domingo, 27 de mayo de 2018





643 días de autonomía.

Bolívar se encontraba acantonado en Babahoyo con sus 3.000 hombres de la Guardia, desde su cuartel general ejercía presión tanto sobre la Junta de Gobierno como de la sociedad guayaquileña. Incluso asoman visos de medidas de coerción y ocupación militar de hecho. El jueves 11 de julio, a las cuatro de la tarde, que se avistó la falúa que lo conducía, empezó la salva general que anunciaba al pueblo su llegada. A las cinco de la tarde entró en la ciudad, con 1.300 bayonetas; a las seis ingresó a la casa de gobierno donde lo esperaban las autoridades. Esa misma tarde notificó a los miembros de la Junta que cesaban en sus funciones, al tiempo que los bolivaristas arriaban la bandera de Guayaquil Independiente e izaban en un mástil del puerto el tricolor colombiano. Olmedo y los otros miembros del gobierno, se retiraron de la recepción. Supuestamente Bolívar había vencido. Pero no lo consiguió hacer ni con democracia, consenso ni aceptación de sus líderes. Para someter la ciudad, virtualmente requirió de una operación militar. 

Es evidente que Bolívar “no las traía todas consigo”, es decir, no tenía la absoluta seguridad que el Colegio Electoral aprobaría la anexión: “Yo espero que la Junta Electoral que se va a reunir el 28 de este mes, nos sacará de la ambigüedad en que nos hallamos, Sin duda debe ser favorable la decisión de la Junta, y si no lo fuere, no sé aún lo que haré, aunque mi determinación está bien tomada, de no dejar descubierta nuestra frontera por el Sur, y de no permitir que la guerra civil se introduzca por las divisiones provinciales.” [1]El 31 de julio de 1822 fue sancionada por el Colegio Electoral, la incorporación de la provincia de Guayaquil a la República de Colombia. [2]Probablemente, el término ambigüedad, está mal empleado por Bolívar, para expresar el desasosiego que sentía, debió decir dualidad gubernamental. La representación democrática la tenía la Junta de Gobierno, la militar y de facto, Bolívar, sustentada en sus 1.300 bayonetas.

En Guayaquil se encontraba un delegado del Perú en espera de que, llegado el momento, en que el pueblo de la Provincia Libre de Guayaquil, según su constitución política, debía convocar al Colegio Electoral para tomar una decisión democrática, para decidir a cuál de los dos vecinos se anexaría. Como esto no sucedió así, reproducimos una carta de Olmedo, a este señor, en la que podemos leer entre líneas la fina ironía sobre el atropello cometido:

Al Supremo Delegado del Perú en Guayaquil
Guayaquil, Julio 15 de 1822
Excmo. Señor:
El 11 del presente entró en la ciudad S.E. el presidente de la República de Colombia en medio de las aclamaciones debidas a su nombre.
En el mismo día llegaron 1300 hombres que había indicado S.E. al Gobierno venían destinados a pasar al Perú.
Posteriormente S.E. ha reasumido el mando político y militar de esta provincia, habiendo cesado en consecuencia todas las funciones de la Junta de Gobierno.
Lo participo a V.E. para en adelante sepa a quién debe dirigir sus comunicaciones oficiales.
Dios guarde a V.E. muchos años.
José del Olmedo
Excmo. Señor Supremo Delegado del Perú. [3]

Una vez consumada la anexión por la fuerza y la ocupación de Guayaquil, Bolívar, instado por el gobierno central de Bogotá, debió iniciar –a lo largo y ancho de los departamentos recién incorporados– las recaudaciones requeridas por el erario, a fin de financiar el presupuesto. Aquí, una vez más, la bonanza existente en la Provincia Libre, le era muy útil. En este empeño, el Libertador descubrió que la Junta de Gobierno, defenestrada por él, había tenido un excelente manejo de los fondos públicos. Así lo manifestó a Santander en una carta el 13 de agosto de 1822, lo cual, en cierta forma, aunque tardía, constituyó una reparación al daño inferido a Olmedo, mediante la vil acusación de malos manejos. De la misma forma afirmaba Bolívar: “Quito, ese país que, según la fama y según la experiencia, es el pueblo más descontentadizo, suspicaz y chino, en todas sus cualidades morales. (...) Últimamente se ha descubierto que el departamento de Quito no da nada, y que Guayaquil lo ha de dar todo. Entienda Ud. que Guayaquil, para mantenerse muy mal, tenía establecidos empréstitos forzosos”. [4]En este punto cabe preguntarse, si la intención de ocupar, tener y tomar Guayaquil, era solo política y militar, o en buena medida económica. Guayaquil le aseguraba ingresos que otras zonas, departamentos y regiones no le daban no obstante su gran bolivarismo. A la hora de aportar, decían no tener.

Con la fuerza de las armas, y la firma de 193 analfabetos, en forma inmediata se produjo la anexión prevista. Para finalizar el acto, el Libertador pronunció una arenga.[5]Una vez consumada la incorporación, el doctor José Joaquín de Olmedo, presidente de la Junta de Gobierno de Guayaquil, escribe una carta llena de dignidad y verdad.[6]Posteriormente, tanto él como los vocales de la Junta Francisco María Roca, y Rafael Ximena, partieron a Lima, de donde estos dos últimos no retornaron jamás en vida. La provincia fue incorporada a Colombia como Departamento de Guayaquil. Ufanándose de los resultados que había previsto, escribe a Santander, que el sometimiento “no fue absolutamente violento, y no se empleó la fuerza, mas se dirá que fue el respeto a la fuerza que cedieron estos señores.” [7]Deja traslucir con estas palabras el efecto de la presión y coerción que ejerció para anexar Guayaquil. Esto no debió sorprender a San Martín, que venía en viaje para asistir a la histórica reunión que se celebró los días 26 y 28 de julio de 1822, pues había sido advertido por Bolívar en más de un documento. [8]

Cuando todo estaba consumado, a manera de justificación, los colombianistas publicaron una carta en el Patriota, que los representantes de las cabezas de familia de Guayaquil, habían dirigido un año atrás a su Ayuntamiento (sesión del Cabildo del 31 de agosto de 1821, con Sucre presente), manifestando la intención de incorporarse a Colombia, [9]carta que aparentemente firmaron mayoritariamente los vecinos de la ciudad, ya que constan numerosos nombres en ella. Finalmente, se reproduce la nota que, por medio de su secretario, el Libertador envió a la Junta Superior de Gobierno de Guayaquil (fue publicada en el Suplemento al Patriotaque circulo el 13 de julio de 1822, A. Castillo, Vol. II, pp. 147-149), que dice: 

“Su Excelencia el Libertador de Colombia para salvar al pueblo de Guayaquil de la espantosa anarquía en que se halla, y evitar sus funestas consecuencias, lo acoge, oyendo el clamor general, bajo la protección de la República de Colombia, encargándose Su Excelencia del mando político y militar de esta ciudad y su provincia: sin que esta medida de protección coarte de ningún modo su absoluta libertad, para emitir franca y espontáneamente su voluntad, en la próxima congregación de su representación a lo que la Junta respondió en el acto que: deseando evitar todo motivo de inquietud y discordias, cesaba desde luego en las funciones del gobierno y lo comunicaba a los cuerpos”. [10]Esto evidencia que se quiso dar visos de legalidad a lo que fue totalmente fraudulento, y, que el Libertador, utilizó a su secretario, el general José Gabriel García (personaje funesto para Guayaquil, a quien volveremos a encontrar el 16 de abril de 1827), para hacerlo decir lo que él no quería firmar. 

En vista de la efervescencia, descontento y ambiente de resistencia pasiva que había en la ciudad por el atropello que había significado la anexión, las primeras medidas tomadas por Bolívar para neutralizar cualquier reacción de los guayaquileños, fue el licenciamiento de todas las milicias que existían en la provincia y el envío de los batallones Guayaquil y Yaguachi como tropas auxiliares al Perú. [11]

21 meses, comprendidos entre el 9 de octubre de 1820 y el 11 de julio de 1822, fueron el tiempo que duró la autonomía guayaquileña, forjada sobre ideales de libertad de expresión, asociación, comercio, etc., acunados por un pueblo acostumbrado a luchar contra la adversidad y a preservar íntegra su comunidad. Independencia que, con la llegada de Sucre a Guayaquil desde junio de 1821, empieza a verse amagada. Una vez sometida la Provincia Libre, cree alcanzada su quimera de una Colombia grande, que, establecida en un territorio desarticulado y desconocido por la gran mayoría de sus habitantes, no pasó de eso, el sueño de un gran hombre. 

Los documentos que hemos reproducido, cuanto las innumerables cartas tanto de Bolívar, como de sus segundos y de los que resistieron a su proyecto de sometimiento, que se hallan recopiladas en muchas obras, memorias, epistolarios, etc., descubren y describen un escenario en el cual se evidencia, no una actitud democrática del Libertador, ni una apertura por comprender el proyecto independentista de los guayaquileños y de sus líderes, sino una obsesión por someter autoritariamente a una provincia que se “atrevió” a erigir un proyecto autonómico y que lo quiso negociar bajo reglas liberales y democráticas. Bolívar y su irrealidad, evitaron la permanencia de la autonomía provincial de Guayaquil, hecho que, a lo largo de la historia hasta nuestros días, nos ha conducido a un sometimiento y sujeción destructiva, y a constantes enfrentamientos regionales. 



[1]Simón Bolívar, Op. Cit., Vol. I, carta a Santander del 22 de julio de 1822, pp. 652-654.
[2]El Patriota de Guayaquil,8 de agosto de 1822. Abel Romeo Castillo, El Patriota de Guayaquil y otros impresos,volumen II, 1822, Guayaquil, AHG, 1987, p. 167.
[3]José Joaquín Olmedo, Op. Cit., carta a Bolívar, p.
[4]Simón Bolívar, Op. Cit, Vol. I, carta a Santander, Cuenca, 23 de septiembre de 1822, pp. 685-687.
[5]Guayaquileños: Terminada la guerra de Colombia ha sido mi primer deseo completar la obra del Congreso, poniendo las provincias del sur bajo el escudo de la libertad, de la igualdad y de las leyes de Colombia. El ejército libertador no ha dejado a su espalda un pueblo que no se halle bajo la escolta de la Constitución y de las armas de la República. Solo vosotros os veíais reducidos a la situación más falsa, más ambigua, más absurda para la política como para la guerra. Vuestra posición era un fenómeno que estaba amenazado por la anarquía; pero yo he venido, guayaquileños, a traeros el arca de salvación. Colombia os ofrece por mi boca, justicia y orden, paz y gloria.

Guayaquileños: vosotros sois colombianos de corazón porque todos vuestros votos y vuestros clamores han sido por Colombia, y porque de tiempo inmemorial habéis pertenecido al territorio que hoy tiene la dicha de llevar el nombre del padre del Nuevo Mundo, mas yo quiero consultaros para que no se diga que hay un colombiano que no ame sus sabias leyes. Julio Estrada, La Lucha de Guayaquil por el estado de Quito, Tomo II, Guayaquil, AHG, 1984, p. 606.
[6]Yo puedo equivocarme, pero creo haber seguido en el negocio que ha terminado mi administración, la senda que me mostraban la razón y la prudencia: esto es, no oponerme a las resoluciones de Ud. para evitar males y desastres al pueblo; y no intervenir ni consentir en nada para consultar a la dignidad de mi representación (...) Sólo la malignidad podrá decir que pretendo evadir el juicio de residencia (...) Teniendo firmeza bastante para oír una sentencia del tribunal más severo, no debo tener la debilidad de sujetarme a un tribunal incompetente, por humano y benévolo que sea (...) Mas sería precisa toda la filosofía de un estoico o la imprudencia de un cínico para ver el abuso que se ha hecho del candor de estos pueblos, obligándoles a decir que han sufrido bajo nosotros un yugo más insoportable que el español, y para ver esta impostura autorizada con el nombre de Ud. en los papeles públicos difundidos por todas partes (...) ¿Qué dirán los gobiernos libres con quienes hemos tenido relaciones, y a quienes llegó nuestro nombre con honor? ¡Vaya que ha sido hermoso el premio de tantos desvelos porque fuese este pueblo tan feliz como el primero y más libre como ninguno! No crea Ud. que hablo irónicamente. Una aclamación popular me sería menos grata. Ud. sabe por la historia de todos los siglos cuál ha sido la suerte de los hombres de bien en las revoluciones, y es dulce participar de una desgracia más honrosa que un triunfo (...) Mi patria no me necesita, yo me abandono a mi destino. Carta de Olmedo a Bolívar, en Aurelio Espinosa Pólit, Op. Cit., p. 80.
[7]Simón Bolívar, Op. Cit., Vol. I, carta a Santander del 22 de julio de 1822, pp. 652-654.
[8]Es evidente que ni Bolívar ni San Martín, podían concebir en sus planes el nacimiento de un estado enquistado entre Colombia y Perú. De allí que la intención y deseo mayoritarios de los guayaquileños, de constituir uno basado en el ente político de la Audiencia de Quito, del cual Olmedo era partidario inequívoco y su indiscutible líder, nunca hablaron abiertamente de ello, porque habría sido un acto impolítico. El solo plantear esta tendencia, habría debilitado la decisión, tanto de Bolívar como de San Martín, de apoyar militarmente la concreción de algo ajeno a sus intenciones.
[9]Vuestra Excelencia ha oído el voto libre de esta capital por su incorporación a la República de Colombia en el Cabildo de 31 de agosto de 1821, al que concurrió invitado el jefe de la división del sur (Sucre) según lo expresa el acta de aquel día. Semanario El Patriota de Guayaquil, del 13 de julio de 1822.
[10]El Patriota de Guayaquil, Ibídem
[11]Decreto del general Bartolomé Salom, general en jefe del Estado Mayor del Ejército Libertador de Colombia, publicado en la primera plana del semanario El Patriota de Guayaquil,el sábado 20 de julio de 1822. Abel Romeo Castillo, El Patriota de Guayaquily otros impresos, volumen II: 1822, Guayaquil, AHG, 1987. p. 151.

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