sábado, 30 de junio de 2018



Masonería y Liberalismo: Semillas de Libertad II

Olmedo, el precursor 
Al finalizar el siglo XVIII, mediante las logias liberales masónicas llegaron a Hispanoamérica las ideas de la ilustración republicana. A dos años de promulgada la Constitución de la República francesa (1791), llegó a manos del prócer de la independencia colombiana Antonio Nariño el tercer tomo de la “Historia de la Revolución de 1789 y del establecimiento de una Constitución en Francia. Al leerlo, encontró los diecisiete artículos correspondientes a la Declaración de los Derechos del Hombre, y resolvió traducirlos, tarea que cumplió durante el mes de diciembre del 93” (Cacua Prada). Esto le trajo persecuciones. Sin embargo, fundó en Bogotá la primera logia llamada “El Arcano Sublime de la Filantropía”. Es en ella donde los patriotas se compenetran con el pensamiento liberal, y florece en el territorio neogranadino la acción estrechamente ligada a la lucha independentista.
 La segunda en establecerse en este lado de América, siguiendo el mandato de Miranda y de la Gran Logia Hispanoamericana, fue la logia “Estrella de Guayaquil”, fundada en esta ciudad por José María de la Concepción Antepara y Arenaza (el viejo, el joven murió en Huachi), secretario de Miranda en México en 1810. En la cual militó lo más granado de la sociedad porteña, como el coronel Jacinto Bejarano, Francisco María Roca, Francisco Marcos, Francisco de Paula Lavayen, Lorenzo de Garaicoa, José de Villamil, Rafael Ximena y Luis Fernando Vivero. Los cuales, pronto se convirtieron en la vanguardia del pensamiento libre, enfrentaron a la intolerancia religiosa y se enrolaron para luchar por la libertad.
Olmedo y Rocafuerte, comprometidos con la independencia de Guayaquil y la implantación de un sistema republicano de gobierno, no eran militares ni militaristas. Su ilustración republicana, formación intelectual, y condición de liberales masones, los había armado para la difusión de las ideas. Para la orientación política, la propuesta de transformaciones sociales y concepción de estrategias revolucionarias. Estos recursos, determinaron en buena medida su actitud, frente a la auto proclamación de monarca absoluto de Fernando VII, la disolución de las Cortes y la consecuente ruptura de la Constitución española de 1812.
Tanto Rocafuerte como Olmedo, se negaron a someterse y presentar su lealtad al rey absolutista. Consecuentemente, los dos firmaron el decreto del 2 de febrero de 1814, que obligaba a Fernando VII a jurar la Constitución para ser reconocido como rey, esto les valió la persecución. Tras fugar el primero a través de la frontera con Francia, recorrió buena parte de este país y de Italia. Gracias a la discreta ayuda de la masonería volvió a Guayaquil en junio de 1817. Se dedicó a rescatar los intereses económicos de su familia, abandonados por demasiado tiempo, y mediante unas “inocentes” clases de francés impartió el conocimiento de ideas libertarias. Él mismo se confiesa diciendo: “llevando en esto el objeto de propagar las semillas de la independencia; y tuve la suerte de sacar a un discípulo muy aprovechado en el señor Antepara quien después cooperó con su valor y talento a realizar la independencia del Guayas”.
Olmedo por su parte, tras su permanencia en las Cortes españolas, donde brilló su inteligencia, dejó profunda huella con sus célebres discursos sobre la abolición de las mitas, de agosto de 1812 (publicado por Rocafuerte en Londres), tuvo la oportunidad de vincularse con la flor y nata del liberalismo masón, y cuando debió eludir la persecución del rey pudo ocultarse en Madrid entre los muchos amigos y admiradores que había cultivado. 
El 28 de noviembre de 1816, retornó a Guayaquil Se incorporó a la logia masónica local, e inició su liderazgo que construyó nuestra nación. En su lucha queda registrado el pensamiento de Olmedo, en este expresa, clara y nítidamente, su visión estratégica sobre el proyecto independentista de Guayaquil y su provincia. Su posición es clara, es una propuesta de ruptura e independencia total de España, pero unitaria con el resto de las regiones del país. Liberar a la Provincia de Guayaquil, pero ayudar a los quiteños es su prioridad. Su visión es fraterna y solidaria con todos los pueblos serranos.
Olmedo es el gran líder y pensador social del Guayaquil insurgente de la primera mitad del siglo XIX. Es el tribuno que primero definió y ganó su espacio en la historia de la lucha social y se consagró como un gladiador incansable y prócer de la libertad.
Fundamentos del 9 de Octubre de 1820
El comercio de Guayaquil, desde que empezó a desarrollar su potencial económico fue presa del centralismo de los virreinatos de Nueva Granada, Nueva Castilla (Perú), y de la Audiencia de Quito. Pero la carga más pesada fueron las trabas y restricciones que, desde Lima, imponían los comerciantes piuranos y limeños. Los cuales, con el virrey a la cabeza, sometían a su conveniencia toda la producción exportable de la provincia. Mediante la prohibición o anulación de la exportación de cacao hacia Acapulco, Realejo, Panamá y otros puertos, se constituyeron en compradores únicos con imposición de precios al cacao de los hacendados y comerciantes de la Provincia de Guayaquil, y, desde luego, en los grandes beneficiarios de una demanda sostenida cada vez mayor. 
Por otro lado, las llamadas reformas borbónicas aplicadas por Carlos III, y su efecto liberalizador, surtieron sus efectos en las colonias americanas. Y, sin duda alguna, tendieron a favorecer y beneficiar al comercio guayaquileño, pues le abrían el principal mercado para su cacao, que era Nueva España. Pero ya era tarde, la independencia era cosa de tiempo, además las ventajas que ofrecían y su aplicación nunca fueron permitidas por Lima. De modo que el poco bienestar que conllevaron no bastó para satisfacer a quienes eran víctimas de esa explotación. Además, si concedidas, siempre fueron obstaculizadas, entorpecidas e impedidas de mil maneras, por un obstruccionismo aplicado en forma sistemática. De esa manera, la suspensión de las rebajas a los derechos, y la eliminación de otras gabelas, se las bloqueó con todo tipo de argucias. 
La apertura del comercio establecida por las reformas citadas, despertó en los guayaquileños la necesidad de ser dueños de su albedrío para participar y negociar en el mercado internacional. Y, mientras más se acentuó el monopolio, más ansiaron obtener la libertad, para bajo su amparo, y por sí mismos, explotar y negociar el producto de su esfuerzo. Aspiraciones, con las cuales surgió la urgencia de autogobernarse y actuar libremente, exentos de toda sujeción afuereña.
Al iniciarse el siglo XIX, las colonias españolas establecidas en América afrontaron muchos acontecimientos decisivos, que estimularon y aumentaron en sus elites el deseo de libertad, y por lo tanto de autodeterminación para conquistar la autonomía. Los ejércitos franceses entraron en territorio español en 1808, e impusieron la abdicación del monarca, dejando a España en manos de Napoleón. Invasión que, aunque no logró una total conquista militar del país, fue uno de los hechos más determinantes, que decapitó la estructura del imperio. Y, aunque América propiamente dicho no fue conquistada, el gobierno colonial también quedó colapsado.
La condición de ciudad-puerto facilitó el ingreso a Guayaquil de las ideas transformadoras planteadas desde la Revolución Francesa y la norteamericana, influenciaron e inquietaron al mundo para demoler las estructuras monárquicas y medievales. Noticias y proclamas, introducidas en la ciudad, se distribuían entre amigos o vinculados de la confianza de los complotados. Así se difundieron los pregones de los patriotas quiteños Morales y Quiroga. Desde Bogotá llegó el periódico “La Bagatela” de Nariño, con su traducción de los Derechos del Hombre y del Ciudadano; también impresos llegados desde Buenos Aires. La obra del abate Reynal, “La historia de la independencia de Norte América”. La presencia de Olmedo en Guayaquil desde 1816, y su bagaje de ideas liberales republicanas. La de Rocafuerte desde 1817 a 1819, y sus “inocentes” clases de francés, explicaron y difundieron, aparte de sus propios ideales, todas las influencias externas que llegaban a la urbe. 
A estos hechos debemos sumar lo coyuntural de la presencia de Bolívar en el norte, las tropas de San Martín desembarcadas en el Perú, y la llegada a Guayaquil de los oficiales venezolanos del Numancia. Lo cual precipitó la urgencia de ganar la libertad para la provincia, condujo a Olmedo y a los guayaquileños a diseñar una estrategia para alcanzarla. Fue así como, mediante la aportación de recursos económicos, la presencia militar, la participación decidida de los patriotas, su sometimiento a una jefatura militar que respondía a un acto de guerra, crearon el escenario adecuado para terminar con el dominio español. 

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