Itinerario
de progreso de Guayaquil (siglos XVII-XIX).
Parece ser que a Guayaquil estaba destinado el sitio
de su último traslado. Pues no solo alcanzó seguridad y tuvo algo de protección
por la ubicación estratégica, sino que además, ha constituido a lo largo de su
historia un importante referente que ha ayudado a su consolidación como ciudad
de progreso.
Es a partir de esta última mudanza, que la ciudad
ajena a los ataques e incendios causados por los indígenas y convertida en
sedentaria sobre el Cerrillo Verde con figura de silla jineta o estradiota,
único lugar a propósito para vigilar y protegerse del enemigo, afianzó su
estratégico emplazamiento para no moverse de él jamás.
Españoles y criollos buscaron la expansión de sus
actividades a base de encomiendas y otras concesiones. A partir de entonces,
las probanzas de méritos se convierten en moneda corriente, como elemento
principal en la búsqueda de ventajas en la posesión de tierras productivas e
indios para trabajar.
Al 15 de agosto de 1534, fecha de la fundación de
Santiago, no debe dársele mayor importancia ni trascendencia en el tiempo.
Tampoco convertirla en objeto de polémica a la mayor o menor antigüedad de
Guayaquil respecto de otra ciudad colonial de la Audiencia de Quito. Pues,
además de constituir una discusión inútil, el 25 de julio de 1547, además de
ser nuestra fiesta patronal no tiene otro significado para Guayaquil que ser el
punto de partida de su historia y desarrollo efectivo.
De esta conciliación de fechas, saldrán beneficiados
los estudiantes y maestros, pues alejados de la polémica que se ha venido
sosteniendo, la enseñanza-aprendizaje, libre de confusiones, se centrará en la
realidad de una urbe triunfante a lo largo del tiempo.
Esta publicación, de ninguna manera intenta confrontar,
oponerse o discutir las importantes conclusiones, concreciones e
interpretaciones históricas logradas en muchos años de investigaciones por
Miguel Aspiazu Carbo, Rafael Euclides Silva, Julio Estrada, especialmente por
los académicos Ádam Szaszdi y Dora León Borja de Szaszdi.
Su propósito no es otro que facilitar a estudiantes,
maestros y ciudadanos en general, una herramienta ágil para una buena
comprensión de la tan diversa, extensa y controvertida trayectoria histórica
que siguió Guayaquil durante los primeros años de su existencia. En otras
palabras, es un artículo historiográfico escrito en lenguaje coloquial.
Simultáneamente a la “conquista de la ciudad” en la
fecha indicada, se produce en Guayaquil un cambio trascendental: deja de ser el
puerto de Quito que estableció Benalcázar para la logística que demandaba la
conquista del norte y asume su propio destino. En el Libro Segundo de Cabildos
de Quito, acta del 11 de marzo de 1549, consta que el Ayuntamiento quiteño a
través del pacificador Pedro de La Gasca, solicita a la Audiencia de Lima
restituya a Guayaquil en su ubicación anterior, es decir que debía abandonar el
cerro Santa Ana.
“Ítem.
Pedir que por cuanto la çibdad de Santiago se pobló de próximo en el paso de
Guaynacaba e para ir e venir se ha de ir con balsas y por ser puerto de esta
çibdad le viene daño, pedir que se pueble donde solía, questaba en parte más
conveniente para la dicha çibdad e para los pasajeros que vienen a ella e bien
de los naturales que en ella sirven”.
Este acontecimiento, aparentemente sin
importancia, es el primer paso de Guayaquil hacia su transformación como
ciudad-puerto, en que no solo cumple sus funciones de puerta de entrada y
salida de la riqueza comercial que impulsó al país hacia su desarrollo, sino
que, siendo rica y punto intermedio entre Acapulco y Viña del Mar, se convierte
en plaza y parada obligada al teatro, ópera, etc., y toda expresión cultural
que llegaba a los grandes escenarios situados en la ruta.
Además, numerosos guayaquileños que habían
alcanzado la ilustración republicana de finales del siglo XVIII y principios
del XIX, cuyo pensamiento los llevó a lograr por sí solos su propia
independencia y a constituirse en el centro político-militar, que financió y
organizó la independencia del Ecuador. Fueron, además, el medio por el cual la
ciudad asumió la gran cultura venida de Europa mediante los ricos productores y
empresarios del cacao.
“Guayaquil no es solo una fecha
fundacional, un santoral y un proceso de mudanzas, es mucho más que eso.
Siempre deberemos entenderla como un proceso-producto histórico, geopolítico,
socio-urbano, cultural y simbólico. Por eso nacionales y extranjeros han dicho
que nuestra ciudad es un destino histórico. Desde esta perspectiva de proyecto
inacabado, siempre en construcción, debemos identificarla y pensarla. Pensar la
ciudad y sus procesos de cambio es una necesidad y una tarea de ella y
nosotros” (W. Paredes, 2007).
A la expansión por la cuenca del Guayas, bien
podríamos llamar diáspora guayaquileña, para indicar el encuentro con la tierra
prometida y el comienzo de un continuo proceso de crecimiento, expansión y
progreso que va extendiendo la ciudad poco a poco. Detectamos un crecimiento
continuo de la ciudad-puerto. Pues, no es sólo el espacio sino también sus
pobladores.
También usamos esta expresión para señalar
que con ella designamos a un grupo humano emprendedor y agresivo, dispersado a
lo largo y ancho de las ricas tierras aluviales, cuyo esfuerzo la retoma y
eleva a la categoría de centro vital de la región y del país. Que toma posesión
de bancos y vegas de la cuenca baja del Guayas bañadas por
intrincada red de ríos, esteros y canales, donde crecía el cacao esparcido por
los monos, e impulsó una agricultura que acabó desalojando al campesino
indígena que se vio afectado por la cada vez mayor presencia de cultivos,
animales domésticos y hombres europeos.
Actividad
económica de explotación de los bosques maderables y productiva de la cual el
cacao, café y tabaco comenzaron a destacarse como elementos agrícolas determinantes
de la economía colonial guayaquileña, dando espacio al nacimiento de la gran
cultura montuvia, brazo armado de la independencia, del 6 de Marzo de 1845, la
montonera de Alfaro 19895 y del progreso y riqueza de la antigua Provincia de
Guayaquil y de nuestra urbe actual.
Por la determinación de sus habitantes, su situación geográfica y el
sistema fluvial del Guayas, la
navegación fluvial tenía “una doble misión: comunicar los distintos lugares de
la provincia entre sí y con su capital, y facilitar el tránsito de personas y
productos hacia o desde el interior de la Audiencia. La confluencia obligada de todo este tráfico
era la ciudad de Guayaquil, que debe buena parte de su importancia como puerto
marítimo al hecho de ser un tan importante puerto fluvial (Ma. Luisa Laviana). Guayaquil
fue centro de abastecimiento de las poblaciones ribereñas, de la Sierra
centro-norte y sur, y eje de toda actividad económica y administrativa de la
Real Audiencia.
Sin embargo, hasta 1576 su comercio internacional se reducía a movilizar
productos entre los puertos del norte, centro y sur de América. Sedas chinas,
añil, brea, jarcia, vinos y paños copaban las rutas, pero al no haber
exportaciones presentaba una balanza desequilibrada.
Las ciudades de la desértica Costa peruana-chilena presionadas por la
colonización y el progreso se constituyeron en los núcleos territoriales que
demandaron materiales para sus construcciones, y en las montañas de Bulubulo y
Balzar se inició la explotación de madera y caña guadua para satisfacerlas.
Ha sido evidente que históricamente la actividad exportadora que fue el
punto de partida de su economía, y factor decisivo para el crecimiento de
aserraderos, construcciones navales, edificios, etc., y para el consecuente
desarrollo de la carpintería de ribera, ebanistería, que levantaron la ciudad,
etc. (Laviana) “El puerto de Guayaquil es tan útil para cualquiera nación, que
poseyéndolo, estará siempre en estado de mantener armada mediante a que tendrán
maderas y paraje adecuado para carenar los navíos, y aun para fabricarlos, lo
que no sucederá a otra que carezca de este puerto: la primera podrá tener
cuantos navíos mercantes quisiere para hacer su comercio; y la segunda no
tendrá más de los que aquella quisiere consentirle o venderle; y siendo dueña
del mar lo será igualmente de todo aquel comercio, y no se podrá ejecutar cosa
alguna en aquellos reinos que no sea con su consentimiento” (Noticias Secretas
de América, 1918).
A partir de 1593, los comerciantes guayaquileños inician la exportación
del cacao en sus propios navíos, creando una riqueza que produjo una masiva
migración interna proporcionando la fuerza laboral necesaria para explotar su
potencial agrícola. “Cuando el desarrollo agrícola, lo requirió, Guayaquil
contó con suficientes trabajadores, sin necesidad de una importación masiva de
esclavos negros. La clave está en la inmigración, es la llegada a Guayaquil de
hombres procedentes del interior, de la Sierra de Quito y Cuenca
fundamentalmente. Este fenómeno se eleva a gran escala en la última década del
XVIII y continúa hasta la actualidad. La inmigración serrana se suma al propio
crecimiento vegetativo de la población guayaquileña, para producir el
espectacular auge poblacional que las fuentes registran y que se hace llamativo
en el tránsito del siglo XVIII al XIX” (Laviana).
Este dinamismo económico influyó en el desarrollo urbano y crecimiento
poblacional. De 4.000 habitantes a finales del siglo XVII, pasa a 12.000 en el
siglo XVIII. Es al finalizar el segundo tercio de este último que empieza a
despertar su gran producción agrícola, y entra en una etapa de progreso
superando toda expectativa. Acelerado desarrollo que trajo como consecuencia el
asedio de corsarios armados por Inglaterra, Francia y Holanda, que asaltaron la
ciudad por varias oportunidades.
Hasta el siglo XIX, de la
Independencia, la «Mar del Sur» se convirtió en el escenario de toda la
contienda empeñada contra España, la cual carente de fuerza naval, debía cubrir
la defensa del litoral americano desde Magallanes, en el extremo sur, Valdivia,
El Callao y Lima, Guayaquil y Panamá hasta el norte con California. Además, de
proteger las rutas hacia el archipiélago filipino en que comerciaba, especias, sedas,
porcelanas, etc., el renombrado “Galeón de Manila”.
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