domingo, 12 de mayo de 2019



   Cuidad de comerciantes

 

La sociedad colonial se sustentaba en una economía donde no solo hubo saqueo de oro y plata, explotación económica y transferencia de recursos. También una estructura de dominio que para funcionar debió organizarse adecuadamente. Sevilla, Barcelona y Burgos eran los centros comerciales mas importantes de España y, por tanto, polos de trabajo de los hombres de negocios tanto nacionales como extranjeros.

Pero con el descubrimiento de América el equilibrio entre estos tres centros quedó definitivamente roto, pues con este, Sevilla se convirtió en el centro monopólico. Y fue en 1503 con el establecimiento de la Casa de la Contratación en esta ciudad, cuando la Corona oficializó su importancia comercial. Esta supremacía comercial creó una rivalidad con los gaditanos (ciudadanos de Cádiz) hasta que en 1717 se trasladó a favor de este puerto el monopolio del comercio de ultramar.
La Casa de la Contratación fue suprimida el 18 de junio de 1790, pero mientras subsistió tuvo a su cargo todo lo inherente a la fabricación de barcos y sus reparaciones, el abastecimiento de víveres, compra de armas, el reparto, el examen y la responsabilidad de las sumas entregadas con tal fin, o para ser utilizadas para pagar a los marineros de guerra o de comercio.
Debía canalizar a soldados y marineros a sus puertos de embarque en todas las provincias, de los que quedaban a cargo de los navíos y a quienes debían volver a sus cases; además, el abastecimiento de arsenales en artillería y armas livianas, jarcias, velamen y víveres, más la conservación de los bosques reales y particulares de suma importancia pare la fabricación de mástiles y tablazón para las carenas de las naves (Anuario de Estudios Americanos).
Es decir, un enorme campo que dejaba fuera del pastel a los comerciantes sevillanos quienes para garantizar sus mercaderías en unas travesías expuestas a todo riesgo se agruparon, en fecha descono­cida, en una Universidad de Mercaderes que en un juego de poder se aprestaron a des­pachar armadas financiadas: su costa desde 1522.
Siguiendo el ejemplo de los comerciantes de Burgos, pronto se percataron de la conveniencia de transformarla en Consulado, como una forma más representativa que permitía superar las dificultades por la distancia, facilidad en los pagos y reducción de los litigios en el comercio con las Indias.
De esta forma al Consulado desde 1556, le fue consolidada y ampliada su jurisdicción al encargárselo del cobro de derechos de la Real Hacienda, del despacho de armadas y flotas, y contratación de burocracia.
Además, se le concedieron bienes propios sobre los productos salidos pare ultramar y con el producto de la Escribanía Mayor de la Mar (Buenavista de Indias Nº 2). En base a estos organismos, de los cuales, como hemos vis­to, sobrevivió el Consulado fue creado por la corona el co­nocido como Reglamento para el Comercio Libre de 1778, aunque tardío, ‑como veremos mas adelante‑ pues, en Améri­ca ya ardía la llama de la li­bertad, no dejaba de ser el fundamento del nuevo sistema comercial cuyos cimientos eran la libertad e igualdad para los súbditos de la Corona.
Llegar a este no fue una decisión casual ni improvisada, todo lo contrario, totalmente enmarcada dentro de las políticas del reinado de Carlos III, en procura de una política de defensa fundamentada en una saneada hacienda.
El motivo para tomar esta decisión no pudo ser menos que el catastrófico desastre militar de 1762 frente a Inglaterra. De allí que, para reactivar la economía debía recurrirse al aumento del dinero público y las recaudaciones reales que se producirían por un cambio de modelo en las actividades privadas, en particular con el comercio americano, pues la desacreditada política de aumentar impuestos a un pueblo que no podía pagarlos, solo generaba aumento en la delincuencia y el fraude.
Carlos III fue un monarca ilustrado, y al acceder a la Corona de España aspiró a continuar con las exitosas políticas empleadas como gobernante de Nápoles y Sicilia, que fue la marca que identificó a su reinado en España.
En esa misma línea, en 1764 le 11egó el turno de la reforma al “comercio interior y exterior de España con sus colonias en América y provincias extranjeras”.
Tema controvertido que tendría su oposición en la corte, como todo lo novedoso, más la experiencia de cinco años y la presencia de un equipo económico homogéneo parecían allanar el camino.
Esta primera etapa la marco directamente la intervención del monarca, quien pidió informes sobre las posibilidades existentes pare variar el método establecido de la relaciones comerciales entre España y América.
En 1765, en apenas cinco meses, por la presión personal del Rey se concretó un extenso y claro informe, el cual cumplió con sus deseos al recibirlo ilustrado con ejemplos prácticos, extraídos de la realidad comercial que primaba en esos momentos con las relaciones comerciales en las colonias de ultramar.
Satisfecho el Rey con el documento dispuso su estudio en equipo a fin de regular las relaciones comerciales motivo de su preocupación. Extenso documento que plantea ocho causas como las responsables del fracaso y siete soluciones en que se destaca la objetividad, pues la hacía accesible y de fácil cumplimiento.
La primera en beneficiarse de las bondades de la Libertad de Comercio fue el área de Barlovento en 1765 (Venezuela), en 1768 se amplió a Luisiana, en 1770 a Yucatán y Campeche y el 2 de febrero de 1778 a Buenos Aires con internación a Chile y Perú, todo lo cual recopilado en un solo documento, fue complementado por una real orden sobre el contrabando.
Las cosas en realidad no se dieron con la facilidad que se expresa en nuestro escrito, ya que con el triunfo de la línea conservadora y su intervención en la política de la corona se produjo lo que podríamos llamar la paralización de la Libertad Comercial para América.
Producto de la necesidad política de infundir tranquilidad a los comerciantes monopolistas españoles y de ultramar, a fin de impedir revueltas no deseadas, cuando precisamente España se hallaba inmersa en su rechazo a los jesuitas.
Fue así como Carlos III se vio forzado a frenar su política de imponer reformas que inquietaban a las clases nobles dirigentes y tuvo que acceder a sus peticiones, obligado el rey a realizar reformas selectivas, y para consolidar su gobierno eligió las más urgentes.
Con esta nueva política de selección y la espera del mo­narca por acontecimientos políticos que le ofreciesen una si­tuación favorable, el comercio americano permaneció esta­ncado hasta 1770, en que muy tímidamente se intento reactivarlo.
En los informes consultados que publica Jesús Varela en el Anuario de Estudios Americanos, que fueron presentados al rey entre febrero de 1772 y julio de 1773, se hace evidente la intención de dilatar las cosas mediante el empleo de la lentitud burocrática en los informes, estudios, elaboración de propuestas que tanto lastre agregaron a la eficacia del gobierno en su determinación.
En definitiva, su política se resumió en el impulso de movimientos lentos a lo largo del camino de actualizar la línea de libertad comercial pare el Nuevo Mundo.
Finalmente, el 6 de diciembre de 1776, con la presentación del informe sobre el Libre Comercio al nuevo ministro de Indias, se termina el periodo del miedo a las reformas y se reinicia la etapa que impulsa las reformas de Carlos III.
Temor a lo nuevo, a la aper­tura al libre comercio con las colonias de ultramar; que se ve reflejado en lo cauteloso del informe del fiscal general presentado en la segunda etapa del reinado de este progresista monarca.
“Se hace, desde luego, cargo de la grande importancia del asunto y de la reflexión, circunspección y tiento con que es preciso proceder para el arreglo general del comercio y navegación de España con las Indias y más a vista de que el método de flotas y galeones en forma de comboy (sic), sin distinción de tiempos de paz y guerra se ha observado puesto mas de 200 años, tiempo cuya razón muchas personas oyen con horror cualquier innovación persuadidos de que todos, o lo más que se han practicado desde principios de este siglo, lejos de producir aumentos de nuestro comercio, han conspirado a su destrucción y ruina”.
“Por ser Cádiz en el día absoluta y única plaza de nuestro comercio de deposito de los caudales que se giran se interesan en conservarlo, y por consiguiente que no omiten medio, diligencia pare convertir cualquier pensamiento, que se dirija a extender la navegación y el comercio a otros puertos, y malquistar las ideas que consideren contrarias a su particular interés” (centro de Estudios Americanos).
Las rémoras burocráticas y centralistas aplicadas a las reformas de Carlos III, los intereses monopólicos de los comerciantes y políticos españoles, limitaron el comercio ultramarino y con ello la economía de nuestra ciudad.
A mediados del siglo XVIII cuando se plantearon las reformas, el ritmo de su desarrollo económico se había acelerado notablemente bajo el estimulo a la exportación cacaotera.
Sin embargo, el monopolio establecido por los comerciantes piuranos y limeños cercanos a la corte virreinal, no permitieron su aplicación integral al comercio guayaquileño convirtiéndolo en el principal móvil de su independencia económica y política. Política equivocada que llegó a constituir uno de los aspectos que fomentaron la búsqueda de la independencia.

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