miércoles, 27 de junio de 2018




9 de Octubre de 1820: independencia nacional


Tan pronto el comercio de Guayaquil desarrolló su potencial fue presa del centralismo del virreinato del Perú. Con la autoridad del virrey, los comerciantes limeños y piuranos imponían todo tipo de trabas y restricciones. Se prohibía o anulaba con cualquier motivo la exportación hacia Acapulco, El Realejo, Panamá y otros puertos. Constituidos en compradores únicos, sometían a su conveniencia toda la producción de cacao de la provincia. Fijaban los precios a los hacendados y comerciantes beneficiándose de una demanda sostenida cada vez mayor. 
La apertura del comercio establecida por las “Reformas Borbónicas” despertó en los guayaquileños la necesidad de ser dueños de su albedrío para negociar en el mercado internacional. Y, mientras más acentuada fue la sujeción, más ansiaron la libertad y la urgencia de autogobernarse, para bajo su amparo negociar y beneficiarse con el producto de su esfuerzo. 
El proyecto revolucionario de Olmedo que culmina el 9 de Octubre, empieza a alimentarse de esa frustración. El irrespeto a las reformas introduce el descontento que roe lentamente la estructura colonial de Guayaquil hasta disponerla para la revolución. Mientras más acentuadas fueron las limitaciones impuestas por los monopolistas, mayor la esperanza de crecer en autonomía para instaurar el libre comercio con todo el mundo.
Por otra parte, la situación geográfica y la relación mercantil de la ciudad con el mundo facilitó el ingreso de ideas planteadas desde la Revolución Francesa y la norteamericana. Noticias y proclamas, de quienes luchaban por la libertad, se distribuían soterradamente; se difundieron los pregones de los patriotas quiteños Morales y Quiroga. Y La Bagatela de Nariño, introdujo la traducción de los “Derechos del Hombre y del Ciudadano”.
En marzo de 1820, llegó la noticia que los ex diputados “doceañistas”, simpatizantes de la independencia americana y los generales Quiroga y Riego, habían rebelado a las tropas acantonadas en Cádiz para restaurar la constitución de 1812, frustrando la partida a ultramar de 16.000 soldados veteranos. En agosto de ese año, tres jóvenes revolucionarios, oficiales del “Numancia”, se incorporaron a los cuarteles de la ciudad, habilitando al proyecto del mando militar que carecía. A mitad del año Bolívar desde el norte amenazaba Pasto; San Martín desembarcó en Pisco el 7 de septiembre; y el bloqueo naval de Cochrane, impidió la movilidad de navíos españoles. 
Por otra parte, ambos libertadores requerían con urgencia la riqueza de la provincia. La posición estratégica de la ciudad ofrecía abrigo a Cochrane, y su astillero garantizaba la supervivencia de sus naves. Guayaquil libre hacía imposible la presencia de naves enemigas, pues no podían repararse ni abastecerse. Este cúmulo de hechos coyunturales, ajustados a una estrategia preconcebida por la mente brillante de Olmedo y otros líderes, aseguraron el triunfo de Guayaquil. 
El 9 de Octubre de 1820 rompe definitivamente con la colonia, es la gesta gloriosa que culmina el 24 de mayo de 1822 con la independencia de todo el país. Luego de lo cual, por su fuerte economía, situación geoestratégica y centro de reclutamiento se inscribió en la independencia peruana y en el proyecto de libertad continental de Bolívar. 
Hoy más que nunca es necesario tener una adecuada valoración de nuestra revolución, de sus consecuencias sociales y políticas. El 9 de Octubre de 1820 viene de muy atrás, no es una simple “asonada” del momento, calificada así por quienes no les cabe en el magín que la independencia de nuestra patria es, precisamente, una consecuencia de la que intentan minimizar. Es el génesis de nuestra libertad, no es lo que describen historiadores e historiógrafos interesados. No es el relato cronológico de los textos, que nada más empieza con el baile de una niña enamorada; del conciliábulo de unos buenos ciudadanos convocados a una “Fragua de Vulcano”, o de un juego de naipes en un cuartel que concluye con una arenga frente al Guayas. Este es un estereotipo que no valora adecuadamente nuestra Historia. El 9 de Octubre es la efeméride de mayor significado histórico del país, pues abrió el camino a la independencia nacional. No es ningún grito aislado, local e intrascendente que promete fidelidad al rey. Fue un hecho transformador que afectó a toda una región, favoreció la estrategia continental y contribuyó en forma determinante al fin de la colonia en América septentrional. 

El día 10, Olmedo, como jefe político y presidente interino del Ayuntamiento, en cabildo abierto convocó al primer Colegio Electoral. Esta convocatoria es hecha a los principales cabezas de familia de los distintos partidos, tres de ellos fueron indígenas costeños. Este hecho es una actitud democrática, que ni los Estados Unidos, incluyó en su primer congreso a los nativos de la región. Así pone de manifiesto su voluntad de conformar un gobierno representativo. Había transcurrido un día y ya la revolución se orienta a constituir un gobierno legítimo. Es el pensamiento liberal del gran Olmedo en acción, que nos demuestra la existencia de un plan político-estratégico madurado con bastante anticipación. 
La administración militar de Escobedo quedó eliminada al poco tiempo, Olmedo el civilista, fiel a su ilustración democrática y republicana, como presidente del Ayuntamiento Constitucional manejó los hilos de la política, para en tanto se reunía la Asamblea Legislativa que elegiría un gobierno definitivo. Esta medida, además, no solo neutralizó a tal jefe militar, sino que permitió dejar en manos de la Asamblea la creación, por voluntad popular, de un gobierno que además de la organización de la administración pública, atendiese sin interrupciones la organización militar requerida para afirmar y defender la libertad, y, como acción inmediata, emprender la campaña emancipadora de Quito.
El 8 de noviembre de 1820, reunido el Colegio Electoral, eligió a Olmedo como presidente y secretario a José de Antepara. La determinación preconcebida de dar el carácter de republicano al gobierno que debía regir los destinos del Guayaquil independiente, se manifiesta claramente en la actitud del prócer en los días sucesivos al 9 de Octubre: mediante el sufragio libre, el pueblo entregó sus derechos al Colegio Electoral, y este a su vez los transmitió a los representantes elegidos. Por otra parte, en su discurso, expresa a plenitud estos principios, al decir: “en ésta reunión está depositada toda la confianza y voluntad general de la Provincia; y por consiguiente, está autorizada para todo lo que contribuya a la salud y prosperidad común. La primera atención debe ser pues, formar un Gobierno e instituciones que, aunque no sean tan perfectos por las circunstancias, podrán ir recibiendo continuamente nuevos grados de perfección: su legitimidad será incontestable, pues dimana de la voluntad general de los pueblos, expresada por los órganos que ellos mismos han nombrado libremente”.
Mariano Fazio Fernández en su libro Ideología de la Emancipación Guayaquileña, dice: “Del discurso surgen los siguientes principios ideológicos: derecho natural a la emancipación de los pueblos por su libre determinación, voluntad general como fuente incontestable de legitimidad pública; libertad electoral como requisito para la manifestación de la voluntad general en la persona de los representantes del pueblo, separación de poderes para salvaguardar la libertades individuales, adaptación de las instituciones políticas a las circunstancias de cada pueblo para alcanzar la felicidad, y agrega, es difícil encontrar en un solo documento una exposición tan apretada pero a su vez tan coherente de los principios ideológicos del Nuevo Régimen”.
El 8 de noviembre de 1820, con la reunión del Cuerpo Constituyente se dio un golpe mortal al absolutismo implantado por este y unos pocos de sus parciales. En el mismo día, se procedió a la elección del doctor Olmedo para presidir la nueva junta de gobierno; el coronel Rafael M. Jimena, como vocal encargado de asuntos militares; don Francisco María Roca, vocal para la administración político-civil; y el doctor Francisco Marcos como secretario. Finalmente, Escobedo fue destituido de su cargo y puesto bajo arresto. 
El día 11, fue promulgado el Reglamento Provisorio de Gobierno, que podemos considerar como nuestra primera Ley Fundamental. En el salón de sesiones del Municipio la diputación de Guayaquil eligió a los miembros del Ayuntamiento, y como su presidente al doctor José Joaquín Olmedo. Esta elección de Olmedo como presidente de la Junta de Gobierno y a la vez del Cabildo guayaquileño, surgió Guayaquil como una Ciudad-Estado, pues en una misma persona recayeron el poder político de la Provincia Libre y el administrativo de la ciudad. 
Los tres primeros artículos del Reglamento Provisorio de Gobierno, que no es otra cosa que la primera Constitución Política Liberal aplicada en territorio libre, que más tarde constituyó nuestro país, bastan para demostrar que los líderes guayaquileños fueron evolucionando aceleradamente en sus ideas y en la elaboración de un proyecto político republicano autónomo, bajo formas diferenciadas de las monárquicas-fidelistas que ensayó la nobleza quiteña.

Artículo 1.
La Provincia de Guayaquil es libre e independiente, su religión es la Católica; su Gobierno es electivo; y sus leyes las mismas que regían últimamente, en cuanto no se opongan a la nueva forma de gobierno establecida

Artículo 2.
La Provincia de Guayaquil se declara en entera libertad para unirse a la grande asociación que le convenga de las que se han de formar en la América meridional.

Artículo 3.
El comercio será libre por mar y tierra con todos los pueblos que no se opongan a la forma libre de nuestro Gobierno.

La Provincia de Guayaquil fue libre e independiente por el esfuerzo y sacrificio de sus propios hijos. Bajo el genio y guía de Olmedo se estableció una forma de gobierno electivo; mantuvieron las leyes que se ajustaban a las normas establecidas por ese modelo de administración y promulgaron nuevas de acuerdo a los principios republicanos. Declararon el libre comercio con todos los países del orbe. Establecieron una Junta Curadora de la Libertad de Prensa que garantizaba la expresión pública sin censura ni aprobación previa. Calificaron como crimen al abuso de esa libertad. Establecieron sanciones contra quien difame por medio de la prensa, y si alguien era acusado de este delito, podía exigir que se le faciliten cuantos medios creyese necesarios para su defensa.
Con la promulgación de estas leyes, como respuesta a su espíritu libérrimo, aspiraron a conformar con todo el territorio hoy ecuatoriano una nueva nación independiente o según conviniese a sus intereses asociarse a alguno de los países vecinos, pero, por encima de todo, a mantener la autonomía ganada en lucha de muchos años. Para expresar esta voluntad de asociación, se previó la convocaría de una Asamblea en la que cada ciudadano podía manifestar libremente su tendencia, y para garantizarla, el primer requisito era mantener fuera de la ciudad a las fuerzas militares que la guarnecían y así evitar presión alguna.
Esperanzas que, con sus altas y bajas, triunfos y derrotas, conquistas y frustraciones, fueron la sal de su vida diaria, e ingrediente de una libertad lograda sin el auxilio de ninguna fuerza externa. Aspiraciones que sobrevivieron hasta que la ambición y la desvelada utopía de Bolívar, irrumpieron, e interrumpieron el proceso y las hizo añicos. El gran ego del Libertador le impidió comprender el valor que esa autonomía habría tenido para el desarrollo de la región. Y, apoyado en la fuerza de 3.000 soldados, violentó el procedimiento, la limpieza electoral, impuso el centralismo y esclavizó a veintiún meses de libertad.
El semanario El Patriota de Guayaquil, que circuló el sábado 3 de noviembre de 1821, publicó el siguiente decreto de la Junta de Gobierno que consagra al 8 de Noviembre como el día en que Guayaquil alcanzó la libertad plena.

LA JUNTA DE GOBIERNO
Después de proclamada nuestra independencia no podíamos llamarnos libres, hasta aquel día en que vencidos dignamente los escollos que presentan siempre las revoluciones en su principio, pudo reunirse la representación de la Provincia, que es el más precioso de los derechos sociales, y el privilegio más noble de los pueblos libres. Este memorable día fue el 8 de noviembre de 1820, en que por primera vez pronunció libremente su voluntad el pueblo de Guayaquil, y puso los cimientos de su libertad política. Y el Gobierno para celebrar según el voto público tan glorioso aniversario, ha venido en decretar y decreta: (...) En la Sala Capitular se escribirá en grandes caracteres:

GUAYAQUIL INDEPENDIENTE EN 9 DE OCTUBRE
GUAYAQUIL LIBRE EN 8 DE NOVIEMBRE DE 1820


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