La libertad de Expresión
En 1993 me inicié en la
investigación histórica y el tercero de mis libros, y más importante trabajo de
investigación titulado Los Periódicos
Guayaquileños en la Historia, 1821-1997, publicado en tres tomos con un
total de 1.500 páginas, ganó el Premio Nacional al Libro de Investigación otorgado
por el Ministerio de Educación en 1998. Esta rica experiencia me permitió
reconocer algo inmanente a mi naturaleza, es decir, el poder expresarse con
entera libertad por todos los medios, dentro de las normas del respeto a
mi mismo, al prójimo y a las leyes. La
formación moral y cívica que recibí me permitió identificarme como un
apasionado de la libertad, y de la Historia de Guayaquil y su provincia.
Me
sentí estimulado al leer que Jorge Luis Borges imaginaba al cielo como una
inmensa biblioteca, en la que los libros registran la película de la
civilización, y dice: “los aportes minúsculos de cientos de miles de autores
producen un resultado colosal. Las distintas perspectivas y ángulos de análisis
conforman un producto que no estaba en la mente individual de ninguno de los
participantes. El producto excede la capacidad individual puesto que requiere
de infinitas partículas de conocimiento disperso. No se trata sin duda de un
producto final. No hay tal cosa en el conocimiento. En un tránsito que no tiene
territorio.”
Pero
como el propósito de mi trabajo no era solo escribir, sino profundizar en la
prensa guayaquileña, pude descubrir que el termómetro de mi país, a lo largo de
su historia siempre fue la lucha por libertad de expresión y que cuando la
prensa fue obligada a enmudecer, por las tiranías que dominaban los espacios
con medios propios, intentaban convertir la mentira en verdad, la impunidad en
norma de vida, la desvergüenza en moderación, el desfalco, el insulto, el abuso
del poder, en temas para disfrazar.
Encontré
numerosas citas que hablan todas de imprenta y libertad como complementos
vitales para la participación ciudadana: “Feliz la república cuyos ciudadanos
concurren con todo su poder a la salvación de la Patria”, (Eurípides), “En
tanto que en una nación no se destruye la libertad de imprenta, no puede
existir el despotismo” (Gualterio Colton), a Benjamín Constant: “La libertad de
imprenta es el resorte más poderoso para la ilustración de los pueblos; así
como es el freno de los abusos del poder”, también afirmó que: "La independencia
individual es la primera necesidad de los modernos, por lo tanto no hay que
exigir nunca su sacrificio para establecer la libertad política. En
consecuencia, ninguna de las numerosas y muy alabadas instituciones que
perjudicaban la libertad individual en las antiguas repúblicas, resulta admisible
en los tiempos modernos”.
“Cada
pueblo anotó periódicamente sucesos de interés común, y de aquí nacieron los
Anales, y después rica y fecunda la Historia” (Fernández-Guerra). “sin la
invención de la imprenta no puede hablarse de periodismo” (Juan Pérez de Guzmán).
“No puede decirse, por más que hoy sea esta su forma, que el periódico debe su
origen y existencia a la imprenta (…) es una idea a mi entender más
fundamental, más humana, y, por lo tanto, más antigua” (Francisco Silvela y de
le Velleuze).
Y
así, una y otra de las citas me condujeron a las dos corrientes de opinión más
generalizadas: la que considera al periodismo como la necesidad de los hombres
de comunicarse unos con otros y expresar sus opiniones libremente. Y la que nos
inclina a pensar que si el periodismo surgió no solo para satisfacer esa
necesidad comunicativa sino para la pluralización de las ideas sin límites ni
tiempo, no podemos negar que es el medio más eficiente para la ilustración
ciudadana.
“Las
ideas y doctrinas por contradictorias que sean, y su libre discusión serena,
hallaron siempre holgado campo y ámbito en el periodismo. Hace poco más de tres
siglos, la forma casi exclusiva de intercambiar, o si se quiere de
comercializar las ideas y los conocimientos del hombre, era el libro: trabajo
casi artesanal concebido pacientemente y manuscrito primero por su autor y
lentamente trabajado después por una pléyade de obreros hasta iniciar su
circulación; elemento de difusión de la cultura, sí, pero de escasa y pesada
circulación, que no siempre podía ser alcanzado por los recursos económicos de
unos, ni podían ajustarse a las medidas de inteligencia de otros tantos”.
“De
allí entonces la lentitud de la difusión de ciencias y artes, el monopolio de
los conventos, la rareza y la tardanza de los descubrimientos científicos; de
allí la limitación de los círculos científicos, la exclusividad y restricción
de las escuelas de investigación; en fin, todo ello, agigantando las distancias
entre los países, ponía al mundo más avanzado en el extremo de decir sobre
algunos pueblos, que se encontraban a muchos años de distancia de la
civilización”.
“Ante
esta dramática realidad, y la necesidad de superar tal escollo, fue
imprescindible contar con un medio más ágil, al alcance de todos, con libertad
y recursos, para, venciendo todas las barreras, dominar el intercambio
intelectual de los hombres; y como sucede en la vida, las obras y conquistas
son impelidas por la necesidades de los pueblos, la urgencia de estos, ya
iluminados por la libertad de entenderse entre sí, hizo surgir el periódico,
elemento impetuoso y plural; de fácil difusión, que llenó de luz la oscuridad
de los claustros monopólicos de la cultura” (Los Periódicos Guayaquileños en la
Historia, Tomo I, Pág. 11, 1998).
La
prensa difundió la esperanza en todas las clases sociales donde penetraba,
llegando a hacer tales progresos en los países civilizados, que se puede
asegurar que todo cuanto fue objeto y resultado de la actividad humana se lo
debe a la prensa, al periodismo. Institución genial que ha respondido admirablemente
a sus fines, que sosteniendo los principios morales y políticos, defendiendo
los derechos del hombre, ha comunicado y popularizado los descubrimientos, los
progresos de las ciencias y las artes, en fin, ha tomado tal incremento y
vuelo, e influido de tal manera en la vida de los pueblos, que es factor
principalísimo del movimiento intelectual de los últimos tres siglos.
La
actividad cultural llegó un momento en que no cabía ya en los libros; la prensa
con su agilidad y accesibilidad, se encargó de aligerarle su pesada carga. En
los tiempos actuales, con la televisión, la informática y el periodismo
moderno, los acontecimientos científicos y políticos se suceden y precipitan
con tal rapidez que de un día a otro, lo misterioso y lo probable se tornan en
hechos ciertos, claros y prácticos. Sin el auxilio de estos elementos es
imposible la globalización, el seguir de cerca el desenvolvimiento de la
ciencia, sin el auxilio de ellos no hay en el día tratado didáctico ni
fundamental que sea completo.
En
los días presentes es imposible que exista un autor o una empresa editorial,
por doctos o especializados que sean, que logren actualizar a la medida de los
requerimientos y exigencias del estudioso, obras que acabaron de publicarse
ayer y que tan pronto están en el pasado; no tenemos más que ver lo que ocurre
con los grandes diccionarios y enciclopedias. Los anuarios, las monografías y
los opúsculos, es verdad que son el soporte de los libros, que les dan cierta
agilidad; el periódico es, más que útil, necesario; por cuanto acumula los
datos, les da campo y oportunidad a la crítica y copia a diario el movimiento
de la bibliografía científica.
“Felizmente,
se repara hoy la falta de ese órgano tan deseado, esta imprenta tan deseada por
los buenos ciudadanos, tan detestada por los que no saben mandar sino
despóticamente. Los editores procurarán sujetarse siempre a las leyes que
favorecen la libertad de la prensa, y a las que refrenan su abuso.”
“Los
que no tienen una idea exacta de la libertad civil, los que no aman
cordialmente a la patria, y los que, al orden público, prefieren satisfacer
venganzas personales, son los que regularmente abusan de esa libertad. Pero los
patriotas moderados, que miran las leyes como una especie de culto religioso,
que reputan el orden como una parte de la moral pública y que posponen sus
intereses y sus pasiones al bien común, jamás abusan de la libertad de
imprenta. No por eso callan servilmente; antes bien, su misma probidad les da
energía para hablar más alto, para reclamar la observancia de las leyes, y para
declamar contra los excesos del poder.”
Estos
fueron párrafos publicados por el periódico guayaquileño El Censor, el 24 de marzo de 1845, que se encuentran reproducidos
en la Pág. 193 del primer tomo de Los Periódicos Guayaquileños en la Historia.
Pensando
y repensando en lo que logré imprimir en las páginas de esta obra llegué a la
conclusión que: Todo ecuatoriano puede expresar y publicar libremente sus
pensamientos por medio de la prensa, respetando la decencia y moral públicas, y
sujetándose siempre a la responsabilidad de la ley. Y que el gobernante que
bajo cualquier reprima esta libertad que
es un instrumento inmanente a la naturaleza humana, no sólo recibirá lo que
merece en su país, sino en todo el espectro universal donde primen las libertades
individuales.