Del teatro al cine
A principios del siglo XX, antes de la apertura del Canal de Panamá
(1916), Guayaquil era punto obligado de tocar, para la compañías de teatro que
pasaban hacia el sur y retornaban al norte, e igual que la ciudad, el
espectáculo crecía y prosperaba. El 23 de noviembre de 1907, la compañía de zarzuela y ópera
española de Alfredo del Diestro se presentó en el teatro Olmedo y presentó la
zarzuela “Guerra Santa”. Y el domingo 24, la partitura de la ópera “Marina”,
ambas del celebrado maestro español Emilio Arrieta. En las dos fechas el lleno
fue completo, como se decía en el lenguaje de teatro “a tabla volteada”.
El comentario de
la prensa destaca tanto el disfrute del público cuanto el valor del autor, y
dice: “En Guerra Santa, Arrieta no es el mismo. Es el maestro que escribe para
una obra de aparato, apropiando la música a la concepción de Julio Verne
narrada por Mariano de Larra y Pérez Enrich. Es el maestro que se acuerda de
cuanto sabe y lo vierte en su composición. Es el compositor que escribe música
digna de aplauso donde quiera que la obra se presente (…) Pero, francamente,
nosotros preferimos las ingenuidades del artista en Marina, a las perfecciones
del autor en Guerra Santa. En el teatro, siempre la inspiración dominará al
arte, y esto lo decimos sin poner en tela de juicio, el genio de Arrieta en
ambas obras”.
Mes a mes,
durante la temporada, la Revista Patria registraba la cartelera de los teatros
y anunciaba la venida de las diferentes compañías. En aquel año se presentaron
tres compañías, una muy importante de zarzuelas y dos cómico-líricas. Las
compañías Leal y del Diestro en el teatro Olmedo, y la de Casas en el Edén.
Entre los artistas figuraban algunos de feliz recordación: Carlota Milanés, la
conocida tiple Columba Quintana de Leal; los tenores Juan Brunat, Beut, y San
Juan; la tiple cómica Consuelo Muñoz y Alfonso Arteaga, primer actor y director
de la compañía Casas. Alfredo del Diestro, Casas, Parera y Arteaga. Pasaron las
zarzuelas y comedias: Los Bohemios, La Tragedia de Pierrot, La Loba, Ruido de
Campanas, El Coco, La Gatita Blanca, Los Granujas, La Vendimia, El Abuelito, La
Borracha, Azucarillo y Aguardiente, El Monaguillo.
“Eran las
últimas funciones de la temporada (decía la revista mencionada, pues, se habían
producido las primeras lluvias), de manera que pronto estaremos en la época de
monotonía que trae la estación lluviosa, deseamos para el teatro cuanto más
deleite y más instrucciones quepan”. Esa temporada también se estrenaron y
presentaron espectáculos nuevos, dos recomendables comedias de nuestros
compatriotas, el Juicio Final de Modesto Chávez Franco y El Ciego, de Miguel
Neira.
En 1918 se
encontraba en Guayaquil la célebre compañía de ópera y zarzuela de Esperanza
Iris, que se había presentado por primera vez en el teatro Olmedo en 1913. Con
ella las notables primera tiple dramática, Carlota Milanés y primera tiple
cantante Josefina Peral, que al principio de temporada se presentaban en el
mismo escenario, para cosechar verdaderas salvas de aplausos del público
asistente. A partir de sus actuaciones en esta ciudad, pasaron a actuar en
España y México, donde el 23 de mayo estuvieron presentes durante la inauguración
en esa capital del Teatro Esperanza Iris.
En septiembre
del mismo año llegó la compañía Delgado-Caro-Campos, que ofreció a la sociedad
guayaquileña, una corta temporada en el Olmedo. Noches de verdadera
“delectación intelectual y artística”, dice la revista Patria, en una ciudad de
intenso trabajo comercial que casi carecía de diversiones. Esto es verdad: pues
la ciudadanía, después de la lucha por la vida diaria, no tenía donde cultivar,
en forma consistente, el espíritu, con esta clase de espectáculos honestos e
instructivos.
La primera
figura de la compañía, era Julia Delgado, guayaquileña, que se ganó las
simpatías del público, no solo por esta circunstancia, sino por sus grandes
méritos que la habían llevado a forjarse una sólida reputación en los escenarios
de la América española.
La Revista
Patria decía: “Julita es una artista discreta y talentosa, que trabaja con gran
profesionalidad, la verdadera afición y amor al arte que ostenta, revela
siempre profundo estudio de los caracteres y un perfecto conocimiento de la
escena, cualquiera que sea el papel que desempeñe (...) El Arte de Julia
Delgado tiene su fuerza principal en un conjunto de pequeños detalles
hábilmente combinados, que sugieren efecto emotivo con limpieza y precisión
admirables. Sus suspiros tenues, miradas fugaces, pasajeras inquietudes,
sollozos entrecortados. Más una mímica medida, discreta, para paladares de
gusto exquisito y que puede satisfacer la sensibilidad del espectador mas
refinado y exigente”.
Estas compañías
de teatro tan demandadas por nuestra ciudadanía, que tan claramente reflejaron
su interés por las actividades culturales, posiblemente fueron las últimas de
importancia que llegaron y actuaron en nuestra ciudad. Paulatinamente las
compañías teatrales, superadas por el cine desaparecieron, con notables
excepciones, de los escenarios mundiales. En nuestra ciudad, continuaron
presentándose, pero cada vez en forma más espaciada y con menor categoría. Por esta razón, bastante tiempo después de la llegada de los
productos de la industria cinematográfica, las salas de cine en Guayaquil
conservaban las características e instalaciones propias de los teatros.
Según la Cronología de la Cultura Cinematográfica en el Ecuador
(1895-1935) realizada por la Cinemateca Nacional, es el 7 de agosto de 1901 la
fecha en que se proyectan en Guayaquil las primeras imágenes fílmicas,
utilizando un aparato Edison llamado Biógrafo Americano. La primera exhibición
de cine que se hace en Ecuador es en esta ciudad y no en otra. En la fecha
citada se exhibieron tres minicortos dentro del espectáculo del Circo Ecuestre
del mexicano Julio F. Quiroz: Reproducción de las escenas de la Pasión y Muerte
de Nuestro Señor Jesucristo, La última exposición de París en 1900 y Los
Funerales de la Reina Victoria.
En la revolución liberal se logró alzar los pesados párpados
ideológicos imperantes, permitiendo un despertar cultural. Esta revolución de
las conciencias que lideró Eloy Alfaro puso a punto a una sociedad que estaba
cada vez más deseosa de absorber nuevas corrientes artísticas. Su condición de ciudad-puerto hizo que
Santiago de Guayaquil sea una puerta abierta para el ingreso de un arte de
reciente invención, como era el cinematógrafo. Recordemos que fue en diciembre
de 1895 que los hermanos Lumiere lograron darle luz al arte número siete, lo
cual implica que tuvieron que pasar seis años para que se realice la primera
función cinematográfica oficial en nuestro medio (Marcelo Báez, Identidad
Costeña y Guayaquileña, 2002).
Estamos entonces en junio de 1906 y las primeras imágenes con
Guayaquil como tema se exhibieron en el Teatro Olmedo. La tripleta de
minicortos era la siguiente: Procesión del Corpus en Guayaquil, Amago de
incendio y Ejercicios del Cuerpo de Bomberos. Como ven se trata de temas
cotidianos, que tienen que ver con nuestra idiosincrasia, con nuestra
cotidianidad, con nuestra identidad (Marcelo Báez).
Los primeros
intentos por desarrollar la empresa cinematográfica en el país, fueron
realizados, sin ninguna duda en esta ciudad. Esto queda corroborado, el 14 de
julio de 1910, con la fundación de la primera distribuidora y productora
ecuatoriana. El nombre de la compañía era de Empresa Nacional de Cinematógrafos
Ambos Mundos, dirigida por el español Francisco Parra y Eduardo Rivas Orz. La
cual, en 1921, financió y promocionó la primera revista ecuatoriana de cine
titulada “Proyecciones del Edén”. En 1920, el decano de la prensa nacional,
diario El Telégrafo de Guayaquil, había iniciado con mucho éxito la publicación
de una columna regular que trataba sobre el séptimo arte.
En 1928 llegó a nuestra ciudad el chileno Alberto Pérez Santana,
contratado por la empresa Olmedo, cuyos propietarios, los señores Lautaro
Aspiazu Carbo, Teodoro Alvarado Garaicoa y Rodrigo Icaza Cornejo, tenían
interés en producir una película ecuatoriana.
Al no cumplirse tal propósito, el 28 de octubre de ese año se
filmó un documental titulado “Una visita a la ciudad ecuatoriana de Guayaquil”.
El cual fue exhibido en los Estados Unidos por los estudios Paramount y United
Artists. En septiembre de 1930, Pérez, nuevamente en esta ciudad, participa en la
primera película ecuatoriana de ficción con sonido en vivo la cual fue rodada y
estrenada con el título “Guayaquil de mis amores” (Rodolfo Pérez, Diccionario
Biográfico Ecuatoriano).
Desde tiempo atrás, empresarios y sociedad guayaquileña fueron
asiduos promotores y espectadores de todas las posibilidades culturales que, la
condición de ciudad portuaria, siempre la mantuvo a la vanguardia del resto del
país. La posición geográfica de Guayaquil, respecto a los mercados culturales
de la costa septentrional panamericana, fue determinante para captarlas.
Me gustaría conocer algo sobre la figura de Augusto San Miguel y qué fue de su obra. Muchas gracias.
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