lunes, 28 de mayo de 2018



Los temores del Libertador y la campaña del sur.
El fantasma por los efectos de una anexión contraria a la voluntad de los guayaquileños, persiguió por mucho tiempo al Libertador: “En cuanto yo me vaya a Bogotá cargarán al galope todas las pretensiones de estos señores guayaquileños, peruanos y quiteños sobre el pobre general Sucre, al que le conceden eminentes cualidades menos la energía. Aseguro a Vd. con franqueza que, a pesar de la aparente tranquilidad en que nos hallamos en el Sur, yo comparo este país con el Chimborazo, que exteriormente está muy frío mientras que su base está ardiendo (...) Vd. crea amigo que esto está sumiso porque yo estoy aquí con 2.000 hombres de la Guardia y que estos 2.000 hombres no bastarían, si yo me fuese antes de dejar bien establecido el sistema.” [1]

Lo anteriormente citado, merece un párrafo aparte: en la Monografía de Guayaquil, escrita en Lima, por Andrés Baleato en 1820, pp. 79-80, la ciudad de Guayaquil tenía en 1808, 13.700 habitantes, de los cuales, apenas 4.500 eran hombres. Asumamos que en octubre de 1820 habían 20.000, y manteniendo el mismo porcentaje, tendríamos 6.560 hombres adultos (?). Conclusión: Bolívar anexó a Guayaquil con 1.300 veteranos, esto es, uno de estos por cada 5 hombres del pueblo. Y, por sus propias palabras, 2.000 soldados no bastarían para contenerlos, esto es, un militar por cada 3 guayaquileños. Definitivamente, estimado lector, no creo que los habitantes de esta ciudad se sometieran voluntariamente, fueron doblegados por una fuerza militar desproporcionada.

Algunos de nuestros historiadores de la independencia y de los años colombianos, tienden a minimizar las conquistas de la Provincia Libre y sus luchas por la independencia. Parece ser que apocarlas es el único medio de elevar los méritos de sus propias comunidades o provincias. Al referir acontecimientos de significación histórica, que han demandado sacrificios a Guayaquil y todo el litoral, lo homogeneizan con el término “país quiteño”, es decir, la negación histórica de nuestras individualidades y diferencias. Según se entiende, con esto quieren incluir a todo el país en una sola identidad, lo cual no es así. Cuando se refieren al Departamento del Ecuador, no omiten colocar a Quito entre paréntesis, dando a entender lo de siempre, que tampoco existen en la Sierra ni siquiera Guaranda, u otras ciudades que la capital, ni otros ciudadanos que los capitalinos. 

Caso típico es uno en que orgullosamente se destaca que, en julio de 1823, el Libertador impuso al Departamento del Ecuador (Quito) “la contribución extraordinaria de veinticinco mil pesos mensuales (...) destinada al sostenimiento permanente de una fuerza de dos mil hombres, que asegurara la paz interna del territorio.” Y, naturalmente, se da a entender que tal departamento cumplió solo y a cabalidad este mandato. Mas, se omite lo que, con el mismo motivo, escribió el propio Bolívar a Santander en septiembre de 1822: “No tenemos en el Sur más que 2.000 hombres veteranos (...) En Quito no se pagan estas tropas ni tampoco a nadie, porque no hay con qué (...) Con este motivo he mandado que Guayaquil mande dieciséis mil pesos mensuales al general Sucre (...) Quito no puede mantener 1.000 hombres de guarnición.” [2]En pocas palabras, queda claro el hecho, que Guayaquil pagaba un tributo para sostener las tropas colombianas que lo mantenían sometido.

Algo más que los guayaquileños debemos recordar, es que la causa de la independencia en el Perú estaba perdida, por esa razón, los peruanos volvieron sus ojos al Libertador [3]y las primeras fuerzas colombianas que destacó para socorrerlos, estaban constituidas por los batallones guayaquileños, Yaguachi y Guayaquil, además del Pichincha y el Batallón del Sur, este último “se organizó en Cuenca, con soldados cuencanos y se le armó en parte con los fusiles dañados que dejó en esta ciudad la división de Sucre cuando marchó a la campaña que terminó en Pichincha, los cuales fueron compuestos por los maestros armeros Pedro Álvarez y Luis Mogrovejo. Dicho batallón, fuerte de cuatrocientas plazas, y regido por el Teniente Coronel don Francisco Eugenio Tamariz.” [4]

El esfuerzo del Departamento del Sur (léase Guayaquil)  para sostener la guerra de independencia peruana fue enorme, pero no puede generalizarse a todo su territorio. Pues la Sierra estaba arruinada por su larga crisis económica. Las exacciones y abusos a que se sometió al resto del país, no solo lo empobrecieron, sino que exasperó los ánimos, al punto que los bolivaristas, cada vez fueron menos. Los primeros soldados reclutados en nuestro territorio, partieron al sur, el 18 de marzo del año citado, [5]al mando del general Manuel Valdés. “Ya hemos dirigido 4.250 hombres, debiendo salir esta semana 600 más que vienen de la costa de Panamá y del Chocó. Después seguirá el batallón Bogotá con 1.000 plazas y un regimiento de caballería, hasta completar los 6.000 hombres ofrecidos.” [6]

“Armas, municiones, vestuario, víveres, transporte, todo fue necesario alistarlo con una prontitud extraordinaria y con Erario exhausto (...) Así fue que los Departamentos del Ecuador, Azuay y Guayaquil, hicieron en aquellas circunstancias grandes y dolorosos sacrificios. El más rico por su comercio y producciones agrícolas, el de Guayaquil, proporcionó al Libertador un empréstito de cien mil pesos para hacer frente a los gastos; los otros dos contribuyeron con igual suma, fuera de los víveres y vestuarios que dieran.” [7]

“Uno de los primeros cuidados de Bolívar fue el de invitar a los Gobiernos de Colombia, Chile, Méjico y Guatemala a prestarle auxilios, los dos últimos con un subsidio de trescientos mil pesos, y los otros dos con un contingente de tropas. Como se ha visto y se verá después, solo Colombia, y principalmente los departamentos del Azuay y Guayaquil, correspondieron a sus deseos enviando tropas, vestuarios, víveres, etc., etc.,” [8]

Es importante destacar que los sacrificios impuestos desde 1822 al Departamento del Sur, especialmente a las provincias del Azuay y Guayaquil (a esta desde 1821), no solo lo afectó gravemente en lo económico, sino que la población sufrió los más indescriptibles atropellos por parte de los militares extranjeros, en cuyas manos entregó Bolívar al país. Tropas extrañas, impagas, sin ningún vínculo con los paisanos, se ensañaron en el despojo, apropiación y hasta saqueo a los campos y a los campesinos. Pese a las severas sanciones, inclusive la muerte, que se imponía a estos delincuentes, su área de acción era tan extensa que no solo la ley no los alcanzaba, sino las gentes que los sufrían, eran tan desprotegidos y humildes que no se atrevían a denunciarlos. Pero los casos de más grave violencia, fueron los que se dieron en la práctica del reclutamiento de hombres para sostener la guerra. 

Era la entrega de carne de cañón a que se obligaba a los hacendados y la captura indiscriminada de hombres en campos y ciudades. Varias veces la ciudad de Guayaquil se vio desabastecida de víveres, por cuanto se dieron a reclutar a los hombres que diariamente acudían a ella con productos agrícolas y estos ya no querían acercarse ni siquiera a las vecindades. “Los hombres todos habían elegido habitar en los montes más ásperos, y esconderse bajo las entrañas de la tierra, por no alistarse entre las filas. Se veían con dolor despobladas las campiñas y desiertos los pajizos hogares (...) Fue preciso hacerme sordo a la humanidad e inflexible a las lágrimas que vertían las desconsoladas madres, mujeres e hijos, persiguiéndoles en los mismos lugares de su asilo y en todas direcciones [9](...) Los Jueces Políticos de los Cantones y demás subalternos, no descansaban en buscarlos, valiéndose de las sombras de la noche para ocultarse de los vigías que ellos ponían a grandes distancias (...) El éxito ha satisfecho mis desvelos, pues en catorce meses de residencia, he logrado la suerte de entregar en Guayaquil 1.292 soldados mozos, robustos y útiles al servicio”. [10]

La ciudad de Guayaquil era el puerto de embarque de las tropas hacia el Perú y es fácil imaginar, la tortura diaria que significaría este trasiego de hombres y sus familias que por no quedar abandonadas los seguían, primero a la Guayaquil convertida en hacinamiento lodoso y luego al campo de acción. En la urbe, no se escapaban ni las casas de familia ni los conventos para alojar a los valientes que iban a luchar en tierra extraña y desafecta. “Que se alisten las casas del convento de San Francisco y casas inmediatas, la casa de las señoras Rocafuerte en el Astillero, el convento de la Merced y dos casas inmediatas, el convento de Santo Domingo y dos casas inmediatas, y la casa del señor Villavicencio de la Plaza Mayor para recibir a tropas y oficiales.” [11]

En su urgencia por partir hacia la guerra de independencia peruana, Bolívar expresó: “Yo ansío por el momento de ir al Perú; mi buena suerte me promete que bien pronto veré cumplido el voto de los hijos de los incas y el deber que yo mismo me he impuesto de no reposar hasta que el Nuevo Mundo no haya arrojado a los mares todos sus opresores.” [12]

Finalmente, con la autorización concedida por el Congreso de Colombia, el 6 de agosto de 1823, Bolívar se embarcó en Guayaquil para el Callao en el bergantín de Guerra Chimborazo. En abril de 1824, impuso a los guayaquileños una nueva carga para sostener la guerra: “he dispuesto que la Municipalidad proceda a repartir una contribución mensual de diez y seis mil pesos en todo el Departamento, bien entendido, que la mayor cuota que se asigne, no pasará de veinte pesos, ni la menor bajará de cuatro reales.” [13]Esta imposición, por las sumas señaladas, era sin duda dedicada a la economía de los más pobres. La de los más ricos, fue reportado su envío, pocos días más tarde: “Se ofició al Señor Intendente, acompañando las listas de contribución mensual de veinte mil pesos, decretada por S.E. el Libertador en todo el Departamento.”[14]El agradecimiento “a los habitantes de este País por los generosos sacrificios que está haciendo en obsequio de la Patria.” llegó en junio de ese año. [15]He ahí la voluntad de someter al departamento: Provincia Libre, era la zona rica en recursos y la caja chica para gastos. 

La lucha por la independencia peruana, propiamente dicho, concluyó con la batalla de Ayacucho el 8 de diciembre de 1824. [16]Sin embargo, Bolívar permaneció enredado en los hilos de la política, los grandes salones, las damas generosas y los cuentos marrulleros limeños, hasta que su presencia fue urgentemente requerida como elemento vital para la supervivencia de su sueño colombiano. Cuando retornó al país, ya era tarde: la gran extensión de un territorio de muy difícil comunicación; las diferencias regionales y su apasionado autonomismo; los particulares intereses económicos y políticos; la diversidad étnica y cultural entre la población, surgieron como barreras infranqueables. Superada y triunfante la lucha por la emancipación, lazo temporal de unidad, cada espacio territorial más o menos identificado fronteras adentro, se constituyó en un país independiente.

El 12 de septiembre de 1826, después de tres años de haberse embarcado para el Perú, Bolívar llegó a Guayaquil en su penúltimo paso obligado. Fue recibido con gran entusiasmo, pues la ciudadanía estaba consciente que era el único capaz de concertar la paz y mantener unida a Colombia. Al día siguiente pronunció una proclama en la que manifestó su pesar por el espíritu de discordia que existía en la República. Se reconoció culpable de la situación por no haber retornado a tiempo, ya que había tenido la debilidad de dejarse hechizar por las zalamerías de peruanos y peruanas. Para finalizar, añadió: “¡colombianos! Piso el suelo de vuestra patria; que cese, pues, el escándalo de vuestros ultrajes, el delito de vuestra desunión. No haya más Venezuela, no haya más Cundinamarca; todos seamos colombianos, o la muerte cubrirá los desiertos que deja la anarquía.” [17]Ya era tarde para lamentaciones. No se podía imponer una Colombia que no se había construido desde abajo y se la quería sostener desde arriba.

El Libertador, desde Lima, mediante sus agentes en Guayaquil, había promovido la instauración de un gobierno dictatorial. [18]Cuando arribó a esta ciudad y al Distrito del Sur en general, ejerció una serie de arbitrariedades que violaban la Constitución. Con esta manifestación de poder, que permitía avizorar el final de los abusos y atropellos de los militares residentes, ganó simpatías y adeptos en el país, y al paso de cada población, en los caminos que lo llevaron a Cuenca y a Quito, fue proclamado dictador. Sin embargo, se mantuvo leal a la Constitución, y aquella esperanza, que había dejado entrever, de que su presencia traería la paz, unión, y profundas reformas a nuestras leyes e instituciones, que como única salida se esperaban de un gobierno de facto, se convirtió en profunda decepción. [19]Bolívar intentó paliar la frustración causada (sobre todo en los guayaquileños y azuayos que aspiraban a un país unido pero federado), con la conformación de las llamadas “Juntas de Beneficencia”, que dejó constituidas con la participación de las personalidades más prestantes de cada departamento. Estas debían actuar como portavoces de regiones tan alejadas como las del sur, directamente ante el gobierno centralista, a fin de tramitar sin burocracia ni demora las aspiraciones y necesidades que cada una plantease para su organización y progreso. Pero, entre los muchos errores que cometió, tales juntas quedaron presididas y dependientes del criterio del general José Gabriel Pérez, su secretario general. Desde entonces, este hombre, fue nefasto para Guayaquil. Su mayor aversión a los guayaquileños se manifestó a plenitud, a partir del 16 de abril de 1827, cuando se levantaron en armas y proclamaron su adhesión a Colombia, pero bajo un régimen federalista. Forma de gobierno que era una constante en la Hispanoamérica pos independentista.


[1]Simón Bolívar, Op. Cit. Vol. I, carta a Santander fechadas en Guayaquil el 3 y el 13 de agosto de 1822, pp. 664-669.
[2]Simón Bolívar, Op. Cit., Vol. I, carta a Santander, pp. 680-682
[3]Los señores Olmedo ex Presidente de la Junta de Gobierno de Guayaquil y Sánchez Carrión fueron los comisionados por el Gobierno del Perú. Olmedo dio en esta ocasión, una prueba clásica de verdadero patriotismo, pues olvidando la conducta del Libertador en la violación que hizo a Guayaquil con la agregación a Colombia y con la disolución de la Junta de Gobierno de que era miembro Olmedo, fue uno de los que más empeño tomaron, en confiar al Libertador la dirección de la guerra del Perú, sosteniéndole constantemente con su voto en las circunstancias más difíciles. Olvidó sus propios resentimientos en obsequio de la Independencia americana. Otros decantados patriotas como Riva-Agüero, Torre-Tagle, etc., no siguieron su noble ejemplo. Francisco X. Aguirre Abad, Bosquejo Histórico de la República del Ecuador, Quito, Imprenta Mariscal, 1995, p. 430
[4]Alfonso María Borrero, Ayacucho, Cuenca, Tip. Municipal, 1924, p. 289. El coronel Tamariz, oficial español que fue hecho prisionero por Sucre en el combate de Yaguachi, se incorporó a Colombia a la que prestó muchos servicios. Posteriormente fue ministro del primer gobierno del general Flores.
[5]El 18 de marzo de 1823, celebrase una convención formal, entre el Ministro Plenipotenciario de Colombia y el del Perú, Generales Juan Paz del Castillo y Mariano Portocarrero. En la primera cláusula de ese tratado, se estipulaba, que la República de Colombia auxiliaría con seis mil hombres a la República del Perú, y con cuantas fuerzas disponibles tenga, según las circunstancias. Se estipularon, además, las condiciones de subsistencia, vestido y paga de las tropas auxiliares, y el modo de reemplazar las bajas que sufrieren causadas por la guerra o por las enfermedades. Borrero, Op. Cit., p. 291. Con motivo de este convenio, y al momento de cumplir con los socorros pedidos, “Colombia, dijo el Libertador, hará su deber en el Perú; llevará sus soldados hasta el Potosí, y estos bravos volverán a sus hogares con la sola recompensa de haber contribuido a destruir los últimos tiranos del Nuevo Mundo. Colombia no pretende un gramo de terreno del Perú, porque su gloria, su dicha y su seguridad se fijan en conservar la libertad para sí, y en dejar independencia a sus hermanos”. Juan Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de Colombia,Vol V, Medellín, Editorial Bedout, 1969, p. 29.
[6]Simón Bolívar, Op. Cit., Vol. I, carta a José de la Riva Agüero, Presidente del Perú, del 13 de abril de 1823, pp. 731-733
[7]Juan Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de Colombia,Vol V, Medellín, Editorial Bedout, 1969, p. 30.
[8]Alfonso María Borrero, Op. Cit., p. 346.
[9]Esta migración era tanto de hombres que huían del servicio militar, como de mujeres que emigraban detrás de los ejércitos, prefiriendo compartir la vida del soldado a permanecer abandonadas y expuestas a la miseria. Así, los movimientos militares se convertían en una verdadera movilización de pueblos en armas. Por lo demás, la presencia femenina en la campaña facilitaba las tareas de aprovisionamiento, transporte, espionaje, etc. Jorge Núñez, El Ecuador en Colombia, Nueva Historia del Ecuador, Vol. VI, Quito, Edit. Nacional Grijalbo, 1988, p. 231
[10]Alfonso María Borrero, Op. Cit., Informe enviado a Bolívar el 8 de marzo de 1824, por el gobernador y comandante general de Cuenca, coronel Ignacio Torres,  pp. 531-536.
[11]Acta del cabildo de Guayaquil celebrado el 12 de noviembre de 1824. AHG.
[12]J.M. Restrepo, Op. Cit., p. 94
[13]Acta del cabildo de Guayaquil celebrado el 17 de abril de 1824.
[14]Ibídem, cabildo celebrado el 30 de abril de 1824.
[15]Ibídem, cabildo celebrado el 14 de junio de 1824.
[16]La mayor parte del esfuerzo de guerra para la campaña del Perú fue aportada por los departamentos del sur, que contribuyeron con un total de 7.150 hombres y alrededor de un millón y medio de pesos. Si a eso se agrega lo aportado para la campaña de Pasto, se puede concluir que el distrito del sur de Colombia entregó, para la lucha, alrededor de diez mil hombres y dos millones de pesos. Un esfuerzo tan grande, hecho en tan pocos años, no pudo menos que afectar gravemente a la economía, bastante golpeada ya en años anteriores por las primeras campañas de la independencia. Además, la falta de brazos para la agricultura causada por la recluta y la emigración campesina, paralizó en buena medida la producción agropecuaria; paralelamente se anarquizó el cobro de los impuestos y de la contribución personal (restablecida por el Congreso de 1823, en sustitución de la fallida contribución directa), disminuyendo sensiblemente los ingresos públicos regulares. Jorge Núñez Op., Cit., pp. 230-231.
[17]José Manuel Restrepo, Op. Cit., pp. 305-306.
[18]El Libertador, desde siempre, consideraba imposible que ninguno de los gobiernos establecidos en la América antes española, se pudiese sostener sin recurrir a las reformas que estableciesen la participación de un presidente y un senado vitalicios. Esta idea, que la había expresado en público, también encantaba a Flores, quien, sin la talla de Bolívar, intentó implantarlo en el Ecuador.
[19]En política, como todo el mundo sabe, no se puede planear un sistema cualquiera sino con voluntad firme y constante. ¡Desgraciado aquel que, como Bolívar, da algunos pasos adelante y después retrocede asustados por las dificultades! Jamás podrá realizar grandes empresas, y al fin acabará destruyendo su prestigio y arruinando su reputación. No obró así el Libertador como primer caudillo de la guerra de Independencia.  José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de Colombia, Vol. V, p. 307.

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