La Gloria Octubrina: independencia nacional
Tan pronto el
comercio de Guayaquil desarrolló su potencial fue presa del centralismo del
virreinato del Perú. Con la autoridad del virrey, los comerciantes limeños y
piuranos imponían todo tipo de trabas y restricciones. Se prohibía o anulaba
con cualquier motivo la exportación hacia Acapulco, El Realejo, Panamá y otros
puertos. Constituidos en compradores únicos, sometían a su conveniencia toda la
producción de cacao de la provincia. Fijaban los precios a los hacendados y
comerciantes beneficiándose de una demanda sostenida cada vez mayor. La apertura del comercio establecida por las “Reformas
Borbónicas” despertó en los guayaquileños la necesidad de ser dueños de su
albedrío para negociar en el mercado internacional. Y, mientras más acentuada
fue la sujeción, más ansiaron la libertad y la urgencia de autogobernarse, para
bajo su amparo negociar y beneficiarse con el producto de su esfuerzo. El
proyecto revolucionario de Olmedo que culmina el 9 de Octubre, empieza a
alimentarse de esa frustración. El irrespeto a las reformas introduce el
descontento que roe lentamente la estructura colonial de Guayaquil hasta
disponerla para la revolución. Mientras más acentuadas fueron las limitaciones
impuestas por los monopolistas, mayor la esperanza de crecer en autonomía para
instaurar el libre comercio con todo el mundo.
Por otra parte, la situación geográfica y la relación mercantil de
la ciudad con el mundo facilitó el ingreso de ideas planteadas desde la
Revolución Francesa y la norteamericana. Noticias y proclamas, de quienes
luchaban por la libertad, se distribuían soterradamente; se difundieron los
pregones de los patriotas quiteños Morales y Quiroga. Y, “La Bagatela” de
Nariño, introdujo la traducción de los “Derechos del Hombre y del Ciudadano”.
En marzo de 1820, llegó la noticia que los ex diputados
“doceañistas”, simpatizantes de la independencia americana y los generales
Quiroga y Riego, habían rebelado a las tropas acantonadas en Cádiz para
restaurar la constitución de 1812, frustrando la partida a ultramar de 16.000
soldados veteranos. En agosto de ese año, tres jóvenes revolucionarios,
oficiales del “Numancia”, se incorporaron a los cuarteles de la ciudad,
habilitando al proyecto del mando militar que carecía. A mitad del año Bolívar
desde el norte amenazaba Pasto; San Martín desembarcó en Pisco el 7 de
septiembre; y el bloqueo naval de Cochrane, impidió la movilidad de navíos
españoles.
Por otra parte, ambos libertadores requerían con urgencia la
riqueza de la provincia. La posición estratégica de la ciudad ofrecía abrigo a
Cochrane, y su astillero garantizaba la supervivencia de sus naves. Guayaquil
libre hacía imposible la presencia de naves enemigas, pues no podían repararse
ni abastecerse. Este cúmulo de hechos coyunturales, ajustados a una estrategia
preconcebida por la mente brillante de Olmedo y otros líderes, aseguraron el
triunfo de Guayaquil. El 9 de Octubre de 1820 rompe definitivamente con la
colonia, es la gesta gloriosa que culmina el 24 de mayo de 1822 con la
independencia de todo el país. Luego de lo cual, por su fuerte economía,
situación geoestratégica y centro de reclutamiento se inscribió en la
independencia peruana y en el proyecto de libertad continental de Bolívar.
Hoy más que nunca es necesario tener una adecuada valoración de
nuestra revolución, de sus consecuencias sociales y políticas. El 9 de Octubre
de 1820 viene de muy atrás, no es una simple “asonada” del momento, calificada
así por quienes no les cabe en el magín que la independencia de nuestra patria
es, precisamente, una consecuencia de la que intentan minimizar. Es el génesis
de nuestra libertad, no es lo que describen historiadores e historiógrafos
interesados. No es el relato cronológico de los textos, que nada más empieza
con el baile de una niña enamorada; del conciliábulo de unos buenos ciudadanos
convocados a una “Fragua de Vulcano”, o de un juego de naipes en un cuartel que
concluye con una arenga frente al Guayas. Este es un estereotipo que no valora
adecuadamente nuestra Historia. El 9 de Octubre es la efeméride de mayor
significado histórico del país, pues abrió el camino a la independencia
nacional. No es ningún grito aislado, local e intrascendente que promete
fidelidad al rey. Fue un hecho transformador que afectó a toda una región,
favoreció la estrategia continental y contribuyó en forma determinante al fin
de la colonia en América septentrional.
El día 10, Olmedo, como jefe político y presidente
interino del Ayuntamiento, en cabildo abierto convocó al primer Colegio Electoral.
Esta convocatoria es hecha a los principales cabezas de familia de los
distintos partidos, tres de ellos fueron indígenas costeños. Este hecho es una
actitud democrática, que ni los Estados Unidos, incluyó en su primer congreso a
los nativos de la región. Así pone de manifiesto su voluntad de conformar un
gobierno representativo. Había transcurrido un día y ya la revolución se
orienta a constituir un gobierno legítimo. Es el pensamiento liberal del gran
Olmedo en acción, que nos demuestra la existencia de un plan
político-estratégico madurado con bastante anticipación.
La administración militar de Escobedo quedó eliminada al poco
tiempo, Olmedo el civilista, fiel a su ilustración democrática y republicana,
como presidente del Ayuntamiento Constitucional manejó los hilos de la
política, para en tanto se reunía la Asamblea Legislativa que elegiría un
gobierno definitivo. Esta medida, además, no solo neutralizó a tal jefe
militar, sino que permitió dejar en manos de la Asamblea la creación, por voluntad
popular, de un gobierno que además de la organización de la administración
pública, atendiese sin interrupciones la organización militar requerida para
afirmar y defender la libertad, y, como acción inmediata, emprender la campaña
emancipadora de Quito.
El 8 de noviembre de 1820, reunido el Colegio
Electoral, eligió a Olmedo como presidente y secretario a José de Antepara. La
determinación preconcebida de dar el carácter de republicano al gobierno que
debía regir los destinos del Guayaquil independiente, se manifiesta claramente
en la actitud del prócer en los días sucesivos al 9 de Octubre: mediante el
sufragio libre, el pueblo entregó sus derechos al Colegio Electoral, y este a
su vez los transmitió a los representantes elegidos.
Por otra parte, en su discurso, expresa a plenitud
estos principios, al decir: “en esta reunión está depositada toda la confianza
y voluntad general de la Provincia; y, por consiguiente, está autorizada para
todo lo que contribuya a la salud y prosperidad común. La primera atención debe
ser pues, formar un Gobierno e instituciones que, aunque no sean tan perfectos
por las circunstancias, podrán ir recibiendo continuamente nuevos grados de
perfección: su legitimidad será incontestable, pues dimana de la voluntad
general de los pueblos, expresada por los órganos que ellos mismos han nombrado
libremente”.
Mariano Fazio Fernández en su libro Ideología de la
Emancipación Guayaquileña, dice: “Del discurso surgen los siguientes principios
ideológicos: derecho natural a la emancipación de los pueblos por su libre
determinación, voluntad general como fuente incontestable de legitimidad
pública; libertad electoral como requisito para la manifestación de la voluntad
general en la persona de los representantes del pueblo, separación de poderes para
salvaguardar la libertades individuales, adaptación de las instituciones
políticas a las circunstancias de cada pueblo para alcanzar la felicidad, y
agrega, es difícil encontrar en un solo documento una exposición tan apretada
pero a su vez tan coherente de los principios ideológicos del Nuevo Régimen”.
El 8 de noviembre de 1820, con la reunión del Cuerpo
Constituyente se dio un golpe mortal al absolutismo implantado por este y unos
pocos de sus parciales. En el mismo día, se procedió a la elección del doctor
Olmedo para presidir la nueva junta de gobierno; el coronel Rafael M. Jimena,
como vocal encargado de asuntos militares; don Francisco María Roca, vocal para
la administración político-civil; y el doctor Francisco Marcos como secretario.
Finalmente, Escobedo fue destituido de su cargo y puesto bajo arresto.
El día 11, fue promulgado el Reglamento Provisorio de
Gobierno, que podemos considerar como nuestra primera Ley Fundamental. En el
salón de sesiones del Municipio la diputación de Guayaquil eligió a los
miembros del Ayuntamiento, y como su presidente al doctor José Joaquín Olmedo.
Esta elección de Olmedo como presidente de la Junta de Gobierno y a la vez del
Cabildo guayaquileño, surgió Guayaquil como una Ciudad-Estado, pues en una
misma persona recayeron el poder político de la Provincia Libre y el
administrativo de la ciudad.
Los tres primeros artículos del Reglamento Provisorio
de Gobierno, que no es otra cosa que la primera Constitución Política Liberal
aplicada en territorio libre, que más tarde constituyó nuestro país, bastan
para demostrar que los líderes guayaquileños fueron evolucionando
aceleradamente en sus ideas y en la elaboración de un proyecto político
republicano autónomo, bajo formas diferenciadas de las monárquicas-fidelistas
que ensayó la nobleza quiteña.
Artículo 1.
La
Provincia de Guayaquil es libre e independiente, su religión es la Católica; su
Gobierno es electivo; y sus leyes las mismas que regían últimamente, e cuanto
no se opongan a la nueva forma de gobierno establecida
Artículo 2.
La
Provincia de Guayaquil se declara en entera libertad para unirse a la grande
asociación que le convenga de las que se han de formar en la América
meridional.
Artículo 3.
El
comercio será libre por mar y tierra con todos los pueblos que no se opongan a
la forma libre de nuestro Gobierno.
La Provincia de Guayaquil fue libre e independiente
por el esfuerzo y sacrificio de sus propios hijos. Bajo el genio y guía de
Olmedo se estableció una forma de gobierno electivo; mantuvieron las leyes que se
ajustaban a las normas establecidas por ese modelo de administración y
promulgaron nuevas de acuerdo a los principios republicanos. Declararon el
libre comercio con todos los países del orbe. Establecieron una Junta Curadora
de la Libertad de Prensa que garantizaba la expresión pública sin censura ni
aprobación previa. Calificaron como crimen al abuso de esa libertad.
Establecieron sanciones contra quien difame por medio de la prensa, y si
alguien era acusado de este delito, podía exigir que se le faciliten cuantos
medios creyese necesarios para su defensa.
Con la promulgación de estas leyes, como respuesta a
su espíritu libérrimo, aspiraron a conformar con todo el territorio hoy
ecuatoriano una nueva nación independiente o según conviniese a sus intereses
asociarse a alguno de los países vecinos, pero, por encima de todo, a mantener
la autonomía ganada en lucha de muchos años. Para expresar esta voluntad de
asociación, se previó la convocaría de una Asamblea en la que cada ciudadano
podía manifestar libremente su tendencia, y para garantizarla, el primer
requisito era mantener fuera de la ciudad a las fuerzas militares que la
guarnecían y así evitar presión alguna.
Esperanzas que, con sus altas y bajas, triunfos y derrotas,
conquistas y frustraciones, fueron la sal de su vida diaria, e ingrediente de
una libertad lograda sin el auxilio de ninguna fuerza externa. Aspiraciones que
sobrevivieron hasta que la ambición y la desvelada utopía de Bolívar,
irrumpieron, e interrumpieron el proceso y las hizo añicos. El gran ego del
Libertador le impidió comprender el valor que esa autonomía habría tenido para
el desarrollo de la región. Y, apoyado en la fuerza de 3.000 soldados, violentó
el procedimiento, la limpieza electoral, impuso el centralismo y esclavizó a veintiún
meses de libertad.
El semanario El
Patriota de Guayaquil, que circuló el sábado 3 de noviembre de 1821,
publicó el siguiente decreto de la Junta de Gobierno que consagra al 8 de
Noviembre como el día en que Guayaquil alcanzó la libertad plena.
LA JUNTA DE
GOBIERNO
Después de proclamada nuestra independencia no
podíamos llamarnos libres, hasta aquel día en que vencidos dignamente los
escollos que presentan siempre las revoluciones en su principio, pudo reunirse
la representación de la Provincia, que es el más precioso de los derechos
sociales, y el privilegio más noble de los pueblos libres. Este memorable día
fue el 8 de noviembre de 1820, en que por primera vez pronunció libremente su
voluntad el pueblo de Guayaquil, y puso los cimientos de su libertad política.
Y el Gobierno para celebrar según el voto público tan glorioso aniversario, ha
venido en decretar y decreta: (...) En la Sala Capitular se escribirá en
grandes caracteres:
GUAYAQUIL
INDEPENDIENTE EN 9 DE OCTUBRE
GUAYAQUIL
LIBRE EN 8 DE NOVIEMBRE DE 1820
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