lunes, 4 de noviembre de 2019


Nuestra ciudad puerto
La condición portuaria de la ciudad de Guayaquil empieza por los meses de octubre o noviembre de 1535, cuando Sebastián de Benalcázar, luego de obtener de Pizarro la anuencia para conquistar las provincias de Quillasinga y Condelunamarca, al norte de Quito, traslada la fundación de la ciudad de Santiago y la asienta a orillas del río de Guayaquil donde se afincaba el poblado indígena Guayaquile. 
La finalidad de este traslado, no fue otra que la necesidad de crear un puerto más cercano que Paita, como centro logístico de Benalcázar para la conquista de las tierras descubiertas por los capitanes Pedro de Añasco y Juan de Ampudia. Los distintos asentamientos elegidos para proteger Guayaquil de las asechanzas indígenas, siempre estuvieron en el margen oriental del Guayas o del Babahoyo, a fin de mantenerlo como puerto de la conquista. Pero el 25 de julio 1547 la ciudad sufrió la última y definitiva mudanza para situarla en la cumbre de cerro Santa Ana. 
Esta nueva ubicación en el margen occidental del río, provocó la indignación de los cabildantes quiteños, pues según consta en el Libro Segundo de Cabildos de Quito, Pág. 198-199, se levantó una protesta a fin de exigir, por medio del virrey que la ciudad sea reinstalada a su lugar anterior para, convenientemente, continuar utilizándolo como puerto de Quito. Por supuesto que al Cabildo guayaquileño ni a su vecindario se les ocurrió someterse a semejante despropósito e ignoraron el pedido de la Presidencia.
Es quizá por una coincidencia que fuera el 25 de julio de 1547, día que conmemora a Santiago el Mayor, patrono de Guayaquil, en que la ciudad en busca de seguridad, se estableciera definitivamente en la cumbre del cerro Santa Ana. Al dejar de ser el puerto “de Quito” se inicia el desarrollo de la ciudad-puerto, cuya importancia que se mantiene hasta hoy, no solo se debe a su ubicación sino a su propia población y su actitud de permanencia. Desde entonces, una vez alcanzado un espacio seguro para establecerla, no vuelve a ser destruida por los chonos y los guayaquileños inician la toma de posesión de la cuenca del Guayas y con ello se produce la génesis de la riqueza de la ciudad y su provincia. 
Al respecto, en el acta del cabildo celebrado en Guayaquil el 24 de julio de 1781, consta lo siguiente: “En este Cabildo se trató sobre la fiesta con que se solemniza el Real Estandarte, en memoria de la conquista de esta ciudad y su Provincia, cuya función se verifica el día de mañana veinte y cinco del corriente en que celebra la Iglesia al Apóstol Santiago”.
Situada en esta posición geográfica, estratégica y privilegiada, toma a la ciudad menos de dos siglos para transformarse de un modesto caserío en la más rica ciudad y próspera provincia de la Audiencia de Quito, luego de Colombia y finalmente del Ecuador. “Ya se ha visto en esta obra todo el país brindando a la cultura, lleno de ríos para transportar con facilidad los géneros a la capital; ésta situada en un río navegable y que recoge a todos los demás, con un seguro puerto en medio de la Mar del Sur, proporcionado para comerciar a todas partes, y en un terreno propio para la construcción de navíos y con maderas excelentes y buena maestranza; en una palabra, tienen sus habitantes todas las comodidades que se requieren para adelantarse en el comercio y en la agricultura” (María Luisa Laviana Cuetos).
Aferrados los guayaquileños a su posición, al río Guayas y su enorme red fluvial, soportan sin arredrarse numerosos incendios, ataques de piratas, pestes que diezmaron la población. Jamás la abandonaron ni dejaron de reconstruirla, levantándola de las cenizas, tantas cuantas veces se incendió. Desde esta posición, la ciudad y su río se convirtieron en columna vertebral de la economía de la Audiencia de Quito y en su momento de la nacionalidad ecuatoriana. 
Todo el comercio, los grandes negocios nacionales, la exportación, los bienes importados, las artes, llegaron y beneficiaron a la Sierra centro norte por la única vía posible: el Guayas por el camino de Babahoyo, la cordillera de Angas y San Miguel de Chimbo. Y a las provincias australes por el río Naranjal como afluente del gran río y el puerto de la Bola hasta Cuenca y Loja. De estas condiciones se desprende que, pese a que durante la colonia la Sierra tenía una mayor población, su importancia económica es muy inferior a la del litoral.
Las condiciones de Guayaquil como puerto fluvial accesible fueron muy ventajosas, pues, además de sus buenas características de puerto abrigado, estaba guarnecida por 60 millas de navegación por un río desconocido, lo cual desanimó a muchos piratas. Por otra parte, el Guayas no tiene una corriente excesivamente rápida, que pudo causar serias molestias y dificultades tremendas a la maniobra de los navíos. También es una ría, es decir, que tiene flujo y reflujo de mareas, que en la máxima creciente permitieron hasta las primeras décadas del siglo XX la entrada cómoda de buques de mayor calado.
Los españoles, al tomar posesión del territorio fueron muy cautelosos al practicar la navegación por el Guayas. Les tomó tiempo familiarizarse con los canales y formar prácticos para aventurarse a surcarlo con embarcaciones mayores. De esta forma, a partir del ingreso al golfo que hiciera Benalcázar en balsas y su viaje aguas arriba para encontrar el camino a Quito, el progreso de la navegación por el Guayas, aunque consistente, fue muy lento.
Durante el siglo XVII lo navíos que llegaban de Europa a la costa del Pacífico de la América meridional, mayoritariamente tenían un desplazamiento de 900 toneladas o más. Sin embargo, por esa época no entraban al Guayas por cuanto los sondajes realizados en el canal conocido arrojaban apenas tres y media brazas en la alta marea y una y media en la baja. Por tal razón hay cientos de documentos que recogen las descripciones de viajes en balsa, pues hacerlo en embarcaciones pequeñas no era recomendable por la correntada y el oleaje que se produce en el bajo de Cascajal, frente a Puná.
Es durante el ejercicio del corregidor de Guayaquil Fernando Ponce de León que se descubrió un nuevo canal que en la marea baja tenía una profundidad de tres y media brazas. Ante este evento, el virrey del Perú “dispuso el 20 de septiembre de 1692, que a partir de esa fecha se utilizase exclusivamente el nuevo canal” (A.R. Castillo en Julio Estrada “El Puerto de Guayaquil”). Con este descubrimiento, no solo se aceleró el tráfico fluvial, sino que la navegación de embarcaciones mayores fue más segura.
Hay una descripción del pirata William Dampier, que al referirse al surtidero de Puná indica: “los habitantes de la aldea son todos marineros y, los únicos prácticos que hay en estos mares sobre todo para este río (…) Todos los barcos que vienen para el río de Guayaquil fondean (en Puná) y están obligados a esperar un piloto, porque la entrada es bien peligrosa para los extranjeros (Dampier, 1715). El tráfico marítimo internacional, hasta hace pocas décadas requirió de prácticos para remontar el Guayas. 
Al tiempo de la independencia, 1820, y de la pertenencia a Colombia, las cosas no fueron muy diferentes por cuanto la navegación a vela, continuó siendo bastante compleja. Los bricks, goletas, fragatas, clippers, etc., debían tener un gobierno eficaz, es decir, aptitudes de maniobrabilidad para eludir los bancos de arena tan comunes en el Guayas y troncos de árboles que flotaban arrancados por las grandes avenidas de agua durante la época de lluvias. Temporada que se caracteriza por la falta de vientos que en esa época eran elementos decisivos.
En 1831 entró en vigencia el código de comercio español de 1829, y la Convención de Ambato de 1835, declaró abiertos nuestros puertos a los buques mercantes españoles. Estos hechos convirtieron al comercio guayaquileño en una actividad cada vez más intensa. Gracias a las gestiones realizadas por Vicente Rocafuerte y Pedro Gual el Congreso ecuatoriano de 1837 impulsó la navegación a vapor al conceder por cuatro años, a la compañía inglesa Pacific Steam Navigation Company, un privilegio para comerciar en aguas ecuatorianas, exceptuando el de cabotaje. 
En 1840, Rocafuerte fundó la Compañía del Guayas para la Navegación de este Río en Buques de Vapor, hecho que fue complementado el 7 de junio de 1841 con la entrada al puerto del primer vapor de alto bordo, llamado “Perú”. El 6 de agosto de ese año el vapor “Guayas” fue botado al agua en el astillero de esta ciudad y el 8 de octubre ancló en el Guayas el vapor “Chile”. La compañía naviera de William Wheelright abrió sus oficinas en esta ciudad y permaneció navegando en aguas ecuatorianas por casi ochenta años. A partir de entonces, gracias a Rocafuerte la navegación a vapor abarcó la cuenca del Guayas. 
En la década de 1930 cambiaría la actividad portuaria pues se completaron los estudios para la construcción del muelle de la aduana de Guayaquil, que finalizó en 1937. Grandes instalaciones se realizaron para el almacenaje de la enorme cantidad de bienes de comercio que entraban y salían de la ciudad, y se instalaron dos grandes grúas eléctricas que trabajaban día y noche, y se hacían notar con el constante ronroneo de sus motores que acompañaban a los residentes del barrio de Las Peñas.



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