El
Origen de los Africanos en Ecuador
Su presencia en el país se inicia
con un accidente sufrido por un navío negrero que transportaba un pequeño grupo
de africanos en las costas esmeraldeñas. A partir del cual se establece la
semilla africana en Esmeraldas y el país, y se inicia desde época tan temprana
el entonces nada frecuente mestizaje negro-indio. En esta compilación
fundamentada en la obra de José Alcina Franch, “El problema de las poblaciones negroides de Esmeraldas, Ecuador”,
hallaremos en una lectura ágil el inicio del mestizaje surgido a partir de tal
eventualidad.
Por el mes de octubre de 1553 zarpó
de Panamá un buque mercante, en el cual, entre otras “mercaderías” transportaba diecisiete hombres y seis mujeres
africanos de propiedad del sevillano Alonso de Illescas. Luego de algunos días
de navegación entró en una zona de calma chicha (Inmovilidad del viento), con
las velas al pairo permaneció inerte en la inmensidad del mar casi por treinta
días. Finalmente, con algo de brisa lograron doblar el cabo San Francisco y
entraron en una caleta conocida como El Portete.
Por el tiempo transcurrido desde la
partida, la tripulación que había permanecido inactiva y consumido las reservas
de agua y víveres se encontraban en serios problemas. Dejaron el barco anclado
en la ensenada y desembarcaron el capitán y la marinería llevando consigo a
todos los negros, para que los ayudasen a encontrar agua y alimentos, por
cuanto siendo procedentes de la Guinea Ecuatorial estaban acostumbrados a la
selva, raíces comestibles, etc. Mientras estaban en tierra se levantó el viento
y con este la marejada, el ancla garreó y el buque fue a estrellarse contra
unos arrecifes y quedó totalmente destrozado. Salvaron lo que pudieron e
intentaron hacer el camino por tierra, para lo cual los africanos les eran
indispensables. Cuando trataron de reunirlos para la marcha, se dieron con la sorpresa
que todos habían huido e internado en la selva.
Testimonio de Rafael Cabello Balboa
“El año
del Señor de mil e quinientos y cincuenta y tres, por el puerto de Panamá un
barco, una parte del cual alguna mercadería y negros que en el venían, era y pertenecía
a un Alonso de Illescas, vecino de la ciudad de Sevilla, el cual barco como
hallase por aproa los sures [...] se entretuvo muchos días sin poder seguir su
viaje, y pasados treinta de su navegación pudo hallarse doblado el cabo de San
Francisco, en una ensenada que se hace en aquella parte que llamamos del
Portete; tomaron tierra en aquel lugar los marineros y saltando a ella para
descansar, de una tan prolija navegación, sacaron consigo a tierra diez y siete
negros y seis negras, que en el barco traían, para que les ayudasen a buscar
algo que comer, dejando el barco sobre un cable. Mientras ellos en tierra, se
levantó un viento y mareta que le hizo venir a dar en los arrecifes de aquella
costa, los que, en el barco habían venido, pusieron su cuidado en escapar si
pudiesen, algo de lo mucho que traían y [...] trataron de hacer su camino por
tierra, y procuraron en juntar los negros, y las negras se habían metido el
monte adentro, sin propósito ninguno devolver a servidumbre...”.
El sector donde se produjo la fuga
de los esclavos de propiedad de Illescas fue la frontera de dos tribus
indígenas: los niguas de carácter pacífico y los campaces muy belicosos. Los
primeros ocupaban una parte de la cuenca del río Esmeraldas, desde la región de
los yumbos hacia el mar, y desde su desembocadura hasta el cabo San Francisco y
zona del Portete, lugar del desembarco a que nos referimos. Los campaces
dominaban la cordillera costera, “desde
el cabo San Francisco hasta, quizás, la Bahía de Caráquez”. En estas
circunstancias, como era de esperarse, surgió un líder, este era un hombre
fornido y audaz llamado Antón. Acaudillados por él, se internaron en la selva
hostil. Hambrientos y rodeados de indígenas cuyas costumbres desconocían, se
les planteó un real problema de supervivencia para lo cual debieron tornarse
agresivos y crueles.
El primer encuentro entre los
acaudillados por Antón se produce con la tribu de los niguas. “Los bárbaros della, espantados de ver una
escuadra de tan nueva gente, huyeron con la priesa que les fue posible y
desampararon sus ranchos y aún sus hijos y mujeres”. Mas, al comprobar los
indígenas que no podían vencer a los africanos volvieron sobre sus pasos y
pactaron con los intrusos. Antón, para afianzar su liderazgo, organizó una
guerra contra los campaces que se hallaban más al interior. Sin embargo, “los belicosos Campas les dieron tal priesa
que les mataron seis negros y algunos indios amigos” esta derrota la
aprovecharon los niguas para intentar librarse de ellos, pero fue tan duro el
castigo “que sembraron el terror en toda
aquella comarca” (Cabello). Al poco tiempo muere Antón, y fue reemplazado
por Alonso Illescas “quien había vivido
en Sevilla y hablaba muy bien el castellano” (González Suárez).
Illescas resultó tanto o más cruel
que Antón, por lo cual extendió su fama a lo largo de la región. Efectivamente,
“en un lugar cercano a la Bahía de San
Mateo llamado Bey vivía un cacique poderoso de nombre Chilindauli a quien
Alonso, de acuerdo con sus parientes propusieron alianza; hecha la amistad, dio
el Curaca una fiesta en Dobe, a la que fue Illescas con sus compañeros y
parientes, quienes, cuando Chilindauli y los suyos se encontraron embriagados,
asesinaron al Cacique y a los más que podían serles de estorbo adueñándose de
los demás. Entonces, Alonso alzose a Señor absoluto de la Comarca” (Jijón y
Caamaño).
Identificados con el terror los
negros de Illescas realizaron “correrías
en los naturales del Cabo de Pasao, repartimiento perteneciente a la ciudad de
Puerto Viejo” (Cabello). Por esta nota podemos ver que ya estaban mucho más
al sur de su asentamiento inicial y en
el curso medio del río Esmeraldas. Esto se hace evidente cuando Cabello Balboa
en su exploración de Quito a Esmeraldas en 1578, es prevenido por los guías
diciendo: “pasásemos sin parar adelante,
porque hasta allí suelen llegar los indios del negro monteando” (Jijón).
De las relaciones entre negros e
indios, como necesidad de supervivencia, surgió otro tipo de mestizaje. Los
diecisiete hombres y seis mujeres negras, a consecuencia del enfrentamiento con
los campaces y con los niguas cuando trataban de liberarse quedaron reducidos a
once. Cabello Balboa dice que “al cabo de
algunos años, por muerte de el caudillo [Antón] nació entre ellos discordia,
pretendiendo cada uno el mando así para finalmente venir el negocio a las armas
y en tal demanda murieron tres”.
Es evidente que, aunque varias
parejas negras hayan mantenido su pureza por algunas generaciones, la mayor
cantidad de varones tuvo que mezclarse con mujeres indias. El licenciado
Salazar de Villasante afirma que los primeros negros “han hecho un pueblo y tomado indias y casádose con ellas y
multiplican”. Cabello, refiriéndose a Alonso de Illescas, ya como caudillo
de negros e indios, dice que estos “le
dieron por mujer una India hermosa, hija de un principal”. La mezcla fue
tan cierta que al poco tiempo la población de mulatos y zambos creció hasta el
punto de que en 1600 se calculaba que había “más
de cincuenta mulatos y zambaigos y en 1620 llegaban a ser un centenar” (Rumazo
González).
Es importante destacar que hacia
1565, una vez que Alonso de Illescas era el caudillo indiscutible de toda la
región, llegó a Esmeraldas un navío procedente de Nicaragua con negros e indios
al servicio de españoles. Entre ellos uno “que
venía amancebado con una India de aquellas”, los cuales también escaparon y
huyeron internándose hasta Dobe “donde
fueron recibidos por huéspedes de los naturales de aquella tierra [y donde]
parió aquella India de Nicaragua dos hijos, el uno llamado Jhoan y el otro
Francisco” (Cabello).
El grupo que originalmente
desembarcó en el Portete en 1553, aunque venía de España fue capturado en
África, probablemente en Guinea, por tanto tendrían en su memoria las
características de su sierra natal. Siendo Guinea y Esmeraldas territorios
semejantes en clima y condiciones propias del bosque tropical lluvioso, es
fácil suponer que su adaptación fue relativamente fácil. “La adaptación cultural, una vez salvada la barrera lingüística, no
sería difícil tampoco, ya que el grado de desarrollo de ambas culturas no debía
diferir demasiado, razón por la cual tomaron sus ritos y ceremonias y traje” (Rumazo).
Por esta razón, cuando algunos mulatos descendientes de Esmeraldas subieron a
Quito, se presentaron adornados tal cual los indígenas. “Llevaban aretes en las orejas y ciertos anillos de oro en la nariz y
tenían los labios taladrados, con lo cual, adornando sus personas, se ponían de
gala entre los suyos” (González Suárez).
Por esa época, hubo un naufragio
frente a Esmeraldas, y tripulantes y pasajeros, una vez llegados a tierra
decidieron continuar a pie por la costa para alcanzar algún destino. Entre
ellos venía un fraile novicio originario del Monasterio de Nuestra Señora de
las Mercedes de Panamá, que enfermó gravemente y fue abandonado para que
muriese precisamente en el espacio que el negro Illescas dominaba. Este lo
encontró, lo llevó a su casa, curó y puso en condiciones para que siguiese su
camino. Mas, durante el tiempo que permaneció entre ellos, bautizó sus hijos e
instruyó en la religión.
Este encuentro con el novicio
despierta en Illescas los lazos que lo unían a la cultura hispana, de la cual
huyera en determinado momento y circunstancia, a la que piensa volver en un
futuro . Con esta disposición, se produce su encuentro con Juan de Reina y
María Becerra, náufragos también frente a la costa de Atacames. Estas personas
cuando llegaron ante las autoridades de Quito, les expresaron que Alonso de
Illescas, cuya hija María estaba “ayuntada suciamente con Gonzalo Dávila”, deseaban
todos volver al seno de la Iglesia y al servicio del rey. Recibida esta noticia
por la Real Audiencia, de común acuerdo con el obispo fray Pedro de la Peña,
enviaron al presbítero Miguel Cabello Balboa (hijo de Rafael Cabello) “para que
fuese a otorgar toda clase de perdones y reducirlos a la obediencia de la
Corona. No se contentó con ello la Audiencia, sino que otorgó a Illescas el
título de Gobernador” (cita del propio Cabello). Sin embargo, esta intención de
incorporar a los negros al sistema dominante español, fracasó, mas, con el paso
del tiempo se hicieron nuevos intentos de acercamiento con negros y mulatos.
A lo largo del siglo XVII hay una
verdadera explosión de la población negra dentro del territorio indígena. En
1657 ya existía un pueblo de mulatos identificado como San Mateo, probablemente
corresponda a Esmeraldas Vieja. En 1678, la población de la recién fundada
Atacames contaba con veinte mulatos. Y a principios del siglo XVIII, en los
territorios del sur de Esmeraldas, o norte de Manabí, los mulatos ya se
encontraban afincados en Coaque y Pasao. Es lamentable la falta de datos
precisos sobre la expansión negroide en Esmeraldas, grupo étnico generado a
partir de un reducido y muy concreto número de reproductores.
Quien visita Esmeraldas habrá
encontrado un alto componente racial negro que minimiza a los grupos indígenas
locales o serranos, incluso a los blancos. Este es un fenómeno reciente
promovido por la presencia negroide que entre 1850 y 1920 se concentraba en la
zona minera de Barbacoas, sur de Colombia, la cual movilizada a Tumaco se
introdujo en territorio ecuatoriano hasta la zona de Limones y los ríos
Santiago, Cayapas y Esmeraldas hacia el interior.
En los últimos la migración no ha
variado pues la comunicación entre Colombia y Ecuador es muy fácil y mantiene
una población flotante que se desplaza según las circunstancias económicas de
ambos países. Azarosa trayectoria que incluye al afro‑ecuatoriano en la
construcción de la riqueza cacaotera y azucarera. Escribe la historia nacional
desde las transformaciones sociales. Los “tauras”
de José María Urbina inspiraron la manumisión de esclavos.
Hasta nuestros días, el negro ha
enriquecido la cultura litoralense, no solo con su arte y folclore, sino en las
letras, la poesía, la novela y el liderazgo femenino. Hoy, a través de “su majestad el fútbol”, son los que
mayoritariamente llevan a los estadios el nombre de Ecuador. Por todo esto y
por su constante fluir a esta ciudad, es justo el reconocimiento a su
contribución a su desarrollo.
23 africanos empezaron con la población afro en el país.
ResponderEliminarGran aporte.