pasto, cuyo correo interpretado nos confirmó la
verdad, y por lo mismo pareció conveniente a parar la batalla, pasando el 20.
el ejido de Turubamba. La proporción que toma el enemigo de defender las
lomas del campo exigía un movimiento rápido para tomarlas, y encargado de
hacerlo con la División peruana, logré facilitar la subida al resto del
Ejercito, que bajo el 21. sobre el llano de Turubamba á la vista del campo del
enemigo: éste remó el combate que le presentamos bajo sus fuegos de cañón:
algún tiroteo de esta arma y de las guerrillas distrajeron el día, y visto que
el enemigo solo quería sostener sus posiciones, pasamos á situarnos á veinte
cuadras del campo en el pueblo de Chillogallo, desde donde el 23. por la noche
emprendió el Ejercito un movimiento general por la izquierda, subiendo la falda
de la cordillera de Pichincha á salir al ejido de Iñaquito por el Norte, y con
el doble interés de su llanura para nuestra caballería, y de interponernos á
los refuerzos de Pasto. La noche lluviosa, y el mal camino, apenas me
permitieron llegar á las lomas de Pichincha que dominan á Quito, á las ocho de
la mañana el 24 con la vanguardia, compuesta de los dos Batallones del Perú y
el Magdalena, y me fue preciso permanecer en ellas, mientras salían de la
quebrada los demás cuerpos: á las dos horas de mi detención, ya había llegado
el Sor Gral. Sucre con otro batallón, y fuimos avisados por un espía, que la
parte de Quito subía una partida que creímos sorprender con dos compañías de
cazadores de Paya, y batallón 2; y como éstas dilatasen la operación por lo
montuoso y algo largo de su dirección, propone seguirles cautelosamente con el
batallón 2. del Perú: no fue inútil esta medida de precaución, por que sobre la
mancha advertí que no solo subía una partida sino toda la fuerza enemiga:
consiguientemente rompieron el fuego las dos compañías de cazadoras
adelantadas, con cuyo reconocimiento redoblé el paso á reforzarlas, avisando al
señor general Sucre que era la hora de decidir el combate para que marchase con
los demás cuerpos: el afán del enemigo por tomar la altura era grande, y era
preciso contenerle á toda costa: el Batallón 2, que empeñé á las inmediatas
órdenes de su bizarro comandante D. Félix Olazabal, le opuse una barrera
impenetrable con sus fuegos y bayonetas, y mantuvo solo por más de media hora
todo el ataque, mientras llegó el señor general Sucre con los batallones Yaguache
y Piura; entonces dispuso dicho Sr. general aportar el ataque, y reforzándolo
con el 1, y sucesivamente con el batallón Paya, que llegó; el combate duró
obstinadísimo y vivo por mas de dos horas; y ya se sentía la falta de
municiones, por que quedado atrasadas: en tales circunstancias pretendió el
enemigo tomarnos la retaguardia por la izquierda, destacando bajo del bosque
espeso dos compañías de infantería, que felizmente chocaron con las del
batallón Albión, que subían escoltando el parque: la bizarría con que la
recibió Albión, al mismo tiempo que un impulso general que se dio á la lucha
con el batallón Magdalena de refresco, obligaron al enemigo á ceder el campo,
después de tres horas de empeño, perdiendo la esperanza de sostenerlo mas
tiempo contra los cuerpos del Ejercito Unido, que aumentaban su coraje, á
proporción de los peligros, y se disputaban los laureles que han partido.
El
terreno del combate era tan montuoso y quebrado, que no pudimos aprovechar
mucho de su dispersión, sostenida á la vez, por los fuegos del fuerte del
Panecillo. La caballería muestra, que por la mala localidad se hallaba
fuera del combate, emprendió su bajada al ejido por la izquierda, y su
presencia precipitó la retirada á los escuadrones enemigos, que abandonaron la reunión
de la infantería, que habían proyectado, para hacerla general hacia Pasto, no
dejándole otro asilo que el del fuerte del Panecillo, donde se cercaron todos
los restos.
El
campo de batalla quedó cubierto de cadáveres: no es fácil calcular la pérdida
del enemigo, por que el bosque ocultaba su número, que probablemente excede de
quinientos: la nuestra llega á trescientos, incluyéndose noventa y un muertos,
que ha perdido la División del Perú, con el capitán D. José Duran de Castro, y
el alférez D. Domingo Mendoza, y heridos sesenta y siete, comprendiéndose el
capitán D. Juan Eligio Alzuru, y los que constan de la lista adjunta.
Entre
el empeño y bizarría, con que pelearon todos los individuos del Ejercito, se
distinguieron muy particularmente en la División del Perú el bravo comandante
del 2. D. Félix Olazabal, los capitanes D. Pedro Izquierdo, de Cazadores, D.
Mariano Gómez de la Torre, D. Pedro Alcina, D. Juan Eligio Alzuru, herido, D.
Antonio Elizalde; tenientes D. Narciso Bonifaz, D. Francisco Vargas Machuca ,
D. Juan Espinosa, D. Francisco Gálvez Paz, D. Domingo Pozo, D. José Concha, y
subteniente D. Sebastián Fernández, y los individuos de clases inferiores que
constan de la razón adjunta, todos correspondientes al Número 2. El
Batallón de Piura, que se conservó en reserva, hizo su deber, y su comandante
D. Francisco Villa, y sargento mayor D. José Jaramillo, conservaron el orden
que era necesario: mas ayudantes de campo tenientes D. Calisto Giraldes, y D.
José María Frías, desempeñaron exactamente las comisiones y órdenes que les
encargué. Todos éstos, son muy dignos de la consideración de
S.E. y de las gracias que quiera dispensarles, como á las demás clases
subalternas, indicadas en las razones de distinguidos y heridos.
Después
de la Victoria de los Altos de Pichincha, descendió el Ejército hacia la
capital, habiendo intimado su entrega el Sor. General Sucre al Jefe que la
mandaba, y que, aunque la sostenía con alguna artillería
é infantería, que no pudo retirarse, cortada de nuestra caballería, se sometió
á la entrega por una capitulación. Esta fue preparada por mí en la noche
del 24, y siendo acompañado el 25 por el Sr. Coronel Antonio Morales, jefe del
E.M. de la División de Colombia, quedó terminada á las 12 de dicho día, en que
por ella entró el Ejército unido en la ciudad, y ocupó el fuerte del Panecillo,
donde se rindieron cerca de 700 infantes, que con los del campo de batalla,
pasan de 1000 de tropa; como 180 oficiales, inclusos los jefes principales, y
entre ellos el general Aymerich;cerca de 1830 fusiles: 14 piezas de batalla;
muchas cajas de guerra; y demás relativo á su argumento: de modo que nada,
nada, ha salvado de su infantería, y es de creer que su caballería, sino cae en
nuestras manos, se dispersa toda.
Por
la capitulación, que incluiré en otra ocasión, permito el pase á Europa á toda
la oficialidad y tropa europea con los honores de la guerra, y es extensiva á
todo el Departamento, incluso la provincia de los Pastos: conforme á ella se ha
rendido ya el batallón Cataluña, que hoy ha entrado en esta ciudad con toda
oficialidad, y esperamos el mismo resultado en lo demás, para cuyo efecto han
salido comisionados con las respectivas órdenes. Así ha concluido la
guerra del Norte; y repito que en su término han brillado las armas del Perú, y
que son muy dignos de la consideración de S.E. los que han tenido la ocasión de
ofrecer este servicio particular á la causa general de América, uniendo un
trofeo mas á las glorias del Estado.
He
remplazado triplicada mente la pérdida de la
División con los prisioneros americanos; y con ella bien reforzada y descansada
marcharé muy pronto á acudir á las demás necesidades de la Patria, donde se
crea conveniente.
Dios
guarde á V.I. muchos años. – Sor General – Andrés Santa-Cruz. – Illmo.
Sor. Gran Mariscal, Comandante General de la Provincia de Guayaquil, D. José de
La –Mar, General en Jefe de la División Norte.
VIVA
LA PATRIA
Comunicación
del Sr. Gral. Sucre al Superior Gobierno de esta Provincia.
Republica
de Colombia. – Departamento de Quito. – Quito á 25 de Mayo de 1822.
12.º
Eximo.
Sr. – La victoria esperó ayer á la división libertadora con los laureles del
triunfo sobre las faldas del Pichincha.
El
ejército español, que oprimía estas provincias, ha sido completamente destruido
en un combate encarnizado, sostenido por tres horas. En consecuencia, esta
capital, y sus fuerzas están en nuestras manos, después de una capitulación que
tuvimos la generosidad de conceder á los vencidos. Por ella debe sernos
entregada como prisionera la guarnición de Pasto, y cuantas tropas españolas existan
en el territorio de la Republica, que conservan aun en el departamento.
A
la vista del primer pueblo de Colombia que proclamó su libertad, ha terminado
la guerra de Colombia por una batalla célebre que ha dado á la República el
tercer día de Boyacá.
Esta
gloriosa jornada, marcada con la sangre de quinientos cadáveres enemigos, y con
trescientos de nuestros ilustres soldados, ha producido sobre el campo, mil
cien prisioneros de tropa, ciento sesenta oficiales y jefes, catorce piezas de
artillería, mil setecientos fusiles, fornituras, cornetas, cajas de guerra,
banderas, y cuantos elementos poseía el ejercito español.
Luego
tendré el honor de participar á V.E. los pormenores del combate; y en tanto, me
apresuro á comunicarle tan fausto suceso que ha decido la suerte de estos
países, incorporándolos á la gran familia colombiana.
Dios
guarde á V.E. muchos años, Antonio J. De Sucre – Excmo. Sr. Presidente y
Vocales de la Junta de Gobierno de Guayaquil”.
“Quito, 28 de mayo de 1822
Al señor ministro de la guerra.
Señor ministro:
Después de la pequeña victoria de nuestros Granaderos y Dragones sobre
toda la caballería enemiga en Riobamba, ninguna cosa había ocurrido particular.
Los cuerpos de la división se movieron el 28, y llegaron a Tacunga el día
2. Los españoles estaban situados en el pueblo de Machachi, y cubrían los
inaccesibles pasos de Jalupana y la Viudita. Fue necesario excusarlos
haciendo una marcha sobre su flanco izquierdo, y moviéndonos el 13, llegamos el
17 a los valles de Chillo (cuatro leguas de la capital), habiendo dormido y
pasado los helados del Cotopaxi. El enemigo pudo penetrar nuestra
operación, y ocupó a Quito el mismo día 16 en la noche.
La colina de Puengasí que divide el valle de
Chillo de esta ciudad es de un difícil acceso: pero pudimos burlar los puestos
del enemigo y pasarla el 20. El 21 bajamos al llano de Turubamba (que es
el ejido de la capital), y presentamos una batalla que creíamos aceptarían los
españoles por la ventaja del terreno en su favor; pero ellos ocupaban
posiciones impenetrables, y después de algunas maniobras fue preciso situar la
división en el pueblo de Chillogallo, una milla distante del enemigo. El
22 y el 23 los provocamos nuevamente a un combate y desesperado de conseguirlo,
resolví marchar por la noche a colocarnos en el ejido del norte de la ciudad,
que es mejor terreno, y que nos ponía entre Quito y Pasto; adelantando al
efecto, al señor coronel Córdova con las dos compañías del batallón Magdalena.
Un escabroso camino nos retardó mucho la marcha; pero a las ocho de
la mañana llegamos a las alturas del Pichincha que dominan a Quito, dejando muy
atrás nuestro parque cubierto con el batallón Albión. La
compañía de Cazadores de Paya fue destinada a reconocer las
avenidas mientras que las tropas reposaban, y luego fue seguida por el batallón
de Trujillo (del Perú) dirigido por el señor coronel Santa
Cruz, comandante general de la división del Perú. A las nueve y media dio
la compañía de Cazadores con toda la división española, que
marchaba por nuestra derecha hacia la posición que teníamos; y roto el fuego,
se sostuvo mientras conservó municiones; pero en oportunidad llegó el batallón Trujillo, y
se comprometió el combate: muy inmediatamente las dos compañías de Yaguachi reforzaron
este batallón conducido por el señor coronel Morales en persona. El resto
de nuestra infantería a las órdenes del señor general Mires, seguía el
movimiento excepto las dos compañías del Magdalena, con que el
señor coronel Córdova marchó a situarse por la espalda del enemigo; pero
encontrando obstáculos invencibles tuvo que resolverse. El batallón Paya pudo
estar formado cuando consumidos los cartuchos de estos dos cuerpos tuvieron que
retirarse, no obstante, su brillante comportamiento. El enemigo se
adelantó, por consiguiente, algún poco; y como el terreno apenas
permitiese entrar más de un batallón al combate se dio orden a Paya que
marchase a bayoneta, y lo ejecutó con un brío que hizo perder al enemigo en el
acto la ventaja que había obtenido; y comprometido nuevamente el fuego, la
maleza del terreno permitió que los españoles aún se sostuviesen. El enemigo
destacó tres compañías de Aragón a flanquearnos por la
izquierda, y a favor de la espesura del bosque conseguía estar ya sobre la
cima, cuando llegaron las tres compañías de Albión ( que se
habían atrasado con el parque) y entrando con la bizarría que siempre ha
distinguido a este cuerpo, puso en completa derrota a los de Aragón.
Entretanto el señor coronel Córdova tuvo la orden de relevar a Paya, con
las dos compañías de Magdalena: y este jefe cuya intrepidez es
muy conocida, cargó con un denuedo admirable, y desordenado el enemigo y derrotado,
la victoria coronó a las doce del día a los soldados de la libertad.
Reforzado este jefe con los Cazadores de Paya, con una
compañía de Yaguachi, y con las tres de Albión, persiguió
a los españoles entrándose hasta la capital y obligando a sus restos a
encerrarse en el fuerte del Panecillo.
Aprovechando este momento pensé ahorrar la
sangre que nos costaría la toma del fuerte, y la defensa que permitía aún la
ciudad, e intimé verbalmente al general Aymerich por medio del edecán O’Leary,
para que se rindiese; y en tanto, me puse en marcha con los cuerpos y me situé
en los arrabales, destinando antes al señor coronel Ibarra (que había
acompañado en el combate a la infantería) que fuese con nuestra caballería a
perseguir la del enemigo, que yo observaba se dirigía hacia Pasto. El
general Aymerich ofreció entregarse por una capitulación, que fue convenida y
ratificada al siguiente día en los términos que verá V.S. por la adjunta copia
que tengo el honor de someter a la aprobación de S.E.
Los resultados de la jornada del Pichincha, han
sido la ocupación de esta ciudad, y sus fuertes el 25 por la tarde, la posesión
y tranquilidad de todo el departamento, y la toma de 1.100 prisioneros de
tropa, 160 oficiales, 14 piezas de artillería, 1.700 fusiles, fornituras,
cornetas, banderas, cajas de guerra, y cuantos elementos de guerra poseía el
ejército español.
Cuatrocientos cadáveres enemigos y doscientos
nuestros han regado el campo de batalla: además tenemos 190 heridos de los
españoles y 140 nuestros. De los primeros contamos al teniente Molina, y
al subteniente Mendoza, y entre los segundos a los capitanes Cabal, Castro y
Alzuru, tenientes Calderón y Ramírez, subtenientes Borrero y Arango.
Los cuerpos, todos, han cumplido su deber:
jefes, oficiales y tropa se disputaban la gloria del triunfo. El boletín
que dará el estado mayor recomendará a los jefes y subalternos que se hayan
distinguido; y yo me haré el deber de ponerlos en la consideración del
gobierno; en tanto, hago una particular memoria de la conducta del teniente
Calderón, que habiendo recibido consecutivamente cuatro heridas, jamás quiso
retirarse del combate. Probablemente morirá; pero el gobierno de la
República sabrá compensar a su familia los servicios de este oficial heroico.
La caballería española va dispersa y perseguida
por el cuerpo del comandante Cestari, que antes había yo interpuesto entre
Quito y Pasto. El 26 han salido comisionados de ambos gobiernos para
intimar la rendición a Pasto, que creo será realizada por el Libertador: otros
oficiales marchan para Esmeraldas y Barbacoas, de manera que en breve el reposo
y la paz serán los primeros bienes que gozarán estos países después que la
República les ha dado independencia y libertad.
La división del Sur ha dedicado sus trofeos y
sus laureles al Libertador de Colombia.
Dios &
A. J. De Sucre”.