sábado, 5 de mayo de 2018



Almirante William Brown en Guayaquil V

Entre los prisioneros españoles liberados por el canje, se encontraba el brigadier don Juan Manuel de Mendiburu, quien como sabemos fue capturado durante el bloqueo del Callao y que venía a relevar como gobernador de Guayaquil a Vasco y Pascual. 
También el contador mayor Altoaguirre destinado al virreinato de lima además de varios oficiales apresados junto con ellos. Concluida la negociación, don José de Villamil, fue encargado por el gobierno, para escolta a los comisionados hasta el embarcadero, para que retornasen a sus respectivas unidades. Finalmente, la negociación terminó en un amigable canje de prisioneros con entera satisfacción de todos.
Una vez concluido el convenio, la pequeña escuadra se dirigió a Puná sin el bergantínTrinidadque quedó en Guayaquil, el cual pasados tres días se su varadura fue puesta nuevamente en condiciones de navegar. A Puná se habían trasladado algunos comerciantes quieres no perdieron la oportunidad para acoderase al costado de la Gobernadora, y adquirir con varios miles de pesos, la mercadería que ésta llevaba a bordo al momento de su captura.
Simultáneamente llegó el agente peruano que representaba a esta nave capturada, para pagar 22.000 pesos que Brown exigía por su rescate y de lo que quedaba de su cargamento. Un total de catorce días estuvo Brown prisionero en Guayaquil. Luego de arregladas las cosas y pagados los correspondientes rescates, ordenó izar las señales que advirtieron a las otras naves para hacerse a la mar de inmediato.  
Luego de tres días de navegación, el comandante de la Halcónabordó a la Hérculespara entrevistarse con Brown, pues el casco de aquella nave se encontraba en muy mal estado. Hacía abundante agua, catorce pulgadas por hora por lo cual Bouchard advirtió juntamente con sus oficiales y tripulación, que en estas circunstancias consideraban muy arriesgado el viaje de retorno a Buenos Aires. Por lo tanto, solicitó liquidar la sociedad de hecho, repartir los buques apresados, y que le asignase el buque ConsecuenciaBrown, obviamente, insistió en la inconveniencia de dividir la flotilla, pero el francés no cedió. 
Finamente arrumbaron hacia Galápagos donde arribaron a la isla Charles (Floreana). Hecho el reparto y concretada la división de la pequeña armada, luego de recuperarse del agotamiento de la jornada, y el escorbuto, Bouchard zarpó hacia el estrecho de Magallanes y a Buenos Aires como destino final. 
La presencia de los buques de los insurgentes argentinos había tomado de sorpresa al virreinato peruano de allí que, luego de los ataques al Callao y Guayaquil se preocuparon por rehabilitar en forma acelerada los recursos navales. En la Gaceta del Gobierno, Nº 37, publicada en Lima el miércoles 10 de junio de 1818, se anuncia que: 
“Se trabaja en este puerto con una actividad indecible para concluir la habilitación de los bajeles destinados a aumentar nuestras fuerzas navales. Son repetidas y muy estrechas las órdenes del superior gobierno sobre este punto: ya está en la mar la Cleopatra y en breve podrán seguirla la Presidenta y Resolución la recorrida de la Venganza ocupa hoy la mayor parte de la maestranza; y el resto se empleará en la Sebastián, cuya carena se verificará con igual diligencia”.
El oficial neogranadino Vanegas, liberado en el bloqueo al Callao con anterioridad había estado de servicio en la zona del Chocó y recomendó a Brown hacer un crucero con las fragatas HérculesHalcóna la bahía de San Buenaventura, pues aseguró haber buena posibilidad de obtener provisiones, y de almacenar suficientes para la travesía de vuelta. 
El 24 de abril de 1816, después de 14 días de navegación, fondearon en la bahía. “Es muy espaciosa y segura tanto como cualquiera del mundo, dice Brown, bien arbolada y con agua, abrigada por una barra que corre a través de su boca, pero nunca tiene menos de cuatro brazas en la parte más septentrional muy cerca de tierra por el costado de babor cuando se entra en ella pasando por una isla. La marea y crece unos doce pies en esta parte de la costa y las lluvias durante su estación son incesantes, lo que ocurría en ese tiempo”.
Tan pronto llegados el corones Vanegas y el doctor Handford, partieron con dirección a Cali y Popayán que por entonces dentro de la guerra de independencia había obtenido su libertad. Eran portadores de cartas que informaban a los gobernadores de esas provincias de su llegada como fuerza liberadora, de su deseo de obtener provisiones y ofrecer sus servicios a la causa, etc. 
Durante la ausencia de esta misión, con parte de la tripulación, fue levantando un pequeño baluarte con seis cañones para la defensa de la bahía, mientras el resto, se ocupaba de reparar la vía de agua en el fondo de la Halcón, que causaba un constante trabajo de las bombas. 
Para efectuar su reparación, era necesario inclinarla a base de aparejos especiales, a fin de llevarla a mostrar la quilla. Pero no respondió, en cambio se ladeó violentamente y arrastro al fondo a la pequeña goleta que se encontraba atracada a su costado, con todos los víveres disponibles. “El hundimiento de ambas embarcaciones fue un accidente muy triste, particularmente por la pérdida de las provisiones, habiéndose reducido mucho el surtido general, como igualmente por la pérdida de tan rápido velero” apunta Brown. 
Sin embargo, luego de este primer fracaso la fragata fue reflotada y se intentó por segunda ocasión, utilizando los mejores aparejos, pero resultó tan fallida como la maniobra anterior. Por esta razón la fragata Halcónfue abandonada definitivamente en el fondo de la bahía. Ahora la Hérculesestaba sola, hacía mucha agua y a bordo no tenían ni siquiera galletas.
Luego de seis semanas de permanecer en ese punto solitario y la falta total de noticias sobre la misión enviada a tierra, Brown, ante el temor de caer en manos de Morillo se resolvió a partir; pues éste avanzaba por todos lados, acorralaba a las huestes patriotas, y amenazaba con tomar posesión de todo el territorio en el curso de pocos días. 
Lo que Brown no sabía a ciencia cierta, aunque lo sospechaba, dado lo dilatado del retorno de los comisionados es que Handford había sido capturado. En capítulo de carta de Popayán de julio 6 escrita por un oficial del ejército del Rey al Editor de la Gaceta, se dice que “el Dr. D. Carlos Handford, físico de la corbeta Negra (Hércules), a quien comisionó Brown para hacer los trabajos de Guayaquil, se hallaba en capilla para sufrir la pena ordinaria”.
La probabilidad de morir de hambre en el mar era mejor que caer en poder de enemigo tan cruel como vengativo. Allí no pasaría lo que en Guayaquil que no fueron ejecutados por temor a las represalias que amenazaban tomar con el grueso de la flota. Con estos pensamientos, el 3 de junio dispuso la parida nuevamente a Galápagos y tras de quince días de navegación, llegaron a la isla Abington donde, para evitar sorpresas. fondearon izando al tope la bandera española. Desembarcados en ella capturaron 70 tortugas que tenían un promedio de 50 libras y las mantuvieron vivas sobre cubierta, pues era la mejor manera de conservar su carne.
“Se zarpó de Abington el 20 de junio, registra Brown, confiando en la Providencia para poder llegar a Buenos Aires a pesar de la reducida ración de una libra de arroz, una gallina una libra de tortuga, media libra de carne y media pinta de ruhm por día, lo que podría considerarse suficiente si la gente no tuviera que trabajar en cubierta hasta caer en cubierta por la debilidad producida por la fatiga de estar bombeando y en tiempo de invierno el insaciable hambre de la naturaleza en mucho mayor que en verano, a lo que se agrega la idea de una muerte por hambre, lenta y desesperada, trabajando en la mente de cada uno de los hombres de a bordo. Y podría decirlo casi en mí mismo”.
Luego de una travesía de espanto, hambre, conato de incendio, témpanos de hielo, tormentas, y de haber consumido la última tortuga, lograron cruzar el estrecho de Magallanes. El intento de llegar a las islas Falkland (Malvinas) en el Atlántico sur fue frustrado por un fuerte temporal que le impidió tomar puerto.
Arrumbados finalmente al ansiado Río de la Plata, se encontraron con el bergantín Fannyprocedente de Montevideo, desde el cual se le informó que un ejército portugués de 10.000 hombres se hallaba en la vecindad de esa ciudad y que una escuadra salida de Río de Janeiro se aprestaba a bloquearlo. 
Después de recibir esta información continuaron viajando rumbo a Brasil y al arribar a tierra entraron disfrazados al puerto de Pernambuco. Allí debieron ocultar su nacionalidad y haciéndose pasar por un buque llegado del cabo de Buena Esperanza. Mediante esta argucia pudieron adquirir algunas provisiones y contratar una lancha cargada de agua, que fue vertida en la sentina del buque.
La isla de Barbados entre el Caribe y el Atlántico, la más próxima por barlovento fue el destino elegido. El 25 de septiembre fondeó en la bahía Carlisle, y fue abordado por un oficial de aduanas interesado en conocer el motivo de su presencia en ese puerto. “Le informé, dice Brown, la necesidad de reparaciones porque el buque hacía mucha agua y el haberse alejado de su puerto de destino por la necesidad de provisiones y agua, eran los únicos motivos de su entrada. Se le presentaron los papeles del buque, etc., los que aparentemente lo satisficieron”.
Brown desembarcó con el oficial y se dirigió al gobernador inglés de la isla a fin de explicarle la situación desesperada y solicitarle permiso para carenar la nave. Esto fue negativo y con su seriamente dañada Hércules, luego de aprovisionarse de lo necesario, zarpó en busca de otro puerto libre. Al tercer día de navegación fue interceptado y apresado por la corbeta de S.M.B. Bramenal mando del capitán Stirling, quien los condujo detenidos a la isla Antigua cercana a Barbados donde las autoridades inglesas encarcelaron a Brown confiscando la nave con todo lo que llevaba a bordo. 
Mientras permaneció en Antigua le sobrevino un ataque de reumatismo que lo postró por largo tiempo. Finalmente volvió a Buenos Aires instauró un juicio contra las autoridades de Antigua, recuperó la Hércules y el valor de su cargamento. Guillermo Brown murió en Buenos Aires en 1857 a la avanzada edad de 80 años. Así concluyó la vida de un liberal insurgente dedicado a las causas de la independencia.
Hay historias que destacan la presencia de Brown en Guayaquil como un acontecimiento que de haber estado advertidos los guayaquileños de sus condiciones de insurgente, nuestra independencia se habría adelantado. Nosotros creemos que, de haberse dado este caso, la revolución habría sido sofocada en muy poco tiempo. Pues los luchadores de la emancipación, por este lado de Pacífico, aún intentaban madurar las condiciones que asegurarían el éxito del proceso. 
Bolívar se hallaba en Port au Prince, Haití, bajo la protección del presidente Petion y San Martín, engarzado en una disputa con el brigadier general Carlos Alvear, sobre quien dirigiría la guerra liberadora de Perú, de manera que cualquier apoyo para la conservación de la provincia libre habría sido inalcanzable. 
Por otra parte, no había madurez suficiente para asegurar su éxito y la libertad. Recordemos que Olmedo el más importante sembrador de los ideales que culminaron el 9 de Octubre de 1820, volvió a esta ciudad en 1816 y Rocafuerte otro hombre fundamental para los ideales libertarios, lo hizo al año siguiente del asalto de Brown y es durante ese lapso que se afirmó en la elite guayaquileña el pensamiento de independencia total.
La independencia de Guayaquil no fue un hecho local ni aislado como habría sido en este caso. Este respondió a una estrategia continental, en armonía con la proximidad de bolívar por el norte y de San Martín por el sur. En el momento decisivo las fuerzas sociales guayaquileñas utilizaron la coyuntura del arribo de los oficiales venezolanos en un mando militar que lo organizó y triunfó. 
Pero a los pocos días fue asumida en forma definitiva por la civilidad y las leyes representadas por José Joaquín de Olmedo, que le dieron solidez y permanencia. El arribo de Brown a esta ciudad, aunque hubiese sido sus intenciones como las que más de uno admite como ciertas, no fue sino un episodio más en la dura lucha de la ciudad por su supervivencia y búsqueda de la independencia y autonomía de España.
Hay una suposición, que no creo que sea más que esto, sin embargo, como coincide con este episodio de la historia guayaquileña que hemos descrito, se dice que, en desagravio a la Argentina, por haber atacado una nave que navegaba bajo su bandera, los guayaquileños, una vez independientes adoptaron los colores de ese país para nuestra venerada Albiceleste.

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