miércoles, 6 de marzo de 2019




Del teatro al cine

A principios del siglo XX, antes de la apertura del Canal de Panamá (1916), Guayaquil era punto obligado de tocar, para la compañías de teatro que pasaban hacia el sur y retornaban al norte, e igual que la ciudad, el espectáculo crecía y prosperaba. El 23 de noviembre de 1907, la compañía de zarzuela y ópera española de Alfredo del Diestro se presentó en el teatro Olmedo y presentó la zarzuela “Guerra Santa”. Y el domingo 24, la partitura de la ópera “Marina”, ambas del celebrado maestro español Emilio Arrieta. En las dos fechas el lleno fue completo, como se decía en el lenguaje de teatro “a tabla volteada”.
El comentario de la prensa destaca tanto el disfrute del público cuanto el valor del autor, y dice: “En Guerra Santa, Arrieta no es el mismo. Es el maestro que escribe para una obra de aparato, apropiando la música a la concepción de Julio Verne narrada por Mariano de Larra y Pérez Enrich. Es el maestro que se acuerda de cuanto sabe y lo vierte en su composición. Es el compositor que escribe música digna de aplauso donde quiera que la obra se presente (…) Pero, francamente, nosotros preferimos las ingenuidades del artista en Marina, a las perfecciones del autor en Guerra Santa. En el teatro, siempre la inspiración dominará al arte, y esto lo decimos sin poner en tela de juicio, el genio de Arrieta en ambas obras”.
Mes a mes, durante la temporada, la Revista Patria registraba la cartelera de los teatros y anunciaba la venida de las diferentes compañías. En aquel año se presentaron tres compañías, una muy importante de zarzuelas y dos cómico-líricas. Las compañías Leal y del Diestro en el teatro Olmedo, y la de Casas en el Edén. Entre los artistas figuraban algunos de feliz recordación: Carlota Milanés, la conocida tiple Columba Quintana de Leal; los tenores Juan Brunat, Beut, y San Juan; la tiple cómica Consuelo Muñoz y Alfonso Arteaga, primer actor y director de la compañía Casas. Alfredo del Diestro, Casas, Parera y Arteaga. Pasaron las zarzuelas y comedias: Los Bohemios, La Tragedia de Pierrot, La Loba, Ruido de Campanas, El Coco, La Gatita Blanca, Los Granujas, La Vendimia, El Abuelito, La Borracha, Azucarillo y Aguardiente, El Monaguillo.
“Eran las últimas funciones de la temporada (decía la revista mencionada, pues, se habían producido las primeras lluvias), de manera que pronto estaremos en la época de monotonía que trae la estación lluviosa, deseamos para el teatro cuanto más deleite y más instrucciones quepan”. Esa temporada también se estrenaron y presentaron espectáculos nuevos, dos recomendables comedias de nuestros compatriotas, el Juicio Final de Modesto Chávez Franco y El Ciego, de Miguel Neira.
En 1918 se encontraba en Guayaquil la célebre compañía de ópera y zarzuela de Esperanza Iris, que se había presentado por primera vez en el teatro Olmedo en 1913. Con ella las notables primera tiple dramática, Carlota Milanés y primera tiple cantante Josefina Peral, que al principio de temporada se presentaban en el mismo escenario, para cosechar verdaderas salvas de aplausos del público asistente. A partir de sus actuaciones en esta ciudad, pasaron a actuar en España y México, donde el 23 de mayo estuvieron presentes durante la inauguración en esa capital del Teatro Esperanza Iris.
En septiembre del mismo año llegó la compañía Delgado-Caro-Campos, que ofreció a la sociedad guayaquileña, una corta temporada en el Olmedo. Noches de verdadera “delectación intelectual y artística”, dice la revista Patria, en una ciudad de intenso trabajo comercial que casi carecía de diversiones. Esto es verdad: pues la ciudadanía, después de la lucha por la vida diaria, no tenía donde cultivar, en forma consistente, el espíritu, con esta clase de espectáculos honestos e instructivos.
La primera figura de la compañía, era Julia Delgado, guayaquileña, que se ganó las simpatías del público, no solo por esta circunstancia, sino por sus grandes méritos que la habían llevado a forjarse una sólida reputación en los escenarios de la América española.
La Revista Patria decía: “Julita es una artista discreta y talentosa, que trabaja con gran profesionalidad, la verdadera afición y amor al arte que ostenta, revela siempre profundo estudio de los caracteres y un perfecto conocimiento de la escena, cualquiera que sea el papel que desempeñe (...) El Arte de Julia Delgado tiene su fuerza principal en un conjunto de pequeños detalles hábilmente combinados, que sugieren efecto emotivo con limpieza y precisión admirables. Sus suspiros tenues, miradas fugaces, pasajeras inquietudes, sollozos entrecortados. Más una mímica medida, discreta, para paladares de gusto exquisito y que puede satisfacer la sensibilidad del espectador mas refinado y exigente”.
Estas compañías de teatro tan demandadas por nuestra ciudadanía, que tan claramente reflejaron su interés por las actividades culturales, posiblemente fueron las últimas de importancia que llegaron y actuaron en nuestra ciudad. Paulatinamente las compañías teatrales, superadas por el cine desaparecieron, con notables excepciones, de los escenarios mundiales. En nuestra ciudad, continuaron presentándose, pero cada vez en forma más espaciada y con menor categoría. Por esta razón, bastante tiempo después de la llegada de los productos de la industria cinematográfica, las salas de cine en Guayaquil conservaban las características e instalaciones propias de los teatros.
Según la Cronología de la Cultura Cinematográfica en el Ecuador (1895-1935) realizada por la Cinemateca Nacional, es el 7 de agosto de 1901 la fecha en que se proyectan en Guayaquil las primeras imágenes fílmicas, utilizando un aparato Edison llamado Biógrafo Americano. La primera exhibición de cine que se hace en Ecuador es en esta ciudad y no en otra. En la fecha citada se exhibieron tres minicortos dentro del espectáculo del Circo Ecuestre del mexicano Julio F. Quiroz: Reproducción de las escenas de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, La última exposición de París en 1900 y Los Funerales de la Reina Victoria.
En la revolución liberal se logró alzar los pesados párpados ideológicos imperantes, permitiendo un despertar cultural. Esta revolución de las conciencias que lideró Eloy Alfaro puso a punto a una sociedad que estaba cada vez más deseosa de absorber nuevas corrientes artísticas.  Su condición de ciudad-puerto hizo que Santiago de Guayaquil sea una puerta abierta para el ingreso de un arte de reciente invención, como era el cinematógrafo. Recordemos que fue en diciembre de 1895 que los hermanos Lumiere lograron darle luz al arte número siete, lo cual implica que tuvieron que pasar seis años para que se realice la primera función cinematográfica oficial en nuestro medio (Marcelo Báez, Identidad Costeña y Guayaquileña, 2002).
Estamos entonces en junio de 1906 y las primeras imágenes con Guayaquil como tema se exhibieron en el Teatro Olmedo. La tripleta de minicortos era la siguiente: Procesión del Corpus en Guayaquil, Amago de incendio y Ejercicios del Cuerpo de Bomberos. Como ven se trata de temas cotidianos, que tienen que ver con nuestra idiosincrasia, con nuestra cotidianidad, con nuestra identidad (Marcelo Báez).
Los primeros intentos por desarrollar la empresa cinematográfica en el país, fueron realizados, sin ninguna duda en esta ciudad. Esto queda corroborado, el 14 de julio de 1910, con la fundación de la primera distribuidora y productora ecuatoriana. El nombre de la compañía era de Empresa Nacional de Cinematógrafos Ambos Mundos, dirigida por el español Francisco Parra y Eduardo Rivas Orz. La cual, en 1921, financió y promocionó la primera revista ecuatoriana de cine titulada “Proyecciones del Edén”. En 1920, el decano de la prensa nacional, diario El Telégrafo de Guayaquil, había iniciado con mucho éxito la publicación de una columna regular que trataba sobre el séptimo arte.
En 1928 llegó a nuestra ciudad el chileno Alberto Pérez Santana, contratado por la empresa Olmedo, cuyos propietarios, los señores Lautaro Aspiazu Carbo, Teodoro Alvarado Garaicoa y Rodrigo Icaza Cornejo, tenían interés en producir una película ecuatoriana.
Al no cumplirse tal propósito, el 28 de octubre de ese año se filmó un documental titulado “Una visita a la ciudad ecuatoriana de Guayaquil”. El cual fue exhibido en los Estados Unidos por los estudios Paramount y United Artists. En septiembre de 1930, Pérez, nuevamente en esta ciudad, participa en la primera película ecuatoriana de ficción con sonido en vivo la cual fue rodada y estrenada con el título “Guayaquil de mis amores” (Rodolfo Pérez, Diccionario Biográfico Ecuatoriano).
Desde tiempo atrás, empresarios y sociedad guayaquileña fueron asiduos promotores y espectadores de todas las posibilidades culturales que, la condición de ciudad portuaria, siempre la mantuvo a la vanguardia del resto del país. La posición geográfica de Guayaquil, respecto a los mercados culturales de la costa septentrional panamericana, fue determinante para captarlas.

1 comentario:

  1. Me gustaría conocer algo sobre la figura de Augusto San Miguel y qué fue de su obra. Muchas gracias.

    ResponderEliminar