Cuidad de comerciantes
La sociedad colonial se sustentaba en una economía
donde no solo hubo saqueo de oro y plata, explotación económica y transferencia
de recursos. También una estructura de dominio que para funcionar debió
organizarse adecuadamente. Sevilla, Barcelona y Burgos eran los centros
comerciales mas importantes de España y, por tanto, polos de trabajo de los
hombres de negocios tanto nacionales como extranjeros.
Pero con el descubrimiento de América el equilibrio entre estos
tres centros quedó definitivamente roto, pues con este, Sevilla se convirtió en
el centro monopólico. Y fue en 1503 con el establecimiento de la Casa de la
Contratación en esta ciudad, cuando la Corona oficializó su importancia
comercial. Esta supremacía comercial creó una rivalidad con los gaditanos
(ciudadanos de Cádiz) hasta que en 1717 se trasladó a favor de este puerto el
monopolio del comercio de ultramar.
La Casa de la
Contratación fue suprimida el 18 de junio de 1790, pero mientras subsistió tuvo
a su cargo todo lo inherente a la fabricación de barcos y sus reparaciones, el
abastecimiento de víveres, compra de armas, el reparto, el examen y la
responsabilidad de las sumas entregadas con tal fin, o para ser utilizadas para
pagar a los marineros de guerra o de comercio.
Debía canalizar a
soldados y marineros a sus puertos de embarque en todas las provincias, de los
que quedaban a cargo de los navíos y a quienes debían volver a sus cases;
además, el abastecimiento de arsenales en artillería y armas livianas, jarcias,
velamen y víveres, más la conservación de los bosques reales y particulares de
suma importancia pare la fabricación de mástiles y tablazón para las carenas de
las naves (Anuario de Estudios Americanos).
Es decir, un
enorme campo que dejaba fuera del pastel a los comerciantes sevillanos quienes
para garantizar sus mercaderías en unas travesías expuestas a todo riesgo se
agruparon, en fecha desconocida, en una Universidad de Mercaderes que en un
juego de poder se aprestaron a despachar armadas financiadas: su costa desde
1522.
Siguiendo el ejemplo de los comerciantes de Burgos, pronto se
percataron de la conveniencia de transformarla en Consulado, como una forma más
representativa que permitía superar las dificultades por la distancia,
facilidad en los pagos y reducción de los litigios en el comercio con las
Indias.
De esta forma al
Consulado desde 1556, le fue consolidada y ampliada su jurisdicción al
encargárselo del cobro de derechos de la Real Hacienda, del despacho de armadas
y flotas, y contratación de burocracia.
Además, se le concedieron bienes propios sobre los productos
salidos pare ultramar y con el producto de la Escribanía Mayor de la Mar
(Buenavista de Indias Nº 2). En base a estos organismos, de los cuales, como
hemos visto, sobrevivió el Consulado fue creado por la corona el conocido
como Reglamento para el Comercio Libre de 1778, aunque tardío, ‑como veremos
mas adelante‑ pues, en América ya ardía la llama de la libertad, no dejaba de
ser el fundamento del nuevo sistema comercial cuyos cimientos eran la libertad
e igualdad para los súbditos de la Corona.
Llegar a este no fue una
decisión casual ni improvisada, todo lo contrario, totalmente enmarcada dentro
de las políticas del reinado de Carlos III, en procura de una política de
defensa fundamentada en una saneada hacienda.
El motivo para tomar
esta decisión no pudo ser menos que el catastrófico desastre militar de 1762
frente a Inglaterra. De allí que, para reactivar la economía debía recurrirse
al aumento del dinero público y las recaudaciones reales que se producirían por
un cambio de modelo en las actividades privadas, en particular con el comercio
americano, pues la desacreditada política de aumentar impuestos a un pueblo que
no podía pagarlos, solo generaba aumento en la delincuencia y el fraude.
Carlos III fue un
monarca ilustrado, y al acceder a la Corona de España aspiró a continuar con
las exitosas políticas empleadas como gobernante de Nápoles y Sicilia, que fue
la marca que identificó a su reinado en España.
En esa misma línea, en 1764 le 11egó el turno de la reforma al
“comercio interior y exterior de España con sus colonias en América y
provincias extranjeras”.
Tema controvertido que tendría su oposición en la corte, como todo
lo novedoso, más la experiencia de cinco años y la presencia de un equipo
económico homogéneo parecían allanar el camino.
Esta primera etapa la
marco directamente la intervención del monarca, quien pidió informes sobre las
posibilidades existentes pare variar el método establecido de la relaciones
comerciales entre España y América.
En 1765, en apenas cinco meses, por la presión personal del Rey se
concretó un extenso y claro informe, el cual cumplió con sus deseos al
recibirlo ilustrado con ejemplos prácticos, extraídos de la realidad comercial
que primaba en esos momentos con las relaciones comerciales en las colonias de
ultramar.
Satisfecho el Rey con el
documento dispuso su estudio en equipo a fin de regular las relaciones
comerciales motivo de su preocupación. Extenso documento que plantea ocho
causas como las responsables del fracaso y siete soluciones en que se destaca
la objetividad, pues la hacía accesible y de fácil cumplimiento.
La primera en
beneficiarse de las bondades de la Libertad de Comercio fue el área de
Barlovento en 1765 (Venezuela), en 1768 se amplió a Luisiana, en 1770 a Yucatán
y Campeche y el 2 de febrero de 1778 a Buenos Aires con internación a Chile y
Perú, todo lo cual recopilado en un solo documento, fue complementado por una
real orden sobre el contrabando.
Las cosas en realidad no
se dieron con la facilidad que se expresa en nuestro escrito, ya que con el
triunfo de la línea conservadora y su intervención en la política de la corona
se produjo lo que podríamos llamar la paralización de la Libertad Comercial
para América.
Producto de la necesidad
política de infundir tranquilidad a los comerciantes monopolistas españoles y
de ultramar, a fin de impedir revueltas no deseadas, cuando precisamente España
se hallaba inmersa en su rechazo a los jesuitas.
Fue así como Carlos III
se vio forzado a frenar su política de imponer reformas que inquietaban a las
clases nobles dirigentes y tuvo que acceder a sus peticiones, obligado el rey a
realizar reformas selectivas, y para consolidar su gobierno eligió las más
urgentes.
Con esta nueva
política de selección y la espera del monarca por acontecimientos políticos
que le ofreciesen una situación favorable, el comercio americano permaneció
estancado hasta 1770, en que muy tímidamente se intento reactivarlo.
En los informes consultados que publica Jesús Varela en el Anuario
de Estudios Americanos, que fueron presentados al rey entre febrero de 1772 y
julio de 1773, se hace evidente la intención de dilatar las cosas mediante el
empleo de la lentitud burocrática en los informes, estudios, elaboración de propuestas
que tanto lastre agregaron a la eficacia del gobierno en su determinación.
En definitiva, su política se
resumió en el impulso de movimientos lentos a lo largo del camino de actualizar
la línea de libertad comercial pare el Nuevo Mundo.
Finalmente,
el 6 de diciembre de 1776, con la presentación del informe sobre el Libre
Comercio al nuevo ministro de Indias, se termina el periodo del miedo a las
reformas y se reinicia la etapa que impulsa las reformas de Carlos III.
Temor a lo nuevo, a la apertura al libre comercio con
las colonias de ultramar; que se ve reflejado en lo cauteloso del informe del
fiscal general presentado en la segunda etapa del reinado de este progresista
monarca.
“Se hace, desde luego,
cargo de la grande importancia del asunto y de la reflexión, circunspección y
tiento con que es preciso proceder para el arreglo general del comercio y
navegación de España con las Indias y más a vista de que el método de flotas y
galeones en forma de comboy (sic), sin distinción de tiempos de paz y guerra se
ha observado puesto mas de 200 años, tiempo cuya razón muchas personas oyen con
horror cualquier innovación persuadidos de que todos, o lo más que se han
practicado desde principios de este siglo, lejos de producir aumentos de
nuestro comercio, han conspirado a su destrucción y ruina”.
“Por ser Cádiz en el día
absoluta y única plaza de nuestro comercio de deposito de los caudales que se
giran se interesan en conservarlo, y por consiguiente que no omiten medio,
diligencia pare convertir cualquier pensamiento, que se dirija a extender la
navegación y el comercio a otros puertos, y malquistar las ideas que consideren
contrarias a su particular interés” (centro de Estudios Americanos).
Las rémoras burocráticas
y centralistas aplicadas a las reformas de Carlos III, los intereses
monopólicos de los comerciantes y políticos españoles, limitaron el comercio
ultramarino y con ello la economía de nuestra ciudad.
A mediados del siglo
XVIII cuando se plantearon las reformas, el ritmo de su desarrollo económico se
había acelerado notablemente bajo el estimulo a la exportación cacaotera.
Sin embargo, el
monopolio establecido por los comerciantes piuranos y limeños cercanos a la
corte virreinal, no permitieron su aplicación integral al comercio guayaquileño
convirtiéndolo en el principal móvil de su independencia económica y política.
Política equivocada que llegó a constituir uno de los aspectos que fomentaron
la búsqueda de la independencia.
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