martes, 15 de mayo de 2018



La Capitana de la Mar del Sur
Recuperación del Tesoro del Rey
Don Diego Andrés de Rocha, Fiscal de la Real Audiencia de Quito, en carta del 19 de diciembre de ese año, informa al soberano, que luego de conocerse en Quito el desgraciado suceso, y como centro administrativo más cercano al lugar del hecho, fue la que más rápidamente envió socorro y la gente necesaria de la provincia: 
Vine con toda diligencia por caminos bien peligrosos, pero en nada repara quien procura ser fiel a Su soberano y Señor Natural. Poco después de mi llegada vino de Lima el Doctor Don Pedro Vázquez de Velasco, (...) se alegró de hallarme en este lugar y me ordenó hiciese oficio de Fiscal, (...) es Ministro que teme a Dios, ama a Vuestra Majestad, hace y guarda justicia a los pueblos, estima a los virtuosos, y en la pérdida de esta Capitana, reconociendo los fraudes de los que en esta ocasión pretenden quedarse con la hacienda ajena que les dieron en confianza muchos pobres, huérfanos y viudas, ha procurado quitar las trampas, admitiendo a composición mucho de lo que venía extraviado y obligándoles por buenos caminos a que hagan manifestación de lo que traían por alto y admitiéndolo a registro porque de lo contrario se seguiría grande aniquilamiento en el comercio de este reino, y los clamores y llantos de tanta gente como aquí se ve perdida, penetran los cielos e inclinan a esa piedad. [1]
Como se puede suponer, esta operación de salvamento no era cosa de poca monta ni broma alguna, pues se trataba de rescatar cerca de diez millones de patacones [2], que para esa época y aun de la actual, era una suma apreciable de riqueza monetaria en metálico, de los cuales tres eran del tesoro real y el resto de contrabando. Con burócratas de alto coturno y elevada posición se cumplían las gestiones. A todo esto, al general don Francisco de Sosa se le había iniciado en Lima una querella legal, por su responsabilidad en el naufragio. La correspondencia enviada al rey con fecha 28 de diciembre del año del naufragio, informa de la participación de 52 buzos, que habían logrado salvar 386 barras de plata del monarca, 4 sin dueño aparente, 706 registradas a nombre de particulares, 269 manifestadas; 160 cajones de reales, y 28 de plata labrada.
Antes de producirse el encallamiento final, cuando era imperioso el accionar de las bombas de achique, faena que mantenía muy atareados a los comerciantes y pasajeros que viajaban en él, no pudieron ver que la marinería aprovechó ese tiempo para robarles, y cuando desembarcaron a tierra, la cosa fue mucho más grave, se produjo un despojo mayor al millón de pesos, que comprobaron cuando debieron volver al galeón semiderruido 
por sus baúles y ropa, hallaron que estaban quebrados y sacado lo que había en ellos, y como la gente de mar es la culpada, y cualquier diligencia que se hace en este despoblado, no puede ser con el secreto que conviene, y los huidos y ausentes son muchos, no se puede averiguar, como deseo y el caso pide, si bien hay prueba bastante para tormentos, y espero que la habrá para pena ordinaria. [3]
“La saca de la plata” era la expresión utilizada para identificar el rescate del tesoro del rey, tenía ya más de un año de iniciada, lapso en el que se habían recuperado y enviado a España sumas ingentes. El 12 de febrero de 1655, don Pedro Vázquez de Velasco envió una carta al soberano, en la que hace referencia a tales envíos de la Capitana por el camino de Panamá o Tierra Firme, pero aún había mucho por sacar de los restos, que por entonces, apenas sugerían las líneas de una embarcación de la envergadura que esta había tenido. En este documento describe don Pedro, cuando para aclarar los pañoles, y que los buzos negros tuviesen mejor visibilidad, debió prender fuego a los castillos de popa y proa, acción que resultó muy efectiva, pues inmediatamente se recuperaron algunas barras. 
Este hecho que le permitió una mayor facilidad, también hizo posible que se percatase de cuan cargada venía la Capitana, abarrotada de fardos de bayetas, cordellantes de la tierra, cordobanes, botijas de vino, aceitunas y otros géneros, cestos de loza y otras cosas que todas por mercaderías se llevan a Panamá, con que me hallé con imposibilidad de sacar la plata y principalmente la de Vuestra Majestad. [4]
Todos los días acudía el oidor real y presidente de la Real Audiencia de Quito, don Pedro Vázquez de Velasco, para observar el cumplimiento de sus disposiciones en torno a los restos del naufragio, vigilar el trabajo de rescate y dar las órdenes necesarias a los buzos, “me hallé, dice al rey, en la última desesperación viendo que en muchos días no se sacaba una barra” [5]. Pero al poco tiempo, cuando las fuerzas flaqueaban a este hombre tenaz y leal servidor, y a los agotados buzos, mientras rastreaban en el interior del naufragio, limpiando y sacando gran cantidad de “mercaderías, cables, velas, lona y piezas de artillería, en forma milagrosa dieron con la parte más principal donde estaba el grueso de la plata” [6]. Ante este hallazgo del depósito, que aparentemente era el más significativo, el presidente Vázquez estimuló a los buzos para que trabajasen con mayor ahínco. Prometió libertad al primero que encontrare una barra del monarca, que pudiese ser el indicio para dar con las demás. A pesar de esta oferta seductora, por el gran congestionamiento de distintos objetos que había en esa bodega, que entorpecían enormemente su recuperación, pasaron muchos días sin que se pudiese hallar otra de ellas. 
Como recordaremos la nave estaba inclinada sobre estribor, y todo el lastre [7]. se había desplazado hacia esa banda, cubriendo, precisamente el cargamento del rey. Finalmente el lastre fue removido, “pues hasta el día de hoy está fuera la cantidad de plata que verá Vuestra Majestad por esa memoria” [8]. Don Pedro y sus buzos, que habían encontrado el bao principal, donde supuestamente debía viajar toda la plata del tesoro real, se llevaron una gran decepción. Pues resulta que por venir la Capitana tan recargada, particularmente por la proa, “el Maestre de Plata y Capitán de nao”, para equilibrarla, la cambió de lugar y almacenó en la popa. Casualmente, por facilitar el traslado de un pañol a otro, lo hizo con los elementos menos numerosos, pero individualmente más pesados e importantes: los barretones de plata del rey, que fueron recuperados con posterioridad. Por otra parte, los buzos que trabajaban alrededor de la nao, de las cuarenta y cuatro piezas de artillería de bronce, que portaba la Capitana como armamento, le dice Velázquez al monarca, “se ha sacado mucha cantidad, que con ella se pueden edificar dos navíos”. En realidad fueron cuarenta las que sacaron, todas las cuales, junto con las balas y metralla, conforme se las extrajo del agua, fueron remitidas a Lima.
En la carta referida, agradece al soberano por haberle dado la oportunidad de servirlo desde Chanduy, por lo que allí encontró y por todo lo que le ha costado el haberle rescatado tanta cantidad de plata, y por haberlo tomado a él por instrumento, “un gusano tan vil”, dice, puesto a su servicio, que permanece ya por más de un año en tan inhóspito lugar. Tiempo y espacio en el que permaneció, y sobrevivió gracias a la divina misericordia, hace constar al monarca, donde parecía imposible salir con vida por el sofocante calor “que ya había entrado en vigor, en esta tierra donde no hay sabandija que no nos persiga de día y de noche, y que tanto abunda de víboras, siendo tan venenosas que con su picadura matan” [9].
Don Pedro Velázquez de Velasco, termina señalando que él ha corrido con todos los gastos de su estadía y alimentación en Chanduy, y que ha pagado ayudas a algunos de los que acudieron a ese lugar a prestar su contingente en la Capitana perdida, que fue allí sin salario ni ayuda alguna, y como buen oficial “solo espera la satisfacción real”. Esta era una fórmula usada normalmente, como una especie de “hoja de méritos” para en lo posterior solicitar favores o mercedes reales, basada en la prestación de servicios al rey sin recibir en ese momento recompensa alguna.
El estar aquí señor, hasta llegar a Lima, me ha de costar más de diez mil pesos, por el mucho gasto que he tenido y tengo en que me voy empeñando, que para un Ministro tan pobre, como a Vuestra Majestad consta, nos es poca cantidad, aquí vine sin salario y sin ayuda de costa, ni haber gastado a Vuestra Majestad ni a los interesados en la pérdida en cosa alguna, antes de los bastimentos que he traído por mi cuenta, he socorrido a todos los que están en esta ensenada, sólo quiero por premio, cuando le tenga anticipado el que yo sepa, que Vuestra Majestad se da por bien servido de mis buenos deseos que en estos como tan reconocido, ninguno me excede. Guarde Dios la Católica y Real Persona de Vuestra Majestad, como la Cristiandad a menester. [10]
Toda esta acción de salvamento y envío a Panamá del tesoro recuperado, fue ejecutada con la participación y presencia de numerosos oficiales reales, que instalados en el campamento militar que hemos descrito, levantado con los restos, cada uno cumplía con su misión. Así tenemos al fiscal del virreinato don Juan de Valdez y Llano, quien había querellado contra el Guarda Mayor del galeón y lo tenía preso, no sé cómo lo pudo hacer, pues en el lugar descrito no había nada que se pareciese a una cárcel. Por esta misma razón, muchos de los que habían delinquido, no habían sido detenidos, primero porque no era posible mantenerlos recluidos y segundo, por cuanto eran útiles para la recuperación de los bienes del naufragio.



[1]AGI, Doc., 04. Carta del fiscal don Diego Andrés de Rocha, al rey, 19/12/1654.
[2]Patacones, no se refiere a las ricas frituras de verde con queso, sino a las monedas coloniales, conocidas por ese nombre.
[3]AGI, Doc., 10A. Carta al rey de don Pedro Vázquez de Velasco, 28/12/1654.
[4]AGI, Doc., 13. Carta al rey de don Pedro Vázquez de Velasco, 12/02/1655.
[5]Ibídem.
[6]Ibídem.
[7]En ese entonces el lastre que se utilizaba para balancear los grandes veleros, y que se depositaba en el fondo del caso, consistía de grandes piedras, que en el caso de la Capitana, al caer sobre un costado, todas estas grandes piedras, cubrieron la carga de plata.
[8]AGI, Doc., 13. Carta al rey de don Pedro Vázquez de Velasco, 12/02/1655.
[9]Ibídem.
[10]Ibídem.

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