sábado, 16 de junio de 2018




Guayaquil: Fundación II

 

Necesidad de una ciudad: La fundación de Santiago (Guayaquil).


La situación era compleja y difícil. El dilema que se presentaba en la mente de los conquistadores consistía en hallar la forma de llegar más rápido a estas tierras y tomar posesión de ellas. De esta forma, cada grupo podría justificar jurídicamente la toma de posesión de estos territorios en nombre de la corona española. 

Por eso, uno y otro se empeñaron en llegar lo más rápido a la región de los valles quiteños para, realizar las fundaciones de acuerdo a las exigencias de la conquista, que justificarían la posesión y apropiación de estas tierras para beneficio de ellos. De esta forma, ambos capitanes y sus tropas, a marchas forzadas, intentaron alcanzarlas y elegir el sitio adecuado.

Cinco meses tardaron Almagro y Benalcázar en llegar a las inmediaciones de la actual Riobamba, el mismo tiempo que Alvarado tardó en coronar la cordillera y descender a las planicies interiores. Los exploradores de Almagro descubrieron su presencia, y ante la inminencia del encuentro entre ambas tropas, a fin de afianzar la posesión legal del territorio, el 15 de agosto de 1534, Diego de Almagro fundó la ciudad de Santiago, que por estar en el territorio quiteño, asumió el topónimo Quito.[1]

Por la amenaza que implicaba la presencia de Alvarado, el acto fue tan precipitado, que Almagro no cumplió todos los requisitos legales que exigía una fundación, no levantó el rollo ni repartió los solares, solo firmó el acta. Y el 26 de agosto, con la fuerza legal que le daba el documento se entrevistó con Alvarado para negociar su retiro.

La partida la había ganado Almagro y como hábiles negociadores de intereses comunes decidieron no enfrentarse sino establecer un diálogo conciliador. En efecto, Almagro y Alvarado sabían que tenían que proteger y recuperar la inversión de ellos y sus socios en la empresa. 

Almagro, aunque tenía la sartén por el mango, pues había tomado posesión legal de los territorios quiteños, pero como Alvarado tenía el poder militar sabía que no podía arriesgar lo que habían logrado. Por eso entendió bien las necesidades de Alvarado. Con la habilidad de conquistador y comerciante, le abrió un espacio de negociación que podía ser ventajoso para las dos partes. En efecto, así se dio. Terminaron tranzando, uno venció y el otro se retiró, pero ambos se protegieron.  

Por la suma de 100.000 pesos oro, Alvarado abandonó la empresa. Le vendió un galeón, tres naves y dos navíos de su flota y cuanto aprovisionamiento iba a bordo de estos. Toda su artillería y otras armas, esclavos, caballos, aderezos, etc. Hecho lo cual, Alvarado se retiró del escenario dejando la mayoría de sus hombres, quienes ante las promesas de riqueza hechas por Almagro no vacilaron en cambiar de jefe. 

Una vez resuelta la transacción con ventaja para las huestes de Pizarro, trece días después de fundar la ciudad de Santiago de Quito, el 28 de agosto, Almagro fundó la villa de San Francisco de Quito, en el mismo lugar que lo había hecho con Santiago. Y era tal su urgencia por volver al Perú, que ni siquiera firmó el acta de fundación.[2]

La transacción había aumentado notablemente el número de hombres y soporte de vituallas a la empresa de Almagro. Con este gran incremento, Almagro encargó a Benalcázar la conquista del norte, la pacificación del territorio quiteño y el traslado y asentamiento de la villa de San Francisco. El conquistador Benalcázar inició la marcha y en la búsqueda del tesoro de Atahualpa asoló cuanto poblado indígena encontró a su paso.

Amparado en la Real Cédula promulgada por Carlos V, el 4 de mayo de 1534, que facultaba al conquistador para que “cada y cuando le pareciera que un pueblo fundado o que fundare se deba mudar de sitio la pudiese mudar al sitio que le pareciere, con su nombre”,[3]el 6 de diciembre de 1534, dio nuevo y definitivo asiento a la villa de San Francisco de Quito en el lugar que hoy se encuentra la capital, sobre las ruinas humeantes que había abandonado Rumiñahui.

En marzo de 1535, Benalcázar envió al norte –a las provincias de Quillasinga y Condelunamarca– a dos hombres de su confianza, los capitanes Pedro de Añasco y Juan de Ampudia, para buscar información sobre las riquezas y sociedades indígenas existentes en esos territorios. Los capitanes delegados hicieron bien su trabajo y no tardaron en informarle de los tesoros hallados en esos destinos. 

Con esta información, y conociendo Benalcázar, por los hombres de Alvarado de la existencia de ríos y caminos, que habían recorrido para llegar a la Sierra, más la jurisprudencia previa del traslado de San Francisco de Quito facultado por la cédula mencionada, decidió pedir a Francisco Pizarro su autorización para conquistar tales provincias del norte. Decisión que fue apoyada por Juan de Espinoza, hijo de su protector.

Conforme avanzaba el proceso de conquista se iban aclarando muchas cosas para la sociedad Pizarro, Almagro y Benalcázar. Los socios debieron frotarse las manos por el éxito y los beneficios obtenidos. La empresa conquistadora finalmente estaba en sus manos y los territorios de las sociedades aborígenes les pertenecían. 

Todo estaba claro en la mente de Benalcázar: ante la inutilidad de la fundación de Santiago de Quito en Riobamba, emplazamiento que no cumplía ningún propósito para la conquista, la trasladaría a la Costa a orillas del río que era vía expedita hacia las montañas.[4]Y para satisfacer la logística que demandaba tal operación militar, obtendría un puerto más cercano que Paita. Estas conclusiones, encajan perfectamente con los acontecimientos posteriores que culminaron con el traslado de Santiago a la Costa.

Pocos meses después de los éxitos obtenidos, siguió en su tarea de extender la conquista e incorporar y saquear otros territorios. En junio de 1535, Benalcázar salió desde Quito hacia el Perú,[5]tocó Santiago, que no era otra cosa que un simple campamento militar. Lo levantó, y con la dotación de soldados que lo guarnecían se encaminó al sur. 

Se reunió con Pizarro, le entregó parte de los tesoros recogidos en el saqueo de los poblados quiteños y obtuvo la anuencia requerida para tal empresa. Con sus aspiraciones colmadas se trasladó a su gobernación de San Miguel de Piura donde concedió un descanso de un mes a sus hombres.

Una ciudad fundada que la trasladan: Los avatares de Guayaquil


Esta es una historia que aunque ha sido debatida largamente entre sectores especializados, es poco difundida. Los doctores Dora León Borja y su esposo Adam Szaszdi, luego de muchos años de investigación y fundamentación en documentos originales, han determinado en un extenso estudio que Santiago de Guayaquil tuvo más de una fundación. 

Lo que en sentido estricto existió, a partir de esa primera fundación realizada el 15 de agosto de 1534, fue que los españoles permanentemente buscaron para esa ciudad fundada un sitio más adecuado que les permita extenderse y consolidar su dominio. A este singular proceso que realizaron los españoles, en diferentes momentos, es lo que sin entrar en mayores detalles sobre lo acontecido, llamamos la ciudad que la trasladan o los avatares de Guayaquil.  

Luego de este descanso de 30 días, Benalcázar partió al puerto de Paita donde reclutó gente, víveres y pertrechos: “dicho testigo vino a esta tierra puede haber cinco años, poco más o menos, e que vino a la ciudad de San Miguel e que allí asentó en la capitanía del capitán Sebastián de Benalcázar e que vino con él a estas tierras e provincias de Guayaquile, ques en la Culata”.[6]

 A finales de agosto, Benalcázar zarpó de Paita, entró al golfo de Guayaquil, pacificó Puná y remontó las aguas del Guayas en busca de las vertientes andinas que le permitirían el paso a Quito. Por octubre o noviembre de 1535, en virtud del acta de fundación de Santiago de Quito, cuyos documentos portaba, concretó su traslado al asiento indígena llamado Guayaquile, situado a orillas del río de Guayaquil.[7]

En este primer asentamiento quedaron cuarenta españoles que Benalcázar dejó a cargo de los alcaldes ordinarios Antonio de Rojas y Diego de Daza, y se dirigió a Quito para hacer la renovación anual de su Cabildo, cuya reunión se produjo con su presencia el 28 de diciembre de 1535: “que desde las dichas provincias de la Culata e la Puná, el dicho capitán Sebastián de Benalcázar, con la gente que tenía después de pacificadas las dichas tierras e poblada la dicha ciudad, se volvió a esta villa de San Francisco de Quito, e desde aquí hizo apartar mucha gente que consigo traía para ir a dar socorro con ella al capitán Juan de Ampudia que era ido a descubrir las tierras e provincias de Quillasinga”.[8]

En enero de 1536 los aguerridos chonos, habitantes de Guayaquile, rechazaron con violentos ataques a la población española de Santiago, destruyeron el poblado y acabaron con la vida de un número cercano a la mitad de los vecinos. Diego Daza, con unos pocos soldados, escapó a Quito para pedir auxilios. En respuesta vino el capitán Diego de Tapia con alguna tropa y trata de restablecer la ciudad, pero al cabo de 40 días de lucha debieron abandonarla a su suerte.

Francisco Pizarro encomendó su reconstrucción al capitán Hernando Zaera quien en 1536 la mudó al sitio llamado Yagual, entre los huancavilcas, donde se le une la fuerza de Gonzalo de Olmos venida desde Daule. Y apenas iniciado el reparto de solares debió trasladarse al Perú a socorrer a Pizarro que se hallaba sitiado por los restos del ejército incaico. Y dejó a Rodrigo Vargas de Guzmán encargado como Justicia Mayor.

Ante la retirada de Zaera, en 1537 Pizarro encomendó la reubicación de la ciudad y su reconstrucción a Francisco de Orellana, a la sazón radicado en Puerto Viejo, quien la asentó en la comarca de la Culata. Al poco tiempo Orellana volvió a Puerto Viejo para viajar a Lima a fin de socorrer a Pizarro contra los Almagro, donde participó con méritos en la batalla de Salinas, dejando la ciudad a cargo de Juan Porcel como Alcalde. 

Después de participar con éxito en esta batalla, y experimentar las secuelas que ella trajo aparejada, Orellana fue premiado por Pizarro: volvió como Teniente de Gobernador de Santiago de la Culata en el segundo semestre de 1538, y en el último trimestre de ese año la reconstruyó en dicho asiento. 

Sin embargo, el último territorio al que se trasladó Santiago no fue tan acertado. En efecto, los aborígenes nuevamente la destruyeron. El propio Orellana asistido por el capitán Gómez de Puerto Viejo realiza otra mudanza al poblado indígena de Amay. Al poco tiempo Orellana fue designado Teniente de Gobernador de Puerto Viejo, donde hasta 1541, luego de años de expoliación a los indígenas, logró reunir los 40.000 pesos pactados con Gonzalo Pizarro, para asegurar su participación en la aventura amazónica.

La gran cantidad de vecinos que acompañó a Orellana en esta empresa, dejó a Santiago desprotegida en Amay, por lo cual los belicosos chonos, aliados con los punáes pusieron sitio al caserío. Luego de seis meses de lucha a muerte, en mayo de 1542, el Capitán Diego de Urbina sucesor de Orellana como Teniente de Gobernador de Santiago, reunió el vecindario y abandonó la ciudad para refugiarse entre los huancavilcas “que eran gente de paz”.

Pero resultó que no eran tan pacíficos y luego de una cruenta lucha Urbina juntó al vecindario y por la noche, subrepticiamente se deslizó aguas abajo en balsas. El 20 de septiembre de 1543, Urbina, la estableció nuevamente en el pueblo de Guayaquile, “donde ocho años antes había poblado la ciudad Sebastián de Benalcázar”,[9]“en el asiento e sitio de Guayaquile, junto a la ciudad de Santiago, donde tiene asentado su real”.[10]Desde entonces adquirió definitivamente el nombre de Santiago de Guayaquil y guayaquileños sus pobladores.

De esta inestabilidad de la ciudad de Santiago, impedida de establecerse y desarrollarse, en 1541 se aprovechó el Cabildo de Quito para pedir a la corona que la villa de San Francisco fuese elevada a la categoría de ciudad, lo cual fue concedido ese año.

Mientras ocurrían estos hechos, se había iniciado y desarrollado la guerra civil entre los Almagro y los Pizarro, y con el ánimo de defender y justificar las acciones de sus hermanos, Hernando Pizarro fue a España para presentarse ante el rey pero no volvió jamás. El 26 de junio de 1541 Francisco Pizarro cayó asesinado.

En estas circunstancias, Gonzalo, el único sobreviviente de los Pizarro y de esta lucha civil, temeroso del castigo del rey, se alzó en armas contra el soberano español. En diciembre de 1544, ocupó militarmente Santiago de Guayaquil obligando al Cabildo de la ciudad a reconocerlo como Gobernador. Y en 1546, en reemplazo suyo designó Teniente de Gobernador de la ciudad a Miguel de Estacio.



[1]Para enfrentarse a la intromisión de Alvarado, Diego de Almagro –en nombre de Pizarro__– funda el 15 de agosto de 1534 la ciudad de Santiago, en el asiento de Riobamba, en plena zona Andina. Un año después, Sebastián de Benalcázar la traslada a los llanos costeros, junto a un pueblo indio llamado Guayaquile y al río de Guayaquil, a unos 25 kms. al este de su actual ubicación. El principal motivo de este traslado fue la necesidad de mejorar las comunicaciones entre el núcleo conquistador de Quito y el mar, por donde se podían recibir refuerzos de hombres y animales. Adam Szaszdi y Dora León Borja, Los recursos y desarrollo económico de Guayaquil, 1535-1605. Bamberg, Alemania, Hermann Kellenbenz und Jurgen Schneider, 1978.

[2]Libro Primero de Cabildos de Quito, tomo I.
[3]Miguel Aspiazu Carbo, El Acta de Fundación d la Ciudad de Santiago de Guayaquil (Santiago de la Provincia de Quito), 15 de agosto de 1534, Guayaquil, CCE Núcleo del Guayas, 1970. p.
[4]Paresciéndole a su señoría que el dicho pueblo se debía mudar a otra parte, con él en su nombre se pueda mudar, porque al presente, a causa de ser la tierra nuevamente conquistada e andar acabándose de pacificar, no se ha visto ni tiene espiriencia de los sitios donde mijor pueda estar el dichjo pueblo. Julio Estrada Icaza, Guía Histórica de Guayaquil, Guayaquil, Poligráfica, 1995, p, 10.
[5]Vido como el dicho capitán Sebastián de Benalcázar se partió desta villa para ir a la costa e vido ir con el dicho capitán al dicho Diego de Sandoval e que sabe que se conquistó la dicha tierra e se hizo la dicha ciudad. Testigo Antón Diez, Probanza de Diego de Sandoval, Quito, 19 de noviembre de 1539.
[6]Testigo Diego Escobar, probanza de Diego de Sandoval, del 19 de noviembre de 1539, Revista del AHG, número 7, p, 73.

[7]Cuya desembocadura al Guayas se situaba tras la isla Santay, Plano y estudios de Jaime Véliz Litardo, basados en las investigaciones de los historiadores Dora León Borja y Ádám Szaszdi.
[8]Testigo Gregorio Ponce, probanza de Diego de Sandoval, 19 de noviembre de 1539, que consta el la Revista del AHG número 7, p. 73.
[9]Dora León Borja y Ádám Szászdi. Santiago de Guayaquil <1535-1547> El Universo, julio 25 de 1971
[10]“Libro Primero de Cabildos de Quito”, Quito, II pp. 355-357, 1934.

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