martes, 5 de marzo de 2019




El Origen de los Africanos en Ecuador

Su presencia en el país se inicia con un accidente sufrido por un navío negrero que transportaba un pequeño grupo de africanos en las costas esmeraldeñas. A partir del cual se establece la semilla africana en Esmeraldas y el país, y se inicia desde época tan temprana el entonces nada frecuente mestizaje negro-indio. En esta compilación fundamentada en la obra de José Alcina Franch, “El problema de las poblaciones negroides de Esmeraldas, Ecuador”, hallaremos en una lectura ágil el inicio del mestizaje surgido a partir de tal eventualidad.
Por el mes de octubre de 1553 zarpó de Panamá un buque mercante, en el cual, entre otras “mercaderías” transportaba diecisiete hombres y seis mujeres africanos de propiedad del sevillano Alonso de Illescas. Luego de algunos días de navegación entró en una zona de calma chicha (Inmovilidad del viento), con las velas al pairo permaneció inerte en la inmensidad del mar casi por treinta días. Finalmente, con algo de brisa lograron doblar el cabo San Francisco y entraron en una caleta conocida como El Portete.
Por el tiempo transcurrido desde la partida, la tripulación que había permanecido inactiva y consumido las reservas de agua y víveres se encontraban en serios problemas. Dejaron el barco anclado en la ensenada y desembarcaron el capitán y la marinería llevando consigo a todos los negros, para que los ayudasen a encontrar agua y alimentos, por cuanto siendo procedentes de la Guinea Ecuatorial estaban acostumbrados a la selva, raíces comestibles, etc. Mientras estaban en tierra se levantó el viento y con este la marejada, el ancla garreó y el buque fue a estrellarse contra unos arrecifes y quedó totalmente destrozado. Salvaron lo que pudieron e intentaron hacer el camino por tierra, para lo cual los africanos les eran indispensables. Cuando trataron de reunirlos para la marcha, se dieron con la sorpresa que todos habían huido e internado en la selva.
Testimonio de Rafael Cabello Balboa
“El año del Señor de mil e quinientos y cincuenta y tres, por el puerto de Panamá un barco, una parte del cual alguna mercadería y negros que en el venían, era y pertenecía a un Alonso de Illescas, vecino de la ciudad de Sevilla, el cual barco como hallase por aproa los sures [...] se entretuvo muchos días sin poder seguir su viaje, y pasados treinta de su navegación pudo hallarse doblado el cabo de San Francisco, en una ensenada que se hace en aquella parte que llamamos del Portete; tomaron tierra en aquel lugar los marineros y saltando a ella para descansar, de una tan prolija navegación, sacaron consigo a tierra diez y siete negros y seis negras, que en el barco traían, para que les ayudasen a buscar algo que comer, dejando el barco sobre un cable. Mientras ellos en tierra, se levantó un viento y mareta que le hizo venir a dar en los arrecifes de aquella costa, los que, en el barco habían venido, pusieron su cuidado en escapar si pudiesen, algo de lo mucho que traían y [...] trataron de hacer su camino por tierra, y procuraron en juntar los negros, y las negras se habían metido el monte adentro, sin propósito ninguno devolver a servidumbre...”.
El sector donde se produjo la fuga de los esclavos de propiedad de Illescas fue la frontera de dos tribus indígenas: los niguas de carácter pacífico y los campaces muy belicosos. Los primeros ocupaban una parte de la cuenca del río Esmeraldas, desde la región de los yumbos hacia el mar, y desde su desembocadura hasta el cabo San Francisco y zona del Portete, lugar del desembarco a que nos referimos. Los campaces dominaban la cordillera costera, “desde el cabo San Francisco hasta, quizás, la Bahía de Caráquez”. En estas circunstancias, como era de esperarse, surgió un líder, este era un hombre fornido y audaz llamado Antón. Acaudillados por él, se internaron en la selva hostil. Hambrientos y rodeados de indígenas cuyas costumbres desconocían, se les planteó un real problema de supervivencia para lo cual debieron tornarse agresivos y crueles.
El primer encuentro entre los acaudillados por Antón se produce con la tribu de los niguas. “Los bárbaros della, espantados de ver una escuadra de tan nueva gente, huyeron con la priesa que les fue posible y desampararon sus ranchos y aún sus hijos y mujeres”. Mas, al comprobar los indígenas que no podían vencer a los africanos volvieron sobre sus pasos y pactaron con los intrusos. Antón, para afianzar su liderazgo, organizó una guerra contra los campaces que se hallaban más al interior. Sin embargo, “los belicosos Campas les dieron tal priesa que les mataron seis negros y algunos indios amigos” esta derrota la aprovecharon los niguas para intentar librarse de ellos, pero fue tan duro el castigo “que sembraron el terror en toda aquella comarca” (Cabello). Al poco tiempo muere Antón, y fue reemplazado por Alonso Illescas “quien había vivido en Sevilla y hablaba muy bien el castellano” (González Suárez).
Illescas resultó tanto o más cruel que Antón, por lo cual extendió su fama a lo largo de la región. Efectivamente, “en un lugar cercano a la Bahía de San Mateo llamado Bey vivía un cacique poderoso de nombre Chilindauli a quien Alonso, de acuerdo con sus parientes propusieron alianza; hecha la amistad, dio el Curaca una fiesta en Dobe, a la que fue Illescas con sus compañeros y parientes, quienes, cuando Chilindauli y los suyos se encontraron embriagados, asesinaron al Cacique y a los más que podían serles de estorbo adueñándose de los demás. Entonces, Alonso alzose a Señor absoluto de la Comarca” (Jijón y Caamaño).
Identificados con el terror los negros de Illescas realizaron “correrías en los naturales del Cabo de Pasao, repartimiento perteneciente a la ciudad de Puerto Viejo” (Cabello). Por esta nota podemos ver que ya estaban mucho más al sur de su asentamiento inicial  y en el curso medio del río Esmeraldas. Esto se hace evidente cuando Cabello Balboa en su exploración de Quito a Esmeraldas en 1578, es prevenido por los guías diciendo: “pasásemos sin parar adelante, porque hasta allí suelen llegar los indios del negro monteando” (Jijón).
De las relaciones entre negros e indios, como necesidad de supervivencia, surgió otro tipo de mestizaje. Los diecisiete hombres y seis mujeres negras, a consecuencia del enfrentamiento con los campaces y con los niguas cuando trataban de liberarse quedaron reducidos a once. Cabello Balboa dice que “al cabo de algunos años, por muerte de el caudillo [Antón] nació entre ellos discordia, pretendiendo cada uno el mando así para finalmente venir el negocio a las armas y en tal demanda murieron tres”.
Es evidente que, aunque varias parejas negras hayan mantenido su pureza por algunas generaciones, la mayor cantidad de varones tuvo que mezclarse con mujeres indias. El licenciado Salazar de Villasante afirma que los primeros negros “han hecho un pueblo y tomado indias y casádose con ellas y multiplican”. Cabello, refiriéndose a Alonso de Illescas, ya como caudillo de negros e indios, dice que estos “le dieron por mujer una India hermosa, hija de un principal”. La mezcla fue tan cierta que al poco tiempo la población de mulatos y zambos creció hasta el punto de que en 1600 se calculaba que había “más de cincuenta mulatos y zambaigos y en 1620 llegaban a ser un centenar” (Rumazo González).
Es importante destacar que hacia 1565, una vez que Alonso de Illescas era el caudillo indiscutible de toda la región, llegó a Esmeraldas un navío procedente de Nicaragua con negros e indios al servicio de españoles. Entre ellos uno “que venía amancebado con una India de aquellas”, los cuales también escaparon y huyeron internándose hasta Dobe “donde fueron recibidos por huéspedes de los naturales de aquella tierra [y donde] parió aquella India de Nicaragua dos hijos, el uno llamado Jhoan y el otro Francisco” (Cabello).
El grupo que originalmente desembarcó en el Portete en 1553, aunque venía de España fue capturado en África, probablemente en Guinea, por tanto tendrían en su memoria las características de su sierra natal. Siendo Guinea y Esmeraldas territorios semejantes en clima y condiciones propias del bosque tropical lluvioso, es fácil suponer que su adaptación fue relativamente fácil. “La adaptación cultural, una vez salvada la barrera lingüística, no sería difícil tampoco, ya que el grado de desarrollo de ambas culturas no debía diferir demasiado, razón por la cual tomaron sus ritos y ceremonias y traje” (Rumazo). Por esta razón, cuando algunos mulatos descendientes de Esmeraldas subieron a Quito, se presentaron adornados tal cual los indígenas. “Llevaban aretes en las orejas y ciertos anillos de oro en la nariz y tenían los labios taladrados, con lo cual, adornando sus personas, se ponían de gala entre los suyos” (González Suárez).
Por esa época, hubo un naufragio frente a Esmeraldas, y tripulantes y pasajeros, una vez llegados a tierra decidieron continuar a pie por la costa para alcanzar algún destino. Entre ellos venía un fraile novicio originario del Monasterio de Nuestra Señora de las Mercedes de Panamá, que enfermó gravemente y fue abandonado para que muriese precisamente en el espacio que el negro Illescas dominaba. Este lo encontró, lo llevó a su casa, curó y puso en condiciones para que siguiese su camino. Mas, durante el tiempo que permaneció entre ellos, bautizó sus hijos e instruyó en la religión.
Este encuentro con el novicio despierta en Illescas los lazos que lo unían a la cultura hispana, de la cual huyera en determinado momento y circunstancia, a la que piensa volver en un futuro . Con esta disposición, se produce su encuentro con Juan de Reina y María Becerra, náufragos también frente a la costa de Atacames. Estas personas cuando llegaron ante las autoridades de Quito, les expresaron que Alonso de Illescas, cuya hija María estaba “ayuntada suciamente con Gonzalo Dávila”, deseaban todos volver al seno de la Iglesia y al servicio del rey. Recibida esta noticia por la Real Audiencia, de común acuerdo con el obispo fray Pedro de la Peña, enviaron al presbítero Miguel Cabello Balboa (hijo de Rafael Cabello) “para que fuese a otorgar toda clase de perdones y reducirlos a la obediencia de la Corona. No se contentó con ello la Audiencia, sino que otorgó a Illescas el título de Gobernador” (cita del propio Cabello). Sin embargo, esta intención de incorporar a los negros al sistema dominante español, fracasó, mas, con el paso del tiempo se hicieron nuevos intentos de acercamiento con negros y mulatos.
A lo largo del siglo XVII hay una verdadera explosión de la población negra dentro del territorio indígena. En 1657 ya existía un pueblo de mulatos identificado como San Mateo, probablemente corresponda a Esmeraldas Vieja. En 1678, la población de la recién fundada Atacames contaba con veinte mulatos. Y a principios del siglo XVIII, en los territorios del sur de Esmeraldas, o norte de Manabí, los mulatos ya se encontraban afincados en Coaque y Pasao. Es lamentable la falta de datos precisos sobre la expansión negroide en Esmeraldas, grupo étnico generado a partir de un reducido y muy concreto número de reproductores.
Quien visita Esmeraldas habrá encontrado un alto componente racial negro que minimiza a los grupos indígenas locales o serranos, incluso a los blancos. Este es un fenómeno reciente promovido por la presencia negroide que entre 1850 y 1920 se concentraba en la zona minera de Barbacoas, sur de Colombia, la cual movilizada a Tumaco se introdujo en territorio ecuatoriano hasta la zona de Limones y los ríos Santiago, Cayapas y Esmeraldas hacia el interior.
En los últimos la migración no ha variado pues la comunicación entre Colombia y Ecuador es muy fácil y mantiene una población flotante que se desplaza según las circunstancias económicas de ambos países. Azarosa trayectoria que incluye al afro‑ecuatoriano en la construcción de la riqueza cacaotera y azucarera. Escribe la historia nacional desde las transformaciones sociales. Los “tauras” de José María Urbina inspiraron la manumisión de esclavos.
Hasta nuestros días, el negro ha enriquecido la cultura litoralense, no solo con su arte y folclore, sino en las letras, la poesía, la novela y el liderazgo femenino. Hoy, a través de “su majestad el fútbol”, son los que mayoritariamente llevan a los estadios el nombre de Ecuador. Por todo esto y por su constante fluir a esta ciudad, es justo el reconocimiento a su contribución a su desarrollo.
 




1 comentario:

  1. 23 africanos empezaron con la población afro en el país.

    Gran aporte.

    ResponderEliminar