Traslado de Santiago de Quito al litoral
En junio de 1535, Benalcázar, al mando de considerable contingente, mayoritariamente formado por los hombres que habían pertenecido a la expedición de Pedro de Alvarado, salió de Quito con destino al Perú, como consta en la probanza de Diego de Sandoval fechada el 19 de noviembre de 1539:“Vido como el dicho capitán Sebastián de Benalcázar se partió desta villa para ir a la costa e vido ir con el dicho capitán al dicho Diego de Sandoval e que sabe que se conquistó la dicha tierra e se hizo la dicha ciudad”.
Se detuvo en la ciudad de Santiago, en la llanura de Riobamba, que luego de su fundación había sido dejada como un simple campamento con presencia militar para vigilar y dominar el sector. Levantó el real y movilizó la dotación de hombres que lo guarnecía, entre los cuales se hallaban los soldados que habían sido designados para conformar el Cabildo, que como es fácil suponer, llevarían consigo el acta de fundación de Santiago que se hallaba en su poder.
Luego de una larga marcha llegó al cuartel general de Pizarro, le entregó parte de los tesoros producto de su conquista del territorio quiteño, que a su paso por distintos poblados indígenas, y a pretexto de la búsqueda del tesoro de Atahualpa, los había esquilmado y saqueado. Este generoso obsequio que hizo al adelantado Francisco Pizarro, garantizó que este le extendiese la autorización para lograr sus propósitos. Con el poder omnímodo conferido por el emperador Carlos V, el comendador lo designó teniente de gobernador de las tierras que conquistase.
Benalcázar, una vez obtenida la autorización de Pizarro, marchó a San Miguel de Piura, de la cual era teniente de gobernador. Al llegar a su destino concedió un mes de merecido descanso a sus hombres, y partió a Paita donde reclutó más hombres, y se aprovisionó de víveres y pertrechos: “dicho testigo vino a esta tierra puede haber cinco años, poco más o menos, e que vino a la ciudad de San Miguel e que allí asentó en la capitanía del capitán Sebastián de Benalcázar e que vino con él a estas tierras e provincias de Guayaquile, ques en la Culata” (Provanza de Sandoval).
A fin de adelantarse a la estación lluviosa, a finales de agosto zarpó en varias balsas; también existe la posibilidad de que lo pudo hacer en dos navíos, los más pequeños y de menor calado que pertenecieron a la expedición de Alvarado. Entró al golfo de Guayaquil, pacificó Puná y remontó las aguas del Guayas. Por octubre o noviembre de ese año, en virtud de la Real Cédula de mayo de 1534, en presencia del Cabildo y en posesión del acta de fundación de Santiago de Quito, concretó el traslado y asentamiento de la ciudad en su nuevo enclave litoralense, a orillas del río de Guayaquil en la vecindad del poblado indígena de Guayaquile.
Los historiadores Adam Szaszdi y Dora León Borja, afirman que “Para enfrentarse a la intromisión de Alvarado, Diego de Almagro –en nombre de Pizarro– funda el 15 de agosto de 1534 la ciudad de Santiago, en el asiento de Riobamba, en plena zona Andina. Un año después, Sebastián de Benalcázar la traslada a los llanos costeros, junto a un pueblo indio llamado Guayaquil, a unos 25 kms. al este de su actual ubicación. El principal motivo de este traslado fue la necesidad de mejorar las comunicaciones entre el núcleo conquistador de Quito y el mar, por donde se podían recibir refuerzos de hombres y animales”.
Hay muchas versiones sobre la primera ubicación de Santiago en el litoral. Pero Ángel Véliz Mendoza (El Universo, mayo 17 de 1988), recoge investigaciones efectuadas por los esposos Szaszdi, en las cuales fundamentan una hipótesis que, por asociación de ríos y poblados con Guayaquil me parece la más cercana a la verdad.
“La tarea que nos hemos propuesto en este trabajo es, dicen los Szaszdi, concretamente, la de fijar el punto geográfico que corresponde al desaparecido pueblo de Guayaquil, estructuraremos la presente indagación sobre la existencia y múltiple mención en la documentación del s XVI, del río de Guayaquil distinto al actual Guayas-Babahoyo que se conoce bajo el mismo nombre en los s XVII y XVIII”. La primera mención que los investigadores encuentran del nombre de la ciudad y el río, “está en el Libro de Cabildos de Lima, julio y agosto de 1544, en que aparece Rodrigo Núñez de Bonilla como procurador de la ciudad de Santiago del río de Guayaquil”.
Por razones de espacio, no podemos abundar en los numerosos documentos que citan los Szaszdi para mostrar claramente que el lugar en que fue asentada la ciudad de Santiago en 1535, se hallaba a orillas del río de Guayaquil, que corresponde al actual río Bolubulo-río Boliche, cuyo cauce y desembocadura fueron cambiados por las variantes hidrográficas sufridas a través del tiempo.
Hay tres descripciones que citan los autores que transcribiré para mayor ilustración: Fray Reginaldo de Lizárraga por 1650, cita a la fuente que abastecía de agua a la ciudad: “Guayaquil el viejo, que es donde se pobló este pueblo. Van por ella en balsas grandes”. La siguiente dice: “Otro río nombran la relaciones, de Bulobulo, dicen que entra en el río grande, que por otro nombre se llama Guayaquil, el viejo”. Una versión inédita dice: “está… de la otra parte del río Guayaquil, orilla de otro que llaman de Bulobulo o Guayaquil el viejo”. Es decir que: Guayaquil el viejo, es sin duda el primer emplazamiento de la ciudad, situada a orillas del río de Guayaquil que era el mismo Bulubulo o el Boliche.
En esta primera posición quedaron “hasta cuarenta españoles” que Benalcázar dejó a cargo de los alcaldes ordinarios Antonio de Rojas y Diego de Daza. Días después remontó la corriente del río en busca de las vertientes andinas que le permitirían el paso por la cordillera. Guiado por los soldados que ya habían hecho ese camino con Alvarado, coronó Los Andes, llegó a Quito y el 28 de diciembre de 1535, convocó a cabildo: “que desde la dichas provincias de la Culata e la Puná, el dicho capitán Sebastián de Benalcázar, con la gente que tenía después de pacificadas las dichas tierras e poblada la dicha ciudad, se volvió a esta villa de San Francisco de Quito, e desde aquí hizo apartar mucha gente que consigo traía para ir a dar socorro con ella al capitán Juan de Ampudia que era ido a descubrir las tierras e provincias de Quillasinga.” Testigo Gregorio Ponce, probanza de Diego de Sandoval, 19 de noviembre de 1539.
Benalcázar, con habilidad y mucho valor personal, más una gran dosis de ambición y el apoyo incondicional de su protector y financista de la conquista, licenciado Gaspar de Espinoza, se hizo un lugar como conquistador del espacio andino del territorio quiteño y desde entonces empezó a amasar su propia fortuna. Antes de partir hacia el norte para cumplir con su destino, luego de presidir el Cabildo, dejó a Diego de Tapia como alcalde ordinario y posesionó a los nuevos capitulares.
Benalcázar conquistó el sur de la actual Colombia, llegó hasta Santa Fe de Bogotá, explotó su expedición en beneficio propio y se olvidó de Pizarro. En 1537 volvió a Quito, pero debió regresar por donde había venido y de apuro, pues Pizarro lo quería capturar para ejecutarlo por considerarlo traidor.
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