jueves, 7 de marzo de 2019



La Prensa libre en Guayaquil

Quien piense que esta recopilación de escritos históricos sobre la libertad de expresión nacida en Guayaquil el 9 de Octubre de 1820, lleva la intención de ilustrar la mente de nuestros futuros gobernantes sobre este don inmanente a la naturaleza humana… ¡No se equivoca¡  Pues un gobernante, que la censura, limita, sujeta y crea medios públicos oficiales para imponer sus opiniones, no solo pasa por alto las experiencias que han influido en el progreso de las naciones, sino que atenta contra el individuo en lo más importante de su existencia: la libertad en su accionar y expresar. Por lo que vivirá señalado y despreciado por el resto de sus días.
El ilustre triunviro, miembro de la Junta de Gobierno de la Provincia Libre, Francisco María Claudio Roca, gestor de la adquisición de la primera imprenta que sirvió a los guayaquileños hasta abril de 1827[1], al informar al Ayuntamiento de la llegada a la ciudad de la pequeña prensa, con que se constituyó LA IMPRENTA DE GUAYAQUIL, se expresó en los términos siguientes: “Solo recomiendo a Vuestra Excelencia (J.J. de Olmedo) que tenga presente que la libertad de imprenta, protegida como debe ser en los pueblos libres, es el sostén de los derechos de todos; pero con trabas, restricciones y esclava, es despreciable instrumento de la tiranía.”
En el prospecto de EL PATRIOTA DE GUAYAQUIL (cuyo editor era el ilustre Olmedo) publicado en su primer ejemplar el 21 de mayo de 1821, nuestro gran prócer, quien concibió y con sus ideas dirigió la independencia del Ecuador, José Joaquín de Olmedo, escribe lo siguiente:
“La Imprenta por la primera vez ha hecho su ensayo en este bello país; y gracias a la Revolución, los guayaquileños de hoy en adelante tienen la libertad y el medio de publicar sus pensamientos. No nos detendremos en ponderar las ventajas de la imprenta, ni nos remontaremos a buscar su origen entre los chinos y europeos; pero sí observaremos, que los tiranos la han visto siempre con horror, y han procurado sofocarla para oprimir más fácilmente a los pueblos. Sin embargo, ella ha sido su azote en todas partes, y las provincias de nuestra América, al proclamar su independencia, han dado todas este primer paso hacia la libertad, porque han creído con justicia que ésta no puede existir sin ilustración; y que uno de los mayores bienes de la sociedad es el poder que cada hombre tiene de manifestar libremente su opinión a sus conciudadanos, comunicándose mutuamente sus conocimientos: combatir los vicios o defectos de sus gobiernos y censurar y contener la conducta de los malvados.”
“La Imprenta es el conductor eléctrico que trasmite las luces a las mayores distancias con increíble celeridad , y ya no habrá un ángulo en la América que no sienta el fuego de la verdad. Preparado está el triunfo de la razón y la filosofía; y la humanidad quedará vengada. La Junta Superior de Gobierno, animada del vehemente deseo de apresurar ese glorioso día, ha hecho los mayores esfuerzos para procurarnos este precioso establecimiento, y desde luego el sensato y virtuoso pueblo de Guayaquil ha correspondido noblemente a sus miras. La Imprenta ha principiado a fomentarse a costa de los generosos patriotas que se han suscrito a su compra, y cuyos nombres se darán al público para que su ejemplo y los auspicios del Gobierno estimulen a los demás a completar tan grande obra, y dar firmeza y estabilidad a este beneficio inapreciable.”
“En los Estados Libres la escritura debe gozar de la justa y natural libertad, que en sí tienen los dones celestiales del pensamiento y la palabra. No creemos, pues, necesario advertir a un pueblo culto y religioso, que la moral pura, la moderación en la crítica y el mutuo respeto entre todos debe sostener nuestro buen nombre, el crédito de nuestra Imprenta, y confirmar la ventajosa idea que se ha formado en todas partes en nuestra pacífica y ejemplar revolución. Que se exprese la opinión libremente pero siempre con dignidad, que se representen los abusos del poder y de la magistratura, pero con decoro; que se diga la verdad con firmeza, pero sin impertinencia; que se censuren los vicios fuertemente, pero con probidad; que se censuren las malas costumbres con energía, pero con decencia; que se descubran las artes de la ambición paliada con hogares tranquilos que promueven el bien de la Patria, que no alteran ni turban el orden social.”
“Bajo estos principios tenemos la honra de prometer a nuestros compatriotas que los sábados se dará al público un periódico titulado El Patriota y para que su observancia corresponda a su nombre, insertaremos en él cuanto tenga relación con el bien, ilustración, prosperidad y libertad de la patria. Noticias interesantes, resoluciones del gobierno, proyectos de beneficencia, producciones literarias, reflexiones políticas, planes de mejora en la agricultura y el comercio, estado de nuestro giro mercantil, en fin, cuanto merezca la luz pública, especialmente lo que contribuya a rectificar y consolidar la opinión.”
“Mientras que el gobierno forma el reglamento de la libertad de la prensa, se advierte que no se publicará, ni admitirá papel alguno sin firma o que contenga agravios personales. La suscripción se hará en la oficina de la Imprenta y se adelantará por semestres.”
“El Patriota comprenderá un pliego, su precio será de dos reales, se venderá en los lugares públicos que se señalen; los señores que se suscriban lo recibirán en sus casas, habrá un ordinario en cualquier día y hora según lo exija el interés de las noticias que se recibieren.”
“Conciudadanos, concurramos todos al bien, libertad y tranquilidad de la patria; que se sofoquen las pasiones particulares y salvar a la patria sea la única pasión de los verdaderos patriotas.”
El segundo semanario que circuló en Guayaquil, pocos meses antes de nefasto 13 de julio de 1822, en que Bolívar, con la fuerza de 1.700 hombres de su guardia personal, élite de cien batallas, sometió a Guayaquil contra la voluntad de sus hijos desarmados.
En el prospecto del periódico, cuyo Preliminar apareció el día jueves 21 de febrero de 1822, Francisco Roca, escribe al respecto:
“La libertad de imprenta no es un derecho que está en manos de los gobiernos; ella es inherente e inseparable de los pueblos. Si éstos delegan a sus representantes la facultad de hacer leyes, y se prestan a obedecerlas, jamás pueden delegar el único recurso que les queda para reclamar y quejarse; el recurso de pedir lo que les pertenece, de vindicar sus injurias, y de hacer valer la justicia con la razón. Sí, la razón y la fuerza son los únicos derechos que quedan a los pueblos para que su libertad no perezca. La primera por medio de la imprenta y de instituciones sabias que la garanticen, es el paladión de los países libres; la segunda ha sido siempre el resultado forzoso y la mano pesada que ha caído sobre los tiranos: los pueblos no pudiendo quejarse se vengan.”

“A la manera que en lo particular sería un atentado horrible contra la humanidad y el mayor acto de despotismo, juzgar a un individuo sobre acusaciones de testigos apasionados; y proceder a condenarle sin oírle, ni dejarle el derecho de defensa y apelación; así en lo público las restricciones de la imprenta por pequeñas que sean, son infracciones insoportables a pueblos generosos que se atreven a llamarse libres. Los tiranos pueden triunfar en el primer caso porque pueden aprisionar al ciudadano; pero en el segundo ¿quién resistirá la fuerza de la opinión, diosa invisible sobre quien los hombres no ejercen su imperio, que ata los corazones con una cadena de fuego, y sacude a un mismo tiempo sus eslabones eléctricos.”
“Hablamos de este modo porque ciertamente habitamos en un país libre; y porque hemos grabado en la memoria esta máxima de uno de nuestros papeles públicos: En los países libres la escritura debe gozar de aquella justa y natural libertad, que en sí tienen los dones celestiales del pensamiento y la palabra. Por otra parte admiramos y sentimos una ardiente envidia del intrépido iroqués que con ojos tranquilos ve la pira que ha de consumirle y entona gustoso su canción de muerte y los himnos de su país. Hemos leído el pasaje de Calístenes, nos ha encantado su firmeza y su virtud. Este filósofo, despreciando la locura de Alejandro que se apellidaba divino, fue encerrado en una jaula de hierro, cortada la nariz, los pies y las manos. Compadecíale su amigo Lisímaco, cuando él le contestó: Si los dioses me hubieran echado sobre la tierra solo para el deleite, no me hubieran dado un alma generosa, grande e inmortal.”
La conclusión de este artículo nos lleva a meditar en que la libertad es inmanente a la naturaleza humana, gobernante que no lo acepta, respeta y practica como un mandato divino, el pueblo y la historia lo juzgarán con desprecio. La vida sin libertad es como un cuerpo sin alma. Y la libertad sin pensamiento es como un espíritu confuso. Vida, libertad y pensamiento, son tres en uno y jamás desaparecerán en nuestro país ni en el mundo.


[1] Año en que Bolívar, en un acto dictatorial característico, impuso silencio a nuestro semanario El Patriota de Guayaquil.

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